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Edad Antigua


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10 Respuesta(s) a este Tema

#1 Ge. Pe.

Ge. Pe.

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Publicado el 08 abril 2008 - 02:32






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EDAD ANTIGUA




1.          -    INTRODUCCIÓN




Edad antigua, término que corresponde a un periodo cronológico delimitado entre la prehistoria y la edad media, de acuerdo con la interpretación lineal del tiempo y la división cuatripartita de la historia forjada por la visión de Europa como centro cultural de la modernidad.


Dicha división es el resultado de la propia historia europea, y más concretamente del devenir histórico de la Europa occidental. En la formulación del concepto de antigüedad, sus connotaciones originarias derivan de la visión negativa que de la edad media, como época oscura entre dos edades de oro, se tenía durante el renacimiento. Aquella división en un principio se fundamentó en criterios filológicos y se plasmó en el ámbito de la historiografía a partir de la obra del erudito alemán Cristopher Keller, más conocido como Cristophorus Cellarius, titulada Historia antiqua, publicada en 1685. La noción tradicional de antigüedad o de lo antiguo, como asimismo de lo medieval o de lo moderno, sigue conservando un valor referente, aunque fue objeto de una profunda revisión crítica por parte de los historiadores a lo largo del siglo XX, tanto en la determinación de sus límites como en la concepción de sus contenidos.



2.          -    LOS LÍMITES DEL MUNDO ANTIGUO




Aceptado convencionalmente el concepto de edad antigua, las discusiones sobre sus límites siguen siendo objeto de controversia, aunque desde esa perspectiva eurocéntrica, la determinación de los mismos no se atiene únicamente a la determinación de cesuras, establecidas por acontecimientos políticos significativos, sino a la consideración de los cambios de carácter estructural en aquellas sociedades y la valoración, por tanto, de los procesos de transición. Unos procesos difíciles de determinar en su conjunto por la asincronía y la heterogeneidad de las sociedades del mundo antiguo.

La determinación de los inicios de la historia antigua se ha trazado tradicionalmente por la aparición y consolidación de una serie de fenómenos y procesos tipo, constitutivos de lo que entendemos por antigüedad, tales como la sedentarización y la creación de las ciudades, la aparición de una organización social más compleja (relativamente asimilable al actual concepto de Estado) y el inicio del uso de la escritura. Este último criterio no ha sido considerado sólo como marca del comienzo de la edad antigua desde un plano metodológico, es decir, por la irrupción de las fuentes escritas en el estudio de la historia frente a la exclusividad de las fuentes arqueológicas para el conocimiento de la prehistoria, sino por lo que supone el uso de la escritura en sí misma como instrumento de poder y de organización, como forma de expresión y el modo en que refleja el cambio en la concepción del mundo, vinculados a los procesos anteriormente enunciados.

A partir de estos criterios, los datos arqueológicos disponibles sitúan el inicio de la antigüedad en Oriente Próximo y en Egipto hacia finales del IV milenio a.C., mientras que en Grecia y Roma se situaría a mediados del II milenio a.C. y a mediados del I milenio a.C., respectivamente.


El final de la antigüedad y la transición hacia el medievo viene trazado, del mismo modo, por la transformación y disolución de algunos elementos constitutivos esenciales del mundo antiguo, de forma preferente en el marco del Mediterráneo. Resultan, por tanto, arbitrarias las fechas comúnmente utilizadas para situar sus límites finales; como el Concilio de Nicea del año 325 atendiendo a la emergencia del cristianismo, la presencia de los godos en Occidente desde el 376, la división del Imperio romano en el 395 por Teodosio I el Grande y la diferente dinámica evolutiva de Occidente y de Oriente, o el destronamiento de Rómulo Augústulo en el 476 y la consiguiente desaparición del Imperio de Occidente; sin su adecuada contextualización en los procesos que concurren en esa transición a lo largo de los siglos IV y V d.C.

La crisis del mundo urbano, como expresión de la agonía de un modelo económico basado en la esclavitud, y la merma en su eficacia política y administrativa, la búsqueda de alternativas en el ámbito rural, el debilitamiento de la estructura política en torno al emperador y la fragilidad de la unidad imperial, el avance del cristianismo frente al paganismo como religión predominante o las invasiones de pueblos nómadas procedentes del continente asiático, ilustran la extraordinaria complejidad en la que se diluyó el mundo antiguo y se perfiló para los europeos un nuevo horizonte cronológico.



3.          -    LOS RASGOS Y LOS ESCENARIOS DE LA ANTIGÜEDAD CLÁSICA




Los aproximadamente treinta y cinco siglos que abarca este amplio periodo histórico se han circunscrito tradicionalmente a una geografía clásica delimitada entre el Mediterráneo y el Oriente Próximo, lo que evidencia el relativismo de este criterio cronológico al extenderlo a otras áreas del globo, como India o China.

La historia del denominado “mundo antiguo”, a pesar de esa regionalización, presenta una gran heterogeneidad como consecuencia de su dilatada duración y la gran variedad de pueblos y civilizaciones que asumieron con mayor o menor transcendencia su protagonismo histórico. Por todo ello, aspectos genéricos como la persistencia de un sistema socioeconómico basado en la esclavitud, donde la agricultura y la ganadería, junto con la actividad comercial, conforman los pilares de la estructura económica; la configuración de formas estatales teocráticas; la aparición de las primeras ciudades-estado y la conformación de los primeros estados territoriales, bajo la impronta de “imperios universales”; o el excepcional papel desempeñado por las religiones (tanto de signo politeísta como monoteísta), por sólo citar algunos, presentan una riquísima variedad de matices al descender a cada caso particular. La complejidad para el conocimiento de la antigüedad clásica es mayor, si cabe, en la medida en que estos pueblos y civilizaciones “históricos” se encuentran en continuo contacto con sociedades que consideramos en situación “prehistórica”.

La historiografía tradicional ha polarizado el estudio del mundo antiguo hacia tres escenarios geohistóricos prioritarios:

el Oriente antiguo, especialmente las civilizaciones del denominado Creciente Fértil (básicamente la región de Mesopotamia);

y la Grecia y la Roma clásicas, sobre cuyos ejes se articulará una verdadera historia unitaria del Mediterráneo antiguo.



1.          -    El Oriente antiguo




Desde finales del IV milenio a.C., las civilizaciones más desarrolladas aparecieron o se desarrollaron en torno a los grandes ríos del Creciente Fértil, esto es, el Tigris y el Éufrates (la región de Mesopotamia); y el río Nilo; a los que habría que añadir los ríos Kārūn y Karjeh, en el caso de la civilización de Elam.

En Mesopotamia, las primeras ciudades-estado, gobernadas por sistemas políticos teocráticos, y los primeros intentos por crear imperios de vocación universal tuvieron lugar a lo largo del III milenio a.C. por sumerios y acadios. Al auge de las primeras ciudades-estado sumerias seguiría el periodo acadio, que en muchos aspectos continuaría las prácticas políticas de las ciudades sumerias, pero con predominio de la etnia semita, y que bajo el reinado de Sargón I (c. 2335-c. 2279 a.C.) daría lugar a la fundación del primer Imperio que englobó a toda Mesopotamia.

Aquellas pretensiones unificadoras, desde la base de la ciudad-estado, persistirían más adelante a finales de dicho milenio con la III Dinastía de Ur; en el II milenio a.C., con el Imperio asirio antiguo, el Imperio paleobabilónico, cuyo cenit se alcanzó durante el reinado de Hammurabi, y el Imperio asirio medio; y en el I milenio a.C., con el Imperio asirio nuevo, el Imperio neobabilónico y el Imperio persa Aqueménida, cuyos confines se extendieron desde Asia Menor hasta el valle del Indo, entre los siglos VI y IV a.C.


La conformación de aquellos vastos estados territoriales, sobre los que se ejerció un intenso control económico y político-militar, fue acompañada de una progresiva complejidad en las estructuras administrativas, cuyos primeros baluartes se encuentran en los primitivos templos de las ciudades-estado sumerias y acadias, hasta alcanzar unas estructuras más sofisticadas, como el eficiente sistema de administración del Imperio persa, a través de las satrapías y un rápido sistema de comunicaciones y un poderoso ejército.

En el otro vértice del Creciente Fértil, el Nilo será el elemento determinante en el desarrollo de la civilización egipcia que desde principios del III milenio a.C. logró crear una entidad estatal que materializó la unión del Alto y el Bajo Nilo.

En su desarrollo cronológico, la historiografía suele distinguir tres periodos:

el Imperio antiguo (dinastías I a VI), en el III milenio a.C.;

el Imperio medio (dinastías VII a XII), entre finales del III milenio y la primera mitad del II;

y el Imperio nuevo (dinastías XIII a XX), desde mediados del II milenio hasta el primer cuarto del I milenio a.C.

La edificación de los sucesivos imperios se estableció, con lógicas diferencias según los periodos, sobre la base de una fuerte monarquía teocrática, la formación de un potente ejército y una eficaz administración centralizada.

Los confines de Asia Menor y la franja costera dieron lugar al desarrollo de importantes núcleos de civilización, como el Imperio hitita en la primera o los semitas occidentales (arameos, hebreos y fenicios entre otros) en la costa mediterránea, pero generalmente fueron zonas bajo el influjo, cuando no el control directo, de las grandes potencias hegemónicas de la época.



2.          -    La Grecia antigua




A diferencia de las grandes civilizaciones orientales, de carácter esencialmente continental, terrestre y agrícola, la civilización griega fue básicamente marítima, comercial y expansiva.

Una realidad histórica en la que el componente geográfico desempeñó un papel crucial en la medida en que las características físicas del sur de la península de los Balcanes, por su accidentado relieve, dificultaban la actividad agrícola y las comunicaciones internas, y por su dilatada longitud de costas, favorecían su extraversión hacia ultramar. Un fenómeno sobre el que incidirían también de forma sustancial la presión demográfica originada por las sucesivas oleadas de pueblos (entre ellos aqueos, jonios y dorios) a lo largo del III y II milenios a.C.

Tras las civilizaciones minoica y micénica, en los siglos oscuros (entre el XIII y el XII a.C.) la fragmentación existente en la Hélade constituirá el marco en el que se desarrollarán pequeños núcleos políticos organizados en ciudades, las polis. A lo largo del periodo arcaico (siglos VIII al V a.C.) y del clásico (siglo V a.C.), las polis fueron la verdadera unidad política, con sus instituciones, costumbres y leyes, y se constituyeron en el elemento identificador de una época.


En el periodo arcaico ya se perfiló el protagonismo de dos ciudades, Esparta y Atenas, con modelos de organización política extremos entre el régimen aristocrático y la democracia.

La actividad de las polis en ultramar fue un elemento importante de su propia existencia y dio lugar a luchas hegemónicas entre ellas y al desarrollo de un proceso de expansión colonial por la cuenca mediterránea. La decadencia de las polis favoreció su absorción por el reino de Macedonia a mediados del siglo IV a.C. y el inicio de un periodo con unas connotaciones nuevas, el helenístico, durante el cual la unificación de Grecia daría paso con Alejandro Magno a la construcción de un Imperio, que sometió a los imperios persa y egipcio. En opinión de algunos especialistas, en esta fase la historia de Grecia volvía a formar parte de la historia de Oriente y se consumaría la síntesis entre el helenismo y el orientalismo.



3.          -    El mundo romano




La civilización romana, basada también en el desarrollo del mundo urbano, evolucionará desde una ciudad-estado hacia la conformación de un extenso Estado territorial cuyo eje será el Mediterráneo, contribuyendo a su unitarismo histórico y a su uniformidad cultural.


En sus orígenes, a mediados del siglo VIII a.C., Roma se configuró políticamente como monarquía y se produjo una paulatina diferenciación entre patricios y plebeyos. Estas constantes se mantuvieron bajo el dominio etrusco, pero el debilitamiento de éste y la eliminación de la figura del rey por los propios patricios a finales del siglo VI, inauguraría el periodo de la República. Un periodo caracterizado por la lucha entre patricios y plebeyos que culminó con el reconocimiento de la igualdad de derechos a estos últimos. El sistema político canalizó la distribución del poder a través de tres instituciones: las asambleas populares, los magistrados y el Senado.


La consolidación del poder de Roma se concretó en un proceso de expansión territorial que tuvo como escenarios la península Itálica a lo largo de los siglos VI y V a.C., el Mediterráneo occidental tras las Guerras Púnicas a lo largo de los siglos III y II a.C., y el Mediterráneo oriental entre los siglos II y I a.C. Las transformaciones de Roma culminaron en la crisis del sistema republicano, la creación del principado de Augusto y el consiguiente Imperio romano. Los límites de éste se acrecentarían durante sus dos primeros siglos de existencia, para entrar en un proceso de declive desde el siglo III d.C., en el que confluyeron multitud de factores (políticos, socioeconómicos, religiosos y migratorios, entre otros), cuyas consecuencias comenzarían a anticipar muchos de los elementos determinantes de la edad media en Europa.


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Partenón


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Una de las imágenes habituales que representan al mundo antiguo es sin duda la que aparece en la fotografía: el Partenón. Levantado sobre la Acrópolis de Atenas, este templo dórico períptero, dedicado a la diosa Atenea Parthenos, se construyó entre los años 447 y 432 a.C., a partir de un proyecto de los arquitectos Ictinos y Calícrates.

Gail Mooney/Masterfile





Dama de Elche


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La Dama de Elche (expuesta en el Museo Arqueológico Nacional de Madrid) es un excepcional ejemplo de la escultura ibera. Es un busto de carácter funerario datado, aproximadamente, entre los siglos IV y I a.C., con influencias del periodo arcaico griego y del arte púnico. Resalta la ornamentación de su tocado, con dos rodetes a ambos lados del rostro.

Scala/Art Resource/age fotostock





Ajnatón y Nefertiti


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La estatua de piedra caliza policromada del faraón egipcio Ajnatón (c. 1350-1334 a.C.), y de su esposa Nefertiti, muestra el interés del arte egipcio de ese momento por el presente, más que por la otra vida o el más allá, creándose un estilo escultórico más naturalista que, aunque mantiene la posición frontal, no idealiza sus representaciones.

Bridgeman Art Library, London/New York



Arca de la Alianza


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El Arca de la Alianza (aquí transportada tras una nube de humo), mencionada en el Antiguo Testamento, simbolizaba el pacto de fe hecho entre Dios y los israelitas en el monte Sinaí. Al parecer, el Arca contenía el Decálogo (los Diez Mandamientos dados por Dios a Moisés), el bastón de mando de Aarón y un recipiente con maná. Para los israelitas el Arca representa la presencia de Dios y la llevaron durante la travesía del desierto y en la batalla. El Arca desapareció en el momento de la caída de Jerusalén en el 586 a.C., aunque sea mencionada en leyendas posteriores a su desaparición.

Alinari/Art Resource, NY




Pericles

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En el 461 a.C., Pericles se convirtió en el líder indiscutible de Atenas, a la que convirtió en una de las más prominentes ciudades Estado del periodo clásico de la Grecia antigua.

Getty Images



La herencia romana de España


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Los testimonios de la presencia romana en España durante la edad antigua son muy numerosos. En esta interactividad se pueden observar algunos de los más importantes.



Arco de Constantino


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El arco de Constantino (Roma, 312-315) fue edificado para conmemorar la gran victoria lograda, por quien recibió su nombre, sobre Majencio. Constantino I el Grande, el primer emperador romano que se convirtió al cristianismo, fundó sobre la ciudad de Bizancio la que habría de ser una de las ciudades más importantes durante siglos en todo el orbe cristiano: Constantinopla.

Bridgeman Art Library, London/New York




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Como citar este artículo:
"Edad antigua," Enciclopedia Microsoft® Encarta® Online 2007
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#2 Invitado_RONALD_*

Invitado_RONALD_*
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Publicado el 28 agosto 2008 - 02:42

VAYA TONS ES DECIR NO HAY UNA FECHA EXACTA PARA ESTE PERIODO DE LA EDAD ANTIGUA, YA QUE HA SIDO DISTINTO EN ESAS NACIONES..WENO Q COMPLICAO icon_confused.gif

#3 Ge. Pe.

Ge. Pe.

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Publicado el 09 abril 2010 - 11:32

:estudiando

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#4 Invitado_luis._*

Invitado_luis._*
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Publicado el 13 julio 2010 - 04:31

en que criterios se baso la divicion del mundo en dos civilizaciones y en que epoca se produjo tal divicion.?

#5 Invitado_luis._*

Invitado_luis._*
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Publicado el 13 julio 2010 - 04:33

buee... ok ronald gracias por tu ayuda....

#6 Invitado_Adicto a la Historia_*

Invitado_Adicto a la Historia_*
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Publicado el 17 noviembre 2010 - 10:15

en conclucion o en resumen cual seria el concepto de la politica de la hitoria antigua, recopilando unicamente las estructuras politicas de las 5 primeras civilizaciones?

#7 gonzafer

gonzafer

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Publicado el 02 enero 2011 - 01:55

LA PERSECUCIÓN DE NERÓN A LOS CRISTIANOS SEGÚN TÁCITO (Anales XV, 44).
Nerón, para elejar estos rumores y descargarse, dió por culpados y comenzó a castigar con todo género de tormentos a unos hombres aborrecidos del vulgo por sus excesos, llamados comúnmente cristianos. El autor de este nombre fue Cristo, el cual, imperando Tiberio había sido ajusticiado por orden de Poncio Pilato, procurador de la Judea; y aunque por entonces se reprimió por algún tanto aquella perniciosa superstición, tornaba otra vez a reverdecer, no solamente en Judea, origen de este mal, pero también en Roma, donde llegan y se celebran todas las cosas atroces y vergonzosas que hay en las demás partes. Fueron, pues, castigados al principio los que profesaban públicamente esta religión, y después, por indicios de aquéllos, una multitud infinita, no tanto por el delito del incendio que se les imputaba, como por haberles convencido de general aborrecimiento a la humana generación. Añadió a la justicia que se hizo de éstos la burla y escarnio con que se daba la muerte. A unos vestían con pellejos de fieras, para que de esta manera los despedazasen los perros; a otros crucificaban; a otros echaban sobre grandes rimeros de leña, a quien, en faltando el día, pegaban fuego, para que ardiendo con ellos, sirviesen de alumbrar a las tinieblas de la noche.
Había Nerón designado para este espectáculo sus huertos, y él celebraba sus juegos circenses; y allí, en hábito de cochero, se mezclaba unas veces con el vulgo, a mirar el regocijo, y otras se ponía a guíar su coche, como acostumbraba.
Y así, aunque culpables éstos y merecedores del último suplicio, movían con todo esto a compasión y lástima grande, como personas a quien se quitaba tan miserablemente la vida, no por provecho público, sino para satisfacer la crueldad de uno solo.

(Traducción de Carlos Coloma)

#8 gonzafer

gonzafer

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Publicado el 03 enero 2011 - 03:09

UN TEXTO DE LEWIS S. MORGAN EN TORNO A LA ORGANIZACIÓN GENTILICIA (La sociedad primitiva, Editorial Lautaro, Buenos Aires, 1946).
Niebuhr, Thrilwell, Mommsen y muchos otros investigadores capacitados y sagaces han adoptado el mismo postulado respecto a la familia monógama del tipo patriarcal como factor integrante alrededor del cual se integraba la sociedad en el sistema romano y griego. Nada absolutamente se fundaba en la familia en cualquiera de sus formas porque ésta estaba incapacitada para incorporarse a una gens como unidad. La gens era homogénea y en gran parte de duración permanente y como tal base natural de un sistema social. Una familia del tipo monógamo pudo llegar a ser individualizada y poderosa en una gens y en la sociedad como un todo; y sin embargo la gens no podía depender ni reconocía a la familia como parte integrante suya. Esta observación es igualmente cierta respecto a la familia moderna y la sociedad política. Por más que estuviese individualizada por derechos de propiedad y privilegios, y reconocida como entidad legal por leyes promulgadas, la familia no es la unidad del sistema político.
El estado reconoce los distritos que lo forman; el distrito, sus ciudades; pero las ciudades no tienen en cuenta la familia; así la nación reconocía a las tribus de que estaba compuesta; la tribu, sus fratrías, y la fratría, sus gentes; pero la gens no tomaba en cuenta a la familía. Al tratar de la estructura de la sociedad, sólo las relaciones orgánicas deben ser consideradas. La ciudad ocupa con relación a la sociedad política el mismo lugar que la gens en la sociedad gentilicia. Cada una es la unidad de un sistema.
Existe un número de observaciones de Grote sobre las gentes griegas, que deseo incorporar a esta exposición sobre ellas, aun cuando dichas observaciones parecen suponer que no cuentan mayor antigüedad que la mitología existente de entonces o jerarquías de los dioses de los cuales alguna de las gentes pretendían que descendían sus antepasados epónimos. A la luz de los hechos presentados, las gentes parecen haber existido mucho tiempo antes de que hubiese sido desenvuelta esa mitología, y de que la mente humana hubiese concebido a Júpiter o Marte, Neptuno o Venus.

#9 gonzafer

gonzafer

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Publicado el 03 enero 2011 - 03:36

LA PAIDEIA DEL PODER SEGÚN WERNER JAEGER (Paideia, F.C.E., México, 1945, págs. 129 - 130).
La paideia del monarca culmina en el postulado del dominio de sí mismo. La esencia del poder real no se compadece con el hecho de que su titular sea un esclavo de sí mismo, de sus propios apetitos. Éste tiene que ser el punto de partida del gobierno sobre los demás hombres. Todo lo que se dice acerca de cómo debe elegir el rey a quienes le rodean, obedece en último resultado a la importancia que las relaciones con los demás tienen para la propia formación. Desde el mismo punto de vista deben enjuiciarse también los actos del monarca y las tareas que se asigna, considerando en qué medida contribuyen al desarrollo de su carácter. La verdadera pauta para medir la actitud del pueblo ante su monarca y su areté no es el respeto impuesto por el miedo que le tributa públicamente, sino lo que la gente piensa de él en el fondo de sus corazones y el que, al hacerlo, admiren más su conciencia o su suerte. Pero el dominio del rey sobre sí mismo no es importante solamente como prueba de su dignidad, sino al mismo tiempo, como modelo para sus súbditos, pues el carácter de toda la polis tiene su espejo en el del rey.
Reaparece aquí, en una etapa posterior, la idea de modelo de la antigua paideia de la nobleza griega, como en Platón, trasferida del problema de la educación individual al de la educación de toda la ciudadanía. Pero mientras que Platón desplaza el paradigma a lo absoluto, a la idea de bien, y por tanto, a Dios, como medida de todas las cosas, Isócrates se atiene al ideal del modelo personal. Erige al monarca ideal en personificación de la educación del pueblo, y en la encarnación visible de la idea del estado. Poniendo la idea del gobierno al servicio de la educación de la humanidad, en la medida en que se manifiesta en un estado o en un pueblo concretos, se esfuerza en infundirle nueva vida, pues la idea de la paideia es, en su tiempo, lo verdaderamente vivo y el sentido supremo de la existencia humana. Todas las instituciones y bienes de la vida, la religión y el culto de los dioses, el estado y la sociedad, el individuo y la familia, tienen su justificación en el modo como contribuyan a esta misión.

#10 gonzafer

gonzafer

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Publicado el 03 enero 2011 - 04:05

LOS ELEMENTOS MÁGICOS DEL NOMBRE SEGÚN FRAZER (LA RAMA DORADA, F.C.E., México, 1943, págs. 279 - 280).
I. Incapaz de diferenciar claramente entre palabras y objetos, el salvaje imagina, por lo general, que el eslabón entre un nombre y el sujeto u objeto denominado no es una mera asociación arbitraria e ideológica, sino un verdadero y sustancial vínculo que une a los dos por medio de su nombre como por medio de su pelo, sus uñas o cualquiera otra parte material de su persona. De hecho, el hombre primitivo considera su nombre como una parte vital de sí mismo y, en consecuencia, lo cuida.
II. Los indios norteamericanos consideran su nombre, no como un mero merbete (marbet o marbit, de origen árabe) sino como una parte definida de su personalidad, de la misma manera que lo son sus ojos, o sus dientes, y cree que le resultará dañoso el manejo malintencionado de su nombre, tan seguramente como una herida que se le inflija en cualquier parte de su organismo físico.
III. Esta postura ante la vulnerabilidad del nombre se da prácticamente en todos los pueblos primitivos.
IV. Con frecuencia los esquimales toman nombres nuevos cuando ya son viejos, esperando de esta manera conseguir una prolongación de su vida.
V. Los tolampos, de las islas Célebes, creen que escribiendo el nombre de una persona puede con ello secuestrar su alma.
VI. Los egipcios recibían dos nombres: el verdadero y el onomástico. El verdadero o grande se ocultaba con todo esmero. El onomástico era para uso público.
VII. El hombre primitivo se crea dioses a su propia imagen. Jenófanes señaló hace muchos siglos que la tez de los dioses de los negros era negra y la nariz chata; que los dioses de Tracia eran rubios y de ojos azules; y que si los caballos, bueyes y leones creyeran en dioses y tuvieran manos con que retratarlos, indudablemente darían a sus divinidades la forma de caballos, bueyes y leones.
A pesar de cuanto se haga y se diga, nuestras semejanzas con el salvaje son todavía mucho más numerosas que nuestras diferencias, y lo que tenemos de común con él y conservamos deliberadamente como verdadero y útil, lo adeudamos a nuestros antepasados salvajes, que lentamente adquirieron por experiencia y nos trasmitieron por herencia esas ideas, al parecer fundamentales, que nosotros propendemos a considerar como originales e intuitivas.

#11 gonzafer

gonzafer

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Publicado el 05 enero 2011 - 09:24

LITERATURA RELIGIOSA DE LA ANTIGUA BABILONIA: LAMENTO DE LAS FLAUTAS POR TAMUZ
Ella se lamenta de su desaparición,
!Oh hijo mío! Se lamenta al desaparecer él;
!Damu mío! Se lamenta al desaparecer él.
En el sitio del cedro brillante arraigado en lugar espacioso,
En Eanna, arriba y abajo, ella eleva sus lamentaciones.
Como los lamentos que eleva una familia por su dueño, ella eleva sus lamentaciones.
Como los lamentos que eleva una ciudad por su Señor, eleva sus lamentos.
Su lamento es el lamento de una planta que no crece en semillero;
Su lamento es el lamento por las mieses que no granan,
Su lamento es por un gran río donde no crecen los sauces,
Su lamento es por un estanque que no cría peces.
Su lamento es por un cañizal donde no crecen cañas.
Su lamento es por los bosques donde no crece el tamarisco,
Su lamento es por un desierto donde no crece el ciprés.
Su lamento es por el fondo de un huerto donde no hay miel ni vino,
Su lamento es por los prados donde no crece vegetación,
Su lamento es por un palacio donde no se fecunda el curso de la vida.
Sobre Tamuz dice Frazer (La rama dorada, F.C.E., México, 1951, pág. 366) En la literatura religiosa de Babilonia aparece Tamuz como el joven esposo o amante de Istar, la diosa Gran Madre, personificación de las energías reproductivas de la Naturaleza. Las referencias a la conexión entre ambos en el mito y en el ritual, son fragmentarias u oscuras, pero deducimos de ellos que se creía que Tamuz moría todos los años, marchando de la tierra alegre al sombrío mundo subterráneo, y que todos los años su amante divina le buscaba hasta el país del cual no se vuelve, la casa de las tinieblas, donde el polvo cubre la puerta y el cerrojo. Durante su ausencia la pasión del amor desaparecía; los hombres y las bestias parecían olvidar la reproducción y toda la vida estaba amenazada de extinción.