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Fuera de tu cabeza: Dejando el cuerpo atrás (Ciencia y Naturaleza)


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#21 Ge. Pe.

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Publicado el 13 agosto 2009 - 07:32





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CIENCIA KANIJA

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¡Bien dicho, Carl Sagan!

Escrito por Kanijo en Libros, Pensamiento Crítico

2009. augusztus 12




Finalmente empecé la lectura de “Las Variedades de la Experiencia Científica” de Carl Sagan, un volumen editado por su esposa, Ann Druyan, y basado en una serie de Charlas Gifford sobre Teología Natural que impartió Carl en 1985 en la Universidad de Glasgow. El título del libro es una referencia directa, y un reto sutil, a la algo frustrante “Las Variedades de la Experiencia Religiosa” de William James (también basado en una serie de charlas, presentadas en la Universidad de Edimburgo en 1901). Aunque el texto de James es un clásico de la psicología y la filosofía, James trazó una distinción bastante simple sobre lo que llamó “mentes sanas” y “almas enfermas”, ambas analizadas en términos de otorgar poderes a las experiencias religiosas. Por no mencionar, por supuesto, que sugirió sarcásticamente a su audiencia de científicos que su ateísmo era tal vez el resultado de una disfunción hepática.

En cualquier caso, los ensayos de Sagan son sobre la relación entre ciencia y religión desde un punto de vista muy distinto al de James. Al mismo tiempo, es muy refrescante leer las palabras de un ateo positivo, el cual no recuerda a la airada e inflada retórica de Christopher Hitchens o Richard Dawkins. Por el contrario, el tono de Sagan siempre es medido y humilde, y aún así lanza (metafóricamente) un golpe mortal tras otro a los religiosos de su audiencia.

La ciencia del libro está inevitablemente un poco desfasada (aunque Druyan añadió notas aquí y allá para actualizar algunas de las afirmaciones o hechos). De nuevo, los ensayos no son sobre la ciencia per se, sino sobre el significado de la ciencia en nuestras vidas y sus conflictos con la perspectiva religiosa. Existen muchos pasajes preciosos que merecen la pena una cuidadosa consideración, pero uno en particular me impacto al inicio del libro (capítulo 1).

Sagan está hablando sobre la abrumadora vastedad del espacio: aproximadamente cien mil millones de estrellas sólo en nuestra propia galaxia, la Vía Láctea, la cual es una de las más de 400 mil millones de galaxias del universo. Un universo que mide 46 500 millones de años luz de diámetros, y contiene del orden de 1080 átomos. Oh, y la mayor parte está vacío o lleno de materia oscura que no es parte de galaxias, estrellas o planetas.

Tras contemplar todo esto por un momento, Sagan dice: “Y este vasto número de mundos, la descomunal escala del universo, para mi no ha sido tenido en cuenta, ni siquiera superficialmente, virtualmente en ninguna religión, y especialmente en ninguna religión occidental”. Esto es exactamente cierto, y algo que apenas se discute en los debates entre ateos y teístas: las religiones humanas son completamente ajenas a la enormidad del espacio. Se habla mucho del “diseño inteligente” y los “principios antrópicos” y otras extravagantes ideas urdidas para convencernos de que hay pruebas científicas de que todo este tinglado fue puesto aquí por alguien (¡y que maravillosos resultados tuvo por todos sus esfuerzos!).

Pero la observación de Sagan deja claro que esta gente no tiene idea de en qué tipo de lugar vivimos. Como dijo Douglas Adams en su famosa “Guia del Autoestopista Galáctico”: “El espacio es grande. No creerías cómo de vasto, enorme, alucinantemente grande es. Quiero decir, puedes pensar que es como seguir un largo camino hacia los ultramarinos, pero eso sólo es una miseria para el espacio”. Así es. ¿Qué tipo de ingeniero inteligente crearía un artilugio (el universo) que necesita 13 000 millones de años para generar Homo sapiens, desperdiciando el 99,999999999999+ por ciento del espacio del universo? O tal vez sugiere Sagan, esta vasta cantidad de espacio y tiempo no ha sido desperdiciada, y Dios ha creado muchos otros mundos con gente. Pero en tal caso, ¿Jesús murió en la cruz de cada uno de ellos? Hay distintos Cielos e Infiernos para las distintas especies de ET? Las implicaciones teológicas son asombrosas, y casi por completo sin abordar.
Ah, los religiosos dirán, ¿pero quién somos para cuestionar los planes de Dios? Él (o ella, o ello, como Sagan escribe repetidamente) trabaja de formas notoriamente misteriosas. Pero es la escapatoria final. Es simplemente una forma elaborada y francamente insultante de decir “No tengo ni la más remota idea”. La gente tiene el derecho a creer cualquier estúpida historia que quiera creer (siempre que no intenten imponerla sobre otros), pero muchos religiosos desde Tomás de Aquino realmente quieren defender que sus creencias también son racionales, que no existe contradicción entre el libro de la naturaleza y los de sus escrituras. De ser así, tienen que responder a la pregunta de Sagan sobre por qué en los conocidos como libros sagrados no se dice nada sobre cómo de grande es en realidad el universo.

Sagan imagina cómo podría haber dictado Dios sus libros a los antiguos profetas de una forma en la que ciertamente habría impactado a las personas modernas. Podría haber dicho (cito a Sagan aquí directamente): “No lo olvides, Marte es un lugar oxidado con volcanes. … Entenderás esto más adelante. Créeme. … Qué tal, ‘¿No viajarás más rápido que la luz?’ … O ‘No existen marcos de referencia privilegiados.’ ¿O tal vez algunas ecuaciones? Las leyes de Maxwell en jeroglíficos egipcios o antiguos caracteres chinos o hebreo antiguo”. Eso sería impresionante, e incluso Dawkins tendría que rascarse la cabeza. Pero no, en lugar de eso tenemos historias triviales sobre tribus locales, una serie aparentemente interminable de “genealogías”, y una descripción del mundo como pequeño, joven y bastante plano.

El reto de Sagan es virtualmente ignorado por teólogos de todo el mundo. Y por una buena razón: es imposible responder coherentemente mientras se mantiene el núcleo de la mayor parte de las tradiciones religiosas. Los distintos dioses a los que la gente adora son simplemente demasiado pequeños para el universo en el que vivimos, lo cual no es una sorpresa una vez aceptado la verdad bastante obvia de que somos nosotros quienes hicimos a los dioses a nuestra imagen, y no al revés. ¡Te echamos de menos, Carl.


Autor: Massimo Pigliucci



Fecha Original: 11 de agosto de 2009
Enlace Original Scientificblogging



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#22 Ge. Pe.

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Publicado el 18 octubre 2009 - 03:27








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Fuera de tu cabeza: Dejando el cuerpo atrás

Kanijo

2009. octubre 15





Peculiar experiences (Image: Christian Lichtenberg/Getty)






El joven se despierta sintiéndose mareado. Se levanta y se da la vuelta, sólo para verse a sí mismo aún tumbado en la cama. Grita a su cuerpo durmiente, lo sacude, y salta sobre él. Lo siguiente que ve es estar de nuevo tumbado, pero ahora viéndose a sí mismo de pie en la cama y sacudiendo su cuerpo durmiente. Aterrorizado, salta por la ventana. Su habitación está en el tercer piso. Se encontró más tarde, gravemente herido.

Lo que este joven de 21 años ha experimentado es una experiencia extracorpórea, uno de los estados de consciencia más peculiares. Probablemente fue disparado por su epilepsia (Journal of Neurology, Neurosurgery and Psychiatry, vol 57, p 838). “No quería suicidarse”, dice Peter Brugger, el neuropsicólogo del joven en el Hospital Universitario de Zurich en Suiza. “Saltó para encontrar una relación entre el cuerpo y él mismo. Debe haber tenido un ataque”.

En los 15 años que han pasado desde el dramático incidente, Brugger y otros han trabajado mucho en la comprensión de las experiencias extracorpóreas. Has estrechado las causas a disfunciones en un área específica del cerebro y ahora están trabajando en cómo éstas llevan a experiencias casi sobrenaturales de abandonar nuestro cuerpo y observarlo desde lejos.

También están usando experiencias extracorpóreas para abordar un viejo problema: cómo creamos y mantenemos el sentido del yo.

Dramatizadas a grandes efectos por autores tales como Dostoevsky, Wilde, de Maupassant y Poe – algunos de ellos escribieron con conocimiento de primera mano – las experiencias extracorpóreas normalmente se asocian a epilepsia, migrañas, embolias, tumores cerebrales, uso de drogas e incluso experiencias cercanas a la muerte. Está claro, no obstante, que la gente sin desórdenes neurológicos obvios pueden tener experiencias extracorpóreas. Según algunas estimaciones, aproximadamente el 5 por ciento de la gente sana tiene una en algún momento de su vida.

Entonces, ¿qué es exactamente una experiencia extracorpórea? Una definición que ha surgido recientemente implica un conjunto de percepciones cada vez más extravagantes. La menos grave es una experiencia doppelgänger: sientes la presencia o ves a otra personad que sabes que eres tú mismo, aunque sigues anclado en tu propio cuerpo. Esto a menudo progresa a la etapa 2, donde tu sentido del yo se mueve adelante y atrás entre tu cuerpo real y tu doppelgänger. Esto fue lo que experimentó el joven paciente de Brugger. Finalmente, tu yo abandona tu cuerpo por completo y lo observas desde fuera, a menudo en una posición elevada como el techo. “Esta división es la caraterística más impactante de una experiencia extracorpórea”, dice Olaf Blanke, neurólogo del Instituto Federal Suizo de Tecnología en Lausanne.


Sorprendentemente agradable


Algunas experiencias extracorpóreas implican sólo una de estas etapas; algunas las tres, en progresión. Extrañamente, mucha gente que las han tenido informan de ellas como unas experiencias agradables. Por lo que, ¿qué podría estar pasando en el cerebro para crear una sensación tan aparentemente imposible?

Las primeras pistas sustanciales llegaron en 2002, cuando el equipo de Blanke encontró una forma de inducir una experiencia extracorpórea auténtica. Estaban realizando una cirujía cerebral exploratoria en una mujer de 43 años con epilepsia severa para determinar qué parte del cerebro eliminar para curarla. Cuando estimularon una región del cerebro conocida como unión temporoparietal (TPJ), la mujer informó de que estaba flotando sobre su propio cuerpo y viéndose debajo.

Esto tiene algo de sentido neurológico. El TPJ procesa las señales visuales y del tacto, la información espacial y de equilibrio del oído interno, y las sensaciones proprioceptivas de las articulaciones, tendones y músculos que nos dicen dónde están nuestras partes del cuerpo en relación con otras. Su trabajo es fusionar todo esto para crear un sentimiento de personificación: un sentido de dónde está tu cuerpo, dónde termina y dónde empieza el resto del mundo. Blanke y sus colegas teorizaron que las experiencias extracorporales surgen cuando, por cualquier razón, el TPJ falla al realizar esto adecuadamente (Nature, vol 419, p 269).

Posteriormente aparecieron más pruebas de que una disfunción en el TPJ era la clave de las experiencias extracorpóreas. En 2007, por ejemplo, Dirk De Ridder del Hospital Universitario de Antwerp en Bélgica intentaba ayudar a un hombre de 63 años con un tinnitus (acúfeno) intratable. En un intento desesperado por silenciar el sonido de sus oídos, el equipo de Ridder implantó electrodos cerca del TPJ del paciente. No curó su tinnitus, pero le llevó a experimentar algo cercano a una experiencia extracorpórea: se sentía a sí mismo desplazado unos 50 centímetros por detrás y a la izquierda de su propio cuerpo. El sentimiento duraba más de 15 segundos, suficiente para llevar a cabo escáneres TEP de su cerebro. Con bastante seguridad, el equipo encontró que el TPJ se activaba durante las experiencias.

La comprensión de los desórdenes neurológicos o la cirujía cerebral sólo puede llevarte hasta aquí, no obstante, sobre todo porque los casos son poco frecuentes. Se requieren estudios a gran escala, y para lograrlo Blanke y otros han usado una técnica conocida como “tareas de transformación del propio cuerpo” para forzar al cerebro a hacer cosas que aparentemente hace durante una experiencia extracorpórea. En estos experimentos, a los sujetos tratados se les mostraba una secuencia de breves destellos de figuras de animación llevando un guante en una mano. Algunas de las figuras estaban de cara al sujeto, otras de espaldas. La tarea es imaginarte a ti mismo en la posición del dibujo animado para saber en qué mano está el guante. Para hacer esto, tienes que rotar mentalmente tu cuerpo cuando una imagen sigue a la siguiente.

Conforme los voluntarios realizaban estas tareas, los investigadores cartografiaban la actividad cerebral con un EEG y encontraron que el TPJ se activaba cuando los voluntarios se imaginaban en una posición distinta de la orientación real – una posición extracorpórea.

El equipo también barrió el TPJ con una estimulación magnética transcraneal, una técnica no invasiva que puede temporalmente deshabilitar partes del cerebro. Con el TPJ interrumpido, los voluntarios necesitaron significativamente más tiempo hacer las tareas de transformación del propio cuerpo (The Journal of Neuroscience, vol 25, p 550).

Otras regiones cerebrales también han estado implicadas, incluyendo algunas cercanas al TPJ. El consenso emergente es que cuando estas regiones funcionan bien, nos sentimos uno con nuestro cuerpo. Pero al perturbarlo, nuestro sentido de personificación puede salir flotando.

Esto, sin embargo, no explica la característica más impactante de las experiencias extracorpóreas. “Es un gran misterio por qué la gente, desde sus posiciones fuera del cuerpo, visualizan no sólo sus cuerpos sino cosas a su alrededor, tales como otra gente”, dice Brugger. “¿De dónde procede esta información?”

Una línea de pruebas procede de la condición conocida como parálisis del sueño, en la cual gente sana encuentra su cuerpo inmovilizado como en un sueño a pesar de estar consciente. En un estudio de casi 12 000 personas que habían experimentado parálisis del sueño, Allan Cheyne de la Universidad de Waterloo en Ontario, Canadá, encontró que muchos informaban de sensaciones similares a las experiencias extracorpóreas. Éstas incluyen flotar fuera del cuerpo y volverse para mirarlo.

Cheyne sugiere que esto podría ser el resultado de conflictos de información en el cerebro. Durante la parálisis del sueño, es posible entrar en un estado similar al REM en el cual sueñas que te mueves o vuelas. Bajo estas circunstancias eres consciente de la sensación de movimiento, aunque tu cerebro está al tanto de que tu cuerpo no puede moverse. En un intento de resolver este conflicto sensorial, el cerebro corta el sentido del yo (Cortex, vol 45, p 201). “Lo resuelve dividiendo el yo del cuerpo”, dice Cheyne. “El yo parece ir con el movimiento y el cuerpo queda atrás”. Tal vez los conflictos sensoriales causan las experiencias extracorpóreas clásicas.

Brugger, mientras tanto, tiene una sugerencia sobre cómo alguien podría ver esto incluso aunque sus ojos estén cerrados, basándose en lo que informaba uno de sus pacientes sobre una experiencia extracorpórea. De acuerdo con el padre de este paciente, que estaba sentado junto a la cama, tenía los ojos cerrados. Aunque más tarde informó ver, desde una perspectiva por encima de la cama, a su padre yendo al baño, y volviendo con una toalla mojada y ponerla sobre su frente.
El paciente, presumiblemente, escuchó a su padre andar hacia el baño y el fluir del agua, y debe haber tenido el sentimiento de una toalla húmeda en su cabeza. Brugger especula que su cerebro convirtió estos estímulos en una imagen visual, de forma similar a lo que sucede en la sinestesia. Esto aún no explica, sin embargo, el punto avanzado exterior. “No está claro cómo construye eso el cerebro”, dice el filósofo cognitivo Thomas Metzinger de la Universidad Johannes Gutenberg en Mainz, Alemania.

Metzinger hace una sugerencia. Imagina un episodio de un cumpleaños reciente. ¿Lo visualizas desde una perspectiva de primera persona, o desde una tercera persona contigo en la escena? Sorprendentemente, la mayoría hace lo segundo. “Al codificar la memoria visual, el cerebro ya está usando una perspectiva externa”, dice Metzinger. “No sabemos mucho sobre por qué y cómo, pero si se extrae algo de esta base de datos [durante una experiencia extracorpórea], puede que haya material para verse a uno mismo desde el exterior”.

Sea cual sea el mecanismo, el estudio de las experiencias extracorpóreas promete ayudar a responder algunas profundas cuestiones de la neurociencia y la filosofía: ¿cómo surge la auto-consciencia? Está muy claro que tenemos un sentido de nosotros mismos que reside, la mayor parte del tiempo, en nuestros cuerpos. Aunque también está claro a partir de estas experiencias extracorpóreas que el sentido del yo pueden aparentemente quedar desligado de nuestro cuerpo físico. Entonces, ¿cómo se relación el yo y el cuerpo?

Para abordar esta cuestión, Metzinger ha formado equipo con Blanke y sus colegas en un experimento que induce experiencias extracorpóreas en voluntarios sanos. Graban a cada voluntario desde atrás y proyectan la imagen en un head-mounted display que lleva el voluntario de tal forma que ven una imagen de sí mismos de pie aproximadamente a dos metros frente a ellos. Los experimentadores entonces golepan al voluntario en la espalda – la cual los voluntarios ven como si fuese a su yo virtual. Esto crea un conflicto sensorial, y muchos informan de sentir su yo migrando fuera de sus cuerpos físicos hacia el virtual (Science, vol 317, p 1096).

Para Metzinger, estos experimentos demuestran que la auto-consciencia comienza con el sentimiento de poseer un cuerpo, pero hay más en la auto-consciencia que un moro sentimiento de personificación. “La auto afirmación tiene muchos componentes”, dice Metzinger. “Estamos tratando de extraerlas bloque a bloque. Este es sólo el principio”.

Autor: Anil Ananthaswamy

Fecha Original: 13 de octubre de 2009
Enlace Original. New Scientist



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