Nuestro Credo. Continuacion...
Preguntas para el grupo:
1. ¿Qué importancia tiene el Credo, para nuestra vida concreta?
2. ¿Qué significa realmente para nosotros creer?
"Me preguntas por mi fe
¿Te respondo llanamente?
Creo en Dios
Creo en el hombre
Creo en el Señor Jesús
Creo en la pobre María y en toda la Iglesia pobre
Creo en la tierra de todos, como la madre primera
Creo en los nuevos lugares,
Con lugar para reír al aire libre
(otra vez naturaleza);
con lugar para sentirse compañía
(otra vez humanidad);
con lugar para vivir la vida eterna
(ya en el tiempo);
con lugar para esperar la gloria eterna"
(Pedro Casaldáliga, Obispo del Brasil).
"La Biblia no existe en primer lugar para dar un caudal de informaciones, verdades y dogmas, ni para asegurar doctrinas. Existe para despertarnos, en nuestro tiempo de hoy, al gran dogma central de la fe, sin el cual los otros dogmas y verdades serían como ramas secas cortadas del árbol, a saber, la certeza de que Dios camina con nosotros, como fuerza poderosa y fiel, capaz de suscitar la vida de la muerte.
Dentro de esta perspectiva, la Biblia puede realmente instruir, corregir, persuadir, consolar, ser motivo de paciencia, esperanza, coraje para vivir y sabiduría que lleva a la salvación (2 Tm 3, 14-17; Rm 15, 4). (Carlos Mesters, Por detrás de las palabras).
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CREO EN DIOS PADRE
Todos los pueblos y todas las razas de todas las épocas se han sentido maravillados ante el misterio de la vida, ante la majestad del sol, las estrellas y la luna, ante la belleza de los cerros y de los ríos, ante la variedad de plantas y animales, y ante el latir del corazón humano.
Algunas veces han adorado a estos seres de la naturaleza, cambiando la gloria del Dios inmortal por imágenes de forma mortal (Rm 1, 23). Casi siempre se han sentido atemorizados por la grandeza de este poder sobrecogedor que se esconde en las raíces de todo cuanto existe. Se han sentido a la vez atraídos y alejados por este misterio fascinante y tremendo. A la adoración han añadido sacrificios para congraciarse a este Ser último, poderoso y terrible a la vez.
En Israel este Ser misterioso y omnipotente es experimentado ante todo como liberador y salvador, benévolo. El Dios autor y Señor de la vida, es un Dios bueno, el que liberó al pueblo de Egipto, como nos narra el Exodo y será recordado por los profetas:
"Cuando Israel era niño le amé,
desde Egipto llamé a mi hijo" (Os 11, 1).
Es el Dios de los pobres, del huérfano, la viuda y el desvalido, cuyo clamor escucha compasivo (Jdt 9, 11; Sal 111, 10; 103, 6; 109, 31; Ex 3, 7). Es un Dios "rico en misericordia" (como el Papa Juan Pablo II ha recordado en una de sus cartas encíclicas), con entrañas de bondad y de compasión para todos los vivientes, en especial para los que sufren. Aunque una madre se olvidase del hijo de sus entrañas, Dios no se olvida nunca de su pueblo (Is 49-4, 14-15). Dios no pone su poder al servicio de su ira, sino al servicio de su amor.
Esta vivencia de Israel llegará a su culminación con la venida de Jesús. Jesús nos anuncia que este misterio todopoderoso de vida y de bondad es Padre Nuestro. Jesús llama a Dios "Abba", que significa "Papá" y nos dice que su Padre es también Padre Nuestro. La palabra Abba como invocación a Dios no aparece en todo el Antiguo Testamento, mientras que en el Nuevo Testamento la palabra Padre, aplicada a Dios, aparece más de cuarenta veces en Mateo, más de cien veces en Juan y más de sesenta en Pablo.
El Padre nuestro es la oración de los cristianos (Mt 6, 9s; Lc 11, 1s). Nosotros, movidos por el Espíritu podemos llamar a Dios, Abba, Padre (Gál 4, 6; Rm 8, 15) y no sólo nos podemos llamar hijos suyos, sino que lo somos (1 Jn 3, 1). Sólo Jesús el Hijo, que conoce al Padre (Jn 1, 18) nos podía revelar este misterio (Mt 11, 27). El misterio último de la existencia no es una fuerza impersonal sino un misterio personal de bondad: Dios Padre todopoderoso. Su amor es el de un padre, o de una madre, por nosotros.
Sus entrañas de bondad son las de un padre, o mejor las de una madre, como proclamó Juan Pablo I. La parábola del Hijo pródigo (Lc 15, 11-32) nos presenta magistralmente esta imagen del Padre, siempre dispuesto a acoger, perdonar y volver a la vida.
Pero este misterio de bondad que se nos ha revelado en Cristo tiene dimensiones más profundas todavía. Dios mismo es una comunidad de amor, es como una familia, es un misterioso hogar de vida, en el cual el Padre es el principio y la fuente amorosa de vida, que comunica al Hijo y ambos al Espíritu. A este misterio los cristianos le llamamos Trinidad. Dios mismo en su interior es un misterio de comunión del que libre y amorosamente nos quiere hacer participar. Participamos gratuitamente de su misma vida, formamos parte de su familia.
"Por eso doblo las rodillas en presencia del Padre, de quien toma su nombre toda familia en los cielos y en la tierra. Que él se digne, según la riqueza de su gloria, fortalecerlos por su Espíritu para que se forme en ustedes el hombre interior. Que Cristo habite en sus corazones por la fe. Que estén enraizados y cimentados en el amor. Que sean capaces de comprender con todos los creyentes la anchura, la longitud y la profundidad, en una palabra que conozcan el amor de Cristo que supera todo conocimiento" (Ef 3, 14-19).
Nuestra vida participa, libre, amorosa y gratuitamente de la vida de Dios. En Cristo hemos sido hechos hijos del Padre, hermanos del Hijo, viviendo de su mismo Espíritu. Esto es lo que profesamos en el Credo al decir Creo en Dios Padre todopoderoso.
• No somos huérfanos, no somos unos pobres náufragos arrojados en el mar de la vida, sin rumbo ni meta. Tenemos un Padre que cuida y se preocupa de nosotros, al que podemos invocar con confianza, diciéndole ¡Padre nuestro!.
• No es correcto para el cristiano considerar a Dios únicamente como Ser Supremo, Primera causa, Primer motor, Ordenador del mundo, Ser necesario... nombres de origen filosófico. Para los creyentes Dios es ante todo Padre, entrañas de misericordia, clemente y compasivo que actúa movido por el amor de su corazón paternal.
• Nuestro Dios no es un Dios solitario, sino una comunidad. La vida que Dios nos comunica tiene desde su origen una impronta y un destino comunitario y debe, por tanto, orientarse a crear comunidad y solidaridad. Siempre que Dios actúa en la historia es para crear comunidad (LG 9).
La comunidad Trinitaria de Dios debe movernos a construir una sociedad solidaria, que sea reflejo de la Trinidad.
• La idea de Padre es colectiva. Dios no es sólo Padre mío, sino nuestro, de todos, de toda la humanidad. Correlativa a la fe en Dios Padre es la afirmación de la fraternidad: todos somos hermanos, hijos de un mismo Padre. Esta es la gran novedad del cristianismo: por encima de cualquier diferencia sexual, racial, cultural, social e incluso religiosa, todos somos hermanos, todos hijos de Dios.
• El gran pecado de Israel y de nuestro mundo de América Latina es la idolatría, el abandonar al Dios vivo por ídolos muertos (Ex 32) que no sólo son inexistentes (Sal 115, 3-8 ), sino asesinos, como el mismo diablo (Jn 8, 44). Abandonar al Dios Padre de la vida por ídolos de muerte significa en realidad idolatrar a realidades caducas como la riqueza, el poder, la ambición, la violencia, la nación, la raza, los astros... Esto tiene trágicas consecuencias para nosotros y para los demás, pues estos ídolos a la larga se cobran víctimas: los más pobres son las víctimas de estos dioses de la muerte.
• La prohibición de hacer imágenes de Dios, que aparece en la Biblia (Ex 20, 4-5) y que algunos grupos cristianos echan en cara a los católicos para acusarles de idólatras, deben entenderse correctamente y no sacarse de su contexto. Es una prescripción dirigida al pueblo de Israel en un momento determinado de su historia, para evitar que Israel creyera que su Dios era como los ídolos de los pueblos vecinos.
Israel tenía que defender la inmensidad, eternidad y no visibilidad de Yavé, que no podía quedar limitado en ninguna figura o imagen. Pero sobre todo Dios quería que Israel se convenciera que la verdadera imagen de Dios era el hombre (Gn 1, 26) y que no podía olvidar esta imagen de carne y hueso, para dar culto a imágenes fabricadas por mano humana.
Más adelante, Jesús aparecerá como verdadera imagen visible del Padre invisible (Col 1, 15; Jn 14, 6) y la Iglesia ya desde el comienzo de su historia representa a Cristo en imágenes (en forma de buen pastor) y luego hará imágenes de María y de los Santos. El Padre y el Espíritu sólo se representarán de forma simbólica.
Todo ello no es una desviación de la Biblia, sino una forma muy humana de tener presente en medio de nosotros la memoria de Dios y de sus Santos, para invocarlos y venerarlos, siempre procurando evitar las desviaciones posibles sobre las que la Biblia y la Iglesia en su magisterio nos advierte (LG 51).
• Hay cristianos que afirman que Dios es Padre con la boca, pero lo niegan con los Hechos. ¿Cómo se puede creer que Dios es Padre si se oprime a los hermanos?. La mejor predicación de la paternidad de Dios consiste en eliminar todo lo que hace sufrir a los hermanos y construir estructuras de amor y de solidaridad. Sólo desde la fraternidad vivida se puede creer en la paternidad de Dios. ¿Cómo predicar que Dios es Padre si se experimenta en la práctica la soledad, la pobreza y la opresión?.
Preguntas para el grupo:
1. ¿Tenemos clara la idea de Dios como Padre?
2. ¿Cómo vivimos la fraternidad?
"Padre nuestro que estás en el cielo,
santificado sea tu nombre,
venga a nosotros tu Reino,
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día,
perdona nuestras ofensas
como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden.
No nos dejes caer en tentación
y líbranos del mal.
Amén".
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