Posted 11 March 2009 - 10:28 AM
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Las incontables utilidades de la aspirina
Sergio Parra 10 de marzo de 2009
La gente cree que la aspirina es una simple pastilla que tomamos cuando nos duele la cabeza. Pero es mucho más. Hoy en día continúa siendo el medicamento por excelencia.
Forma parte del Libro Guinnes de los Records, ha ganado un premio Nobel y fue elegida como uno de los cinco inventos imprescindibles legados por el siglo XX. Cada segundo que pasa, la aspirina es consumida por 2.500 personas en todo el mundo, y se calcula que han circulado alrededor de 350 billones de comprimidos a lo largo de sus escasos 100 años de historia.
Como escribió Ortega y Gasset en 1930, “la vida del hombre medio es hoy más fácil, cómoda y segura que la del más poderoso en otro tiempo. ¿Qué importa no ser más rico que otros si el mundo lo es y le proporciona magníficos caminos, ferrocarriles, telégrafos, hoteles, seguridad corporal y aspirina?”
Algunas de sus utilidades principales son:
-Analgésico: la cefalea es el dolor más frecuente de los que sufre el ser humano. Sólo el 4 % de la población no conoce este dolor. La Aspirina se toma para dolores de cabeza (el 14% de su uso), dolores de muelas, óseos, musculares y de oídos.
-Antiagregante plaquetario: se usa en un 37 % de las ocasiones para prevenir accidentes cardiovasculares, que son la causa principal de muerte e invalidez en Occidente. El hecho de que el fármaco actúe de forma muy rápida, en menos de 20 minutos, le confiere un papel importante en el tratamiento del síndrome coronario agudo, tanto si es un infarto de miocardio como una angina inestable.
-Antiinflamatorio: la inflamación se describe en los libros clásicos por 4 síntomas: hinchazón, calor, enrojecimiento y dolor. Es la expresión de los mecanismos de defensa del organismo mientras se intenta reparar un tejido dañado.
-Antipirético: la aspirina también sirve para disminuir la fiebre.
-Antirreumático: la palabra reumatismo suele englobar una serie de enfermedades agudas o crónicas que afectan a las articulaciones. La Aspirina se usa para dolencias con dolor e inflamación, como la artritis reumatoide, lupus erimatoso, artropatías soriásicas, osteoartropatías inflamatorias, etc. La ventaja de la Aspirina frente a otros fármacos es su baja toxicidad y precio.
-Cáncer: la Aspirina reduce el riesgo de cáncer de colon y recto en el 40 % de los casos si se toma 2 veces por semana. Existen estudios que revelan también un posible efecto beneficioso en la prevención del cáncer de mama.
-Alzheimer: un estudio de 1997 ha revelado que en una dosis similar a la empleada como antiinflamatorio, la Aspirina tiene un efecto neuroprotector sobre las células del cerebro, evitando la muerte del 83 % de las neuronas, lo que reduce el riesgo de sufrir Alzheimer.
-Sida: Existen estudios de laboratorio que sugieren que, al reducir ciertos procesos inflamatorios, el uso de Aspirina puede la enfermedad, contribuyendo a mejorar funciones inmunitarias y quizás a ralentizar la replicación del VIH, reduciendo los niveles de ciertos mensajeros químicos que son los que desencadenan el crecimiento del virus.
Además de todo lo dicho, la Aspirina también ayuda a reducir el riesgo de elevación de presión sanguínea durante el embarazado. Previene ciertos tipos de cataratas. Ayuda a prevenir la migraña en pacientes que no toleran los betabloqueantes y los calcioantagonistas. Se ha citado su influencia beneficiosa, con distintas dosis y en determinados casos, para evitar abortos por síndrome de Hughes, para cálculos biliares, en el control de tumores hepáticos, para la diabetes mellitus, en el tratamiento del alcoholismo y en forma tópica en el herpes zóster, en las quemaduras solares y picaduras de insectos.
La Aspirina. La panacea, oigan.
Quizás la panacea, el remedio universal buscado desde los albores de la medicina, haya estado siempre más cerca de lo que pensamos. O al menos eso podríamos deducir de las últimas investigaciones sobre el ácido acetilsalicílico, aquella sustancia que los primeros seres humanos buscaban en raíces, cortezas y hojas para calmar su dolor y que hoy ingerimos en forma de pastillas redondas comercializadas bajo el popular nombre de aspirina.
Forma parte del Libro Guinnes de los Records, ha ganado un premio Nobel y fue elegida como uno de los cinco inventos imprescindibles legados por el siglo XX, junto al automóvil, la bombilla, la televisión y el teléfono. Cada segundo que pasa, la aspirina es consumida por 2.500 personas en todo el mundo, y se calcula que han circulado alrededor de 350 billones de comprimidos a lo largo de sus escasos 100 años de historia.
Además de ser un producto tradicional de la farmacopea mundial, este medicamento forma ya parte de nuestro acervo cultural, hasta el punto de que el término "aspirina" ha pasado de dar nombre a una marca comercial a designar al "sólido blanco, cristalino, constituido por ácido acetilsalicílico, que se usa como analgésico y antipirético", según el diccionario de la Real Academia Española.
Del sauce al laboratorio
El hombre ha buscado incesantemente la forma de calmar su dolor físico, algo que en los primeros tiempos conseguía con raíces, cortezas y hojas de diversas plantas, como la mandrágora, la adormidera o el sauce. La corteza de éste último fue usada por egipcios, griegos y romanos como tratamiento contra la fiebre (antipirético) y contra el dolor (analgésico). Hipócrates, Padre de la Medicina, trató los dolores con un brebaje de hojas de sauce. Otros clásicos famosos, como Plinio el Viejo o Dioscórides, tampoco olvidaron hacer mención al apreciado Salix alba en sus escritos.
En la Edad Media, debido al empleo masivo de los sauces por la incipiente industria de la cestería, el gremio de los canasteros hizo legislar el uso de su corteza. Esto obligó a reemplazarla por otras sustancias con efecto analgésico, como el opio.
Tras varios años en el olvido, en el siglo XVIII, un pastor protestante llamado Edward Stone recuperó el uso de extractos de sauce. Para probar sus efectos suministró la sustancia a un total de 50 pacientes con episodios de fiebre. El éxito del experimento fue rotundo, y la necesidad de disponer de este "antídoto" en cantidades ilimitadas y de prevenir la posible escasez de fuentes para su obtención, avivó el interés de los investigadores por identificar y sintetizar la sustancia curativa. Medio siglo después, un grupo de científicos alemanes, con el farmacéutico Johann Buchner a la cabeza, aislaba en el laboratorio el compuesto curativo presente en el sauce: una sustancia amarillenta a la que llamaron salicilina. De ella se obtendrían, posteriormente, el ácido salicílico y, en 1897, el definitivo ácido acetilsalicílico.
El ácido acetilsalicílico fue sintetizado por primera vez por el francés Charles Gerhardt cuando buscaba una alternativa al ácido salicílico, que causaba irritaciones en la boca, la garganta y el sistema digestivo de los pacientes. Su método resultó excesivamente complicado, y fue olvidado hasta cuarenta años más tarde, cuando un joven químico llamado Félix Hoffmann retomó los estudios. En el seno de la industria Bayer, dedicada por entonces a la fabricación de tintes y de algunos fármacos, Hoffmann desarrolló un nuevo método para obtener ácido acetilsalicílico. Aquel polvo blanco, transformado luego en comprimido, fue comercializado como aspirina a partir del año 1899.
El secreto de su éxito
El empeño de Hoffmann, que había insistido en el interés del medicamento pese al escepticismo inicial de sus superiores, no fue en vano. Su eficacia para combatir el dolor y la fiebre convirtieron pronto a la pastilla en el medicamento más popular en todo el mundo, un título que sigue ostentando en la actualidad.
Sin embargo, pese a la antigüedad de la sustancia, hasta los años setenta el uso clínico de la aspirina se limitó, básicamente, a aprovechar sus excelentes propiedades analgésicas y antipiréticas, que sumadas a su bajo coste permitieron su presencia en los botiquines de todos los hogares y centros sanitarios. Hubo que esperar hasta la segunda mitad del siglo XX para empezar a conocer su utilidad para combatir un amplio rango de patologías, entre las que se han ido incluyendo a lo largo del tiempo enfermedades cardiovasculares, autoinmunes, neurodegenerativas o el temido cáncer.
Pero, ¿qué hace de este medicamento una "droga milagrosa"? Las primeras pistas para desvelar el enigma llegaron de manos de un farmacólogo británico llamado John Vane , que en 1971 describió con detalle el efecto inhibidor de la aspirina sobre la síntesis de ciertas sustancias llamadas prostaglandinas, presentes en nuestro organismo. Vane demostró que las prostaglandinas intervienen en el control de los mecanismos de inflamación, contracción muscular y temperatura, lo que podía explicar la acción del fármaco. Casi simultáneamente a los trabajos de Vane, dos investigadores, Smith y Willis, revelaban una importante propiedad del fármaco: la de bloquear la producción de tromboxano en las plaquetas humanas. Se conocía así que la aspirina es capaz de impedir que las plaquetas que circulan por el torrente sanguíneo se agrupen formando coágulos y trombos, mejorando el flujo de sangre a través de los vasos.
Durante la década de los 80 se consolidó el uso de la aspirina como anticoagulante o antitrombótico. La sociedad y la comunidad científica asistieron al redescubrimiento de un antiguo medicamento con importantes aplicaciones en las patologías cardiovasculares. La aspirina conseguía reducir el riesgo de un ataque al corazón. Tan clara era su eficacia que, ya en 1985, la Administración Estadounidense para la Alimentación y los Medicamentos (FDA) hacía público un anuncio histórico: los pacientes que ya habían sufrido algún ataque al corazón veían reducido a una quinta parte el riesgo de sufrir un segundo ataque si consumían aspirina. Además, los pacientes con angina de pecho inestable disminuían su riesgo a más de la mitad.
Aquellos descubrimientos fueron el pistoletazo de salida para una auténtica maratón de investigaciones que han permitido sumar, desde entonces y hasta ahora, nuevas e insospechadas propiedades a la larga lista de aplicaciones de este fármaco.
Nuevos usos para un viejo fármaco
Actualmente, los expertos consideran al ácido acetilsalicílico como fármaco de elección cuando se sospecha de un ataque cardíaco. Como era de esperar, la Asociación Americana del Corazón ha respaldado recientemente esta postura al recomendar su uso tanto en el tratamiento como en la prevención de enfermedades cardiovasculares. Sin embargo, más allá de este milagroso efecto sobre el aparato circulatorio, y de su demostrada utilidad como analgésico y antipirético, la aspirina ha continuado sorprendiendo a los investigadores con nuevas acciones sobre enfermedades relativamente nuevas.
Es el caso de un estudio publicado en Noviembre de 2001 en New England Journal of Medicine en el que se desvelaba que la aspirina es tan efectiva como los anticoagulantes orales para prevenir la embolia cerebral, una enfermedad que puede provocar la parálisis e, incluso, la muerte en los pacientes. También se ha calificado como recomendable su consumo por quienes frecuentan los viajes en avión, para evitar el llamado "síndrome de la clase turista".
El papel antiinflamatorio de la aspirina ha sido también redescubierto, y en los últimos tiempos se han ampliado sus aplicaciones en este campo. Además se han iniciado investigaciones para confirmar su posible utilidad en los transplantes para evitar el rechazo de órganos.
Estudios recientes han mostrado el importante papel que podría jugar este medicamento para la prevención del cáncer de colon, el cáncer de estómago, el cáncer de mama y el cáncer de próstata. También la enfermedad de Alzheimer, tan preocupante para la población cada vez más envejecida de los países desarrollados, podría también beneficiarse de los efectos de la aspirina, según han revelado más de una veintena de trabajos.
En los pacientes diabéticos, se ha demostrado su efecto preventivo sobre la ceguera, efecto debido a su capacidad de evitar la formación de pequeños coágulos en los capilares de la retina. Y en ginecología, los expertos han comprobado que la aspirina tomada en pequeñas dosis diarias desde antes de la concepción y durante todo el embarazo es suficiente para evitar la mayor parte de los abortos de repetición que se dan en mujeres que presentan el síndrome antifosfolipídico. Actualmente se investiga también su posible interés para el tratamiento de la infertilidad femenina.
Inmersos ya en el siglo XXI, aún cabe esperar que se sigan descubriendo nuevos mecanismos y aplicaciones de la aspirina, especialmente si tenemos en cuenta la conclusión de un estudio publicado en septiembre del pasado año en The Journal of the American Medical Association, según el cual "tomar una aspirina cada día reduce el riesgo de muerte por cualquier causa en más de un tercio". Una afirmación rotunda y "una buena noticia para los médicos", como aseguraban sus autores.
Un futuro prometedor
El 2002 ha cumplido ya con parte de esas expectativas. Sólo en el mes de enero, tres nuevos resultados científicos ampliaban nuestras nociones sobre la aspirina. En Estados Unidos, un grupo de expertos emitía unas recomendaciones dirigidas a los cardiólogos norteamericanos invitándoles a considerar "firmemente" el tratamiento con aspirina en personas que tienen factores de riesgo vascular. Sus conclusiones, publicadas en la revista Annals of Internal Medicine, se acompañaban de un profundo análisis de diferentes estudios publicados desde 1966 y hasta hoy que demuestran los beneficios de la aspirina para la prevención cardiovascular.
Según señalan los autores, cuanto mayor sea la probabilidad de que una persona sufra un problema coronario en los próximos cinco años, más clara será la necesidad de que tome dosis bajas de aspirina cada día. "Sabíamos que hasta ahora mucha gente que había sufrido ataques cardíacos se beneficia de aspirina - comentaba el Doctor Alfred O. Berg, director de la US Preventive Task Force, que ha realizado el estudio -. Pero esta es la primera vez en la que somos capaces de aportar tan claras evidencias de que este fármaco podría ser beneficioso en personas que no han tenido ningún ataque cardíaco"
Otro estudio, en este caso aparecido en la revista British Medical Journal, revelaba que la aspirina podría salvar 40.000 vidas más en todo el mundo si se utilizara con más frecuencia en la prevención cardiovascular. Según el profesor Charles George, director médico de la Fundación Británica del Corazón, "los resultados refuerzan lo que ya sabíamos desde hace tiempo, que la aspirina es un tratamiento que salva vidas y que puede aportar aún mayores beneficios a muchos miles de personas con alto riesgo de ataque cardíaco o ictus".
El tercero de los citados trabajos, dado a conocer el pasado mes por un grupo de investigadores españoles en la revista Stroke, revela en sus conclusiones que la aspirina posee un mecanismo mediante el cual protege a las neuronas tras un infarto cerebral. Esta nueva acción neuroprotectora puede tener interesantes aplicaciones, especialmente si se tiene en cuenta que el infarto cerebral o ictus se está convirtiendo en una de las primeras causas de mortalidad en países desarrollados.
Todo parece indicar que los avances en medicina no van exclusivamente de la mano de la alta tecnología y las terapias nuevas y costosas. Los continuos descubrimientos sobre las aplicaciones de la aspirina, de la que se realizan más de 3.000 investigaciones cada año, sin un claro ejemplo de cómo viejos fármacos pueden prevenir y curar nuevas enfermedades totalmente nuevas.
Como escribió Ortega y Gasset en 1930, "la vida del hombre medio es hoy más fácil, cómoda y segura que la del más poderoso en otro tiempo. ¿Qué importa no ser más rico que otros si el mundo lo es y le proporciona magníficos caminos, ferrocarriles, telégrafos, hoteles, seguridad corporal y aspirina?" Los medios de comunicación y de transporte en el 2002 han sufrido profundas transformaciones, pero el medicamento por excelencia continúa siendo el mismo: la aspirina.
Autor: Elena Sanz | 2002
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