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Esta es una parte del artículo "Evolución Humana" que subimos y estamos subiendo en el Tema "Evolución" en el subforo de Biología en Ayuda Tareas.
Dada su extraordinaria calidad y la gran cantidad de información que entrega decidimos abrir y publicar como artículo aislado también, esta sección llamada "LA EVOLUCIÓN DE LA CONDUCTA CULTURAL" que forma parte del original de MSN Encarta.
Ahora lo iremos subiendo en forma paralela.
I.-
La historia de la evolución humana se ocupa tanto del desarrollo de la conducta cultural como de los cambios en el aspecto físico. El término cultura, en antropología, se refiere tradicionalmente al conjunto de rasgos distintivos, espirituales y materiales, intelectuales y afectivos, que caracterizan a una sociedad o grupo social humano, e incluye elementos tales como la tecnología, el lenguaje y el arte. El comportamiento cultural humano depende de la transferencia social de información de una generación a la siguiente, lo que a su vez depende de un sistema sofisticado de comunicación como el lenguaje.
Con frecuencia se ha utilizado el término cultura para distinguir el comportamiento humano del de otros animales. Sin embargo, algunos animales no humanos también parece que tienen formas de comportamiento cultural aprendido. Así, por ejemplo, grupos de chimpancés utilizan diferentes técnicas para capturar termitas con palos para alimentarse. Asimismo, en algunas regiones los chimpancés utilizan piedras o trozos de madera para partir nueces. Existen chimpancés en otras regiones que no practican este comportamiento, aunque tengan bosques con árboles similares y dispongan de materiales para fabricar utensilios. Estas diferencias regionales se parecen a las tradiciones que el hombre pasa de generación en generación. Las costumbres son un aspecto fundamental de la cultura y los paleoantropólogos asumen que los homínidos primitivos también tenían algún tipo de tradiciones.
Sin embargo, los humanos modernos difieren de otros animales y probablemente de muchas especies humanas primitivas en la capacidad de enseñarse de forma activa unos a otros y de transmitir y acumular grandes cantidades de conocimientos. El hombre también precisa un periodo excepcionalmente largo de aprendizaje antes de llegar a adulto, y tiene la capacidad física y mental del lenguaje. El lenguaje en todas sus formas —hablado, por signos o escrito— proporciona un medio de comunicación de enormes cantidades de información, muy superior a lo que cualquier animal parece poder transmitir a través de gestos y vocalizaciones.
Los científicos han seguido la evolución de la conducta cultural humana a través del estudio de restos arqueológicos tales como utensilios o residuos carbonizados de alimentos cocinados. Estos objetos muestran que durante gran parte de la evolución humana la cultura se ha desarrollado con lentitud. Durante el paleolítico, o edad de piedra, las técnicas básicas para fabricar utensilios de piedra variaron muy poco durante periodos de más de un millón de años.
Los fósiles humanos también proporcionan información sobre la forma de evolución de la cultura y los efectos que ésta ha tenido en la vida humana. Así, por ejemplo, durante los últimos 30.000 años la anatomía del ser humano sólo ha experimentado un cambio importante: los huesos del esqueleto se han reducido mucho en cuanto a tamaño y espesor. Las innovaciones en la fabricación y el uso de utensilios y en la obtención de alimentos —como resultado de la evolución cultural— pueden haber llevado a formas de vida más eficaces y que requieren un esfuerzo físico menor, lo que habría dado lugar a cambios en la estructura ósea.
La cultura ha desempeñado un papel fundamental en la evolución del Homo sapiens. En los últimos 60.000 años el ser humano ha emigrado para colonizar casi todas las regiones deshabitadas del mundo como, por ejemplo, pequeños archipiélagos o los continentes de Australia y las Américas. Estas migraciones dependieron del desarrollo de aspectos tales como el transporte, los utensilios de caza y pesca, los refugios y la indumentaria. En los últimos 30.000 años la evolución cultural se aceleró de forma sorprendente. En el registro arqueológico este cambio se observa en la rápida expansión de los diferentes tipos de utensilios de piedra y de las técnicas de fabricación de los mismos o en las obras de arte y en los indicios de evolución religiosa como, por ejemplo, los enterramientos. Hace 10.000 años el ser humano comenzó por primera vez a recolectar y cultivar granos y a domesticar animales —cambio fundamental en la relación ecológica entre el ser humano y otros seres vivos de la Tierra. El desarrollo de la agricultura proporcionó al hombre mayor cantidad de alimentos y mayor estabilidad en su abastecimiento, permitiendo así la aparición de las primeras civilizaciones. Actualmente, la cultura —y particularmente la tecnología— dominan la vida humana.
Los paleoantropólogos y los arqueólogos han estudiado los aspectos más significativos de la evolución de la conducta cultural humana como, por ejemplo, la evolución de la vida social, la subsistencia (adquisición y producción de alimentos), la fabricación y el uso de herramientas, la adaptación al medioambiente, el pensamiento simbólico y su expresión a través del lenguaje, el arte y la religión y el desarrollo de la agricultura y la aparición de las civilizaciones.
La mayoría de las especies de primates, incluidos los simios africanos, viven en grupos sociales de diferente tamaño y complejidad. Dentro de los grupos, los individuos a menudo tienen papeles multifacéticos de acuerdo con su edad, sexo, estatus, habilidades sociales y personalidad. El descubrimiento en 1975 en Hadar, Etiopía, de un grupo de varios individuos Australopithecus afarensis que habían fallecido juntos hace 3,2 millones de años parece confirmar que los homínidos primitivos vivían ya en grupos sociales. Los científicos han denominado a esta colección de fósiles La primera familia.
Uno de los primeros cambios físicos en la evolución de simios a humanos —la reducción del tamaño de los caninos en el macho —indica asimismo un cambio en las relaciones sociales. Los simios machos a veces utilizan sus grandes caninos para amenazar (o a veces luchar con) otros machos de su especie, normalmente para acercarse a las hembras o luchar por territorios o alimentos. La evolución de los caninos pequeños en los australopitecinos implica que los machos o bien habían desarrollado otros métodos de amedrantamiento o se habían hecho más cooperativos. Además, tanto las hembras como los machos tenían caninos pequeños, lo que indicaba una reducción del dimorfismo sexual con respecto a los simios. Sin embargo, aunque en los australopitecinos disminuyó el dimorfismo sexual en cuanto a tamaño de los caninos, los machos todavía eran mucho más grandes que las hembras. Así, los australopitecinos machos puede que compitieran de forma agresiva entre sí basándose puramente en su tamaño o fuerza. Hasta mucho tiempo después puede que la vida social humana no comenzara a diferenciarse mucho de la de los simios.
Los científicos piensan que algunos de los cambios más significativos que posibilitaron el paso de la vida social simiesca a la típicamente humana tuvieron lugar en especies del género Homo, cuyos miembros muestran un dimorfismo sexual todavía menor. Estos cambios, que debieron tener lugar en diferentes momentos, incluyen un prolongado tiempo de maduración de los recién nacidos que comprende un periodo posterior durante el cual éstos requieren un intenso cuidado por parte de los progenitores, vínculos especiales que llevan a un macho y una hembra a compartir actividades y aparearse, lo que recibe el nombre de emparejamiento y la focalización de la actividad social en un campamento o refugio seguro situado en un lugar especial conocido por miembros del grupo o de la familia.
El ser humano, aunque tiene un cerebro grande, requiere, sin embargo, un periodo prolongado de desarrollo posterior al nacimiento y durante su primera infancia ya que su cerebro tarda bastante tiempo en madurar. Dado que el cerebro del australopitecino no era mucho mayor que el de un chimpancé, algunos científicos piensan que los homínidos primitivos tenían una velocidad de crecimiento más parecida a la de los simios y mucho más rápida que la del hombre moderno. Esta hipótesis está apoyada por estudios de fósiles de australopitecino en los que se ha analizado el desarrollo de la dentición —buen indicador del desarrollo general del cuerpo.
Además, el cerebro humano va aumentando a medida que el feto se va desarrollando, de forma que la mujer debe dar a luz en una fase temprana del desarrollo del bebé para que su cabeza pueda pasar por su conducto pélvico. Así, los bebés humanos requieren un largo periodo de cuidados hasta alcanzar una fase de desarrollo a partir de la cual ya reducen la dependencia de sus padres. Al contrario de lo que ocurre con la mujer moderna, la australopitecina podía dar a luz a un bebé en una fase avanzada de desarrollo porque su cráneo podía pasar perfectamente por su conducto pélvico. La necesidad de dar a luz en una fase temprana del desarrollo del feto —lo que requiere un periodo posterior prolongado de cuidados al recién nacido— puede haberse iniciado hacia la época del Homo medio con la especie Homo ergaster que tenía un cerebro claramente mayor que el de los australopitecinos y un conducto pélvico estrecho.
El emparejamiento, normalmente de duración bastante breve, tiene lugar en diferentes especies de primates. Algunos científicos piensan que en el ser humano se desarrollaron vínculos más prolongados al comenzar a compartir cada vez más los alimentos. Entre los primates, los humanos presentan un comportamiento diferente a la hora de compartir alimentos. El hombre retrasa la ingestión de los mismos hasta no haber vuelto al punto de reunión de los demás miembros de su grupo social. Esta forma de repartición puede haber surgido al mismo tiempo que la necesidad de atender durante un tiempo prolongado a los recién nacidos, probablemente hacia la época del Homo ergaster. El macho, al dedicarse a una única hembra y compartir alimentos con ella, podía aumentar las posibilidades de supervivencia de su prole.
El ser humano vivió como cazador-recolector durante millones de años. Los miembros del grupo se iban desplazando por el territorio para recolectar los alimentos en el momento y en el lugar donde se encuentran disponibles. Hoy día, los pueblos que practican esta forma de subsistencia —tales como el pueblo san en el desierto de Kalahari al sur de África— también establecen campamentos centrales u hogares y dividen el trabajo entre hombres y mujeres. Las mujeres recolectan alimentos vegetales y animales, mientras que el hombre asume la tarea de cazar, a menudo con menos éxito. Los hombres y las mujeres de la familia juntan sus alimentos para compartirlos en el campamento. Éste —que también se utiliza como refugio para criar a los hijos y cuidar a los enfermos y a los ancianos— puede haberse desarrollado por primera vez en la época del Homo medio hace unos 1,7 millones de años. Sin embargo, la primera evidencia de hogares y refugios —comunes a todas los campamentos modernos— data de hace sólo 500.000 años. Así, puede que hasta una época tardía de la evolución humana no se haya desarrollado una forma moderna de vida social.