COMITÉ DE SELECCIÓN
EDICIONES
DEDICATORIA
PRESENTACIÓN
INTRODUCCIÓN
I. LA EMERGENCIA DE LA VIDA
II. LA EMERGENCIA DE LA IDEA DEL TIEMPO
III. LA MENTE Y EL TIEMPO
IV. LA ADQUISICIÓN DE LA TEMPORALIDAD
....EN EL HOMBRE
V. LA EMERGENCIA DE LA FINITUD Y LA MUERTE
VI. LA MUERTE
VII. EL PAPEL DE LA MUERTE EN LA VIDA PSÍQUICA
VIII. CÓMO SE VIVEN EL TIEMPO, EL ENVEJECIMIENTO
....Y LA MUERTE
IX. LA RELACIÓN ENTRE VIDA, TIEMPO, MUERTE Y ESTRUCTURA DEL UNIVERSO
X. EPÍLOGO
BIBLIOGRAFÍA
CONTRAPORTA
_________________________________________________________
EDICIONES
Primera edición, 1988
Séptima reimpresión, 1996
La Ciencia desde México es proyecto y propiedad del Fondo de Cultura Económica, al que pertenecen también sus derechos. Se publica con los auspicios de la Subsecretaría de Educación Superior e Investigación Científica de la SEP y del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología.
D.R. Š 1988, FONDO DE CULTURA ECONÓMICA, S. A. DE C. V.
D R. Š 1995, FONDO DE CULTURA ECONOMICA
ISBN 968-16-2710-5
Impreso en México
________________________________________________________
DEDICATORIA:
A
MARGARITA
FABIÁN
GABRIELA
___________________________________________________________________
PRESENTACIÓN
Son contados los libros de divulgación de la ciencia escritos en nuestro país, y con frecuencia más bien parecen libros de texto. Por eso resulta estimulante leer la presente obra, en la cual los autores han sabido romper el cerco de sus especializaciones en forma amena, logrando con un mínimo de tecnicismos realizar una magnífica exposición sobre la vida, el tiempo y la muerte. La presente obra no es una divulgación de teorías físicas, biológicas o psicoanalíticas: es una invitación a meditar sobre algunas preguntas que desde tiempo inmemorial han inquietado al hombre, pero se trata de una meditación amena, que sin duda el lector disfrutará. J. J. RIVAUD
_________________________________________________________________________
Este libro trata de la vida (sin ser por eso un libro de biología), de la mente (sin ser un tratado de psicología), del tiempo (sin ser de relojería), de la estructura de la realidad (sin ser de filosofía), y de la muerte (sin ser una oración fúnebre).
Pero como nos proponemos presentar una imagen de la vida, del tiempo y de la muerte, hasta desembocar en nuestra propia visión de esos conceptos, nos veremos obligados a considerar dichos temas en los distintos capítulos. El hecho de que en una extensión tan reducida tengamos que introducir tópicos tan dispares como la entropía y el inconsciente, la relatividad y las causas de la vejez, la evolución y la reversibilidad en el tiempo, nos fuerza a ser autoritarios en la selección y esquemáticos en los desarrollos. Sin embargo, esperamos que el texto sea accesible al lector y que a la realidad no le dé por discrepar demasiado con lo que exponemos.
A todos nos han enseńado que un huevo fecundado se transforma en embrión, luego en feto, más tarde en nińo y después en adulto. También nos han explicado que gracias a la evolución los organismos se fueron haciendo progresivamente más complejos hasta que en uno de sus últimos pasos se originaron los seres humanos.
Pero nunca nos mostraron cuán abrupta y catastrófica es la transición de una a otra etapa de la vida, sean éstas las de un individuo o las de toda una especie. Jamás se hace hincapié en que, a pesar de que la evolución se extiende a través de millones de ańos, se trata en verdad de una vertiginosa progresión en la que cada organismo apenas dura lo necesario para probar cómo funciona, para compaginar sus genes con los de alguna pareja a fin de procrear nuevos modelos, y dar lugar así a un también efímero ensayo de sus hijos.
En nuestra opinión, la muerte es uno de los factores fundamentales de ese vértigo complejizador en el que la evolución ha llegado a producir el cerebro humano y el pensamiento, razón por la cual dedicaremos un capítulo a analizar algunos de sus aspectos.
Los organismos están organizados en niveles jerárquicos, desde el más bajo, constituido por las reacciones químicas, siguiendo por el enzimático, el genético, el celular, el endócrino, el cerebral y el mental. Cada uno se rige por un conjunto de leyes y exige un lenguaje descriptivo propio, que pierde sentido si se lo utiliza para describir los fenómenos de los otros niveles. No podríamos, por ejemplo, explicar la oxidación de las grasas con las leyes de la hemodinámica, ni el funcionamiento de la mente en base a procesos neuroendócrinos.
Cada nivel jerárquico fue nuevo alguna vez y surgió como el producto de la interacción entre los niveles que ya estaban y el medio ambiente, que incluye también a otros individuos y a otras especies. Los nuevos niveles tienen menor grado de restricción que los inferiores y tienen por lo tanto mayor ámbito para el error y la creatividad. En la etapa actual, el superior y más reciente parece ser el mental. El pensamiento está enhebrado por la noción del tiempo; por ello deberemos incluir una descripción de los modelos más en boga, aquellos con los que el psicoanálisis trata de entender la estructura y el modo de operar del aparato psíquico.
Su modo de funcionar en el adulto parece ser producto de un largo proceso de maduración y aprendizaje, en el que desempeńan un papel fundamental tanto la forma en que lo criaron sus padres como los valores, creencias y actitudes de la sociedad en la que vive. No sólo las diversas sociedades y civilizaciones difieren en sus nociones sobre vida, tiempo y muerte, sino que incluso la nuestra tiene hoy una visión que es producto de cómo fue evolucionando el conocimiento a lo largo de la historia. Creemos necesario entonces dedicar un capítulo a describir cómo madura el aparato psíquico, y otros a bosquejar cómo llegó a tener las nociones de vida, tiempo y muerte que posee el adulto de finales de siglo XX.
El nivel mental ha llevado al hombre a ordenar los datos que le proporcionan los sentidos en un modelo que llama realidad; manejándose con él, ha logrado la mayor eficiencia que jamás se ha dado en el reino animal.
El hombre es un bicho ansioso e inseguro, que busca su seguridad en el conocimiento apoyándose en ese modelo, y que da esa búsqueda de significado. A pesar de que sus modelos científicos jamás se han justificado para él la idea de que el tiempo transcurra, cree sentir un tiempo que fluye desde un pasado en el que ubica las causas hacia un futuro en los que ubica los efectos. Por eso dedicaremos algunos capítulos a los diferentes apoyos (sagrado, filosófico, psicológico, práctico, cosmológico) en que se basa esa curiosa sensación de un tiempo que transcurre.
Finalmente, deberemos ocuparnos de la descripción de la realidad que nos brinda la ciencia actual y, al hacerlo, nos encontraremos con algo que, visto a posteriori, resulta demasiado obvio como para no haberlo advertido mucho antes en la historia de la humanidad: la noción de que tenemos el esquema de la realidad que tenemos porque nuestros sentidos y nuestra cabeza funcionan como funcionan.
Algo así como un seńor, que al regresar de un paseo por lugares desconocidos, al cual llevó una cámara fotográfica, se alegra de que solo recogió imágenes estáticas pero no el sonido de las voces, ni el aroma de las flores ni el gusto de las comidas.
Hoy sabemos que las propiedades que atribuimos a la realidad no son otras que aquellas que puede captar el observador con sus sentidos y con sus ecuaciones fisicomatemáticas. Somos la especie observadora, la que va engendrando la forma de realidad que después nos maravilla descubrir.
La especie observadora no podría haber surgido de no contar la evolución con enzimas y con una muerte asegurada. Si la bioquímica se cumpliera con cinéticas a las escalas de tiempo de la geoquímica, la evolución aún andaría ensayando sus primeros organismos. Por fortuna existen enzimas que aceleran miles y miles de veces las reacciones químicas. También por fortuna los organismos se fueron dotando de una muerte inevitable, que ha permitido abreviar los ensayos con una y otra especie, con éste o aquel tipo de organismo, hasta dar con el hombre antes de que la Tierra se enfríe, o que esta estrella tan nuestra que llamamos Sol se transforme en una gigante roja y nos incinere. Al construirse un esquema de la realidad con los datos que le proporcionan los sentidos, y al asignar significados y nombrar objetos, el hombre establece una cadena de palabras que lo construye como sujeto pensante, y le hace creer que hay un tiempo que fluye de modo continuo hacia la muerte.
żCree? żSolamente cree que el tiempo fluye? żEstamos acaso sugiriendo que la realidad de ahí afuera está inmutablemente quieta, pero que por algún misterioso efecto psicológico "nos parece" que cambia? No, simplemente estamos reconociendo, con la debida humildad, que las dificultades en demostrar que ahí afuera hay un tiempo que transcurre son tan formidables, que hasta ahora nadie ha logrado llevar a cabo tal demostración.
En el caso del río con el que suele comparar el paso del tiempo, sabemos que fluye con respecto a la costa, que lo que fluye es agua, y que lo hace a razón de tantos metros cúbicos por segundo.
Pero en el caso del tiempo, żqué es lo que fluye? żCon respecto a qué fluye? żCuánto fluye? żUn minuto por minuto? En cambio, estamos seguros de sentir que fluye, y necesitar de ese fluir para pensar y para encontrarle un sentido a la realidad. Sospechamos que la residencia de tales sentimientos y pensamientos es el cerebro humano. Ese cerebro ha sido construido, conectado y echado a andar en cumplimiento de la información genética copiada una y otra vez en lo más íntimo de nuestras células.
También sabemos que la crianza y la educación deberán instalar los programas con que funciona el aparato psíquico en nuestra cultura y que, como consecuencia, ese aparato psíquico se polarizará en una descomunal memoria inconsciente en la que no parece regir la temporalidad cotidiana, y en un consciente que enhebra su visión del mundo a lo largo de un hilo temporal cuya naturaleza, empero, aún no puede comprender.
Y sabemos también que los genes que atesoran la información genética aún están ahí, aguardando el inescapable instante en el que desencadenarán nuestra muerte. Para cuando esto ocurra, esos mismos genes ya habrán legado su información a nuestros hijos, y nos sacarán de en medio, con lo que se asegurará espacio y recursos para que sean nuestros descendientes quienes intenten contestar a la pregunta: żque es el tiempo?
Los conceptos vertidos emanan de nuestra experiencia profesional. Muchos de nuestros estudios están apoyados económicamente por el CONACYT, el CINVESTAV, el COSNET, la Fundación Zevada, la Fundación para la Salud, y COSBEL S.A. de C.V. de México y el National Institute of Health de los Estados Unidos, a quienes deseamos expresar aquí nuestro agradecimiento.
_____________________________________________________________________
Todo es flujo, nada es estacionario.
HERÁCLITO
Cuando dejamos de cambiar dejamos de ser.
R. BURTON
Las propiedades que comúnmente atribuimos a los objetos son, en último término, nombres de sus conductas.
R. HERRICK
EN EL siglo pasado los científicos comenzaron a explicar que la enorme complejidad del mundo biológico, tal como lo vemos hoy, es el producto de una evolución, es decir de un proceso por el cual las moléculas del planeta se fueron asociando e interactuando en reacciones que dieron origen a organismos muy simples, que luego fueron cambiando y diversificándose hasta generar culebras, higueras, eucaliptos y hombres. Los evolucionistas renunciaron a aceptar la participación divina y a invocar a factores extrafísicos, del tipo que habían estado invocando las corrientes denominadas animismo y vitalismo, pero se encontraron con escollos casi insalvables. Los biólogos, por así decir, se marcharon del templo rumbo a la casa del físico, pero al llegar descubrieron que éste se encontraba comprometido en el desarrollo de una nueva disciplina: la termodinámica, una ciencia que en el fondo es hija del maquinismo.
A mediados del siglo pasado las máquinas, que habían llegado a una difusión y a un orden de complejidad muy grandes, comenzaron a competir entre sí en rendimiento; por ello se necesitó medir su eficiencia en la transformación de un tipo de energía en otro: una caída de agua impulsa una rueda hidráulica, que a su vez mueve una polea, que luego hace girar un torno; o bien una caldera comprime un pistón, que hace dar vueltas a una rueda, que hace funcionar un telar.
Así como las leyes de la economía nos permiten contabilizar los balances de dinero independientemente de qué cosa se este vendiendo, de quién la compre y de cuántas ventas, reventas, intereses y tipos de cambio implique, la termodinámica nos permite tener las cuentas claras en los balances energéticos de los distintos procesos que ocurren sobre la Tierra.
Pero los físicos descubrieron muy pronto que las enseńanzas de la termodinámica trascienden en mucho su humilde papel de "economista" de los procesos industriales, y que su campo no se limita a las máquinas construidas por los hombres, sino que además les permite comprender la maquinaria fundamental de la naturaleza. En otros términos, les fue brindando una descripción no sólo de calderas y barrenos, sino también de los procesos naturales. Muy pronto resultó claro que si los biólogos aspiraban a dar explicaciones físicas de la vida, deberían atenerse a los principios termodinámicos. Conviene, entonces, hacer una digresión con el fin de conocerlos.
Los dictados de la termodinámica fueron condensándose paulatinamente en un par de principios que ninguna explicación de los procesos físicos naturales o artificiales que ocurren a escala terrestre debe ignorar. El primer principio afirma que la energía del Universo es constante. Esto significa que no se puede consumir ni producir energía.
Acostumbrados a recargar depósitos de gas, quemar carbón y pagar cuentas de electricidad, esta afirmación puede sonarnos un tanto sorprendente. Sin embargo, el primer principio se refiere a una forma total de energía, y aclara que, cuando se realiza un proceso, la energía se transforma de útil en inútil. De alguna manera era de enorme conveniencia contabilizar las cosas así y afirmar que F, la energía libre (o útil, o disponible para hacer un proceso), es igual a la energía total (E), menos una cierta cantidad de energía ya gastada:
Esa cantidad de energía inútil y ya gastada resulta del producto de la temperatura absoluta (T) y de un nuevo factor, la entropía (S), concepto que se forjó para tener claras las cuentas energéticas. De este modo, esta relación de la "economía" termodinámica puede formularse así =
Ahora bien, como en el Universo siempre están ocurriendo procesos (fluyen los ríos, ilumina el Sol, digieren los gatos, hilan los telares, explotan las bombas, caminan las personas) y todos ellos disipan energía útil, siempre está aumentando TS (el producto de la temperatura absoluta por la entropía). En razón de ello, el segundo principio de la termodinámica afirma: la entropía del Universo siempre crece.
El enunciado del segundo principio hizo que se mirara al Universo con profunda extrańeza; si la entropía siempre crece, un momento en el que haya menos entropía será anterior a un momento en el que habrá más. Se creyó entonces que el crecimiento de la entropía seńalaba la dirección positiva del tiempo.
El Universo dejó de ser considerado como un enorme cúmulo de materia suspendida en el vacío, funcionando eternamente en la misma forma, y pasó a ser entendido como algo que iba cambiando, se iba gastando, iba envejeciendo. Venía de un momento en el que había tenido menos entropía y marchaba hacia un destino provocado por su constante funcionamiento y su propia inutilización de energía, en el que se detendría y moriría.
Estas ideas estaban de acuerdo con las de aquellos que se habían puesto a calcular, por ejemplo, cuánto tiempo iban a tardar los ríos de Europa en erosionar, borrar y llevarse los Alpes. La termodinámica le indicó al hombre del siglo pasado que hay una flecha del tiempo —como después se le dio en llamar— que apuntaba desde un pasado hacia un futuro.
Pero esta perspectiva no hubiera implicado en sí misma ninguna dificultad para que la biología cumpliera su propósito de explicar los procesos de la vida con base en criterios físicos; por el contrario: también la biología de aquellos tiempos estaba empeńada en demostrar que las jirafas, los hombres, las sardinas y los bosques no habían existido siempre, ni habían sido creados de entrada como tales, sino que había habido una lenta evolución a lo largo de la cual fueron apareciendo jirafas, hombres, sardinas y bosques. La biología también estaba, pues, creando una especie de flecha de la vida, paralela a la flecha del tiempo. żA qué nos referimos entonces, cuando afirmamos que la termodinámica presentó escollos casi insalvables?
La discusión de estos escollos con que tropezó la biología nos permitirá acercarnos al concepto del tiempo y de la muerte biológica. Pero para poder hacerlo debemos introducir algunos conceptos, tales como sistema, equilibrio y otros que iremos necesitando.
Un sistema es cualquier cosa que elijamos como objeto de estudio. Consideramos que un sistema está aislado cuando no se le quita ni agrega nada y, además, cuando el medio en el que está no lo perturba. Aunque el único sistema que cumple estrictamente estos requisitos es el Universo de los laicos (por definición no hay nada extrauniversal), muchas veces se pueden desechar pequeńas interacciones y considerar que un sistema está prácticamente aislado.
Cualquier cosa que ocurra dentro de un sistema aislado será entonces espontánea: no será causada por ningún agente externo a él. Estos procesos internos ocurren porque en el sistema hay heterogeneidades: si algo está más caliente que el resto, se enfriará; si hay agua en una loma, fluirá hacia abajo; si una cosa está más seca, se humedecerá; si algo se arroja hacia arriba, caerá; si una barra de metal tiene más electrones en una punta que en la otra, desarrollará una corriente eléctrica hasta que esta inhomogeneidad se desvanezca, las calderas se apaguen y los péndulos dejen de oscilar.
Cuando ya no haya desniveles (gradientes) ni ocurra ningún proceso neto, el sistema habrá alcanzado un equilibrio.1 Se alcanza cuando toda la energía útil ha sido consumida y transformada en inútil, y cuando la entropía del sistema ha llegado a un máximo. Si el tiempo transcurría cuando aumentaba la entropía, ahora se ha detenido: en el equilibrio el tiempo del sistema no "fluye".
Consideremos estos equilibrios desde otro ángulo. Si abandonamos una pelota en una colina es muy probable que se ponga a rodar hasta llegar al valle, pero si la dejamos en el valle es muy improbable que ruede hacia arriba. Del mismo modo, es extremadamente improbable que una barra de cobre se enfríe espontáneamente en una punta y se caliente en la otra, o que el agua trepe las cascadas y suba por los ríos a las montańas, o que un péndulo quieto se ponga a oscilar, o que un montón de átomos aislados se combinen y formen una enzima, o que un cúmulo de moléculas orgánicas en un tubo armen una bacteria. Hay una relación entre los estados de un sistema y la probabilidad.
El equilibrio es el estado más probable de un sistema. Imaginemos ahora la ruleta que llevan algunos vendedores ambulantes, y que los nińos hacen girar para ver si les toca uno o dos barquillos. Lo más probable es que los nińos saquen uno y no dos, simplemente porque hay muchas más posiciones (subestados) en los que la ruleta marca "1", que subestados en los que marca "2". Análogamente, un sistema tiene muchas formas de estar, y, según los termodinamistas, tienden a equilibrarse, porque el equilibrio tiene más formas (subestados) que los desequilibrios.
Ademas de estas relaciones entre los estados y la información, que también necesitamos introducir aquí. Supongamos que la rueda de barquillos tenga una sola posición en la que la aguja marca "2", y veinte en las que el nińo tiene que conformarse con "1" o sea un solo barquillo. Si tuvo la suerte de que marcara "2", no tenemos ninguna duda de cuál fue la posición en que se detuvo la aguja, pues hay una sola posición en que ésta marca "2".
Pero si nos dicen que sacó un solo barquillo, no sabremos en cuál de las veinte fue a parar, y nuestra ignorancia por lo tanto será mayor. Como el equilibrio es el estado más probable, porque tiene más subestados, es también el que nos deja más ignorantes acerca del ordenamiento que alcanzó el sistema.
Recapitulando: en el equilibrio la entropía del sistema llega al máximo, la ignorancia también, y su tiempo deja de "fluir''.