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Un discurso genial. Pronunciado al recibir el Premio Right Livelihood (Correcto Modo de Vivir), conocido como el Nóbel alternativo________________________________________________________
Confirmada la Teología de la Liberación
Más que premiar a una persona, el premio Right Livelihood premia una causa. ¿Cuál es la causa que mueve a toda una generación de cristianos en el Tercer Mundo, entre los cuales me inscribo como teólogo brasilero, en la periferia de los grandes centros metropolitanos de reflexión desde hace más de 30 años?
La causa de los condenados de la Tierra que constituyen las grandes mayorías de la humanidad. A finales de los años 60 toda una generación de cristianos y teólogos se plantearon y todavía se plantean esta pregunta: ¿cómo anunciar el amor y la misericordia de Dios a los millones que pasan hambre y están condenados a ser no-personas? Solamente anunciando a un Dios vivo y liberador, aliado de los pobres y excluidos, podemos sin cinismo y con verdad decir: Él es efectivamente un Dios bueno y misericordioso.
Las palabras del Éxodo se actualizaron para nuestra generación: “Vi la opresión de mi pueblo, oí sus gritos de aflicción, conozco sus sufrimientos. He venido a liberarlos... vete, te envío para que liberes a mi pueblo.”(Ex 3,7-10).
Estas palabras fueron dirigidas a cada uno de nosotros, a cada Iglesia, a cada conciencia mínimamente ética y humanitariaDios habita, sí, en una luz inaccesible. Es un misterio insondable con el que no se puede jugar. Pero ante el sufrimiento humano, deja su trascendencia, toma partido por los oprimidos contra sus opresores y decide intervenir, animando a profetas como Oseas y suscitando líderes como Moisés para liberar a sus hijos e hijas humillados y ofendidos.
En los años 70 los oprimidos eran los pobres económicos y en función de unas mínimas condiciones de vida y de trabajo se formuló un proceso de liberación social y política a la luz de la fe. En los años 80 los indios y negros como oprimidos históricos de nuestros pueblos eran animados a ser ellos mismos sujetos de su liberación.
En los años 90 se enfatizó la singularidad de la liberación de las mujeres, sometidas desde hace milenios al patriarcalismo e invisibles en la sociedad. Buscan ser actoras de la historia en pie de igualdad con los hombres, diferentes y complementarios.
Todos ellos gritan por vida y libertad. Importantes sectores de las Iglesias históricas se organizaron para responder al grito de los oprimidos. Y lo hicieron mediante la práctica liberadora a través de las comunidades eclesiales de base (sólo en mi país existen cien mil), de innumerables centros de defensa de los derechos humanos, de las pastorales sociales por tierra, casa/ salud, educación y seguridad, mediante la lectura liberadora de la Biblia.
La reflexión que se fue haciendo a partir de estas prácticas se llama teología de la liberación. Es la teología de las Iglesias que tomaron en serio la liberación de los pobres y excluidos. Por eso está presente fuera de América Latina, en África, en Asia, y en los grupos de los países centrales comprometidos con la justicia internacional, con la causa feminista y con la ecología.
La teología de la liberación intentó mostrar, y lo logró, que la fe judeo-cristiana puede ser un elemento de movilización social en función de cambios profundos en la sociedad que traigan más justicia para todos, más participación para los marginados, y más dignidad para los injustamente humillados. La revolución no es monopolio del marxismo y de las tradiciones políticas contestatarias.
Un cristiano por el hecho de ser cristiano puede ser un auténtico revolucionario. Somos herederos de alguien que por su anuncio y práctica libertadora fue perseguido, preso, torturado y crucificado. Su resurrección significa una insurrección contra el orden de este mundo que legitima discriminaciones, sacraliza privilegios, y hace imposible la convivencia con justicia, cuidado, compasión y paz.
No gritan sólo los pobres y oprimidos. Gritan las aguas, gritan los animales, gritan las selvas, gritan los suelos, en fin, grita la Tierra como superorganismo vivo, llamada Gaia. Gritan porque son agredidos sistemáticamente. Gritan, porque no se les reconoce su autonomía y su valor intrínseco. Gritan, porque están amenazados de desaparición. Cada día desaparecen cerca de 10 especies de seres vivos debido a la creciente agresividad del proceso industrial contemporáneo.
La misma lógica que explota clases y subyuga naciones, depreda los ecosistemas y extenúa el planeta Tierra. La Tierra con sus hijos e hijas empobrecidos necesita liberación. Todos vivimos oprimidos bajo un paradigma de civilización que nos ha exilado de la comunidad de vida, que se relaciona con violencia con la naturaleza, y que nos hace perder la reverencia y la sacralidad ante la majestad del universo.
Olvidamos que somos un eslabón de la inmensa corriente de vida y que somos corresponsables por el destino común de la humanidad y de la Tierra.
De estas percepciones nació una teología ecológica de liberación. Según esta teología, la injusticia social se transforma en injusticia ecológica porque alcanza a la persona humana y a la sociedad que son parte y parcela de la naturaleza.
No basta una ecología ambiental que cuide apenas del entorno humano.
Precisamos una ecología social que re-eduque al ser humano para convivir con la naturaleza y relacionarse cooperativa y fraternalmente con ella. Ya hemos hecho demasiadas intervenciones en la naturaleza y contra ella. Hemos modificado la base físico-química de la Tierra.
Lo que necesitamos con urgencia es modificar nuestra mente y nuestro corazón. Si queremos salvar la biosfera y garantizar un futuro feliz para todos necesitamos principalmente una ecología mental y espiritual. La Tierra está enferma porque nosotros, individuos y sociedad, estamos espiritualmente enfermos. En nuestras mentes y en nuestros corazones tenemos demasiada arrogancia, voluntad de poder como dominación, tendencia a discriminar, someter y destruir al otro.
La Tierra está enferma porque nosotros, individuos y sociedad, estamos espiritualmente enfermos. El proyecto científico-técnico, que tantos beneficios ha traído a la vida humana, propició la aparición del principio de autodestrucción.
La máquina de muerte ya construida puede devastar toda la biosfera e imposibilitar el proyecto planetario humano. Necesitamos, en contrapartida, crear el principio de co-responsabilidad y de cuidado con todo lo que existe y vive.
La forma dominante de mundialización representa una tragedia para la mayoría de la humanidad. La razón es porque tanto la economía mundialmente integrada cuanto el mercado se rigen por la competición y no por la cooperación. Si damos libre curso a la competición sin la cooperación podremos devorarnos y poner en gran riesgo todo el sistema vida. Y esta vez no hay un arca de Noé que salve a unos y deje morir a los demás. Queremos salvarnos todos juntos.
Necesitamos desentrañar otras tendencias también presentes en nuestras mentes y en nuestros corazones: la solidaridad, la compasión, el cuidado, la comunión y la amorización. Tales valores y fuerzas podrán fundar un nuevo paradigma de civilización, la civilización de la humanidad reunificada en la Casa Común, el Planeta Tierra.
Vivir tales dimensiones significa vivir la verdadera espiritualidad humana, que no es un monopolio de las Iglesias y religiones, sino la dimensión más profunda del ser humano. Por ella percibimos que todas las cosas del universo no están yuxtapuestas unas a otras sino inter-retroconectadas entre sí. Un eslabón liga y religa todo, constituyendo la sagrada unidad del universo. Ese eslabón secreto es la Fuente originaria de todo ser.
Es lo que todas las religiones llaman Dios, misterio de vida y de ternura, cuyo nombre no se encuentra en ningún diccionario, sólo en el corazón humano.
Mi empeño desde hace 30 años, como teólogo de la liberación integral, ha sido pensar y repensar, vivir y trasmitir este mensaje: Tierra y humanidad formamos una única realidad. En verdad los seres humanos somos la propia Tierra que piensa, siente, ama y venera.
Tenemos un mismo origen y un mismo destino. Estamos llamados a ser no el Satanás sino el Ángel bueno de la Tierra. Hemos llegado a una encrucijada en la que debemos decidir el futuro que queremos. Y queremos mantener la familia humana unida a la gran familia biótica, insertados en las fuerzas directivas que rigen todo el universo. Nuestra misión es celebrar la grandeza de la creación y religarla al Seno de donde viene y para donde va, con cuidado, levedad, reverencia y amor.
Agradezco al premio Right Livelihood el haber consagrado esta perspectiva y considerarla benéfica para el futuro de los pobres, de la humanidad y del sistema Tierra. Muchas gracias.
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