(Continuacion...)
INTRODUCCION
EL PROGRAMA
La noción de programa permite establecer una neta diferencia entre los dos dominios de orden que trata de establecer la biología en el mundo viviente. Contrariamente a lo que a menudo se cree, la biología no es una ciencia unificada. La heterogeneidad de los objetos, la divergencia de intereses, la variedad de las técnicas, todo ello contribuye a multiplicar las disciplinas.
En los extremos de la gama se distinguen dos grandes tendencias, dos actitudes que terminan por oponerse radicalmente.
La primera de estas actitudes puede ser calificada como integracionista o evolucionista.
Para ella, no solamente el organismo no es disociable en sus partes constituyentes, sino que a menudo es más conveniente considerarlo como elemento de un sistema de orden superior, grupo, especie, población, familia ecológica.
Esta biología se interesa en las colectividades, en los comportamientos, en las relaciones que los organismos mantienen entre sí o con su medio. Busca en los fósiles el rastro de la aparición de las formas que viven actualmente. Impresionada por la increíble diversidad de seres, analiza la estructura del mundo viviente, busca la causa de los caracteres existentes, describe el mecanismo de las adaptaciones.
Su propósito es precisar las fuerzas y los caminos que condujeron a los sistemas vivientes a la fauna y flora actuales. Para la biología integracionista, el órgano y la función no ofrecen interés sino corno parte de un todo constituido, no solamente por el organismo, sino por la especie, con su cortejo de sexualidad de presas, de enemigos, de comunicación, de ritos.
El biólogo integracionista rehúsa considerar que todas las propiedades de un ser viviente, su comportamiento, sus realizaciones puedan explicarse solamente por sus estructuras moleculares. Para él, la biología no puede reducirse a la física y a la química. No es que quiera invocar lo incognoscible de una fuerza vital. Sino porque, a todos los niveles, la integración da a los sistemas propiedades que no tienen sus elementos. El todo no es solamente la suma de las partes.
En el otro polo de la biología se manifiesta la actitud opuesta, que se puede denominar atomista o reduccionista.
Para ella el organismo es una totalidad, pero que debe ser explicado solamente por las propiedades de las partes.
Se interesa en el órgano, en los tejidos, en la célula, en las moléculas. La biología atomista trata de explicar las funciones únicamente por las estructuras. Sensible a la unidad de composición y funcionamiento que observa tras la diversidad de los seres vivientes, ve en la actuación del organismo la expresión de sus reacciones químicas.
El biólogo atomista trata de aislar los constituyentes de un ser viviente y de encontrar las condiciones que le permitan estudiarlos en un tubo de ensayo. Variando estas condiciones, repitiendo las experiencias, precisando cada parámetro, este biólogo trata de dominar el sistema y de eliminar las variables. Su esperanza es descomponer lo más posible la complejidad del sistema, para analizar los elementos con el ideal de pureza y certeza que representan las experiencias físicas y químicas. Para él, no existe ningún carácter del organismo que no pueda ser finalmente descrito en términos de moléculas y de sus interacciones.
Ciertamente, no se trata de negar los fenómenos de integración y de emergencia. Sin duda alguna, el todo puede tener propiedades de las que están desprovistos los constituyentes. Pero estas propiedades resultan de la estructura misma de estos constituyentes y de su combinación.
Se ve cuán diferentes son estas dos actitudes. Entre ambas, no hay solamente una diferencia de método y de objetivo, sino también de lenguaje, de esquemas conceptuales y, por lo tanto, de explicaciones causales por las que se justifica el mundo viviente.
La una se ocupa de las causas lejanas que hacen intervenir la historia de la Tierra y de los seres vivientes durante millones de generaciones.
La otra, por el contrario, se ocupa de las causas inmediatas que ponen en juego los constituyentes del organismo, su funcionamiento, las reacciones a aquello que lo rodea.
Muchas controversias y malentendidos, principalmente sobre la finalidad de los seres vivientes, se deben a una confusión entre estas dos actitudes de la biología. Cada una de ellas trata de instaurar un orden en el mundo viviente, Para l una, se trata del orden por el cual se ligan los seres, se establecen las filiaciones, se bosquejan las especies. Para la otra, se trata del orden entre las estructuras por el que se determinan las funciones, se coordinan las actividades, se integra el organismo.
La primera considera a los seres vivientes como los elementos de un vasto sistema que engloba toda la Tierra. La segunda se interesa en el sistema formado por cada ser viviente.
La una trata de establecer un orden entre los organismos; la otra en el interior del organismo. Ambos órdenes se articulan a nivel de la herencia, que constituye, por así decir, el orden del orden biológico. Si las especies son estables, es porque el programa es copiado escrupulosamente, signo por signo, de una generación a la otra.
Si ellas varían, es porque, de tanto en tanto, el programa se modifica. Por una parte, se trata entonces de analizar la estructura del programa, su lógica, su ejecución. Por la otra, se trata de buscar la historia de los programas, sus cambios de rumbo, las leyes que rigen sus transformaciones a través de las generaciones, en función de los sistemas ecológicos. Pero en todos los casos, es la finalidad de la reproducción la que justifica tanto la estructura de los sistemas actualmente vivientes, como su historia.
El más insignificante organismo, la más pequeña célula, la diminuta molécula de proteína, son el resultado de una experimentación que prosiguió sin descanso durante dos mil millones de anos.
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