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Sirácides - Capítulo 9 - La Biblia Latinoamericana -


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#181 Ge. Pe.

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Publicado el 11 enero 2013 - 10:39

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Evangelio según Juan



18




Jesús es arrestado


1 Cuando terminó de hablar, Jesús pasó con sus discípulos al otro lado del torrente Cedrón. Había allí un huerto, y Jesús entró en él con sus discípulos.
2 Judas, el que lo entregaba, co nocía también ese lugar, pues Je sús se había reunido allí muchas veces con sus discípulos. 3 Judas hizo de guía a los soldados romanos y a los guardias enviados por los jefes de los sacerdotes y los fariseos, que llegaron allí con linternas, antorchas y armas.
4 Jesús, que sabía todo lo que le iba a suceder, se adelantó y les dijo: «¿A quién buscan?» 5 Contestaron: «A Jesús el Nazoreo.» Jesús dijo: «Yo soy.» Y Judas, que lo entregaba, estaba allí con ellos.
6 Cuando Jesús les dijo: «Yo soy», retrocedieron y cayeron al suelo. 7 Les preguntó de nuevo: «¿A quién buscan?» Dijeron: «A Jesús el Nazoreo.» 8 Jesús les respondió: «Ya les he dicho que soy yo. Si me buscan a mí, dejen que éstos se vayan.» 9 Así se cumplía lo que Jesús había dicho: «No he perdido a ninguno de los que tú me diste.»
10 Simón Pedro tenía una espada, la sacó e hirió a Malco, siervo del sumo sacerdote, cortándole la oreja derecha. 11 Jesús dijo a Pedro: «Co loca la espada en su lugar. ¿Acaso no voy a beber la copa que el Padre me ha dado?»
12 Entonces los soldados, con el comandante y los guardias de los judíos, prendieron a Jesús, lo ataron 13 y lo llevaron primero a casa de Anás. Este Anás era suegro de Caifás, sumo sacerdote aquel año. 14 Caifás era el que había dicho a los judíos: «Es mejor que muera un solo hombre por el pueblo.»
15 Simón Pedro y otro discípulo seguían a Jesús. Como este otro discípulo era conocido del sumo sacerdote, pudo entrar con Jesús en el patio de la casa del sumo sacerdote, 16 mientras que Pedro se que dó fuera, junto a la puerta. Entonces salió el otro discípulo, el conocido del sumo sacerdote, y habló con la portera, que dejó entrar a Pedro. 17 La muchacha que hacía de portera dijo a Pedro: «¿No eres tú también de los discípulos de ese hombre.» Pedro le respondió: «No lo soy».
18 Los sirvientes y los guardias tenían unas brasas encendidas y se calentaban, pues hacía frío. También Pedro estaba con ellos y se calentaba.
19 El sumo sacerdote interrogó a Jesús sobre sus discípulos y su enseñanza. Jesús le contestó: 20 «Yo he hablado abiertamente al mundo. He enseñado constantemente en los lugares donde los judíos se reúnen, tanto en las sinagogas como en el Templo, y no he enseñado nada en secreto. 21 ¿Por qué me preguntas a mí? Interroga a los que escucharon lo que he dicho.»
22 Al oír esto, uno de los guardias que estaba allí le dio a Jesús una bofetada en la cara, diciendo: «¿Así contestas al sumo sacerdote?» 23 Jesús le dijo: «Si he respondido mal, demuestra dónde está el mal. Pero si he hablado correctamente, ¿por qué me golpeas?»
24 Al fin, Anás lo envió atado al sumo sacerdote Caifás.
25 Simón Pedro estaba calentándose al fuego en el patio, y le dijeron: «Seguramente tú también eres uno de sus discípulos.» El lo negó diciendo: «No lo soy.» 26 Entonces uno de los servidores del sumo sacerdote, pariente del hombre al que Pedro le había cortado la oreja, le dijo: «¿No te vi yo con él en el huerto?» 27 De nuevo Pedro lo negó y al instante cantó un gallo.


Jesús ante Pilato


28 Llevaron a Jesús de la casa de Caifás al tribunal del gobernador romano. Los judíos no entraron para no quedar impuros, pues ése era un lugar pagano, y querían participar en la comida de la Pascua. 29 Entonces Pilato salió fuera, don de estaban ellos, y les dijo: «¿De qué acusan a este hombre?»
30 Le contestaron: «Si éste no fuera un malhechor, no lo habríamos traído ante ti.» 31 Pilato les dijo: «Tómenlo y júzguenlo según su ley.» Los judíos contestaron: «Nosotros no tenemos la facultad para aplicar la pena de muerte.»
32 Con esto se iba a cumplir la palabra de Jesús dando a entender qué tipo de muerte iba a sufrir.
33 Pilato volvió a entrar en el palacio, llamó a Jesús y le preguntó: «¿Eres tú el Rey de los judíos?» 34 Jesús le contestó: «¿Viene de ti esta pregunta o repites lo que te han dicho otros de mí?» 35 Pilato respondió: «¿Acaso soy yo judío? Tu pueblo y los jefes de los sacerdotes te han entregado a mí; ¿qué has hecho?»
36 Jesús contestó: «Mi realeza no procede de este mundo. Si fuera rey como los de este mundo, mis guardias habrían luchado para que no cayera en manos de los judíos. Pero mi reinado no es de acá.»
37 Pilato le preguntó: «Entonces, ¿tú eres rey?» Jesús respondió: «Tú lo has dicho: yo soy Rey. Yo doy testimonio de la verdad, y para esto he nacido y he venido al mundo. Todo el que está del lado de la verdad escucha mi voz.» 38 Pilato dijo: «¿Y qué es la verdad?»
Dicho esto, salió de nuevo donde estaban los judíos y les dijo: «Yo no encuentro ningún motivo para condenar a este hombre. 39 Pero aquí es costumbre que en la Pascua yo les devuelva a un prisionero. ¿Quie ren ustedes que ponga en libertad al Rey de los Judíos?» 40 Ellos empezaron a gritar: «¡A ése no! Suelta a Barrabás.» Barrabás era un bandido.





Comentarios Evangelio según Juan, capítulo 18


18,1
El relato de la Pasión es muy semejante al de los otros evangelios; se advierten sin embargo tres elementos que sólo se encuentran en éste: las precisiones sobre los actores judíos del proceso, sobre la condena a muerte y la sepultura; los testimonios sobre Simón Pedro y las palabras de Jesús en la cruz.


18,5
La triple respuesta de Jesús “Yo soy” podría ser traducida también como una afirmación de su divinidad. Véanse las notas del capítulo 8.


18,24 Anás, ya mencionado en 18,13, antiguo sumo sacerdote, había sido destituido por los romanos, pero seguía teniendo mucha influencia. El interrogatorio de noche en su casa no tenía valor legal y el Sanedrín no podía juzgar en una sesión nocturna.
Juan menciona el traslado de Jesús a casa de Caifás, pero nada dice de lo que allí pasó: la reunión tal vez no tenía nada nuevo que aportar. Luego Jesús es enviado a Pilato. Un año antes del proceso a Jesús, Pilato había exigido que cualquier reunión del Sanedrín sobre asuntos de justicia o de política se efectuara en un sector bien vigilado, al que el procurador podía enviar sus emisarios. Por otra parte, la ley judía exigía que una sentencia de muerte fuera pronunciada dentro del recinto del templo. Debido a eso, los sacerdotes no podían pronunciar una sentencia de muerte (18,31).



18,28
Jesús murió a la misma hora en que se inmolaban en el Templo los corderos de la cena pascual, que tendría lugar algunas horas más tarde. El hecho de que la Pascua cayera ese año en día sábado obliga a elegir el año 30: Jesús murió el 7 de abril de ese año y debía tener unos 35 o 36 años.
18,32 Si los judíos hubieran tenido el derecho de condenar a Jesús, habría sido apedreado, como ocurrió con Esteban algunos años después (He 7,59).



18,36
Véase en Lc 8,10 la nota sobre reino, reinado y realeza. Aquí debemos hablar de realeza más bien que de reinado. Al usar el evangelio tres veces la misma palabra, pusimos la primera vez “realeza”, la segunda “si fuera rey como”, y la tercera “mi reinado”.
Jesús, atado de manos, actúa como rey frente al gobernador Pilato, prisionero de su cargo y de sus propias ambiciones. Pilato en realidad no tiene poder sobre la historia, y tampoco “el César”, es decir el emperador, que desde Roma parecía dominar el mundo. Jesús es rey en el dominio de la verdad, la que al fin siempre se impone.



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#182 Ge. Pe.

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Publicado el 14 enero 2013 - 09:33

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Evangelio según Juan



19




1 Entonces Pilato tomó a Jesús y ordenó que fuera azotado. 2 Los soldados hicieron una corona con espinas y se la pusieron en la cabeza, le echaron sobre los hombros una capa de color rojo púrpura 3 y, acercándose a él, le decían: «¡Viva el rey de los ju díos!» Y le golpeaban en la cara.
4 Pilato volvió a salir y les dijo: «Miren, se lo traigo de nuevo fuera; sepan que no encuentro ningún delito en él.» 5 Entonces salió Jesús fuera llevando la corona de espinos y el manto rojo. Pilato les dijo: «Aquí está el hombre.»
6 Al verlo, los jefes de los sacerdotes y los guardias del Templo comenzaron a gritar: «¡Crucifícalo! ¡Cru cifícalo!» Pilato contestó: «Tómenlo ustedes y crucifíquenlo, pues yo no encuentro motivo para condenarlo.» 7 Los judíos contestaron: «Nosotros tenemos una Ley, y según esa Ley debe morir, pues se ha proclamado Hijo de Dios.»
8 Cuando Pilato escuchó esto, tuvo más miedo. 9 Volvió a entrar en el palacio y preguntó a Jesús: «¿De dónde eres tú?» Pero Jesús no le contestó palabra. 10 Entonces Pilato le dijo: «¿No me quieres hablar a mí? ¿No sabes que tengo poder tanto para dejarte libre como para crucificarte?» 11 Jesús respondió: «No tendrías ningún poder sobre mí si no lo hubieras recibido de lo alto. Por esta razón, el que me ha entregado a ti tiene mayor pecado que tú.»
12 Pilato todavía buscaba la manera de dejarlo en libertad. Pero los judíos gritaban: «Si lo dejas en libertad, no eres amigo del César: el que se proclama rey se rebela contra el César.» 13 Al oír Pilato estas palabras, hizo salir a Jesús al lugar llamado el Enlosado, en hebreo Gábbata, y lo hizo sentar en la sede del tribunal.
14 Era el día de la Preparación de la Pascua, hacia el mediodía. Pilato dijo a los judíos: «Aquí tienen a su rey.» 15 Ellos gritaron: «¡Fuera! ¡Fuera! ¡Crucifícalo!» Pilato replicó: «¿He de crucificar a su Rey?» Los jefes de los sacerdotes contestaron: «No tenemos más rey que el César.» 16 Entonces Pilato les entregó a Jesús para que lo crucificaran.



Jesús es crucificado


17 Así fue como se llevaron a Je sús. Cargando con su propia cruz, salió de la ciudad hacia el lu gar llamado Calvario (o de la Ca lavera), que en hebreo se dice Gólgota. 18 Allí lo crucificaron y con él a otros dos, uno a cada lado y en el medio a Jesús.
19 Pilato mandó escribir un letrero y ponerlo sobre la cruz. Estaba es crito: «Jesús el Nazareno, Rey de los judíos.» 20 Muchos judíos leyeron este letrero, pues el lugar donde Jesús fue crucificado estaba muy cerca de la ciudad. Además estaba escrito en hebreo, latín y griego. 21 Los jefes de los sacerdotes dijeron a Pilato: «No escribas: “Rey de los Judíos”, sino: “Este ha dicho: Yo soy el rey de los judíos”.» 22 Pilato contestó: «Lo que he escrito, escrito está.»
23 Después de clavar a Jesús en la cruz, los soldados tomaron sus vestidos y los dividieron en cuatro partes, una para cada uno de ellos. En cuanto a la túnica, tejida de una sola pieza de arriba abajo sin costura alguna, se dijeron: 24 «No la rompamos, echémosla más bien a suertes, a ver a quién le toca.» Así se cumplió la Escritura que dice: Se repartieron mi ropa y echaron a suerte mi túnica. Esto es lo que hicieron los soldados.



Ultimas palabras de Jesús


25 Cerca de la cruz de Jesús estaba su madre, con María, la hermana de su madre, esposa de Cleofás, y María de Magdala. 26 Jesús, al ver a la Madre y junto a ella al discípulo que más quería, dijo a la Mad re: «Mujer, ahí tienes a tu hijo.» 27 Después dijo al discípulo: «Ahí tienes a tu madre.» Y desde aquel momento el discípulo se la llevó a su casa.
28 Después de esto, sabiendo Jesús que todo estaba cumplido, dijo: «Tengo sed», y con esto también se cumplió la Escritura. 29 Ha bía allí un jarro lleno de vino agrio. Pusieron en una caña una esponja empapada en aquella bebida y la acercaron a sus labios. 30 Jesús probó el vino y dijo: «Todo está cumplido.» Después inclinó la cabeza y entregó el espíritu.



Le abrió el costado y salió sangre y agua


31 Como era el día de la Preparación de la Pascua, los judíos no querían que los cuerpos quedaran en la cruz durante el sábado, pues aquel sábado era un día muy solemne. Pidieron a Pilato que hiciera quebrar las piernas a los crucificados y retiraran los cuerpos. 32 Fueron, pues, los soldados y quebraron las piernas de los dos que habían sido crucificados con Jesús. 33 Pero al llegar a Jesús vieron que ya estaba muerto, y no le quebraron las piernas, 34 sino que uno de los soldados le abrió el costado con la lan za, y al instante salió sangre y agua.
35 El que lo vio da testimonio. Su testimonio es verdadero, y Aquél sabe que dice la verdad. Y da este testimonio para que también ustedes crean. 36 Esto sucedió para que se cumpliera la Escritura que dice: No le quebrarán ni un solo hueso. 37 Y en otro texto dice: Contemplarán al que traspasaron.
38 Después de esto, José de Arimatea se presentó a Pilato. Era discípulo de Jesús, pero no lo decía por miedo a los judíos. Pidió a Pilato la autorización para retirar el cuerpo de Jesús, y Pilato se la concedió. Fue y retiró el cuerpo.
39 También fue Nicodemo, el que había ido de noche a ver a Jesús, llevando unas cien libras de mirra perfumada y áloe. 40 Tomaron el cuerpo de Jesús y lo envolvieron en lienzos con los aromas, según la costumbre de enterrar de los judíos.
41 En el lugar donde había sido crucificado Jesús había un huerto, y en el huerto un sepulcro nuevo donde todavía no había sido enterrado nadie. 42 Como el sepulcro estaba muy cerca y debían respetar el Día de la Preparación de los judíos, enterraron allí a Jesús.







Comentarios Evangelio según Juan, capítulo 19



19,11
No hay que buscar aquí argumentos para decidir en qué medida los poderes políticos gozan o no de una autoridad divina (los reyes de derecho divino), a menos que la tengan del demonio (Lc 4,6). El Evangelio sólo afirma que la muerte de Jesús formaba parte del plan de Dios. ¿Cómo un procurador romano, nombrado gracias a una serie de circunstancias, prisionero de sus numerosas ruindades, extraño a la revelación bíblica, podría enviar a la cruz al Salvador, si todo no hubiese sido dispuesto de antemano por Dios? (He 2,23).
Para Pilato la condenación de Jesús significaba solamente la muerte de un judío más; no cargaba con toda la culpa, ya que ese tipo de justicia era la consecuencia del sistema colonial romano. Caifás, en cambio, había entregado a Jesús después de condenarlo con toda lucidez, y por eso tenía mayor pecado.



19,12
Juan se atiene a los imprevistos de la historia, a las relaciones hostiles y a los intereses divergentes de los actores; todo terminará por caminos que nadie podía prever: la muerte de Jesús en la cruz; él mismo lo había anun ciado, y si algunos detalles concordaban con los textos de la Escritura, era sólo para confirmar que todo respondía a un plan divino.


19,15
No tenemos más rey que el César. Así vociferó la muchedumbre impulsada por sus jefes, aunque odiaban a los romanos y a su “césar” o emperador. Es un hecho que algunos años más tarde no tendrían más rey que el César, después de arruinada la nación.


19,24
Conviene leer entero el Sal 22.


19,25
En el momento de la caída del hombre, junto a Adán estaba Eva. Ahora, en el momento de la restauración, o sea, de la segunda creación, otra mujer está junto al Hijo del Hombre, el Adán verdadero (Rom 5,14). Jesús confía María a Juan, y también Juan a María. Así lo entiende Juan, que atestigua haber oído ambas frases. Es un nuevo gesto simbólico de Jesús. María será la madre de los creyentes.


19,26
El texto dice: la Madre, y no: su madre. Aunque la gramática griega permite a veces suprimir el posesivo, el Evangelio quiso que María fuese para siempre la Madre.
Jesús no esperaba ninguna respuesta de Juan ni de María. Bastaba con que la Palabra fuera pronunciada, como en el día de la Anunciación: “Tú concebirás...” Nada se dice de lo que María sintió en esos momentos en que compartía los dolores y la humillación de su hijo. ¿Se podría pensar que sólo tuvo la comprensión “carnal” de esa horrible situación, sin experimentar ninguna intuición del misterio que se estaba realizando?
Si un momento después el discípulo amado descubre que la muerte del Hijo único (Za 12,10) es la del Cordero Redentor, ése es el primer efecto de la palabra de Jesús que, como siempre, ha llevado a cabo lo que decía. La aceptación por parte de María de la cruz que Dios le había reservado ha sido la fuente de una maternidad espiritual: Juan el profeta, autor tanto del Apocalipsis como del Evangelio, fue el primero de sus hijos.
Con esto no se trata de negar la piedad filial de Jesús, preocupado de asegurar a María la protección social indispensable para una viuda sin hijos; quiso liberarla de la tutela de los hermanos y parientes de Nazaret.
La palabra Mujer es muy normal en los labios de Jesús, hablando como galileo y jefe de familia, pero hay otra razón para que Juan retome ese término que ya había puesto en los labios de Jesús en Caná (2,4). Había hecho de la figura de la Mujer uno de los grandes signos del Apocalipsis (Ap 12), donde se encuentra tanto la Mujer cuya descendencia aplastará a la serpiente (Gén 3,15) como la madre del Emmanuel (Is 7,14).
Llegamos así hasta las raíces mismas de la acción profética de María en sus apariciones reconocidas de los actuales siglos, que son los últimos: ella ya había recibido ese carisma cuando intervino al lado de Isabel y luego en Caná de Galilea. Véase la nota de He 1,14.
Los creyentes son miembros de una familia espiritual; así como para crecer normalmente el niño necesita de un padre y de una madre, del mismo modo el creyente precisa de María y del Padre celestial. Es una doctrina constante de la Iglesia, que no pretende con ello nivelar a la criatura con el Creador. Si es una desgracia para un hijo no haber conocido a su madre, lo mismo es para un creyente cuando su religión se expresa sólo en términos masculinos.
Hay una forma de humildad, de paz interior y de devoción sana y sencilla, propia de quienes han sabido abrir sus puertas a María, sin que eso implique dejar de lado al Salvador.



19,28
Tengo sed. Jesús es torturado por la sed. Pero también tiene sed de que se realice en el mundo el Reino de su Padre. Tiene sed del amor desinteresado de los que tratarán de compartir sus sentimientos y ansias íntimas, y que serán capaces de seguirlo hasta el Calvario.


19,30
Está cumplida la obra del Hijo de Dios hecho hombre, una nueva creación del mundo. De la semilla plantada en la tierra va a surgir el hombre nuevo.
Están cumplidos los tiempos de la religión judía, religión provisoria en que la Ley de Dios ocu paba el primer lugar y nunca se perdía el temor debido a los pecados no perdonados. Está cumplida una etapa de la historia en que la hu manidad se dejaba arrastrar por sus temores, consciente de una fatalidad que era como sinónimo de su dependencia del espíritu malo (Heb 2,15).
Ahora empieza una nueva etapa de la historia, los tiempos de la nueva alianza de Dios con la humanidad. El Espíritu va a ser comunicado a la Iglesia y por eso Juan dice: Jesús entregó el espíritu, palabra que también significa el don de su Espíritu.



19,31
Era el día de la preparación de la Pascua, y ese viernes por la tarde, muy cerca del lugar de las ejecuciones, los judíos bajaban la colina en dirección al templo para la inmolación del cordero pascual. Ese año Juan no se mezcló con la muchedumbre, sino que se quedó al pie de la cruz junto con María y algunas mujeres. Y un soldado, igual que lo hacía el sacerdote a la misma hora en el templo, desangra a Cristo en la cruz hasta la última gota.
La lanzada es la ocasión de que se verifiquen al pie de la letra las palabras del profeta Zaca-rías referentes al Salvador: Za 12,10. Entonces se le abren los ojos a Juan mientras recuerda las palabras pronunciadas por Juan Bautista: “este es el cordero de Dios” (Jn 1,29). También Juan recuerda una prescripción de la Ley referente al cordero pascual: Éx 12,46.
La lanzada ha desvelado el misterio del “cordero de Dios” (Jn 1,29). La sangre redentora ya no se derrama en el altar del Templo sino en la tierra renovada y vivificada por la sangre de Cristo. Al igual que la “sangre y agua” del alumbramiento, la sangre y el agua brotados del cos tado de Cristo anuncian los tiempos nuevos, cuyos sacramentos son el bautismo y la eucaristía.



19,35
Quizá nos sorprenda que Juan dé tanta importancia a su testimonio sobre este punto, que podría parecer de menor importancia. Pero es muy posible que Juan proclame aquí la veracidad de todo su testimonio respecto de la muerte de Jesús: ha sido testigo ocular de todo lo que acaba de narrar, lo que no ocurrió con los otros evangelistas.
Aquél sabe que dice la verdad: Comúnmente Juan reserva esta forma griega del pronombre “aquél” o “él” para Cristo, muy cerca de nosotros aunque invisible, como en 1Jn 2,6; 3,6.
El corazón abierto invita a descubrir el amor poderoso que inspiró toda la vida de Jesús. Los que lo rodearon y convivieron con él verán diluirse con el tiempo sus recuerdos y emociones, pero descubrirán a su vez que no hubo palabra, gesto o incluso silencio que no fuera en Jesús expresión del amor de Dios. El corazón abierto origina la devoción al Corazón de Jesús. No debemos perdernos en consideraciones y palabras que expliquen o interpreten la fe; más bien debemos contemplar el amor de Dios y dejar que nos transforme.



19,38
Jesús acaba de morir entre dos ladrones, y son dos fariseos los que se preocupan por sepultarlo dignamente. Intervienen tal vez como una manera de rescatarse, porque no pudieron salvar a Jesús ante el Sanedrín, y también porque la condición social de los discípulos no les permitía llegar al gobernador.


19,41
El lugar de las ejecuciones era una cantera abandonada, cerca de los muros de Jerusalén. En los costados se habían excavado tumbas y el fondo de la cantera, relleno de tierra, estaba ocupado por jardines. En el medio se encontraba una roca de más o menos cinco metros de altura que se llamaba el Calvario (es decir el Cráneo) y allí fue donde plantaron las cruces.




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#183 Ge. Pe.

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Publicado el 18 enero 2013 - 11:52

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Evangelio según Juan



20





El Señor ha resucitado



1 El primer día después del sábado, María Magdalena fue al sepulcro muy temprano, cuando todavía estaba oscuro, y vio que la piedra que cerraba la entrada del sepulcro había sido re mo vida. 2 Fue corriendo en bus ca de Simón Pedro y del otro discípulo a quien Jesús amaba y les dijo: «Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto.»
3 Pedro y el otro discípulo salieron para el sepulcro. 4 Corrían los dos juntos, pero el otro discípulo corrió más que Pedro y llegó primero al sepulcro. 5 Como se inclinara, vio los lienzos caidos, pero no entró. 6 Pedro llegó detrás, entró en el sepulcro y vio también los lienzos caidos. 7 El sudario con que le ha bían cubierto la cabeza no se había caído como los lienzos, sino que se mantenía enrollado en su lugar. 8 Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero, vio y creyó. 9 Pues no habían entendido todavía la Escritura: ¡él “debía” resucitar de entre los muertos!
10 Después los dos discípulos se volvieron a casa.
11 María se había quedado llorando fuera, junto al sepulcro. Mientras lloraba se inclinó para mirar dentro 12 y vio a dos ángeles vestidos de blanco, sentados donde había estado el cuerpo de Jesús, uno a la cabecera y el otro a los pies. 13 Le dijeron: «Mujer, ¿por qué lloras?» Les respondió: «Porque se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto.»
14 Dicho esto, se dio vuelta y vio a Jesús allí, de pie, pero no sabía que era Jesús. 15 Jesús le dijo: «Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas?» Ella creyó que era el cuidador del huerto y le contestó: «Señor, si tú lo has llevado, dime dónde lo has puesto, y yo me lo llevaré.»
16 Jesús le dijo: «María». Ella se dio la vuelta y le dijo: «Rabboní», que quiere decir «Maestro». 17 Jesús le dijo: «Suéltame, pues aún no he subido al Padre. Pero vete donde mis hermanos y diles: Subo a mi Padre, que es Padre de ustedes; a mi Dios, que es Dios de ustedes.»
18 María Magdalena se fue y dijo a los discípulos: «He visto al Señor y me ha dicho esto.»
19 Ese mismo día, el primero después del sábado, los discípulos estaban reunidos por la tarde con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Llegó Jesús, se puso de pie en medio de ellos y les dijo: «¡La paz esté con ustedes!» 20 Dicho esto, les mostró las manos y el costado. Los discípulos se alegraron mucho al ver al Señor.
21 Jesús les volvió a decir: «¡La paz esté con ustedes! Como el Padre me envío a mí, así los envío yo también.» 22 Dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: «Reciban el Espíritu Santo: 23 a quienes descarguen de sus pecados, serán liberados, y a quienes se los retengan, les serán retenidos.»
24 Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. 25 Los otros discípulos le dijeron: «Hemos visto al Señor.» Pero él contestó: «Hasta que no vea la marca de los clavos en sus manos, no meta mis dedos en el agujero de los clavos y no introduzca mi mano en la herida de su costado, no creeré.»
26 Ocho días después, los discípulos de Jesús estaban otra vez en casa, y Tomás con ellos. Estando las puertas cerradas, Jesús vino y se puso en medio de ellos. Les dijo: «La paz esté con ustedes.» 27 Después dijo a Tomás: «Pon aquí tu dedo y mira mis manos; extiende tu mano y métela en mi costado. Deja de negar y cree.»
28 Tomás exclamó: «Tú eres mi Señor y mi Dios.» 29 Jesús replicó: «Crees porque me has visto. ¡Felices los que no han visto, pero creen!»


Conclusión del Evangelio


30 Muchas otras señales milagrosas hizo Jesús en presencia de sus discípulos que no están escritas en este libro. 31 Estas han sido escritas para que crean que Jesús es el Cris to, el Hijo de Dios. Crean, y tendrán vida por su Nombre.





Comentarios Evangelio según Juan, capítulo 20



20,1
El segundo día después de la sepultura, los discípulos se encuentran ante el hecho de la tumba vacía, e inmediatamente comienzan las apariciones. La resurrección tuvo lugar el primer día de la semana, que en adelante se llamará el Día del Señor o domingo (Ap 1,9).
Juan quiso darle prioridad al testimonio de Pedro: es el primer testigo tanto de la tumba vacía como de las apariciones de Jesús resucitado de entre los muertos (Lc 24,12 y 24,44; 1Cor 15,5).


20,2
María Magdalena va a buscar a Pedro a la casa que era el punto de apoyo del grupo galileo (Lc 24,23).
Corren al sepulcro. El discípulo no entra. Aun cuando la tumba fuera lujosa, era oscura y muy estrecha e iba a rozarse con las paredes. Si, como lo pensamos, el discípulo era un sacerdote, no debía ensuciarse con el contacto de un muerto (Lv 21,1), y por instinto se detiene, esperando saber qué encontraría Pedro. Pedro no encontró nada de muerto, y entonces entra.
Los lienzos designan la sábana, de unos cuatro metros de largo, tendida debajo del cuerpo de los pies a la cabeza y luego, por encima de él, de la cabeza a los pies; también incluyen las fajas que ataban las dos caras de la sábana. El sudario envolvía el rostro, pasando por debajo de la barba y sobre la cabeza.
Estos detalles atestiguan lo que fue la resurrección. Jesús no se ha levantado con su mismo cuerpo terrenal, sino que pareciera que se ha desmaterializado en el nacimiento del Hombre Nuevo.


20,5
Es difícil leer la mención al lienzo en que fue envuelto el cuerpo sin pensar en la sábana conservada hasta hoy día y que se llama el Santo Sudario de Turín. Su autenticidad parece haber sido establecida. Una prueba de radio carbono 14 pareció indicar que era de una fecha más reciente, pero luego se vio que era imposible obtener en base a ese experimento una conclusión válida.
Lo cierto es que no se trata de una pintura, que no ha sido teñida y que no ha sufrido manipulaciones. La impronta es perfectamente tridimensional; las marcas, en especial las de sangre, demuestran que fue la mortaja de un crucificado. No se ven en ella huellas que ciertamente habrían quedado si el cuerpo hubiese sido retirado de la mortaja. Es imposible que el cuerpo se haya descompuesto allí. Todo se presenta como si el cuer po hubiera desaparecido pura y llanamente.


20,8
Muchos comentaristas no creyentes se re fieren a la fe en la resurrección de Jesús como a una fabulación de discípulos que no podían aceptar la muerte y el fracaso de su maestro. El testimonio de Juan, tan discreto, suena mucho más verdadero. Desde el primer momento, la señal de la tumba vacía le dio acceso a la fe y tuvo la inteligencia de la re velación bíblica. Porque allí estaba la revelación si se sabía leerla (20,9), no era necesario el tiempo ni la creación de un mito.


20,11
El gozo de los discípulos después de que creyeron no impide que todo el pasado deba ser superado. Lo que han vivido se habría quedado sin concluir después de la tragedia inesperada, y ahora deben renunciar al Jesús que han conocido “según la carne” (2Co 5,16). Las apariciones de Jesús no son tan sólo para convencerlos de un hecho, sino que más bien les ayudan a aceptar el misterio en el que Jesús ha entrado y en el que ellos deberán encontrarlo.


20,16
Jesús tomó otra apariencia, como hará nuevamente con los discípulos de Emaús y en Jn 21. María lo reconoce cuando pronuncia su nombre; lo mismo que hizo Jesús con esos discípulos, la libera del pasado en que su apego al maestro quedaba demasiado humano, y deja su sello que es la inteligencia de la fe.


20,17
Tal vez habría que traducir: “No te cuelgues de mí”. Jesús, antes de su muerte, no encontraba mala la actitud apasionada de María, pero ya no tiene sentido porque Jesús está ya con el Padre en la gloria celestial. Es el sentido del mensaje que le encarga: “No esperen de mí que nos encontremos como antes; mi vida en este mundo se acabó y vuelvo al Padre –en realidad yo ya estoy allá”. Los discípulos y los amantes de Jesús lo estrecharán de un modo secreto y maravilloso a la vez, mientras se adentren en la fe y en la oración. Entonces el alma contemplativa, figurada aquí por María, tendrá a todo Cristo para sí sola: ver Cantar 3,4.
Aún no he subido al Padre. Jesús revela la gran pasión que llenó su vida. Ha venido de Dios y ha de volver al Padre. Este es “el amor más grande del mundo”. Todo el amor de Jesús por nosotros no es más que una manifestación de éste, ya que el Padre es la fuente y la meta de todo amor.


20,19
Los discípulos se dieron a la fuga la noche del arresto, pero eso no significa que se hubieran dispersado. Reaccionaron y se reunieron; es posible que la familia de Jesús, obligada a respetar los ritos funerarios, haya desempeñado en ese momento un rol importante. Las puertas cerradas no quiere decir que estuviesen asustados sino que se habían tomado precauciones.
Jesús les dice: “La paz esté con ustedes”, y eso es inmediato. Jesús dice: “Reciban el Espíritu”, y lo reciben.
Así como en la primera creación el aliento de Dios infundió la vida al Adán, así también el soplo de Jesús comunica la vida a la nueva creación espiritual. Cristo, que murió para quitar el pecado del mundo, ya resucitado deja a los suyos el poder de perdonar. Así se realiza la esperanza del pueblo de la Biblia. Dios lo había educado de tal modo que sintiera la presencia universal del pecado.
Alguno podría extrañarse de la prioridad reconocida al perdón de los pecados. El amor no puede nacer sin que muy pronto se experimente la presencia del pecado verdadero que por lo menos echa sombras sobre él. Y se necesitará el perdón para que todo reflorezca.
No debemos limitar el perdón de los pecados al sacramento del perdón. Jesús anuncia que al ser bautizados en el Espíritu, los creyentes conocerán la perfecta reconciliación con Dios y que la misma participación en la comunidad cristiana les ofrecerá en todo tiempo los me dios de reconciliarse unos con otros y con Dios.


20,28
No por casualidad encontramos siete veces la palabra Señor en este capítulo, siendo la última cuando Tomas exclama: ¡(Tú eres) mi Señor y mi Dios!
Tal vez no captemos ahora todo lo que significaba para los primeros cristianos ese término Señor aplicado a Cristo. La Biblia hebrea empleaba casi siempre para Dios uno de estos dos nombres: Dios o Yavé. En la Biblia griega que utilizaban judíos y cristianos del mundo romano, “Dios” se traducía sin problemas; en cuanto a “Yavé”, que era el nombre propio de Dios, se lo reemplazaba por el Señor. Los apóstoles adoptaron rápidamente la costumbre de reservar el nombre de Dios para el Padre, y aplicaron a Jesús el nombre divino de el Señor.


20,30
Aquí se lee la conclusión del Evangelio de Juan: su propósito fue dar testimonio de la divinidad de Jesús, que vino del Padre y es ahora fuente de vida divina. El capítulo que sigue no es la recuperación de algo que se habría olvidado, sino el último encuentro de Jesús con los que ha amado y que los espera en el otro mundo.




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Publicado el 28 enero 2013 - 04:09

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Evangelio según Juan




21





Apéndice al libro: La manifestación de Jesús a orillas del lago



1 Después de esto, nuevamente se manifestó Jesús a sus discípulos en la orilla del lago de Tiberíades. Y se manifestó como sigue: 2 Estaban reunidos Simón Pedro, Tomás el Mellizo, Na tanael, de Caná de Galilea, los hijos del Zebedeo y otros dos discípulos. 3 Simón Pedro les dijo: «Voy a pescar.» Contestaron: «Vamos tam bién nosotros contigo.» Salieron, pues, y subieron a la barca, pero aquella noche no pescaron nada.
4 Al amanecer, Jesús estaba pa rado en la orilla, pero los discípulos no sabían que era él. 5 Jesús les dijo: «Muchachos, ¿tienen algo que comer?» Le contestaron: «Nada.» 6 Entonces Jesús les dijo: «Echen la red a la derecha y encontrarán pes ca.» Echaron la red, y no tenían fuer zas para recogerla por la gran cantidad de peces.
7 El discípulo al que Jesús amaba dijo a Simón Pedro: «Es el Señor.» 8 Apenas Pedro oyó decir que era el Señor, se puso la ropa, pues estaba sin nada, y se echó al agua. Los otros discípulos llegaron con la barca —de hecho, no estaban lejos, a unos cien metros de la orilla; arrastraban la red llena de peces.
9 Al bajar a tierra encontraron fuego encendido, pescado sobre las brasas y pan. 10 Jesús les dijo: «Traigan algunos de los pescados que acaban de sacar.» 11 Simón Pedro subió a la barca y sacó la red llena con ciento cincuenta y tres pescados grandes. Y a pesar de que hubiera tantos, no se rompió la red.
12 Entonces Jesús les dijo: «Vengan a desayunar». Ninguno de los discípulos se atrevió a preguntarle quién era, pues sabían que era el Señor. 13 Jesús se acercó, tomó el pan y se lo repartió. Lo mismo hizo con los pescados.
14 Esta fue la tercera vez que Jesús se manifestó a sus discípulos después de resucitar de entre los muertos.
15 Cuando terminaron de comer, Jesús dijo a Simón Pedro: «Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que éstos?» Contestó: «Sí, Señor, tú sa bes que te quiero.» Jesús le dijo: «Apacienta mis corderos.»
16 Le preguntó por segunda vez: «Simón, hijo de Juan, ¿me amas?» Pedro volvió a contestar: «Sí, Señor, tú sabes que te quiero.» Jesús le dijo: «Cuida de mis ovejas.»
17 Insistió Jesús por tercera vez: «Simón Pedro, hijo de Juan, ¿me quieres?» Pedro se puso triste al ver que Jesús le preguntaba por tercera vez si lo quería y le contestó: «Señor, tú lo sabes todo, tú sabes que te quiero.» Entonces Jesús le dijo: «Apacienta mis ovejas.
18 En verdad, cuando eras joven, tú mismo te ponías el cinturón e ibas a donde querías. Pero cuando llegues a viejo, abrirás los brazos y otro te amarrará la cintura y te llevará a donde no quieras.» 19 Jesús lo dijo para que Pedro comprendiera en qué forma iba a morir y dar gloria a Dios. Y añadió: «Sígueme.».
20 Pedro miró atrás y vio que lo seguía el discípulo al que Jesús amaba, el que en la cena se había inclinado sobre su pecho y le había preguntado: «Señor, ¿quién es el que te va a entregar?» 21 Al verlo, Pedro preguntó a Jesús: «¿Y qué va a ser de éste?» 22 Jesús le contestó: «Si yo quiero que permanezca hasta mi vuelta, ¿a ti qué te importa? Tú sígueme.»
23 Por esta razón corrió entre los hermanos el rumor de que aquel discípulo no iba a morir. Pero Jesús no dijo que no iba a morir, sino simplemente: «Si yo quiero que permanezca hasta mi vuelta, ¿a ti qué te importa?»
24 Este es el mismo discípulo que da testimonio de estas cosas y que las ha escrito aquí, y nosotros sabemos que dice la verdad. 25 Jesús hizo también otras muchas cosas. Si se escribieran una por una, creo que no habría lugar en el mundo para tantos libros.




Comentarios Evangelio según Juan, capítulo 21



21,1
Este relato sugiere más de lo que dice y está lleno de la presencia del Resucitado: de pie en la orilla desierta, a la luz del amanecer. Juan, el profeta, reconoce a Jesús en ese desconocido.
Esta manifestación de Jesús fue narrada por el autor de modo tal que rememorara el encuentro de los primeros discípulos (1,35). Figuran los mismos nombres, en particular el de Natanael, del cual se dice que era de Caná, y los hijos de Zebedeo. El discípulo que Jesús amaba, autor del evangelio (21,24), debió ser uno de los dos discípulos cuyos nombres no se manifiestan, al igual que fue uno de los dos discípulos de 1,40.

El evangelista, ya anciano, quiso terminar su obra con un retorno al principio; recuerda el primer despertar de la fe y la primera llamada a orillas del lago, y sugiere el encuentro final, siempre misterioso: ¿Y si yo quiero que permanezca?”. Fusionó la pesca milagrosa con una manifestación de Jesús resucitado que, en la orilla, tiene ya preparados el fuego y el desayuno para acoger a los apóstoles que vuelven con las manos vacías.
Jesús en la ribera, los apóstoles todavía en el mar, atareados. Jesús ya no necesita moverse y enseñar. Juan hace aquí un trabajo poético y creativo al fundir los dos relatos, pero no hay nada en su testimonio que no sea verdad. No explicó ni enseñó, sino que dejó que los textos hablaran. Lo esencial aquí es lo que Juan y Pedro –y cada uno de nosotros– probamos cuando dejamos que madure el amor de Jesús, cuando vemos que nuestra vida se consume por él y no puede desligarse de su misterio.



21,4
Como a los discípulos de Emaús, Jesús se les presenta con una semblanza distinta, y hasta el fin del encuentro sabrán que es él, aunque no sea aquel su físico.


21,8
Pedro se arregló el manto porque estaba desnudo. En las frías horas de la noche no habría estado desnudo, y ante todo porque su cultura no se lo permitía. Pero estaba desnudo bajo su manto o vestido de trabajo. Tiene que conservarlo, y antes de echarse al agua, se recoge los faldones de su vestido para poder nadar.


21,11
La cifra de 153 tiene seguramente un sentido simbólico, pero se le han dado tantas interpretaciones que es difícil decir cuál es la acertada.


21.18
Las suertes diversas de Pedro y Juan son como dos aspectos de la existencia de quienes se dan enteramente. ¿Quiso Jesús que Pedro hiciera reparación por su triple negación? Esto lo notará el catequista, pero no es lo principal: es más importante que Pedro en adelante ame a Jesús amando a su Iglesia y aceptando el martirio. ¿Y los rumores que circulaban sobre un anciano Juan todavía vivo? No son más que un pretexto para expresar la sed de la vida eterna, cada vez más ardiente en el discípulo amado.


21,19
Cuando Juan terminó su evangelio, Pedro ya había muerto en Roma, en la persecución de Nerón, el año 64 ó 65.
Juan todavía vivía en el año 90. Era el último de los testigos de Cristo y algunos pensaban que no iba a morir hasta que volviera el Señor.



21,24
El último párrafo fue añadido como conclusión por los que rodeaban a Juan cuando murió.



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Publicado el 01 febrero 2013 - 08:38

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Hechos de los Apóstoles


Introducción




Durante los tres años de la vida pública, Jesús puso las bases de su Iglesia: reunió a sus primeros discípulos y los asoció a su misión (Mc 3,13-16); constituyó a Pedro como responsable de la «comunión» (16,18) y guardián de la fe (Lc 22,31) en este nuevo pueblo de Dios; hizo de los Doce y los discípulos un pueblo de testigos (Jn 15,16) y les prometió el don del Espíritu que les descubriría la plenitud de esa luz que había venido a traer a la tierra (Jn 16,13).

Hoy el Señor ya está resucitado; un pueblo nuevo y un mundo nuevo ha nacido del costado abierto de Jesús, como el niño nacido en la sangre y el agua que se escurren del vientre de su madre (Jn 19,34). Iluminado por la palabra de Jesús y animado por su Espíritu, este pueblo se pone en camino para anunciar a todas las naciones las maravillas de Dios y para reunir en la unidad a los hijos dispersos (Jn 11,52).

En esta hazaña apostólica se destacarán dos grandes figuras: Pedro y Pablo. Pedro se dedicará en especial a la evangelización de los Judíos, Pablo será puesto aparte para anunciar la Buena Nueva de la salvación a los paganos (Gal 2,7- 8).

Lucas, autor del tercer Evangelio, dará testimonio de ese nacimiento de la Iglesia en el libro llamado Los Hechos de los Apóstoles, o probablemente en su origen Hechos de Apóstoles. Si existieron para esta obra, como para los Evangelios, relatos más antiguos que Lucas utilizó para redactar su texto, la armonización de esos diversos documentos fue hecha de una forma tan notable que hoy resulta muy difícil distinguirlos. Algunos especialistas piensan que en un principio Los Hechos de los Apóstolesformaban un mismo y único libro con el tercer Evangelio, y que habría sido dividido posteriormente. Sin embargo se da por seguro que desde principios del segundo siglo, Los Hechos de los Apóstoles aparecen como un texto independiente.

Este testimonio sobre el nacimiento de la Iglesia nos ha llegado bajo dos formas diferentes: el texto «corriente», representado por la mayoría de los manuscritos antiguos de origen sirio y egipcio, y el texto llamado «occidental», más largo y muy marcado por las querellas que enfrentaban a los judíos y a los primeros cristianos. Pero realidad las diferencias se notan tan sólo en un número bastante reducido de versículos.

El libro de Los Hechos parece que no se desarrolla según un plan riguroso, pero se pueden distinguir algunas grandes divisiones de la obra, en que se resalta el proyecto de Lucas. Ciertamente Lucas ha asignado la mejor parte a Pedro y a Pablo, pero no se refiere a ellos en exclusividad. A pesar de numerosas excepciones, la figura de Pedro domina en los doce primeros capítulos, y la de Pablo en la segunda parte de la obra.

En el plano geográfico se puede advertir que Los Hechos de los Apóstoles nos conducen desde Jerusalén, pasando por Judea y Samaría, hasta Roma, siguiendo así la misión que Jesús fijó a sus apóstoles el día de su Ascensión (Hech 1,8). Los siete primeros capítulos nos sitúan en Jerusalén, después, en los capítulos ocho y siguientes, y siempre dando lugar a las excepciones, nos presenta la Iglesia que se desarrolla en Judea, en Samaría y en la llanura costera. A partir del capítulo 13, nos trasladan con Pablo a Asia Menor y a Grecia, para situarnos en el capítulo 28 en Roma, en el tribunal del emperador, es decir, en el corazón mismo del mundo pagano. Ahí se detiene bruscamente el libro de Los Hechos como si Lucas, cual si fuera un corredor encargado de acompañar la irradiación de la Buena Nueva de Salvación desde Jerusalén a los confines de la tierra, hubiese alcanzado su objetivo y cumplido su contrato.

Basta esto para darnos a entender que los Los Hechos, como tampoco los Evangelios, no se presentan como una historia detallada de la Iglesia primitiva o una biografía de Pedro o Pablo, sino como un testimonio de la obra del Espíritu Santo.

En efecto, el Espíritu Santo es el verdadero «Hechor» del nacimiento de la Iglesia, por lo que muchos comentaristas, ya desde los primeros siglos cristianos, no han vacilado en llamar a este libro como «El Evangelio del Espíritu Santo». Se podrían retomar aquí, pero modificándolas, las palabras de Juan: «El Espíritu llevó a cabo muchos otros signos que no han sido mencionados en este libro, pero estos han sido puestos por escrito para que ustedes crean que el Espíritu está actuando en la Iglesia de Jesucristo».

En este libro de Los Hechos aparecen además otros rasgos importantes, y en primer lugar que la Iglesia está enraizada en la experiencia y en la tradición de la fe de Israel. Se manifiesta la misma convicción que ya encontramos en los Evangelios: «Jesús cumplió las Escrituras», es decir, llevó a su plenitud y transfiguró en su propia persona todas las realidades del Antiguo Testamento: la realeza de David, la predicación de los profetas, el Templo, el maná, el cordero, etc. etc.

En Los Hechos de los Apóstoles, a través de las diversas predicaciones de Pedro, y en particular de Pablo, Lucas se dedica a señalar cómo el misterio de Cristo y de la Iglesia fueron anunciados y preparados en el Antiguo Testamento, pero también e inseparablemente, cómo este doble misterio devuelve todo su sentido a la historia de Israel.

En esta perspectiva Lucas destaca expresamente los paralelos entre Jesús y su Igle sia, pero también entre el pueblo del Antiguo Testamento y la Iglesia; citemos, a manera de ejemplo, los paralelos entre la muerte de Esteban y la de Jesús, la subida de Pablo a Jerusalén y la de Jesús, o también el contraste entre la torre de Babel y Pentecostés.

Siempre en el mismo sentido, Jerusalén aparece a cada momento bajo la pluma de Lucas (58 veces). Tal como también lo hace en su Evangelio, donde la ciudad santa, a diferencia de los otros Evangelistas, es nombrada 30 veces, Lucas presenta a Jerusalén como el lugar donde se cumplió la salvación y de donde debe partir el anuncio de la Buena Nueva a todas las naciones






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Publicado el 03 febrero 2013 - 04:24

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Hechos de los Apóstoles






1




Lucas presenta su libro


1 En mi primer libro, querido Teófilo, hablé de todo lo que Jesús comenzó a hacer y enseñar. 2 Al final del libro, Jesús daba instrucciones mediante el Espíritu a los apóstoles que había elegido y era llevado al cielo.
La Ascensión de Jesús
3 De hecho, se presentó a ellos después de su pasión y les dio numerosas pruebas de que vivía. Durante cuarenta días se dejó ver por ellos y les habló del Reino de Dios. 4 En una ocasión en que estaba reunido con ellos les dijo que no se alejaran de Jerusalén y que esperaran lo que el Padre había prometido. «Ya les hablé al respecto, les dijo: 5 Juan bautizó con agua, pero ustedes serán bautizados en el Espíritu Santo dentro de pocos días.»
6 Los que estaban presentes le preguntaron: «Señor, ¿es ahora cuando vas a restablecer el Reino de Israel?» 7 Les respondió: «No les corresponde a ustedes conocer los tiempos y las etapas que solamente el Padre tenía autoridad para decidir. 8 Pero recibirán la fuerza del Espíritu Santo cuando venga sobre ustedes, y serán mis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaría y hasta los extremos de la tierra.»
9 Dicho esto, Jesús fue arrebatado ante sus ojos y una nube lo ocultó de su vista. 10 Ellos seguían mirando fijamente al cielo mientras se alejaba. Pero de repente vieron a su lado a dos hombres vestidos de blanco, 11 que les dijeron: «Amigos galileos, ¿qué hacen ahí mirando al cielo? Este Jesús que les ha sido quitado volverá de la misma manera que ustedes lo han visto ir al cielo.»
Los discípulos esperan al Espíritu Santo
12 Entonces volvieron a Jerusalén desde el monte llamado de los Olivos, que dista de la ciudad como media hora de camino. 13 Entraron en la ciudad y subieron a la habitación superior de la casa donde se alojaban. Allí estaban Pedro, Juan, Santiago y Andrés, Felipe y Tomás, Bartolomé y Mateo, Santiago, hijo de Alfeo, Simón el Zelotes, y Judas, hijo de Santiago. 14 Todos ellos perseveraban juntos en la oración en compañía de algunas mujeres, de María, la madre de Jesús, y de sus hermanos.
Elección de Matías
15 Uno de aquellos días, Pedro tomó la palabra en medio de los discípulos —había allí como ciento veinte personas—, y les dijo:
16 «Hermanos, era necesario que se cumpliera la Escritura, pues el Espíritu Santo había anunciado por boca de David lo que hizo Judas; este hombre, que guió a los que prendieron a Jesús, 17 era uno de nuestro grupo y había sido llamado a compartir nuestro ministerio común.
18 —Sabemos que con el salario de su maldad se compró un campo, se tiró de cabeza, su cuerpo se reventó y se desparramaron sus entrañas. 19 Este hecho fue conocido por todos los habitantes de Jerusalén, que llamaron a aquel campo, en su lengua, Hakeldamá, que significa: Campo de Sangre—.
20 Esto estaba escrito en el libro de los Salmos: Que su morada quede desierta y que nadie habite en ella. Y también está escrito: Que otro ocupe su cargo. 21 Tenemos, pues, que escoger a un hombre de entre los que anduvieron con nosotros durante todo el tiempo en que el Señor Jesús actuó en medio de nosotros, 22 desde el bautismo de Juan hasta el día en que fue llevado de nuestro lado. Uno de ellos deberá ser, junto con nosotros, testigo de su resurrección.»
23 Presentaron a dos: a José, llamado Barsabás, por sobrenombre Justo, y a Matías. 24 Entonces oraron así: «Tú, Señor, conoces el corazón de todos. Múestranos a cuál de los dos has elegido 25 para ocupar este cargo y recibir este ministerio y apostolado del que Judas se retiró para ir al lugar que le correspondía.»
26 Echaron a suertes entre ellos y le tocó a Matías, que fue agregado a los once apóstoles.




Comentarios Hechos de los Apóstoles, capítulo 1


1,1
Conviene comparar este comienzo con el inicio del Evangelio de Lucas. Los Hechos son la segunda parte de una obra que comprendía dos volúmenes, de los cuales el primero era el Evangelio de Lucas. Mientras en el Evangelio se prometía el don del Espíritu, aquí vemos al Espíritu guiando la evangelización.
A lo largo del libro de los Hechos, los Apóstoles afirman que son “testigos de la resurrección de Jesús” (2,32; 3,15; 5,32; 10,41; 13,31). Este testimonio no se apoya en vagos sentimientos o visiones dudosas, sino en las “pruebas” que Jesús dio a sus apóstoles después de su resurrección y cuyo eco son los Evangelios.
La Iglesia se llama apostólica porque la fe, nuestra fe, se basa en el testimonio de los apóstoles; creemos lo que ellos creyeron. Lo que no estaba entonces contenido de alguna manera en la visión de fe que los animaba no será jamás objeto de la fe. Algunas personas enseñan que los apóstoles no creían en la divinidad de Cristo; tal vez no se han dado cuenta de que así están renegando de la fe del Credo.



1,2
Lucas acaba de nombrar al Espíritu Santo. Si bien Jesús dejó a sus apóstoles la responsabilidad de establecer las primeras instituciones, no por eso la Iglesia es obra suya. Todo lo que se va a edificar y que perdurará será inspirado por el Espíritu. El Espíritu llenará de su fuerza a los apóstoles para que sean en medio del mundo los testigos del resucitado.
Cuarenta días. Inspirada en las 40 semanas que el niño pasa en el seno materno, la cifra simbólica de 40 sugiere a la vez el tiempo de la prueba y de la maduración, y también es el tiempo de la espera de un nuevo nacimiento. Como Jesús en el desierto, durante cuarenta días los apóstoles se preparan para su misión de testigos (véase la nota de Mt 28,10).



1,6
No habría que caricaturizar esa esperanza de los apóstoles. Para muchos judíos de entonces, restablecer el reino no tenía en primer lugar un sentido político; se recordaba el sueño de los judíos que, cuatro siglos antes, habían regresado del exilio listos para reconstruir un país santo y nuevo, un sueño que se había realizado sólo muy pobremente. Se esperaba un retorno más verdadero aún en que los judíos del mundo entero volverían a su tierra y Dios manifestaría su presencia en medio de su pueblo renovado.
Jesús no responde, porque los apóstoles no pueden comprender que están al comienzo de una larga historia (Mt 28,20 y Lc 21,24) que dejará atrás a los dioses de mármol, las caminatas a pie, la lámpara de aceite y el hierro forjado.
Es inútil esperar un rápido regreso de Cristo Jesús, aunque conste que lo haya esperado la primera generación de cristianos en muchas comunidades del mundo griego. Véanse al respecto las cartas a los Tesalonicenses y la nota de 2Cor 5,3.



1,8
Lucas expone el plano geográfico del libro de los Hechos, pero al mismo tiempo muestra cómo toda la dinámica del Antiguo Testamento se transforma con la muerte y la resurrección de Jesús. A partir de Noé y sus hijos, la mirada de Dios parecía concentrarse más y más en la raza de Abraham y los hijos de Israel, luego en la tribu de Judá y los hijos de David, hasta que el templo de Jerusalén se convierta en el ombligo del mundo. Ahora el Evangelio se va a extender desde Jerusalén hacia Judea y Samaria, y desde la Tierra Prometida a los confines de la tierra.
Cada uno de los Evangelios termina, a su manera, en el envío de los discípulos a misionar; de igual modo, desde las primeras páginas de los Hechos, Jesús recuerda a su Iglesia las exigencias de la misión. Por eso, cuando una comunidad en la Iglesia deja de ser misionera, deja de ser la Iglesia de Jesucristo.



1,9
Fue levantado ante sus ojos. La resurrección de Jesús es algo absolutamente distinto de un retorno a la vida: él, que había salido del seno de Dios, retornaba a la unidad divina. La palabra “resurrección” no era suficiente para entender lo que ni tan siquiera logramos imaginar y se esclareció esta última manifestación viendo a Jesús subir hacia el mundo de Dios.
Al subir al Cielo en su última aparición, Jesús les reveló el sentido de su propia historia: había venido del Padre y retornaba al Padre. Pero no vuelve solo sino que lleva consigo a todo “un pueblo de cautivos” (Ef 4,8) que ha arrancado del poder de las tinieblas para hacerlo entrar en su reino de luz (Col 1,13). Se va para prepararnos un lugar, a fin de que donde él está, estemos también nosotros (J 14,2-3).
Jesús desaparece y eso era necesario (Jn 16,7). Sean cuales fueren las cualidades del que ha dedicado su vida a reunir discípulos, éstos nunca serán libres si aquél se queda: los discípulos deberán hacerse cargo tanto de la Iglesia y del apostolado como de ellos mismos.



1,12
La primera comunidad no se limitaba a los apóstoles, pues también las mujeres que seguían a Jesús ocuparon un lugar destacado durante la pasión y las manifestaciones de Jesús resucitado (Lc 23,55). María jugó un papel decisivo durante esos días en que los apóstoles y la comunidad trataron de repensar todo lo que habían visto y aprendido de Jesús, ya que sólo ella podía hablarles de la Anunciación y de muchas otras cosas de la vida privada de Jesús, ayudándoles así a entrar en el misterio de su personalidad divina. Como ya hizo Juan al recordar las palabras de Jesús en la cruz (Jn 19,26), Lucas también revela aquí la maternidad espiritual de María.
Y a pesar de que María ocupe el primer lugar en la casa de Juan, ahora se retira y no es más que una presencia orante.



1,15
Se pasa de una comunidad reducida, a un grupo más grande: ciento veinte per so nas. Era la cifra requerida según la tradición para fundar una nueva institución. Ya no cabían en una casa, y la reunión debió efectuarse en algún jardín del monte de los Olivos.
Había muchas otras cosas de que hablar antes que del reemplazo de Judas, sin embargo Lucas le da prioridad porque los “Doce” reproducían la estructura tradicional de las doce tribus del Pueblo de Dios. Así lo había querido Jesús, y era necesario mantener este signo de la unidad en la diversidad.



1,18
Los versículos 18-19 son un inciso de Lucas. Contradice de hecho la versión de Mt 27,3-10.


1,22
Nótense estos límites: el ministerio de Juan Bautista y la Ascensión. Estos serán el punto de partida y el término de la predicación evangélica (He 13,14-31) y el Evangelio de Marcos respetó estos límites.


1,26
La elección se deja a Dios, ya que nadie duda de que está presente y obrando mientras la Iglesia asienta sus bases.




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Publicado el 14 febrero 2013 - 12:29

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Hechos de los Apóstoles



2





La venida del Espíritu Santo



1 Cuando llegó el día de Pentecostés, estaban todos reunidos en el mismo lugar. 2 De repente vino del cielo un ruido, como el de una violenta ráfaga de viento, que llenó toda la casa donde estaban, 3 y aparecieron unas lenguas como de fuego que se repartieron y fueron posándose sobre cada uno de ellos. 4 Todos quedaron llenos del Es píritu Santo y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les concedía que se expresaran.
5 Estaban de paso en Jerusalén judíos piadosos, llegados de todas las naciones que hay bajo el cielo. 6 Y entre el gentío que acudió al oír aquel ruido, cada uno los oía hablar en su propia lengua. Todos quedaron muy desconcertados 7 y se decían, llenos de estupor y admiración: «Pero éstos ¿no son todos galileos? ¡Y miren cómo hablan! 8 Cada uno de nosotros les oímos en nuestra propia lengua nativa. 9 Entre nosotros hay partos, medos y elamitas, habitantes de Mesopotamia, Judea, Capadocia, del Ponto y Asia, 10 de Frigia, Panfilia, Egipto y de la parte de Libia que limita con Cirene. Hay forasteros que vienen de Roma, unos judíos y otros extranjeros, que aceptaron sus creencias, 11 cretenses y árabes. Y todos les oímos hablar en nuestras propias lenguas las maravillas de Dios.»
12 Todos estaban asombrados y perplejos, y se preguntaban unos a otros qué querría significar todo aquello. 13 Pero algunos se reían y decían: «¡Están borrachos!»




Jesús es proclamado por primera vez


14 Entonces Pedro, con los Once a su lado, se puso de pie, alzó la voz y se dirigió a ellos diciendo: «Amigos judíos y todos los que se encuentran en Jerusalén, escúchenme, pues hay algo que deben saber. 15 No se les ocurra pensar que estamos borrachos, pues son apenas las nueve de la mañana, 16 sino que se está cumpliendo lo que anunció el profeta Joel:
17 Escuchen lo que sucederá en los últimos días, dice Dios: derramaré mi Espíritu sobre cualesquiera que sean los mortales. Sus hijos e hijas profetizarán, los jóvenes tendrán visiones y los ancianos tendrán sueños proféticos.
18 En aquellos días derramaré mi Espíritu sobre mis siervos y mis siervas, y profetizarán.
19 Haré prodigios arriba en el cielo y señales milagrosas abajo en la tierra. 20 El sol se convertirá en tinieblas y la luna en sangre antes de que llegue el Día grande del Señor. 21 Y todo el que invoque el Nombre del Señor se salvará.
22 Israelitas, escuchen mis palabras: Dios acreditó entre ustedes a Jesús de Nazaret. Hizo que realizara entre ustedes milagros, prodigios y señales que ya conocen. 23 Ustedes, sin embargo, lo entregaron a los paganos para ser crucificado y morir en la cruz, y con esto se cumplió el plan que Dios tenía dispuesto. 24 Pero Dios lo libró de las ataduras de la muerte y lo resucitó, pues no era posible que quedase bajo el poder de la muerte.
25 Escuchen lo que David decía a su respecto: Veo constantemente al Señor delante de mí; está a mi derecha para que no vacile. 26 Por eso se alegra mi corazón y te alabo muy gozoso, y hasta mi cuerpo esperará en paz. 27 Porque no me abandonarás en el lugar de los muertos ni permitirás que tu Santo experimente la corrupción. 28 Me has dado a conocer los caminos de la vida, me colmarás de gozo con tu presencia.
29 Hermanos, no voy a demostrarles que el patriarca David murió y fue sepultado: su tumba se encuentra entre nosotros hasta el día de hoy. 30 David era profeta y Dios le había jurado que uno de sus descendientes se sentaría sobre su trono. Por eso vio de antemano 31 y se refirió a la resurrección del Mesías con estas palabras: no será abandonado en el lugar de los muertos, ni su cuerpo experimentará la corrupción .
32 Es un hecho que Dios resucitó a Jesús; de esto todos nosotros somos testigos. 33 Después de haber sido exaltado a la derecha de Dios, ha recibido del Padre el don que había prometido, me refiero al Espíritu Santo que acaba de derramar sobre nosotros, como ustedes están viendo y oyendo.
34 También es cierto que David no subió al cielo, pero estas palabras son suyas: Dijo el Señor a mi Señor: «Siéntate a mi derecha, 35 hasta que ponga a tus enemigos debajo de tus pies.» 36 Sepa entonces con seguridad toda la gente de Israel, que Dios ha hecho Señor y Cristo a este Jesús a quien ustedes crucificaron.»
37 Al oír esto se afligieron profundamente y dijeron a Pedro y a los demás apóstoles: «¿Qué tenemos que hacer, hermanos?» 38 Pedro les contestó: «Arrepiéntanse, y que cada uno de ustedes se haga bautizar en el Nombre de Jesús, el Mesías, para que sus pecados sean perdonados. Entonces recibirán el don del Espíritu Santo. 39 Porque el don de Dios es para ustedes y para sus hijos, y también para todos aquellos a los que el Señor, nuestro Dios, quiera llamar, aun que estén lejos.»
40 Pedro siguió insistiendo con más argumentos. Los exhortaba diciendo: «Aléjense de esta generación perversa y sálvense.»
41 Los que acogieron la palabra de Pedro se bautizaron, y aquel día se unieron a ellos unas tres mil personas.




La primera comunidad


42 Eran asiduos a la enseñanza de los apóstoles, a la convivencia fraterna, a la fracción del pan y a las oraciones.
43 Toda la gente sentía un santo temor, ya que los prodigios y señales milagrosas se multiplicaban por medio de los apóstoles. 44 Todos los que habían creído vivían unidos; compartían todo cuanto tenían, 45 vendían sus bienes y propiedades y repartían después el dinero entre todos según las necesidades de cada uno.
46 Todos los días se reunían en el Templo con entusiasmo, partían el pan en sus casas y compartían la comida con alegría y con gran sencillez de corazón. 47 Alababan a Dios y se ganaban la simpatía de todo el pueblo; y el Señor agregaba cada día a la comunidad a los que se iban salvando.






Comentarios Hechos de los Apóstoles, capítulo 2



2,1
Han transcurrido nueve días entre la Ascensión y Pentecostés; nueve días durante los cuales la Iglesia primitiva estuvo en oración. De aquí viene la práctica de las novenas.
Algunos acontecimientos importantes de la Iglesia primitiva tuvieron lugar con ocasión de fiestas judías. Pentecostés (en griego: la cincuentena) era la fiesta llamada “de las semanas” en la Biblia hebrea, siete semanas después de la Pascua. Al inicio era la fiesta de la cosecha, después se había convertido en la fiesta de la Ley dada en el Sinaí. El don de la Ley será reemplazado por el don del Espíritu.
Este “Pentecostés” anunciado por Jesús es el acto de fundación de la Iglesia, que toma el lugar de Jesús en el mundo y en la historia. Esta efusión del Espíritu, que revistió una importancia excepcional, sólo fue la primera de muchísimas experiencias espirituales personales o colectivas (Jn 20,22; He 10,44 y 19,6).
El relato da a entender que las señales exteriores de ese don del Espíritu fueron sólo señales: lo esencial fue el perdón de los pecados (Jn 20,22) o la reconciliación con Dios (Rom 5,1); dos expresiones diferentes para expresar una transformación interior, que al mismo tiempo es el descubrimiento del Dios Amor.
Muchos lectores se desconciertan ante esa manifestación de la que no tienen experiencia. Sin embargo el don de lenguas prosigue otorgándose en los medios carismáticos (¡desconfiar de las falsificaciones!). Son alabanzas a Dios en lenguas que se ignora; justamente hay en Jerusalén judíos de todos los países que han llegado a celebrar la fiesta, y también prosélitos (11), simpatizantes del judaísmo que vinieron a “adorar a Dios” en aquel lugar. Todos ellos son capaces de reconocer las lenguas locales mencionadas aquí.



2,6
Los oían hablar en su propia lengua... Lo importante no es tanto que los Apóstoles se pongan a hablar lenguas extranjeras, sino que todos esos extranjeros escuchen en su propio idioma esta proclamación de las maravillas de Dios. Dios mismo es quien pone el fundamento de cualquier evangelización: los convertidos a la fe no tienen que renunciar a su lengua o cultura para entrar en la Iglesia, como debían hacerlo los prosélitos judíos. Muy por el contrario, Dios quiere ser alabado y bendecido por todas las lenguas y por todas las culturas, ya que así se hará visible la diversidad de los miembros en el cuerpo de Cristo (1Cor 12,12).


2,14
Es la primera proclamación de la resurrección de Jesús. Pedro, consciente de su responsabilidad, toma la palabra en nombre de todos. Retoma los textos del Antiguo Testamento y muestra cómo se han cumplido en Jesús y en la Iglesia naciente.


2,17
El texto de Joel sólo mencionaba las manifestaciones extrañas que se observaban en los profetas cuando los poseía el Espíritu, pero ahora Pedro habla de un Espíritu que transforma los corazones y obra la conversión profunda.
Pedro terminará su discurso haciendo un llamado a la conversión, pero cambiará una palabra esencial de la profecía. Joel decía que había que invocar el Nombre del Señor, es decir, de Yavé-Dios; Pedro hablará del Nombre de Jesús Señor (36 y 38).



2,19
En el texto de Joel el don del Espíritu anunciaba el “día de Yavé”, es decir, el día temible del juicio de Dios. Pedro sostiene que ese tiempo ha llegado y que cada uno debe convertirse para escapar a las catástrofes que amenazan al pueblo pecador (2,40). Joel prometía la salvación al que invocara el Nombre de Yahvé, es decir, al que hubiere recurrido a su poder divino. Y Pedro habla de creer en el Nombre de Jesús, porque para él no hay duda de que ahora ese poder divino pertenece a Jesús.


2,22
Otro punto importante: ustedes son los responsables de la muerte de Jesús, pero que formaba parte del plan de Dios, y Dios hará que de ese crimen surja la salvación de todo el pueblo. La continuación del párrafo sólo se comprende teniendo en cuenta que, tanto para Pedro como para sus oyentes, David era un profeta y además el autor de todos los salmos.


2,24
Dios lo resucitó. Dios, cuyo amor es más fuerte que el pecado (Rom 5,20), hizo que Jesús se convirtiera en fuente de salvación para todos los hombres (33 y 36).


2,36
Señor y Mesías: no son palabras sinónimas. Señor indica su personalidad divina y era lo más difícil de creer; Mesías o salvador era más aceptable para la fe tradicional, pero más humillante si se tenía que aceptar a un rey mesías sufriente y condenado.


2,38
Pedro retoma las palabras de Jesús en el primer tiempo de su predicación (Mt 4,17). De nuevo promete el perdón de los pecados que sólo se da donde ha penetrado ya sea el temor o el amor. De hecho, aún hoy hay predicadores dispuestos a decir estas cosas en público y fuera de los muros de una iglesia. El lenguaje podrá parecerles simplista a quienes viven dentro de la iglesia, pero logrará cambios de vida impresionantes en otros.


2,41
Muchas de esas tres mil personas que habían venido en peregrinación volvieron a sus hogares con la fe, pero sin integrarse en una comunidad como la de Jerusalén. Es muy posible que en el versículo siguiente Lucas hable de aquellos menos numerosos que, en la misma Jerusalén, se reagruparon como Iglesia. En ese caso habría que entender y traducir lo que sigue en el v. 42, así: Se venía de manera asidua...


2,42
Lucas indica los cuatro elementos fundamentales de la comunidad cristiana de Jerusalén, cuatro puntos sin los cuales no hay Iglesia de Cristo y que son válidos para toda comunidad cristiana, ya sea “de base” o bíblica.
La enseñanza de los apóstoles era la meditación del Evangelio. Basándose en las palabras de Jesús, los apóstoles aclaraban y unificaban los diversos textos de la Biblia para llegar después a conclusiones prácticas.
Esta enseñanza debe proceder, en buena parte, del Espíritu. Se tocarán entonces temas tabúes que no se abordan hasta que cada individuo quiera mantener su respetabilidad. Eso será, más que la repartición de los bienes, el punto esencial de la convivencia comunitaria.
La fracción del pan es la Eucaristía, al igual que en Lc 24,35. Sólo se cosecharán sus fru tos si han tenido lugar los dos pasos anteriores.
Las oraciones: véanse Ef 6,18; 1Tes 5,17. La oración estará siempre en la convivencia comunitaria, porque la comunidad acoge a los enfermos y los heridos; y tanto las sanaciones que obra el Espíritu como las peticiones atendidas serán la fuente de una continua acción de gracias.



2,44
Posiblemente Lucas se está refiriendo a varios casos que suscitaron admiración, pero que no fueron la regla general. Jesús no había pedido esta puesta en común; sin embargo en tiempos posteriores esta experiencia ha sido un aguijón o un reproche para las comunidades cristianas. Parece que desde un punto de vista económico el resultado fue negativo; tal vez vivieron en una santa despreocupación hasta el día en que todo su capital se consumió (véanse las notas de 2Cor 8 y 9; Gál 2,10).
Desde luego fue un fracaso, pero fue bueno haber corrido el riesgo; lo mismo pasará a lo largo del tiempo con innumerables ensayos parecidos. ¿Cómo llegar hasta el fin del amor si se mantiene la distinción entre tuyo y mío? Cualquier liturgia o espiritualidad será frágil si se rehúsa pisar el terreno del compartir.



2,46
Alegría y sencillez de corazón eran pruebas del cambio que se había operado en ellos: eran ahora personas reconciliadas. En ese tiempo gozaban de la simpatía general y se sentían como en su casa en los atrios del Templo. Podemos imaginarlos agrupándose en un lugar de la esplanada, orando en alta voz, y luego participando en la oración y en los cantos oficiales dirigidos por los levitas.





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Publicado el 17 febrero 2013 - 04:38

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Hechos de los Apóstoles


3



Pedro y Juan sanan a un hombre tullido




1 Un día Pedro y Juan subían al Templo para la oración de las tres de la tarde. 2 Acababan de dejar allí a un tullido de nacimiento. Todos los días lo colocaban junto a la Puerta Hermosa, que es una de las puertas del Templo, para que pidiera limosna a los que entraban en el recinto.
3 Cuando Pedro y Juan estaban para entrar en el Templo, el hombre les pidió una limosna. 4 Pedro, con Juan a su lado, fijó en él su mirada, y le dijo: «Míranos.» 5 El hombre los miró, esperando recibir algo. 6 Pero Pedro le dijo: «No tengo oro ni plata, pero te doy lo que tengo: En nombre del Mesías Jesús, el Nazareno, camina.» 7 Y tomándolo de la mano derecha, lo levantó.
8 Inmediatamente tomaron fuerza sus tobillos y sus pies, y de un salto se puso en pie y empezó a caminar. Luego entró caminando con ellos en el recinto del Templo, saltando y alabando a Dios.
9 Todo el pueblo lo vio caminar y alabar a Dios, 10 y lo reconocieron: «¡Es el tullido que pedía limosna junto a la Puerta Hermosa!» Y quedaron sin palabras, asombrados por lo que había sucedido.
11 El hombre sanado no se separaba de Pedro y Juan, por lo que toda la gente, fuera de sí, acudió y se reunió alrededor de ellos en el pórtico llamado de Salomón. 12 Al ver esto, Pedro se dirigió al pueblo y les dijo:
«Israelitas, ¿por qué se quedan tan maravillados? Ustedes nos miran como si hubiéramos hecho caminar a este hombre por nuestro propio poder o santidad. 13 Pero no; es el Dios de Abrahán, de Isaac y de Jacob, el Dios de nuestros padres, el que acaba de glorificar a su siervo Jesús. Ustedes lo entregaron y, cuando Pilato decidió dejarlo en libertad, renegaron de él. 14 Ustedes pidieron la libertad de un asesino y rechazaron al Santo y al Justo. 15 Mataron al Señor de la vida, pero Dios lo resucitó de entre los muertos, y nosotros somos testigos de ello. 16 Miren lo que puede la fe en su Nombre, pues en su Nombre acaba de ser restablecido este hermano al que ustedes ven y conocen. La fe que él nos inspira es la que lo ha sanado totalmente en presencia de todos ustedes.
17 Yo sé, hermanos, que ustedes obraron por ignorancia, al igual que sus jefes, 18 y Dios cumplió de esta manera lo que había dicho de antemano por boca de todos los profetas: que su Mesías tendría que padecer.
19 Arrepiéntanse, pues, y conviértanse, para que sean borrados sus pecados. Así el Señor hará llegar el tiempo del alivio, 20 enviándoles al Mesías que les ha sido destinado, que es Jesús. 21 Pues el cielo debe guardarlo hasta que llegue el tiempo de la restauración del universo, según habló Dios en los tiempos pasados por boca de los santos profetas.
22 Moisés afirmó: El Señor Dios hará que un profeta como yo surja de entre sus hermanos. Escuchen todo lo que les diga. 23 El que no escuche a ese profeta será eliminado del pueblo. 24 Y después todos los profetas, empezando por Samuel, anunciaron estos días.
25 Ustedes son los hijos de los profetas y los herederos de la alianza que Dios pactó con nuestros padres, al decir a Abrahán: A través de tu descendencia serán bendecidas todas las familias de la tierra. 26 Por ustedes, en primer lugar, Dios ha resucitado a su Siervo y lo ha enviado para bendecirles, con tal que cada uno renuncie a su mala vida.»




Comentarios Hechos de los Apóstoles, capítulo 3


3,1
Ponían al enfermo junto a la Puerta del Templo porque era el mejor sitio para pedir limosna, pero también porque no tenía derecho a entrar: la interpretación de 2Sa 5,6 permitía dejar a la puerta del lugar de oración a los mendigos que de otro modo lo habrían invadido.
Lo mismo que pasó con los leprosos sanados por Jesús, este milagro da al enfermo toda su dimensión humana; ahora tendrá su lugar en el nuevo pueblo de Dios.


3,12
Una vez más Pedro proclama lo que supera al entendimiento: Aquél que ustedes mataron era el príncipe de la vida. Una nueva manera de afirmar la plena humanidad de Jesús y su carácter divino.
La predicación de Pedro destaca el sentido del milagro, o del signo, que acaba de ser manifestado a toda aquella gente que había venido a orar al Templo.
3,13 Su siervo. Jesús comparte aquí este título con muchos otros siervos de Dios, ya sea en la Biblia, ya sea en el lenguaje cristiano. Sin em bargo, en los textos apostólicos este título atri buido a Jesús recuerda ante todo al siervo del libro de Isaías (42,1; 49,1; 50,4; 52,13). Es tos textos anunciaban a un siervo de Dios cuyos sufrimientos y muerte traerían la salvación a todos.


3,16
Su nombre: solamente un ser divino tiene un Nombre al que los hombres invocan y que obra prodigios.


3,18
Pedro invita a sus oyentes a releer las Escrituras: el Mesías tenía que sufrir (Is 53,4), y no es lo mismo cuando la persona lo lee en un libro que cuando ha sido testigo y tal vez actor de la tragedia. El odio y la injusticia no pueden detener el plan de Dios y su trabajo paciente para salvarnos.


3,23
Al recordar la promesa hecha a Abraham y renovada a Moisés, Pedro señala cómo todo el Antiguo Testamento encuentra su pleno cumplimiento en Jesús y en su Iglesia. La conversión lleva a escuchar a Jesús; el bautismo vendrá sólo después.


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Publicado el 08 junio 2013 - 07:45

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Hechos de los Apóstoles

 

4

 

 

 

Pedro y Juan son arrestados

 

 
1 Pedro y Juan estaban aún hablando al pueblo, cuando se presentaron los sacerdotes, el jefe de la guardia del Templo y los saduceos; 2 toda esa gente se sentía muy molesta porque enseñaban al pueblo y afirmaban la resurrección de los muertos a propósito de Jesús. 3 Los apresaron y los pusieron bajo custodia hasta el día siguiente, pues ya estaba anocheciendo. 4 Pero muchos de los que habían oído la Palabra creyeron, y su número llegó a unos cinco mil hombres.
5 Al día siguiente, los jefes de los saduceos se reunieron con los ancianos y los maestros de la Ley de Jerusalén. 6 Allí estaban el sumo sacerdote Anás, Caifás, Jonatán, Alejandro y todos los que pertenecían a la alta clase sacerdotal. 7 Mandaron traer a Pedro y Juan ante ellos y empezaron a interrogarles: «¿Con qué poder han hecho ustedes eso? ¿A qué ser celestial han invocado?»
8 Entonces Pedro, lleno del Espíritu Santo, les dijo: «Jefes del pueblo y Ancianos: 9 Hoy debemos responder por el bien que hemos hecho a un enfermo. ¿A quién se debe esa sanación? 10 Sépanlo todos ustedes y todo el pueblo de Israel: este hombre que está aquí sano delante de ustedes ha sido sanado por el Nombre de Jesucristo el Nazareno, a quien ustedes crucificaron, pero a quien Dios ha resucitado de entre los muertos. 11 El es la piedra que ustedes los constructores despreciaron y que se ha convertido en piedra angular. 12 No hay salvación en ningún otro, pues bajo el cielo no se ha dado a los hombres ningún otro Nombre por el que debamos ser salvados.»
13 Quedaron admirados al ver la seguridad con que hablaban Pedro y Juan, que eran hombres sin instrucción ni preparación, pero sa bían que habían estado con Jesús. 14 Los jefes veían al hombre que había sido sanado allí, de pie a su lado, de modo que nada podían decir contra ellos.
15 Mandaron, pues, que los hicieran salir del tribunal mientras de liberaban entre ellos. Decían: 16 «¿Qué vamos a hacer con estos hombres? Todos los habitantes de Jerusalén saben que han hecho un milagro clarísimo, y nosotros no podemos negarlo. 17 Pero prohibámosles que hablen más de ese Nombre ante ninguna persona, no sea que esto se extienda entre el pueblo.» 18 Llamaron, pues, a los apóstoles y les ordenaron que de ningún modo enseñaran en el nombre de Jesús, que ni siquiera lo nombraran.
19 Pedro y Juan les respondieron: «Juzguen ustedes si es correcto delante de Dios que les hagamos caso a ustedes, en vez de obecedecer a Dios. 20 Nosotros no podemos dejar de hablar de lo que hemos visto y oído.»
21 Insistieron ellos en sus amenazas y los dejaron en libertad. No encontraron manera de castigarlos a causa del pueblo, 22 pues todos glorificaban a Dios por lo que había sucedido, sabiéndose además que el hombre milagrosamente sanado tenía más de cuarenta años.
 
La oración de la comunidad
 
23 Apenas quedaron libres, Pedro y Juan fueron a los suyos y les contaron todo lo que les habían dicho los jefes de los sacerdotes y los ancianos.
24 Los escucharon, y después todos a una elevaron su voz a Dios, diciendo: «Señor, tú hiciste el cielo, la tierra, el mar y todo lo que hay en ellos. 25 Tú, por el Espíritu Santo, pusiste en boca de tu siervo David estas palabras: ¿Por qué se agitan las naciones y los pueblos traman planes vanos? 26 Se han aliado los reyes de la tierra y los príncipes se han unido contra el Señor y contra su Mesías.
27 Es verdad que en esta ciudad hubo una conspiración de Herodes con Poncio Pilato, los paganos y el pueblo de Israel contra tu santo siervo Jesús, a quien tú ungiste. 28 Así ellos consiguieron lo que tú habías decidido de antemano y llevabas a efecto. 29 Y ahora, Señor, fíjate en sus amenazas; concede a tus siervos anunciar tu Palabra con toda valentía, 30 mientras tú manifiestas tu poder y multiplicas tus intervenciones, realizando curaciones, señales y prodigios por el Nombre de tu santo siervo Jesús.»
31 Terminada la oración, tembló el lugar donde estaban reunidos. Todos quedaron llenos del Espíritu Santo y se pusieron a anunciar con seguridad la Palabra de Dios.
 
Los creyentes intentan poner en común todos los bienes
 
32 La multitud de los fieles tenía un solo corazón y una sola alma. Nadie consideraba como propios sus bienes, sino que todo lo tenían en común. 33 Los apóstoles daban testimonio de la resurrección del Señor Jesús con gran poder, y aquél era para todos un tiempo de gracia sin igual.
34 Entre ellos ninguno sufría necesidad, pues los que poseían campos o casas los vendían, traían el dinero 35 y lo depositaban a los pies de los apóstoles, que lo repartían según las necesidades de cada uno. 36 Así lo hizo José, un levita nacido en Chipre, a quien los apóstoles llamaban Bernabé (que quiere decir: “El que conforta”). 37 Éste vendió un campo de su propiedad, trajo el dinero de la venta y lo puso a los pies de los apóstoles.

 

 

 

Comentarios Hechos de los Apóstoles, capítulo 4
 
4,1 
 Con esta detención se abre una nueva etapa. Aun sin predicación, la sola presencia del grupo cristiano en la esplanada del templo era como una acusación a los que habían condenado a Jesús. Hablar de la resurrección de los muertos era condenar la doctrina que querían imponer los saduceos, el partido de los sumos sacerdotes. Porque si se le daba al pueblo una esperanza en la otra vida, se reducía la importancia de las autoridades que manejaban la suerte terrenal del pueblo de Dios (véase Mc 12,18).
Este texto sugiere que todos podemos ser testigos de Jesús y de su verdad si estamos decididos a comprometernos. Tal vez nos paraliza el miedo a encontrarnos solos frente a las oposiciones en vez de contar con la presencia de Cristo (Mt 10,17-20).
 
4,12 
No se ha dado otro Nombre. Jesús es el único salvador de todos los hombres, tanto de los que lo han precedido como de los que vendrán después de él, tanto de los que lo conocen como de los que lo ignoran.
La salvación que no se encuentra en ningún otro es en primer lugar la “liberación de Israel” (Lc 2,25) que aguardaban los oyentes de Pedro, y él les promete tiempos mejores (3,20). Los profetas, sin embargo, han unido siempre la salvación de Israel con una renovación interior, y los apóstoles darán la prioridad a esa salvación que Dios concede a los que creen; no se habla de cristianos sino de “salvados” (2,47).
Siempre habrá que distinguir la salvación cristiana, es decir, la vida renovada de la que gozan los creyentes en cuanto se han entregado a Jesús, y la salvación eterna que Dios concederá a todos en el último día. Cualquiera que fuere su camino y su religión, se reconocerán entonces pecadores, pero también se verán salvados por aquél que no han conocido en este mundo y con él compartirán la eternidad de Dios.
 
4,13 
En cualquier época, los que dan testimonio de una verdad molesta o que ofrecen el remedio para los males profundos de la sociedad deben enfrentarse con las autoridades que miran desde arriba. Los que encarnan el poder necesitarán siempre mucha humildad para recibir una verdad que no proceda de ellos mismos. Y para convertir a uno solo de estos, los inferiores tendrán que aceptar grandes sufrimientos.
 
4,31 
Con seguridad. Esta expresión se repetirá muchas veces en el transcurso de estos libros. Los creyentes están convencidos de que son portadores de un mensaje vital para quienes los rodean: hablan porque creen (2Cor 4,13). Les sería más difícil hablar si pensaran que al fin y al cabo el mundo donde se vive no es tan malo.
 
4,32 
 Los versículos 32-37 parecieran indicar que la puesta en común de los bienes era una regla en la primera comunidad cristiana, mientras que en 5,4 nos dice, por boca del mismo Pedro, que Ananías y Safira eran libres de guardarse sus bienes. Véase al respecto la nota de 2,44.
 

 

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Publicado el 15 agosto 2013 - 01:59

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Hechos de los Apóstoles

 

5

 

 

 

El fraude de Ananías y Safira

 

 

 

1 Otro hombre llamado Ananías, de acuerdo con su esposa Safira, vendió también una propiedad, Referencias versículo 22 pero se guardó una parte del dinero, siempre de acuerdo con su esposa; la otra parte la llevó y la entregó a los apóstoles.
Referencias versículo 33 Pedro le dijo: «Ananías, ¿por qué has dejado que Satanás se apoderara de tu corazón? Te has guardado una parte del dinero; ¿por qué intentas engañar al Espíritu Santo? 4 Podías guardar tu propiedad y, si la vendías, podías también quedarte con todo. ¿Por qué has hecho eso? No has mentido a los hombres, sino a Dios.»
5 Al oír Ananías estas palabras, se desplomó y murió. Un gran temor se apoderó de cuantos lo oyeron. 6 Se levantaron los jóvenes, envolvieron su cuerpo y lo llevaron a enterrar.
7 Unas tres horas más tarde llegó la esposa de Ananías, que no sabía nada de lo ocurrido. 8 Pedro le preguntó: «¿Es cierto que vendieron el campo en tal precio?» Ella respondió: «Sí, ése fue el precio.» 9 Y Pedro le replicó: «¿Se pusieron, entonces, de acuerdo para desafiar al Espíritu del Señor? Ya están a la puerta los que acaban de enterrar a tu marido y te van a llevar también a ti.»
10 Y al instante Safira se desplomó a sus pies y murió. Cuando entraron los jóvenes la hallaron muerta y la llevaron a enterrar junto a su marido. Referencias versículo 1111 A consecuencia de esto un gran temor se apoderó de toda la Iglesia y de todos cuantos oyeron hablar del hecho.
12 Por obra de los apóstoles se producían en el pueblo muchas señales milagrosas y prodigios. Los creyentes se reunían de común acuerdo en el pórtico de Salomón, Referencias versículo 1313 y nadie de los otros se atrevía a unirse a ellos, pero el pueblo los tenía en gran estima. 14 Más aún, cantidad de hombres y mujeres llegaban a creer en el Señor, aumentando así su número. Referencias versículo 1515 La gente incluso sacaba a los enfermos a las calles y los colocaba en camas y camillas por donde iba a pasar Pedro, para que por lo menos su sombra cubriera a alguno de ellos. Referencias versículo 1616 Acudían multitudes de las ciudades vecinas a Jerusalén trayendo a sus enfermos y a personas atormentadas por espíritus malos, y todos eran sanados.
 
Los apóstoles son nuevamente arrestados
 
17 El sumo sacerdote y toda su gente, que eran el partido de los saduceos, decidieron actuar en la forma más enérgica. 18 Apresaron a los apóstoles y los metieron en la cárcel pública. 19 Pero un ángel del Señor les abrió las puertas de la cárcel durante la noche y los sacó fuera, diciéndoles: 20 «Vayan, hablen en el Templo y anuncien al pueblo el mensaje de vida.» Referencias versículo 2121 Entraron, pues, en el Templo al amanecer y se pusieron a enseñar.
Referencias versículo 21 Mientras tanto el sumo sacerdote y sus partidarios reunieron al Sanedrín con todos los ancianos de Israel y enviaron a buscar a los prisioneros a la cárcel. 22 Pero cuando llegaron los guardias no los encontraron en la cárcel. Volvieron a dar la noticia y les dijeron: 23 «Hemos encontrado la cárcel perfectamente cerrada y a los centinelas fuera, en sus puestos, pero al abrir las puertas no hemos encontrado a nadie dentro.»
24 El jefe de la policía del Templo y los jefes de los sacerdotes quedaron desconcertados al oír esto y se preguntaban qué podía haber sucedido. 25 En esto llegó uno que les dijo: «Los hombres que ustedes encarcelaron están ahora en el Templo enseñando al pueblo.» 26 El jefe de la guardia fue con sus ayudantes y los trajeron, pero sin violencia, porque tenían miedo de ser apedreados por el pueblo.
27 Los trajeron y los presentaron ante el Consejo. El sumo sacerdote los interrogó diciendo: Referencias versículo 2828 «Les ha bíamos advertido y prohibido enseñar en nombre de ése. Pero ahora en Jerusalén no se oye más que su predicación y quieren echarnos la culpa por la muerte de ese hombre.»
29 Pedro y los apóstoles respondieron: «Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres. Referencias versículo 3030 El Dios de nuestros padres resucitó a Jesús, a quien ustedes dieron muerte colgándolo de un madero. 31 Dios lo exaltó y lo puso a su derecha como Jefe y Salvador, para dar a Israel la conversión y el perdón de los pecados. Referencias versículo 3232 Nosotros somos testigos de esto y lo es también el Espíritu Santo, que Dios ha dado a los que le obedecen.»
33 Ellos escuchaban rechinando los dientes de rabia y querían matarlos. Referencias versículo 3434 Entonces se levantó uno de ellos, un fariseo llamado Gamaliel, que era doctor de la Ley y persona muy estimada por todo el pueblo. Mandó que hicieran salir a aquellos hombres durante unos minutos 35 y empezó a hablar así al Consejo:
«Colegas israelitas, no actúen a la ligera con estos hombres. 36 Recuerden que tiempo atrás se presentó un tal Teudas, que pretendía ser un gran personaje y al que se le unieron unos cuatrocientos hombres. Más tarde pereció, sus seguidores se dispersaron y todo quedó en nada. 37 Tiempo después, en la época del censo, surgió Judas el Galileo, que arrastró al pueblo en pos de sí. Pero también éste pereció y todos sus seguidores se dispersaron. 38 Por eso les aconsejo ahora que se olviden de esos hombres y los dejen en paz. Si su proyecto o su actividad es cosa de hombres, se vendrán abajo. Referencias versículo 3939 Pero si viene de Dios, ustedes no podrán destruirlos, y ojalá no estén luchando contra Dios.»
Referencias versículo 39 El Consejo le escuchó 40 y mandaron entrar de nuevo a los apóstoles. Los hicieron azotar y les ordenaron severamente que no volviesen a hablar de Jesús Salvador. Después los dejaron ir.
Referencias versículo 4141 Los apóstoles salieron del Consejo muy contentos por haber sido considerados dignos de sufrir por el Nombre de Jesús. 42 El día entero en el Templo y por las casas no cesaban de enseñar y proclamar a Jesús, el Mesías.

 

 
 

 

Comentarios Hechos de los Apóstoles, capítulo 5

 

 

 
bol1.gif Muchos lectores, prisioneros de un mundo en el que todos desean una vida muy larga, o piensan que tienen derecho a ella, se impactan con esta doble muerte: ¡Dios es cruel! Pero ¿no será eso una prueba de nuestra gran ignorancia sobre Dios? Él sabe el tiempo que vivirá cada uno en el mismo momento que lo llama a la vida; si aceptó un mundo en que centenas de millones de personas sólo tendrán una o dos decenas de años para preparar su “Yo” eterno, puede también poner ante nuestros ojos la muerte imprevista y súbita de una pareja que, de otro modo, habría tal vez seguido agitándose o aburriéndose durante algunos años más.

 

Para los testigos de este hecho el temor no es tanto miedo sino más bien la impresión muy fuerte de encontrarse allí donde la presencia de Dios proyecta el máximo de luz. Son portadores de un mensaje de vida (5,20).
 
Aquí se lee por primera vez el término Iglesia. Su sentido exacto es: la asamblea convocada (por Dios). Las palabras santos, elegidos Iglesia van juntas; se aplican a los que Dios eligió, consagró y reunió para hacer de ellos su pueblo particular. Los creyentes son conscientes de que son esa nueva comunidad, es decir, que son el verdadero Israel. Poco a poco, el Espíritu Santo los va separando de la comunidad oficial.

 

La Iglesia en ese momento sólo designa a la comunidad de Jerusalén. Cuando surjan otras comunidades –otras iglesias– la palabra Iglesia se referirá a todo el pueblo de Dios.
 
Estos versículos no temen comparar a Pedro con Jesús.
 
bol2.gif ¿Podemos comparar esta confrontación entre los apóstoles y los jefes del pueblo con lo que sucede hoy en día en muchos lugares, cuando algunos cristianos denuncian la violación de los derechos del hombre?

 

Muchos dirán que no es lo mismo, ya que los apóstoles eran perseguidos porque proclamaban a Jesús, mientras que ahora esos cristianos son perseguidos porque hacen política. Pero eso no es algo tan evidente.

 

En ese tiempo los judíos eran dominados y estaban divididos, y Jesús enseñaba un camino de libertad que hoy se llamaría acción no violenta. Y las autoridades se libraron de él para defender la seguridad de su nación (Jn 12,48) y su propia política. Creer en Jesús era reconocer que se había actuado mal al rechazarlo. Seguir el camino que Jesús había indicado era condenar la política (Lc 21,12-16).

 

La Iglesia no estaría proclamando a Jesús como el único Salvador (5,31) si cerrase los ojos cuando naciones enteras están condenadas a una muerte lenta por falta de trabajo, de educación y de salud, o cuando los débiles son asfixiados por los poderosos so pretexto de libertad. Sin embargo, denunciar no es juzgar, pero dichas denuncias serían ajenas al Evangelio si no fuéramos capaces de anunciar el plan y la salvación de Dios.
 
bol2.gif Gamaliel, un gran rabino de la época, reputado por su apertura de espíritu, iba a ser dentro de poco el maestro de Saulo de Tarso, que sería luego san Pablo.
 
 
Este argumento aboga aquí en favor del Evangelio, pero aboga también hoy a favor de las religiones que se oponen al cristianismo y que sin embargo perduran desde hace muchos siglos. También se podría pensar en esos grupos que se dicen cristianos o creyentes de la Biblia y que han desfigurado a Jesús y el Evangelio en vez de dar su mensaje. ¿Ha querido Dios su éxito?

 

Habría que responder sí y no. La Iglesia es muy tímida en sus iniciativas para evangelizar, hasta el punto de circunscribirse a una determinada cultura religiosa, y por otro lado la diversidad humana es tan amplia que la salvación de la humanidad sobrepasa en complejidad todo lo que nos podríamos imaginar.

 

En esas condiciones falsos profetas han podido lanzar iglesias que unen en forma extraña la ceguera espiritual con la capacidad de dar a los jóvenes una educación sana y fuerte. Profetas ignorantes de Cristo han podido mantener en el mundo un sentido de Dios y del servicio de Dios que no se veían entre los cristianos.

 

 

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Publicado el 08 septiembre 2013 - 04:35

Hechos de los Apóstoles
 
 
6
 
 
 
Los Doce y la elección de los Siete
 
1 Por aquellos días, como el número de los discípulos iba en aumento, hubo quejas de los llamados helenistas contra los llamados hebreos, porque según ellos sus viudas eran tratadas con negligencia en el servicio diario.
2 Los Doce reunieron la asamblea de los discípulos y les dijeron: «No es correcto que nosotros descuidemos la Palabra de Dios por hacernos cargo de este servicio. Referencias versículo 33 Por lo tanto, hermanos, elijan entre ustedes a siete hombres de buena fama, llenos del Espíritu y de sabiduría; les confiaremos esta tarea Referencias versículo 44 mientras que nosotros nos dedicaremos de lleno a la oración y al ministerio de la Palabra.»
5 Toda la asamblea estuvo de acuerdo y eligieron a Esteban, hombre lleno de fe y Espíritu Santo, a Felipe, Prócoro, Nicanor, Timón, Pármenas y Nicolás, que era un prosélito de Antioquía. Referencias versículo 66 Los presentaron a los apóstoles, quienes se pusieron en oración y les impusieron las manos.
La Palabra de Dios se difundía; el número de los discípulos en Jerusalén aumentaba considerablemente, e incluso un buen grupo de sacerdotes había aceptado la fe.
 
Historia de Esteban
 
8 Esteban, hombre lleno de gracia y de poder, realizaba grandes prodigios y señales milagrosas en medio del pueblo. 9 Se le echaron encima algunos de la sinagoga llamada de los libertos y otros llegados de Cirene, Alejandría, Cilicia y Asia. Se pusieron a discutir con Esteban, 10 pero no lograban hacer frente a la sabiduría y al Espíritu con que hablaba. 11 Al no poder resistir a la verdad, sobornaron a unos hombres para que afirmaran: «Hemos oído hablar a este hombre contra Moisés y contra Dios.»
12 Con esto alborotaron al pueblo, a los ancianos y a los maestros de la Ley, llegaron de improviso, lo arrestaron y lo llevaron ante el Sanedrín. Referencias versículo 1313 Allí se presentaron testigos falsos que declararon: «Este hombre no cesa de hablar contra nuestro Lugar Santo y contra la Ley. 14 Le hemos oído decir que Jesús el Nazareno destruirá este Lugar Santo y cambiará las costumbres que nos dejó Moisés.»
15 En ese momento todos los que estaban sentados en el Sanedrín fijaron los ojos en Esteban, y su rostro les pareció como el de un ángel.
 
 
Comentarios Hechos de los Apóstoles, capítulo 6
 
6,1 
Jesús seguramente no dijo a sus apóstoles en detalle la manera en que debían organizar la Iglesia. Pero surge un conflicto entre dos grupos sociales: los Helenistas judíos de habla griega, gente de paso o vueltos del extranjero; y los Hebreos, nacidos en Palestina y que hablaban arameo.
Este conflicto está lleno de enseñanzas. Las dificultades en el servicio a las viudas revelan una fisura ya existente. La comunidad quería juntar unos y otros casi ignorando las diferencias, ya que todos eran hermanos y el Evangelio de Dios era el mismo para todos. Esa ilusión sin embargo, que perdura todavía hoy en muchos dominios, muestra sus limitaciones en el momento de compartir.
Compartir la Palabra supone confianza mutua y un lenguaje común; el compartir los bienes se topa con tantas dificultades que sólo una comunidad reducida, donde todos tengan el mismo modelo de vida, puede arriesgarse a eso.
Los “siete” que eligieron los helenistas no son sólo los encargados de un servicio, lo que justificaría el título de diáconos (servidor/administrador), sino que además son los responsables y los “evangelizadores” de la comunidad de los judíos de lengua griega: véase He 21,8.
Entonces nace en Jerusalén una comunidad de lengua griega; es muy probable que ese fuera el momento en que se tradujeron al griego la catequesis oficial y los primeros textos litúrgicos. Esa traducción sería el documento de base de nuestros Evangelios sinópticos.
 
6,2 
El servicio de las mesas. La palabra mesa puede indicar cualquier mostrador donde se trancen negocios de dinero, como sería el caso de dones a repartir.
 
6,3 
La comunidad cristiana elige a sus responsables, lo que en nada disminuye la autoridad suprema de los apóstoles; por no tener en cuenta eso, la Iglesia ha perdido a menudo la libertad de expresión, el sentido de acogida y el espíritu de iniciativa.
Los apóstoles se dedicarán a la oración, tal como se verá en He 10,9, que le dará a su palabra la fuerza del Espíritu.
 
6,5 
Nada sabemos de los Siete, a excepción de Esteban y Felipe. Como el Apocalipsis menciona a unos “nicolaítas” (Ap 2,6), posteriormente algunos creyeron que fueran los imitadores de ese Nicolás desconocido.
 
6,8 
 Llama la atención este elogio a Esteban. Tenía todo para haber sido un gran apóstol, pero como sucede a menudo, Dios elige para sí lo mejor y lo quita antes de haber dado lo que podía: otros detrás de él harán el trabajo.
Esteban ejerce su ministerio entre los judíos de lengua griega que habían vuelto a Jerusalén por un tiempo. Dos sinagogas griegas se confabulan en su contra y apelan a las autoridades. Se hace un proceso rápido, y el Sanedrín, aprovechándose la ausencia del gobernador romano, lo manda apedrear.
 
6,12 
Corre el año 36; durante los años transcurridos el pueblo se ha ido aburriendo de ver siempre a los cristianos al margen de la unidad nacional, y por primera vez se advierte la hostilidad en su contra.
 
6,14 
Jesús cambiará las costumbres: es decir, las prácticas religiosas. Los cristianos judíos continuaban observando tales prácticas religiosas pero llevaban consigo el espíritu que les indicaba que lo esencial estaba en otra parte.
 
 
 
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Publicado el 13 octubre 2013 - 10:17

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Hechos de los Apóstoles

 

 


7
 
 
 
 
1 Entonces el sumo sacerdote le preguntó: «¿Es verdad lo que dicen?» 2 Esteban respondió: «Hermanos y padres, escúchenme:
El Dios glorioso se apareció a nuestro padre Abrahán mientras estaba en Mesopotamia, antes de que fuera a vivir a Jarán, Referencias versículo 33 y le dijo: “Deja tu país y tu parentela y vete al país que te indicaré.” 4 Entonces abandonó el país de los caldeos y se estableció en Jarán.
Después de la muerte de su padre, Dios hizo que se trasladara a este país en que ustedes habitan ahora. 5 Y no le dio en él propiedad alguna, ni siquiera un pedacito de tierra donde poner el pie, sino que le prometió darle el país en posesión, a él y a su descendencia después de él. Se lo dijo a pesar de que no tenía hijos.
Referencias versículo 66 Dios le habló así: “Tus descendientes vivirán en tierra extranjera y serán esclavizados y maltratados durante cuatrocientos años. 7 Pero yo pediré cuentas a la nación a la que sirvan como esclavos. Después saldrán y me darán culto en este lugar. Referencias versículo 88 Luego hizo con él el pacto de la circuncisión. Y así, al nacer su hijo Isaac, Abrahán lo circuncidó al octavo día. Lo mismo hizo Isaac con Jacob, y Jacob con los doce patriarcas.
9 Los patriarcas se pusieron celosos de José, hasta que lo vendieron, y fue llevado a Egipto. Pero Dios estaba con él 10 y lo libró de todas sus tribulaciones; le concedió sabiduría y lo hizo grato a los ojos de Faraón, rey de Egipto, que lo nombró gobernador de Egipto y de toda su casa. 11 Sobrevino el hambre por toda la tierra de Egipto y de Canaán, y la miseria fue tan enorme que nuestros padres no encontraban qué comer. 12 Al enterarse Jacob de que había trigo en Egipto, mandó allí a nuestros padres una primera vez. 13 La segunda vez José se dio a conocer a sus hermanos y así Faraón conoció a la raza de José. 14 Luego José mandó buscar a su padre Jacob con toda su familia, que se componía de setenta y cinco personas. 15 Jacob entonces bajó a Egipto, donde murió él, y más tarde también nuestros padres. 16 Sus cuerpos fueron llevados a Siquem y descansan en la tumba que Abrahán había comprado en Siquem a los hijos de Hamor por cierta suma de plata.
Referencias versículo 1717 Ya se iba acercando el tiempo de la promesa que Dios había hecho a Abrahán; el pueblo creció y se multiplicó en Egipto, 18 hasta que llegó otro rey a Egipto que no había conocido a José. 19 Este rey, actuando con astucia contra nuestra raza, obligó a nuestros padres a que abandonaran a sus hijos recién nacidos para que la raza no sobreviviera. 20 Fue en ese tiempo cuando nació Moisés, que era precioso para Dios. Durante tres meses fue criado en la casa de su padre, 21 y cuando tuvieron que abandonarlo, la hija de Faraón lo recogió y lo crió como hijo suyo. 22 Así Moisés fue educado en toda la sabiduría de los egipcios, Referencias versículo 2323 y llegó a ser poderoso en sus palabras y en sus obras.
Referencias versículo 23 Tenía cuarenta años cumplidos cuando sintió deseos de visitar a sus hermanos, los israelitas. 24 Al ver cómo uno de ellos era maltratado, salió en defensa del oprimido y mató al egipcio. 25 ¿Comprende rían sus hermanos que Dios lo enviaba a ellos como un libertador? Moisés lo creía, pero ellos no lo entendieron. 26 Al día siguiente vio a dos israelitas que se estaban peleando y trató de pacificarlos, diciéndoles: “Ustedes son hermanos, ¿por qué se hacen daño el uno al otro?” 27 Pero el que maltrataba a su compañero lo rechazó diciendo: 28 “¿Quién te ha nombrado jefe y juez sobre nosotros? ¿Quieres matarme a mí como hiciste ayer con el egipcio?” 29 Al oír esto Moisés huyó y fue a vivir en la tierra de Madián, donde tuvo dos hijos.
30 Pasados cuarenta años se le apareció un ángel en el desierto del monte Sinaí en la llama de una zarza que ardía. 31 Moisés quedó perplejo ante esta visión y, al acercarse para mirar, oyó la voz del Señor: Referencias versículo 3232 «Yo soy el Dios de tus padres, el Dios de Abrahán, de Isaac y de Jacob.» Moisés sintió tanto miedo que no se atrevía ni a mirar. 33 Pero el Señor le dijo: «Quítate las sandalias, porque el lugar que estás pisando es tierra santa. 34 He visto cómo maltratan a mi pueblo en Egipto, he oído su llanto y he bajado para liberarlo. Y ahora ven, que te voy a enviar a Egipto.»
35 A este Moisés, al que rechazaron diciendo: “¿Quién te nombró jefe y juez?”, Dios lo envió como jefe y libertador, con la asistencia del ángel que se le apareció en la zarza. 36 Y los hizo salir de aquel país, realizando prodigios y señales en Egipto, en el mar Rojo y en el desierto durante cuarenta años. Referencias versículo 3737 Este Moisés es el que dijo a los israelitas: «Dios les dará un profeta como yo de entre sus hermanos.» Referencias versículo 3838 Este es el que, en la asamblea del desierto, estuvo con el ángel que le hablaba en el monte Sinaí, y recibió las palabras de vida para comunicárselas a ustedes.
39 Nuestros padres no quisieron obedecerle, lo rechazaron y desearon volverse a Egipto. Referencias versículo 4040 Incluso dijeron a Aarón: “Danos dioses que vayan delante de nosotros, porque no sabemos qué ha sido de este Moisés que nos sacó de Egipto.” 41 Y fabricaron en aquellos días un becerro, ofrecieron sacrificios al ídolo y festejaron la obra de sus manos.
Referencias versículo 4242 Entonces Dios se apartó de ellos y dejó que adoraran a los astros del cielo, como está escrito en el Libro de los Profetas: “¿Acaso me ofrecieron ustedes víctimas y sacrificios durante cuarenta años en el desierto? 43 Más bien llevaban con ustedes la tienda de Moloc y la estrella del dios Refán, imágenes que ustedes mismos se fabricaron para adorarlas. Por eso yo los desterraré más allá de Babilonia.”
Referencias versículo 4444 Nuestros padres tenían en el desierto la Tienda del Testimonio; el que hablaba a Moisés le había ordenado que la fabricara según el modelo que había visto. 45 Después de recibirla, nuestros padres la introdujeron, al mando de Josué, en la tierra conquistada a los paganos, a quienes Dios expulsó delante de ellos. Esto duró hasta los días de David. Referencias versículo 4646 David agradó a Dios y quiso darle una morada entre los hijos de Jacob. 47 De hecho fue Salomón quien le edificó un templo.
48 En realidad, el Altísimo no vive en casas fabricadas por manos de hombres, como dice el Profeta: Referencias versículo 4949 El cielo es mi trono y la tierra el apoyo de mis pies. ¿Qué casa me podrían edificar?, dice el Señor. ¿Cuál sería el lugar de mi descanso? 50 ¿No fui yo quien hizo todas estas cosas?
Referencias versículo 5151 Ustedes son un pueblo de cabeza dura, y la circuncisión no les abrió el corazón ni los oídos. Ustedes siempre resisten al Espíritu Santo, al igual que sus padres. 52 ¿Hubo algún profeta que sus padres no hayan perseguido? Ellos mataron a los que anunciaban la venida del Justo, y ustedes ahora lo han entregado y asesinado; Referencias versículo 5353 ustedes, que recibieron la Ley por medio de ángeles, pero que no la han cumplido.»
54 Al oír este reproche se enfurecieron y rechinaban los dientes de rabia contra Esteban. 55 Pero él, lleno del Espíritu Santo, fijó sus ojos en el cielo y vio la gloria de Dios y a Jesús a su derecha, Referencias versículo 5656 y exclamó: «Veo los cielos abiertos y al Hijo del Hombre a la derecha de Dios.»
57 Entonces empezaron a gritar, se taparon los oídos y todos a una se lanzaron contra él. Lo empujaron fuera de la ciudad y empezaron a tirarle piedras. Referencias versículo 5858 Los testigos habían dejado sus ropas a los pies de un joven llamado Saulo.
Referencias versículo 5959 Mientras era apedreado, Esteban oraba así: «Señor Jesús, recibe mi espíritu.» Referencias versículo 6060 Después se arrodilló y dijo con fuerte voz: «Señor, no les tomes en cuenta este pecado.» Y dicho esto, se durmió en el Señor.
 
 
 
Comentarios Hechos de los Apóstoles, capítulo 7
 
7,1 
 El largo discurso de Esteban ante el Sanedrín señala, por un lado las continuas iniciativas de Dios que llama, da, promete, corrige y salva; y por otro, ante ese amor incansable, la permanente rebelión de Israel que rechaza a los que le son enviados. Ese drama llegó a su punto culminante cuando Jesús, el Hijo de Dios hecho hombre, fue clavado en la cruz (He 2,23; 3,15; 4,10).
 
7,30 
Esteban cita aquí al Ex 3,2. Esteban, como toda la gente de su tiempo, ignoraba el sentido que tenía en los tiempos antiguos “el ángel del Señor” y sólo piensa en un ángel que a su vez lo conecta con “el ángel” de que se habla en Ex 23,20.
 
7,42 
El largo discurso de Esteban, que recordaba las rebeliones de Israel, tendrá su conclusión en 7,51. Aquí se ha insertado un texto (7,42-50) que a pesar de su apariencia un tanto confusa, está sabiamente compuesto y que habría que comentar versículo por versículo. Se contraponen el Templo grandioso con el que se satisfacía el orgullo nacional y la tienda humilde donde Dios se sentía más a gusto.
Es muy probable que Lucas, muy preocupado por conservar los temas esenciales de sus personajes, quisiera anotar aquí lo que era la gran intuición de Esteban: el Templo que constituía la unidad de la nación ha perdido su razón de ser y el pequeño núcleo de los discípulos de Jesús es la nueva tienda que Dios se ha elegido. Véase lo mismo en He 15.
Ya se había reprochado a Jesús esa crítica del Templo que de hecho era el ídolo de la nación (Mc 14,58), y por la misma razón se condena a Esteban (véase también He 21,28).
 
7,55 
Esta última proclamación de Esteban se apoya en la visión del Hijo del hombre narrada en Dn 7,14. Él la refiere a Jesús y su rol como juez universal venido del cielo; véase la nota en Mt 9,6.
 
7,57 
 Comparar He 7,56 con Mt 26,64; He 7,60 con Lc 22,34. Aquí aparece Saulo, el futuro San Pablo: véase He 9,15 y 26,10.

 

 

 

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Publicado el 23 octubre 2013 - 04:07

 
 
 
Hechos de los Apóstoles
 
8
 
 
 
1 Saulo estaba allí y aprobaba el asesinato. Este fue el comienzo de una gran persecución contra la Iglesia de Jerusalén. Todos, excepto los apóstoles, se dispersaron por las regiones de Judea y Samaría.
Referencias versículo 22 Unos hombres piadosos enterraron a Esteban e hicieron un gran duelo por él. 3 Saulo, por su parte, trataba de destruir a la Iglesia. Entraba casa por casa, hacía salir a hombres y mujeres y los metía en la cárcel.
 
Felipe anuncia la Palabra en Samaria
 
4 Mientras tanto, los que se habían dispersado anunciaban la Palabra en los lugares por donde pasaban.5 Así Felipe anunció a Cristo a los samaritanos en una de sus ciudades adonde había bajado. 6 Al escuchar a Felipe y ver los prodigios que realizaba, toda la población se interesó por su predicación. 7 Pues espíritus malos salían de los endemoniados dando gritos, y varios paralíticos y cojos quedaron sanos. 8 Hubo, pues, gran alegría en aquella ciudad.
 
El mago Simón
 
9 Había llegado a la ciudad antes que Felipe un hombre llamado Simón. Tenía muy impresionada a la gente de Samaría con sus artes mágicas y se hacía pasar por un gran personaje. 10 Todos estaban pendientes de él, pequeños y grandes, y decían: «Este hombre es la fuerza de Dios”, pues se hablaba de una tal “gran fuerza de Dios”.» 11 Desde hacía tiempo los tenía alucinados con sus artes mágicas, y la gente lo seguía.
12 Pero cuando Felipe les habló del Reino de Dios y del poder salvador de Jesús, el Mesías, tanto los hombres como las mujeres creyeron y empezaron a bautizarse. 13 Incluso Simón creyó y se hizo bautizar. No se separaba de Felipe, y no salía de su asombro al ver las señales milagrosas y los prodigios que se realizaban.
14 Cuando los apóstoles que estaban en Jerusalén tuvieron noticia de que los samaritanos habían aceptado la Palabra de Dios, les enviaron a Pedro y a Juan. 15 Bajaron y oraron por ellos para que recibieran el Espíritu Santo, 16 ya que todavía no había descendido sobre ninguno de ellos y sólo habían sido bautizados en el nombre del Señor Jesús. 17 Pero entonces les impusieron las manos y recibieron el Espíritu Santo.
18 Al ver Simón que mediante la imposición de las manos de los apóstoles se transmitía el Espíritu, les ofreció dinero, 19 diciendo: «Denme a mí también ese poder, de modo que a quien yo imponga las manos reciba el Espíritu Santo.»
20 Pedro le contestó: «¡Al infierno tú y tu dinero! ¿Cómo has pensado comprar el Don de Dios con dinero? 21 Tú no puedes esperar nada ni tomar parte en esto, porque tus pensamientos no son rectos ante Dios. 22 Arrepiéntete de esa maldad tuya y ruega al Señor que perdone tus intenciones, ojalá lo haga. 23 Por que en tus caminos solamente veo amargura y lazos de maldad.» 24 Simón respondió: «Rueguen ustedes al Señor por mí, para que no venga sobre mí nada de lo que han dicho.»
25 Pedro y Juan dieron testimonio y, después de predicar la Palabra del Señor, volvieron a Jerusalén. Por el camino evangelizaron varios pueblos de Samaría
 
Felipe bautiza a un Etíope
 
26 Un ángel del Señor se presentó a Felipe y le dijo: «Dirígete hacia el sur, por el camino que baja de Jerusalén a Gaza; no pasa nadie en estos momentos.» 27 Felipe se levantó y se puso en camino. Y justamente pasó un etíope, un eunuco de Candaces, reina de Etiopía, un alto funcionario al que la reina encargaba la administración de su tesoro. Había ido a Jerusalén a rendir culto a Dios 28 y ahora regresaba, sentado en su carro, leyendo al profeta Isaías.
29 El Espíritu dijo a Felipe: «Acércate a ese carro y quédate pegado a su lado.» 30 Y mientras Felipe corría, le oía leer al profeta Isaías. Le preguntó: «¿Entiendes lo que estás leyendo?» 31 El etíope contestó: «¿Cómo lo voy a entender si no tengo quien me lo explique?» En seguida invitó a Felipe a que subiera y se sentara a su lado.
Referencias versículo 3232 El pasaje de la Escritura que estaba leyendo era éste: Fue llevado como oveja al matadero, como cordero mudo ante el que lo trasquila, no abrió su boca. 33 Fue humillado y privado de sus derechos. ¿Quién podrá hablar de su descendencia? Porque su vida fue arrancada de la tierra.
34 El etíope preguntó a Felipe: «Dime, por favor, ¿a quién se refiere el profeta? ¿A sí mismo o a otro?» Referencias versículo 3535 Felipe empezó entonces a hablar y a anunciarle a Jesús, partiendo de este texto de la Escritura.
36 Siguiendo el camino llegaron a un lugar donde había agua. El etíope dijo: «Aquí hay agua. ¿Qué impide que yo sea bautizado?» 37 Felipe respondió: «Puedes ser bautizado si crees con todo tu corazón.» El etíope replicó: «Creo que Jesucristo es el Hijo de Dios.»)
38 Entonces hizo parar su carro. Bajaron ambos al agua y Felipe bautizó al eunuco 39 Apenas salieron del agua, el Espíritu del Señor arrebató a Felipe y el etíope no volvió a verlo. Prosiguió, pues, su camino con el corazón lleno de gozo.
40 En cuanto a Felipe, se encontró en Azoto y salió a evangelizar uno tras otro todos los pueblos hasta llegar a Cesarea.

 

 

 

 

 

 

 

Comentarios Hechos de los Apóstoles, capítulo 8

 

 

bol1.gif La persecución obliga a los cristianos (al menos a los del grupo helenista) a dispersarse por Judea y Samaria. De este modo se extiende la evangelización y lo que era promesa de muerte se convierte en vida.

 

El capítulo 8 da algunos ejemplos de esta evangelización. En cuanto a la actitud de Saulo véase lo que él mismo dice al respecto en Gál 1,13.

 

Los cristianos se dispersan. Este era el sentido de la palabra “diáspora”, con la que en ese entonces se designaba a los judíos dispersos en los más diversos países, fuese cual fuere el motivo de su emigración. En adelante, mientras la Iglesia de Jerusalén siga siendo el centro del pueblo cristiano, se podrá hablar de una diáspora cristiana para referirse a las comunidades fundadas fuera de Palestina. Más tarde estas comunidades se convertirán en pueblos cristianos y posteriormente en la cristiandad. Durante los dos últimos siglos, la apostasía generalizada de esos pueblos cristianos de Occidente ha hecho renacer la palabra “diáspora” para indicar a las comunidades cristianas dispersas dentro de poblaciones indiferentes a la fe.
 
bol2.gif Los cristianos dispersos proclaman su fe, y comienzan las comunidades cristianas en Samaria. La evangelización trae consigo la alegría, ya que Dios se ha revelado y por su Espíritu sana los cuerpos y los corazones. Ciertamente no todos se convertirán, pero la colectividad ha vivido un momento de gracia.
 
bol2.gif Este Simón no es un desconocido para la historia. Tuvo discípulos en Samaria y las sectas gnósticas del siglo siguiente lo contarán entre sus inspiradores. Se llamó simonía al acto de vender las cosas santas.
 
Fijémonos en esta fórmula tan sencilla en la que continúan inspirándose muchos grupos cristianos que llamamos sectas, y que llega a las personas sencillas con más efectividad que tantas consideraciones elevadas sobre la Biblia y la Iglesia.
 
Felipe, uno de los siete, bautiza, pero quienes vienen a comunicar el don del Espíritu son los apóstoles Pedro y Juan. Esto es una prueba de que la fundación de la comunidad helenista no dividió a la Iglesia.

 

El bautismo y la imposición de las manos aparecen desde el principio como dos etapas de la iniciación cristiana, y se refieren a dos aspectos diferentes de la vida en la Iglesia: el bautismo señala la renovación de la persona por la fe y la imposición de las manos expresa la integración al pueblo nuevo. Esa integración no se efectuaba mediante la inscripción en un registro o por una marca reconocible, sino por el don del Espíritu, y ese don era comunicado por los responsables de la comunidad –de la Iglesia– tal como había sido el caso de Moisés (Núm 11,25).

 

Esta imposición de las manos (que se ha transformado en la confirmación en la Iglesia actual) iba entonces ordinariamente acompañada por las manifestaciones de que nos hablan He 19,6 y 1Cor 12 y 14. Estos dones, de los cuales a menudo no retenemos más que el aspecto espectacular, formaban parte de una experiencia global de la fe. De ella continúan participando, de una u otra manera, los que se ponen a disposición del Espíritu.

 

Las manifestaciones del Espíritu no son solamente las que se mencionan en los Hechos, ya que Dios adapta sus dones a las necesidades de la Iglesia, y el Espíritu sigue actuando en muchos creyentes, que tal vez no hablan en lenguas ni hacen curaciones, pero que actúan bajo la inspiración del Espíritu y que producen los frutos del Espíritu (Gál 5,22-24).

 

En muchas comunidades el bautismo y la confirmación se confieren sin que haya habido proceso previo de conversión y de descubrimiento de Cristo Señor, que le da todo su sentido, y por eso mismo las manifestaciones visibles, digamos carismáticas, del Espíritu son más raras o más discretas.

 

Bautizados en el Nombre de Jesús. Véase en 19,5.
 
bol2.gif La importancia de este nuevo encuentro se debe a que se trata de un extranjero. Vino a adorar en Jerusalén; era por tanto un “adorador de Dios”, esto es, un convertido a la fe judía pero que no ha adoptado sus prácticas. Si hubiera sido un eunuco en el estricto sentido de la palabra, le habría estado prohibido el acceso al Templo (Is 56,6); más bien era un oficial del palacio de candacia o reina de Etiopía.

 

Esos adoradores de Dios desempeñaron un papel importante en las misiones cristianas entre los pueblos no judíos.
 
En esa época se leía habitualmente en voz alta; aquí encontramos de nuevo el texto de Is 53,7.
 
Se destaca la importancia que tuvieron los poemas del Siervo de Yavé del libro de Isaías (49,3; 50,4; 52,13) para entender el sacrificio redentor de Cristo.

 

 

 
 
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Publicado el 24 octubre 2013 - 01:54

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Hechos de los Apóstoles

 

 

9

 

 


Saulo encuentra a Cristo

 

 

1 Saulo no desistía de su rabia, proyectando violencias y muerte contra los discípulos del Señor. Se presentó al sumo sacerdote 2 y le pidió poderes escritos para las sinagogas de Damasco, pues quería detener a cuantos seguidores del Camino encontrara, hombres y mujeres, y llevarlos presos a Jerusalén.
3 Mientras iba de camino, ya cerca de Damasco, le envolvió de repente una luz que venía del cielo. 4 Cayó al suelo y oyó una voz que le decía: «Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?» 5 Preguntó él: «¿Quién eres tú, Señor?» Y él respondió: «Yo soy Jesús, a quien tú persigues. 6 Ahora levántate y entra en la ciudad. Allí se te dirá lo que tienes que hacer.»
7 Los hombres que lo acompañaban se habían quedado atónitos, pues oían hablar, pero no veían a nadie, 8 y Saulo, al levantarse del suelo, no veía nada por más que abría los ojos. Lo tomaron de la mano y lo llevaron a Damasco. 9 Allí permaneció tres días sin comer ni beber, y estaba ciego.
10 Vivía en Damasco un discípulo llamado Ananías. El Señor lo llamó en una visión: «¡Ananías!» Respondió él: «Aquí estoy, Señor.» 11 Y el Señor le dijo: «Vete en seguida a la calle llamada Recta y pregunta en la casa de Judas por un hombre de Tarso llamado Saulo. Lo encontrarás rezando, 12 pues acaba de tener una visión: un varón llamado Ananías entraba y le imponía las manos para que recobrara la vista.»
13 Ananías le respondió: «Señor, he oído a muchos hablar del daño que este hombre ha causado a tus santos en Jerusalén. 14 Y ahora está aquí con poderes del sumo sacerdote para llevar presos a todos los que invocan tu Nombre.» 15 El Señor le contestó: «Ve. Este hombre es para mí un instrumento escogido, y llevará mi Nombre a las naciones paganas y a sus reyes, así como al pueblo de Israel. 16 Yo le mostraré todo lo que tendrá que sufrir por mi Nombre.»
17 Salió Ananías, entró en la casa y le impuso las manos diciendo: «Hermano Saulo, el Señor Jesús, el que se te apareció en el camino por donde venías, me ha enviado para que recobres la vista y quedes lleno del Espíritu Santo.»
18 Al instante se le cayeron de los ojos una especie de escamas y recobró la vista. Se levantó y fue bautizado. 19 Después comió y recobró las fuerzas.
Saulo permaneció durante algunos días con los discípulos en Damasco, 20 y en seguida se fue por las sinagogas proclamando a Jesús como el Hijo de Dios. 21 Los que lo oían quedaban maravillados y decían: «¡Y pensar que en Jerusalén perseguía a muerte a los que invocaban este Nombre! Pero ¿no ha venido aquí para encadenarlos y llevarlos ante los jefes de los sacerdotes?
22 Saulo, cada vez con más vigor, demostraba que Jesús era el Mesías, y refutaba todas las objeciones de los judíos de Damasco.
23 Al cabo de muchos días, los judíos decidieron matarlo, 24 pero Saulo llegó a conocer su plan. Día y noche eran vigiladas las puertas de la ciudad para poder matarlo. 25 Entonces sus discípulos lo tomaron una noche y lo bajaron desde lo alto de la muralla metido en un canasto.
26 Al llegar a Jerusalén intentó juntarse con los discípulos; pero todos le tenían miedo, pues no creían que fuese realmente discípulo. 27 Entonces Bernabé lo tomó consigo, lo presentó a los apóstoles y les contó cómo Saulo había visto al Señor en el camino y cómo el Señor le había hablado. También les expuso la valentía con que había predicado en Damasco en nombre de Jesús.
28 Saulo empezó a convivir con ellos. Se movía muy libremente por Jerusalén y predicaba abiertamente el Nombre del Señor. 29 Hablaba a los helenistas y discutía con ellos, pero planearon matarle. 30 Los hermanos se enteraron y lo llevaron a Cesarea, y desde allí lo enviaron a Tarso.
31 La Iglesia por entonces gozaba de paz en toda Judea, Galilea y Samaría. Se edificaba, caminaba con los ojos puestos en el Señor y estaba llena del consuelo del Espíritu Santo.


Pedro visita las iglesias

 

32 Pedro, que recorría todos los lugares, fue también a visitar a los santos que vivían en Lida. 33 Allí encontró a un tal Eneas, que era paralítico y desde hacía ocho años yacía en una camilla. 34 Pedro le dijo: «Eneas, Jesucristo te sana. Levántate y arregla tu cama.» Y de inmediato se levantó. 35 Todos los habitantes de Lida y Sarón lo vieron y se convirtieron al Señor.
36 En Jope había una discípula llamada Tabita (o Dorcas en griego), que quiere decir Gacela. Hacía muchas obras buenas y siempre ayudaba a los pobres. 37 Por aquellos días enfermó y murió: después de lavar su cuerpo, lo pusieron en la habitación del piso superior. 38 Como Lida está cerca de Jope, los discípulos, al saber que Pedro estaba allí, mandaron a dos hombres con este recado: «Ven inmediatamente a donde nosotros.»
39 Pedro se fue sin más con ellos. Apenas llegó lo hicieron subir a la habitación del piso superior, donde le presentaron a todas las viudas, que estaban llorando, y le mostraban las túnicas y mantos que Tabita hacía mientras vivía con ellas. 40 Pedro hizo salir a todos, se puso de rodillas y oró. Luego se volvió al cadáver y dijo: «Tabita, levántate.» 41 Ella abrió los ojos, reconoció a Pedro y se sentó. El le dio la mano y la ayudó a levantarse; luego llamó a los santos y a las viudas y se la presentó viva.
42 Esto se supo en todo Jope, y muchos creyeron en el Señor. 43 Pedro permaneció en Jope bastante tiempo, en casa de un curtidor llamado Simón.

 

 

 

Comentarios Hechos de los Apóstoles, capítulo 9

 

9,1

Este es el mayor acontecimiento de la primera evangelización: Jesús estaba lo suficientemente vivo como para hacer cambiar al más encarnizado de sus perseguidores.
Sería un error presentar a Pablo como un hombre malvado que encuentra al final el buen camino. Él mismo recuerda su itinerario en He 22,3; Gál 1,14 y Fil 3,4-11; sintió desde joven el deseo de consagrarse al servicio de Dios. A este joven, digno de confianza, las autoridades judías le encargaron la difícil tarea de eliminar de sus comunidades la nueva y sospechosa doctrina de los cristianos. Y él lo hacía rigurosamente por el bien de su religión.

9,2

El Camino: es el primer nombre que se le dio al cristianismo. No se lo veía como una religión más, sino como una nueva manera de vivir iluminada por la certeza de la salvación.

9,4

¿Por qué me persigues? A la luz de Cristo Pablo descubre que su fe era sólo fanatismo; su seguridad de creyente disimula mal su orgullo. Pablo se ve pecador, violento y rebelde, pero al mismo tiempo comprende que Dios lo acoge, lo elige y le perdona; esa es la auténtica conversión cristiana.

9,7

Este relato sobre la conversión de Pablo ha generado los comentarios más diversos; mu chos se empeñan discretamente en eliminar todo lo que sea intervención del Dios vivo: ¿una crisis de conciencia del perseguidor? ¿una insola ción? Un racionalista no podrá comprender que Pablo recibió una palabra de esas que no se olvidan en toda la vida, como ha ocurrido después con la mayoría de los grandes servidores de Dios. Esa palabra le fue dada en un éxtasis y Pablo salió de allí transformado hasta el punto en que el yo desaparece. Para comprender esa experiencia se necesita la fe.
Ya se trate de Moisés o de Pablo o de cualquier otro que haya sido llamado a una gran misión, Dios no los pone en un camino nuevo sin haberse antes revelado a ellos. La fuerza de su profetismo es el fruto de un encuentro que ha dejado su impronta. Aparecen siempre dos aspectos en lo que ellos pudieron transmitir de su llamado: un “Yo soy”, y un “tú harás”.
Se leen otros dos relatos de la conversión de Pablo en He 22 y 26. Sería inútil rebuscar contradicciones; es más probable que las pequeñas diferencias hayan sido voluntarias, porque Pablo se adaptaba en cada oportunidad a su auditorio.

9,15

En adelante Saulo (que se llamará Pablo) será el apóstol de los no-judíos. Nadie ha trabajado más que él para implantar la fe en el mundo griego. Para nosotros y hasta el fin de los tiempos sus Cartas son una parte esencial de la Palabra de Dios.

9,20

Durante tres años Pablo proclama su fe y narra su propia experiencia en la provincia de Damasco, llamada también Arabia (Gál 1,16; 2Cor 11,32).

9,26

Pablo ya sigue su propio camino, pero siempre mantendrá la comunión con la Iglesia de los apóstoles.

9,32

Llevaron a Pablo al puerto de Cesarea, capital romana de Palestina. Aquí Lucas va encadenando los hechos que marcaron el paso de Pedro por la planicie costera y que también lo condujeron a Cesarea.
Un paralítico sanado y una resurrección: dos maravillas de Dios que hacen progresar la acogida del mensaje. Pedro sabe, sin embargo, que le esperan días difíciles.

9,43

Pedro llega a la capital romana de Palestina, ciudad y puerto abiertos al Mediterráneo, es decir, al mundo romano. Pedro permaneció allí por bastante tiempo. ¿Se reunía la Iglesia de Jope en casa de Simón, el curtidor?
Nótese tanto en los Hechos como en los saludos de las cartas de Pablo la mención que se hace a casas donde se reunían los cristianos, y donde se había convertido toda la familia junto con sus hijos y servidores o esclavos: 10,6; 12,12; 16,14; 16,34; 17,5; 18,3; 19,9; 21,8; 21,16; 28,7.
¿Cuál pudo ser la actividad de Pedro en ese lugar? La oración debía ocupar un lugar preponderante, y fue la oración, sin duda, lo que le permitió acoger a los que Dios quería integrar al pueblo salvado.

 

 

 

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Publicado el 09 noviembre 2013 - 02:43

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Hechos de los Apóstoles

 

 

 

10

 


Pedro bautiza a Cornelio

 

 

1 Vivía en la ciudad de Cesarea un hombre llamado Cornelio, que era un capitán del batallón Itálico. 2 Era un hombre piadoso y, al igual que toda su familia, era de los «que temen a Dios». Daba muchas limosnas a los judíos pobres y oraba constantemente a Dios.
3 Una tarde, alrededor de las tres, tuvo una visión de la que no pudo dudar: un ángel de Dios entraba a su habitación y le llamaba: «¡Cornelio!» 4 El lo miró frente a frente y se llenó de miedo. Le dijo: «¿Qué pasa, señor?» El ángel respondió: «Tus oraciones y tus limosnas han subido hasta Dios y acaban de ser recordadas ante él. 5 Ahora envía algunos hombres a Jope para que traigan a un tal Simón, llamado Pedro, 6 que se aloja en la casa de Simón, el curtidor, que está junto al mar.»
7 Apenas desapareció el ángel que le hablaba, Cornelio llamó a dos criados y a un soldado piadoso que estaba a su servicio. 8 Les explicó todo y los envió a Jope.
9 Al día siguiente, mientras iban de camino, ya cerca de la ciudad, Pedro subió a la azotea para orar. Era el mediodía. 10 Sintió hambre y quiso comer. Mientras le preparaban la comida tuvo un éxtasis: 11 vio el cielo abierto y algo que descendía del cielo: era como una tienda de campaña grande, cuyas cuatro puntas venían a posarse sobre el suelo. 12 Dentro había toda clase de animales cuadrúpedos, reptiles y aves. 13 Entonces una voz le habló: «Pedro, levántate, mata y come.»
14 Pedro contestó: «¡De ninguna manera, Señor! Jamás he comido nada profano o impuro.» 15 Y se le habló por segunda vez: «Lo que Dios ha purificado no lo llames tú impuro.» 16 Esto se repitió por tres veces. Después aquella cosa grande fue levantada hacia el cielo.
17 Después de volver en sí, Pedro buscaba en vano el significado de aquella visión, cuando justamente se presentaron los hombres enviados por Cornelio. Habían preguntado por la casa de Simón y ahora estaban a la puerta. 18 Llamaron y preguntaron si se alojaba allí Simón, llamado Pedro. 19 Como Pedro aún seguía recapacitando sobre la visión, el Espíritu le dijo: «Abajo están unos hombres que te buscan. 20 Baja y vete con ellos sin vacilar, pues los he enviado yo.»
21 Pedro bajó adonde ellos y les dijo: «Yo soy el que ustedes buscan. ¿Cuál es el motivo que los trae aquí?» 22 Ellos respondieron: «Nos envía el capitán Cornelio. Es un hombre recto, de los «que temen a Dios», y lo aprecian todos los ju díos. Ha recibido de un santo ángel la orden de hacerte venir a su casa para aprender algo de ti.» 23 Entonces Pedro los invitó a pasar y les dio alojamiento.
Al día siguiente partió con ellos, y algunos hermanos de Jope le acompañaron. 24 Al otro día llegaron a Cesarea. Cornelio los estaba esperando, y había reunido a sus parientes y amigos más íntimos. 25 Cuando Pedro estaba para entrar, Cornelio le salió al encuentro, se arrodilló y se inclinó ante él. 26 Pedro lo levantó diciendo: «Levántate, que también yo soy un ser humano.»
27 Entró conversando con él y, al ver a todas aquellas personas reunidas, 28 les dijo: «Ustedes saben que no está permitido a un judío juntarse con ningún extranjero ni entrar en su casa. Pero a mí me ha manifestado Dios que no hay que llamar profano a ningún hombre ni considerarlo impuro. 29 Por eso he venido sin dudar apenas me llamaron. Ahora desearía saber por qué me han mandado a buscar.»
30 Cornelio respondió: «Hace cuatro días, a esta misma hora, estaba yo orando en mi casa, cuando se presentó delante de mí un hombre con ropas muy brillantes, que me dijo: 31 “Cornelio, tu oración ha sido escuchada y tus limosnas han sido recordadas ante Dios. 32 Envía mensajeros a Jope y haz buscar a Simón, llamado Pedro, que se hospeda en casa del curtidor Simón, junto al mar.” 33 Te mandé a buscar en seguida y tú has tenido la amabilidad de venir. Ahora estamos todos aquí, en la presencia de Dios, dispuestos a escuchar todo lo que el Señor te ha ordenado.»
34 Entonces Pedro tomó la palabra y dijo: «Verdaderamente reconozco que Dios no hace diferencia entre las personas. 35 En toda nación mira con benevolencia al que teme a Dios y practica la justicia.
36 Ahora bien, Dios ha enviado su Palabra a los israelitas dándoles un mensaje de paz por medio de Jesús, el Mesías, que también es el Señor de todos. 37 Ustedes ya saben lo que ha sucedido en todo el país judío, comenzando por Galilea, después del bautismo que predicó Juan. 38 Jesús de Nazaret fue consagrado por Dios, que le dio Espíritu Santo y poder. Y como Dios estaba con él, pasó haciendo el bien y sanando a los oprimidos por el diablo. 39 Nosotros somos testigos de todo lo que hizo en el país de los judíos y en la misma Jerusalén.
Al final lo mataron colgándolo de un madero. 40 Pero Dios lo resucitó al tercer día e hizo que se dejara ver, 41 no por todo el pueblo, sino por los testigos que Dios había escogido de antemano, por nosotros, que comimos y bebimos con él después de que resucitó de entre los muertos. 42 El nos ordenó predicar al pueblo y dar testimonio de que Dios lo ha constituido Juez de vivos y muertos. 43 A El se refieren todos los profetas al decir que quien cree en él recibe por su Nombre el perdón de los pecados.»
44 Todavía estaba hablando Pedro, cuando el Espíritu Santo bajó sobre todos los que escuchaban la Palabra. 45 Y los creyentes de origen judío, que habían venido con Pedro, quedaron atónitos: «¡Cómo! ¡Dios regala y derrama el Espíritu Santo también sobre los que no son judíos!» 46 Y así era, pues les oían hablar en lenguas y alabar a Dios.
47 Entonces Pedro dijo: «¿Podemos acaso negarles el agua y no bautizar a quienes han recibido el Espíritu Santo como nosotros?» 48 Y mandó bautizarlos en el nombre de Jesucristo. Luego le pidieron que se quedara algunos días con ellos.

 

 

 

 

Comentarios Hechos de los Apóstoles, capítulo 10

 

10,1

La ciudad de Cesarea Marítima, construida sobre la costa de Palestina, mirando hacia el mediterráneo y hacia Roma, era la capital romana de la provincia de Judea. Al llegar a Cesarea Pedro entra al mundo romano; este camino lo llevará hasta Roma, la capital pagana, la “nueva Babilonia” (1P 5.13), que encarna todo el pecado del mundo (Ap 17,5).

 

10,2

Cornelio es un adorador de Dios como el etíope de 8,27, es decir, un extranjero que cree en el Dios único de los judíos.

 

10,11

Pedro vio el cielo abierto: esta expresión significa que tuvo una visión como en Mc 1,10 y He 7,56. Tenía hambre y la visión le muestra la caza.

La tienda que desciende del cielo es la morada de Dios entre los hombres, no el templo que se edificó con piedras, sino la tienda imagen del “templo celestial” (Ex 25,40). Pronto se verá que esa tienda es el pueblo de Dios (He 15); aquí está llena de animales impuros. Pedro quería comer y se le ofrece carne impura. Pronto la carne impura hará pensar en los “impuros”, que para los judíos (y también para Pedro) eran los que no compartían su religión –y ese era el caso de Cornelio y sus servidores.
Se necesitó la manifestación del Espíritu Santo sobre aquellos paganos para animar a Pedro a bautizarlos. Hoy en muchos ambientes la Iglesia corre peligro de reducirse a grupos sociales cerrados y envejecidos, y ciertos días parece que sólo la intervención de un ángel podría convencernos a ir donde los otros e invitarlos a entrar en la Iglesia.

 

10,34

La apertura del discurso es la que conviene para una asamblea en la que los no judíos son la mayoría: Dios ha enviado un mensaje de paz. Esos adoradores de Dios (10,2) se habían acercado a la comunidad judía y le habían pedido su conocimiento de Dios. No por eso ignoran las tensiones entre judíos y no judíos y la discriminación de que son objeto.
Pedro propone un mensaje de paz que consiste no sólo en decir que se acoge a todo el mundo, sino que además se funda en el sacrificio del servidor que Dios mismo había consagrado (Is 52,13; Lc 4,18).
Este nuevo discurso de Pedro sigue el esquema del discurso de Pentecostés. Se inicia con el escándalo que fue el suplicio de Jesús y demuestra que Dios transformó el mal en bien.

 

10,42

La idea de Cristo juez no siempre nos entusiasma, pero esto no basta para negar que haya un juicio. Hay que recordar sin embargo que juzgar y gobernar constituyen una misma cosa en la cultura bíblica: juez de vivos y muertos significa que la presencia activa de Dios en la historia humana pasará en adelante por el Cristo Señor.

 

10,44

Algunos han visto aquí un Pentecostés de los no judíos; lo cierto es que esa manifestación marcó profundamente la reflexión de la Iglesia (He 15,8).

 

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Publicado el 15 noviembre 2013 - 07:23

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Hechos de los Apóstoles

 

11

 

 

 
 
Pedro justifica su conducta
 
 
1 Los apóstoles y los hermanos de Judea tuvieron noticias de que también personas no judías habían acogido la Palabra de Dios. Por eso, 2 cuando Pedro subió a Jerusalén, los creyentes judíos comenzaron a criticar su actitud: 3 «¡Has entrado en la casa de gente no judía y has comido con ellos!» 4 Entonces Pedro se puso a explicarles los hechos punto por punto:
5 «Estaba yo haciendo oración en la ciudad de Jope cuando en un éxtasis tuve una visión. Algo bajaba del cielo, algo que se parecía a una gran tienda de campaña, y llegaba hasta mí, posándose en el suelo sobre sus cuatro puntas. 6 Miré atentamente y vi en ella cuadrúpedos, bestias del campo, reptiles y aves. 7 Oí también una voz que me decía: «Pedro, levántate, mata y come.» 8 Yo contesté: «¡De ninguna manera, Señor! Nunca ha entrado en mi boca nada profano o impuro.» 9 La voz me habló por segunda vez: «Lo que Dios ha purificado, no lo llames tú impuro.» 10 Esto se repitió por tres veces y después fue retirado todo al cielo.
11 En aquel momento, tres hombres que habían sido enviados a mí desde Cesarea, llegaron a la casa donde nosotros estábamos. 12 El Espíritu me dijo que los siguiera sin vacilar. Me acompañaron estos seis hermanos y entramos en la casa de aquel hombre. 13 El nos contó cómo había visto a un ángel que se presentó en su casa y le dijo: “Envía a alguien a Jope, y que traiga a Simón, llamado Pedro. 14 El te dará un mensaje por el que te salvarás tú y toda tu familia”.
15 Apenas había comenzado yo a hablar, cuando el Espíritu Santo bajó sobre ellos, como había bajado al principio sobre nosotros. 16 Entonces me acordé de la palabra del Señor, que dijo: “Juan bautizó con agua, pero ustedes serán bautizados en el Espíritu Santo.” 17 Si ellos creían en el Señor Jesucristo y Dios les comunicaba el mismo don que a nosotros, ¿quién era yo para oponerme a Dios?»
18 Cuando oyeron esto se tranquilizaron y alabaron a Dios diciendo: «También a los que no son judíos les ha dado Dios la conversión que lleva a la vida.»
 
La fundación de la Iglesia de Antioquía
 
19 Algunos que se habían dispersado a raíz de la persecución cuando el asunto de Esteban llegaron hasta Fenicia, Chipre y Antioquía, pero sólo predicaban la Palabra a los judíos. 20 Sin embargo, unos hombres de Chipre y de Cirene, que habían llegado a Antioquía, se dirigieron también a los griegos y les anunciaron la Buena Noticia del Señor Jesús. Referencias versículo 2121 La mano del Señor estaba con ellos y fueron numerosos los que creyeron y se convirtieron al Señor.
22 La noticia de esto llegó a oídos de la Iglesia de Jerusalén y enviaron a Bernabé a Antioquía. 23 Al llegar fue testigo de la gracia de Dios y se alegró; animaba a todos a que permaneciesen fieles al Señor con firme corazón, 24 pues era un hombre excelente, lleno del Espíritu Santo y de fe. Así fue como un buen número de gente conoció al Señor.
25 Bernabé salió para Tarso en busca de Saulo, 26 y apenas lo encontró lo llevó a Antioquía. En esta Iglesia trabajaron juntos durante un año entero, instruyendo a muchísima gente, y fue en Antioquía donde los discípulos por primera vez recibieron el nombre de cristianos.
27 Por aquel tiempo bajaron algunos profetas de Jerusalén a Antioquía. 28 Uno de ellos, llamado Agabo, dio a entender con gestos proféticos que una gran hambre vendría sobre todo el mundo, la que de hecho sobrevino en tiempos del emperador Claudio. Referencias versículo 2929 Entonces cada uno de los discípulos empezó a ahorrar según sus posibilidades, destinando esta ayuda a los hermanos de Judea. Referencias versículo 3030 Así lo hicieron, enviándosela a los presbíteros por medio de Bernabé y Saulo.

 

 

 

Comentarios Hechos de los Apóstoles, capítulo 11
 
 
11,1 
 A nosotros nos parece la cosa más normal del mundo que Pedro bautizara a uno no judío. Pero no olvidemos que los cristianos de Jerusalén seguían siendo judíos, con toda su educación, sus prejuicios y su sensibilidad, y no entendían cómo se podía entrar en la familia de Jesús sin integrarse antes en el pueblo de Dios, que para ellos seguía siendo el pueblo judío. ¿Podría convertirse en su hermano antes de recibir la circuncisión?
La advertencia que hacen a Pedro es el primer testimonio de la presión constante que se ejercerá sobre los responsables cada vez que opten por abrir nuestra Iglesia a gentes de otros ambientes o de otra cultura.
 
11,19 
 Antioquía, situada a 500 kilómetros al norte de Jerusalén, era la capital de la provincia romana de Siria, país donde se hablaba el griego, y en la que había también una comunidad judía importante.
Lucas no nos dice quién predicó la fe cristiana a los paganos por primera vez, ni cómo se efectuó: el cristiano o los cristianos de origen judío que lo hicieron merecerían un monumento o mejor una fiesta en nuestra liturgia. En muy pocos años más Antioquía se convertirá en otro centro de la Iglesia, arraigado en el mundo griego.
 
11,22 
La comunidad de Jerusalén es la Roma de la Iglesia primitiva. Tiene conciencia de su autoridad y quiere ver en seguida y más de cerca esta gran novedad.
 
11,23 
Estas breves noticias de Lucas sobre las sorpresas y los éxitos de la misión tienen su parecido en lo que pasa hoy día cuando la evangelización se hace con el Evangelio. La obra de Dios se realiza de acuerdo a una lógica muy particular que no deja duda sobre la presencia del Espíritu en los encuentros, en la proclamación y en la acogida del Señor.
 
11,27 
 Por primera vez el libro de los Hechos menciona a los profetas. Parece que la Iglesia otorgaba este título a quienes les había reconocido este carisma. El profeta siempre es un hombre muy conocedor de la Escritura. Por eso ha recibido autoridad cuando habla, un don para encontrar en la Escritura (nuestro Antiguo Testamento) los pilares de la fe y de la práctica cristiana. A veces se le concede que pueda leer los secretos de los corazones y dé de antemano advertencias y mensajes cuya realización será notoria.
Los doctores eran el equivalente a los maestros de la Ley de la sinagoga. Eran los catequistas y los consejeros.
Lucas ha relatado el primer gesto de ayuda fraterna entre cristianos de diferentes países. Este párrafo menciona a los ancianos o “presbíteros”. Así eran llamados los responsables de la comunidad cristiana según el modelo judío.

 

 

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Publicado el 23 noviembre 2013 - 05:39

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Hechos de los Apóstoles
 
 

12

 

 

Muerte de Santiago. Liberación milagrosa de Pedro
 
1 Por aquel tiempo el rey Herodes decidió apresar a algunos miembros de la Iglesia para maltratarlos. Referencias versículo 22 Hizo matar a espada a Santiago, hermano de Juan, Referencias versículo 33 y, al ver que esto agradaba a los ju díos, mandó detener también a Pedro: eran precisamente los días de la fiesta de los Panes Azimos. 4 Des pués de detenerlo lo hizo encerrar en la cárcel bajo la vigilancia de cuatro piquetes de cuatro soldados cada uno, pues su intención era juzgarlo ante el pueblo después de la Pascua. 5 Y mientras Pedro era custodiado en la cárcel, toda la Iglesia oraba incesantemente por él a Dios.
6 Llegaba el día en que Herodes iba a hacerlo comparecer; aquella misma noche Pedro estaba durmiendo entre dos soldados, atado con dos cadenas, y otros guardias custodiaban la puerta de la cárcel. 7 De repente la celda se llenó de luz: ¡estaba el ángel del Señor! El ángel tocó a Pedro en el costado y lo despertó diciéndole: «¡Levántate en seguida!» Y se le cayeron las cadenas de las manos. 8 El ángel le dijo en seguida: «Ponte el cinturón y las sandalias.» Así lo hizo, y el ángel agregó: «Ponte el manto y sígueme.»
9 Pedro salió tras él; no se daba cuenta de que lo que estaba ocurriendo con el ángel era realidad, y todo le parecían visiones. 10 Pasaron la primera y la segunda guardia y llegaron a la puerta de hierro que daba a la ciudad, la cual se les abrió sola. Salieron y se metieron por un callejón, y de repente lo dejó el ángel.
11 Entonces Pedro volvió en sí y dijo: «Ahora no cabe duda: el Señor ha enviado a su ángel para rescatarme de las manos de Herodes y de todo lo que proyectaban los judíos contra mí.»
12 Pedro se orientó y fue a casa de María, madre de Juan, llamado también Marcos, donde muchos estaban reunidos en oración. 13 Llamó a la puerta, y fue a atender una muchacha llamada Rodesa. 14 Reconoció la voz de Pedro, y fue tanta su alegría, que en vez de abrir la puerta entró corriendo a contar que Pedro estaba a la puerta. 15 Los demás le dijeron: «¡Estás loca!» Como ella seguía insistiendo, ellos dijeron: «Será su ángel.»
16 Pedro seguía llamando. Cuando abrieron y vieron que era él, se quedaron sin palabras. 17 Les hizo señas con la mano pidiendo silencio, y les contó cómo el Señor lo había sacado de la cárcel. En seguida les dijo: «Comuniquen esto a Santiago y a los hermanos.» Luego salió y se fue a otro lugar.
18 Al amanecer no fue poco el alboroto entre los soldados: ¿Qué había pasado con Pedro? 19 Herodes ordenó buscarlo y, como no lo encontraron, hizo procesar y ejecutar a los guardias. Después bajó de Judea a Cesarea y se quedó allí.
 
Muerte de Herodes
 
20 Por aquel entonces Herodes estaba muy irritado con los ciudadanos de Tiro y de Sidón. De común acuerdo se presentaron ante él y, después de ganarse a Blasto, tesorero del rey, buscaron una solución pacífica, ya que su país dependía del de Herodes para su abastecimiento. 21 El día señalado, Herodes, vestido con el manto real, se sentó en la tribuna y les dirigió la palabra. 22 Entonces el pueblo lo empezó a aclamar: «¡Esta es la voz de Dios, no de un hombre!» 23 Pero de repente lo hirió el ángel del Señor por no haber devuelto a Dios el honor, y empezó a llenarse de gusanos que lo comían, hasta que murió.
24 Mientras tanto la Palabra de Dios crecía y se difundía. Referencias versículo 2525 Bernabé y Saulo habían terminado su misión y se volvieron a Jerusalén; traían con ellos a Juan, llamado también Marcos.

 

 

 

 

Comentarios Hechos de los Apóstoles, capítulo 12
 
12,1 
 Esta segunda persecución afecta a toda la comunidad cristiana de Jerusalén (véase 8,1). Santiago (el Mayor) era, junto a Pedro y Juan, uno de los íntimos de Jesús (Lc 9,28).
La segunda liberación de Pedro (véase 5,9) manifiesta la poderosa intercesión de la Iglesia en favor de su jefe y la voluntad del Señor de poner su Iglesia a resguardo del poder del mal (véase Mt 16,18).
 
12,17 
Pedro sale tal vez para el extranjero. Puede que sus últimas palabras sean para pedir a Santiago, hermano del Señor, que se haga cargo de la Iglesia de Jerusalén.
 
12,23 
Lucas imita el estilo de los textos bíblicos para relatar la muerte de Herodes Agripa I: véase 2Ma 9,5 y 9,12. De hecho el historiador Flavio Josefo relata también esta muerte y casi en los mismos términos.
 
12,24 
 Juan de sobrenombre Marcos, ya citado en 12,12, es el Evangelista.
 
 
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Publicado el 29 noviembre 2013 - 01:46

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Hechos de los Apóstoles

 

 

13

 

 


Pablo es enviado por la Iglesia


1 En Antioquía, en la Iglesia que estaba allí, había profetas y maestros: Bernabé, Simeón, llamado el Negro, Lucio de Cirene, Manahem, que se había criado con Herodes, y Saulo.
2 Un día, mientras celebraban el culto del Señor y ayunaban, el Espíritu Santo les dijo: «Sepárenme a Bernabé y a Saulo y envíenlos a realizar la misión para la que los he llamado.» 3 Ayunaron e hicieron oraciones, les impusieron las manos y los enviaron.


Primera misión de Pablo

4 Enviados por el Espíritu Santo, Bernabé y Saulo bajaron al puerto de Seleucia y de allí navegaron hasta Chipre. 5 Llegados a Salamina, comenzaron a anunciar la Palabra de Dios en las sinagogas de los judíos. Juan les hacía de asistente.
6 Atravesando toda la isla hasta Pafos, encontraron a un mago judío, un falso profeta llamado Bar-Jesús, 7 que estaba con el gobernador Sergio Paulo, el cual era un hombre muy abierto. Este hizo llamar a Bernabé y Saulo, pues de seaba escuchar la Palabra de Dios, 8 pero el otro ponía trabas. El Elimas (éste era su nombre, que significa el Mago), intentaba apartar al gobernador de la fe.
9 Entonces Saulo, que no es otro que Pablo, lleno del Espíritu Santo, fijó en él sus ojos 10 y le dijo: «Tú, hijo del diablo, enemigo de todo bien, eres un sinvergüenza y no haces más que engañar. ¿Cuándo terminarás de torcer los rectos caminos del Señor? 11 Pues ahora la mano del Señor va a caer sobre ti, quedarás ciego y no verás la luz del sol por cierto tiempo.» Al instante quedó envuelto en oscuridad y tinieblas, y daba vueltas buscando a alguien que lo llevase de la mano. 12 Al ver lo acontecido, el gobernador abrazó la fe, pues quedó muy impresionado por la doctrina del Señor.


Pablo en la capital de Pisidia

13 Pablo y sus compañeros se embarcaron en Pafos y llegaron a Perge de Panfilia. Allí Juan se separó de ellos y regresó a Jerusalén, 14 mientras ellos, dejando Perge, llegaban a Antioquía de Pisidia. El sábado entraron en la sinagoga y se sentaron.
15 Después de la lectura de la Ley y los Profetas, los jefes de la sinagoga les mandaron a decir: «Hermanos, si ustedes tienen alguna palabra de aliento para los presentes, hablen.» 16 Pablo, pues, se levantó, hizo señal con la mano pidiendo silencio y dijo:
«Hijos de Israel y todos ustedes que temen a Dios, escuchen: 17 El Dios de Israel, nuestro pueblo, eligió a nuestros padres. Hizo que el pueblo se multiplicara durante su permanencia en Egipto, los sacó de allí con hechos poderosos 18 y durante unos cuarenta años los llevó por el desierto. 19 Luego destruyó siete naciones en la tierra de Canaán y les dio su territorio en herencia. 20 Durante unos cuatrocientos cincuenta años les dio jueces, hasta el profeta Samuel. 21 Entonces pidieron un rey, y Dios les dio a Saúl, hijo de Cis, de la tribu de Benjamín, que reinó cuarenta años. 22 Pero después Dios lo rechazó y les dio a David, de quien dio este testimonio: Encontré a David, hijo de Jesé, un hombre a mi gusto, que llevará a cabo mis planes.
23 Ahora bien, Dios ha cumplido su promesa: ha hecho surgir de la familia de David un salvador para Israel, ese es Jesús. 24 Antes de que se manifestara, Juan había predicado a todo el pueblo de Israel un bautismo de conversión. 25 Y cuando estaba para terminar su carrera, Juan declaró: «Yo no soy el que ustedes piensan, pero detrás de mí viene otro al que yo no soy digno de desatarle la sandalia.»
26 Hermanos israelitas, hijos y descendientes de Abrahán, y también ustedes los que temen a Dios, a todos nosotros se nos ha dirigido este mensaje de salvación. 27 Es un hecho que los habitantes de Jerusalén y sus jefes no lo reconocieron, sino que lo procesaron, cumpliendo con esto las palabras de los profetas que se leen todos los sábados. 28 Aunque no encontraron en él ningún motivo para condenarlo a muerte, pidieron a Pilato que fuera ejecutado. 29 Y cuando cumplieron todo lo que sobre él estaba escrito, lo bajaron de la cruz y lo pusieron en un sepulcro.
30 Pero Dios lo resucitó de entre los muertos. 31 Durante muchos días se apareció a los que habían subido con él desde Galilea a Jerusalén, y que habían de ser sus testigos ante el pueblo. 32 Nosotros mismos les traemos ahora la promesa que Dios hizo a nuestros padres, 33 y que cumplió para nosotros, sus hijos, al resucitar a Jesús, como está escrito en el Salmo: Tú eres mi hijo, yo te he engendrado hoy.
34 Dios lo resucitó de entre los muertos, y no volverá a conocer muerte ni corrupción. Pues así lo dijo: Les daré las cosas santas, las realidades verdaderas que reservaba para David.
35 Asimismo está dicho en otro lugar: No permitirás que tu santo experimente la corrupción. 36 Bien saben que David, después de haber servido durante su vida a los designios de Dios, murió, se reunió con sus padres y experimentó la corrupción. 37 Otro, pues, es el que no sufre la corrupción, y ése es Jesús, al que Dios resucitó.
38 Sepan, pues, hermanos, cuál es la promesa: por su intermedio ustedes recibirán el perdón de los pecados y de todas esas cosas de las cuales buscaron en vano ser liberados por la Ley de Moisés. 39 Quien cree en este Jesús es liberado de todo esto. 40 Tengan, pues, cuidado de que no les ocurra lo que dijeron los profetas: 41 Atiendan ustedes, gente engreída, asómbrense y desaparezcan. Porque voy a realizar en sus días una obra tal, que si se la contaran no la creerían.»
42 Al salir Pablo y Bernabé de la sinagoga, les rogaban que de nuevo les volvieran a hablar de este tema el sábado siguiente. 43 Y cuando se dispersó la asistencia, muchos ju díos y de los que temen a Dios les siguieron. Pablo y Bernabé continuaron conversando con ellos, y los exhortaban a perseverar en la gracia de Dios.
44 El sábado siguiente casi toda la ciudad acudió para escuchar a Pablo, que les habló largamente del Señor. 45 Los judíos se llenaron de envidia al ver todo aquel gentío y empezaron a contradecir con insultos lo que Pablo decía. 46 Entonces Pablo y Bernabé les hablaron con coraje: «Era necesario que la Palabra de Dios fuera anunciada a ustedes en primer lugar. Pues bien, si ustedes la rechazan y se condenan a sí mismos a no recibir la vida eterna, sepan que ahora nos dirigimos a los que no son judíos. 47 El mismo Señor nos dio la orden: Te he puesto como luz de los paganos, y llevarás mi salvación hasta los extremos del mundo.
48 Los que no eran judíos se alegraban al oír estas palabras y tomaban en consideración el mensaje del Señor. Y creyeron todos los que estaban destinados para una vida eterna. 49 Con esto la Palabra de Dios empezó a difundirse por toda la región.
50 Pero los judíos incitaron a mujeres distinguidas de entre las que temían a Dios y también a los hombres importantes de la ciudad y promovieron una persecución contra Pablo y Bernabé hasta que los echaron de su territorio. 51 Así que los apóstoles se fueron a la ciudad de Iconio, pero al salir sacudieron el polvo de sus pies en protesta contra ellos. 52 Dejaban a los discípulos llenos de gozo y Espíritu Santo.

 

 

 

Comentarios Hechos de los Apóstoles, capítulo 13

 

13,1

Hasta aquí había predominado la figura de Pedro. Se puede decir que a partir de ahora comienzan los Hechos de Pablo. Se inician en la gran comunidad de Antioquía donde se mezclan cristianos de origen judío y de origen griego. La iniciativa viene del Espíritu, y con la imposición de las manos se implora la gracia de Dios para los dos misioneros.
Es muy difícil saber cómo se organizó la Iglesia en sus comienzos. Entonces no tenía la jerarquía de tres órdenes que tenemos ahora, a saber, obispos, sacerdotes y diáconos, que sólo quedará establecida hacia fines del siglo primero.
Las Iglesias de Jerusalén y de Antioquía se gobernaban en forma diferente a la de las pequeñas comunidades. La mayoría de éstas seguían el modelo de las sinagogas y escogían a sus ancianos de entre los hombres más dignos de confianza (véanse 14,23 y 11,30). Bastaba que hubieran sido reconocidos por los apóstoles o por otra autoridad superior y fueran aceptados por las comunidades vecinas. Su servicio de “presidencia” incluía el bautismo, la celebración de la Eucaristía y la unción de los enfermos.
Los profetas reconocidos como tales (y entre ellos los de Antioquía), gozaban de una autoridad superior, bastante cercana a la de los apóstoles (1Cor 12,28 y Ef 2,20). En aquel momento Pablo no llevaba el título de apóstol.

13,4

Hacía ya dos siglos que las comunidades judías se habían organizado en todas las ciudades del mundo mediterráneo. Un judío podía por tanto viajar sabiendo que sería acogido en cualquier parte. Y eso permitirá a los misioneros recorrer el mundo greco-romano hasta que el cristianismo sería condenado oficialmente por las autoridades de Jerusalén, probablemente los años 44-46, y se dispuso de esa posibilidad hasta el año 62-63.
Desde Antioquía, Pablo y Bernabé se embarcan para la isla de Chipre, patria de Bernabé.

13,7

El encuentro con Sergio Paulo es de buen augurio, porque demuestra que el Evangelio no sólo conquista a la gente humilde, sino también a las autoridades (Lc 21,12).

13,9

Saulo ha cambiado su nombre por Pablo; puede que pidiera la autorización del gobernador, porque los “Pauli” eran una gran y antigua familia. Para Pablo, que era ciudadano romano (16,37), fue un paso más para integrarse en el mundo de los no-judíos.

13,13

Una vez empezada la misión Pablo se impone como jefe y Bernabé pasa al segundo plano. Al llegar al continente, en la inhóspita región de Perge, Juan Marcos los abandonó. Los planes audaces de Pablo le provocaron probablemente miedo; sabía un poco de griego y tal vez se sintió muy mal al entrar en un país en el que pocas personas conocían esa lengua. Pablo y Bernabé penetran en las montañas de la Turquía actual y llegan al corazón de la provincia de Pisidia, a Antioquía (que no se debe confundir con la otra Antioquía de Siria).
Lucas cuenta los pormenores de los acontecimientos de Antioquía de Pisidia, porque fueron típicos de lo que iba a suceder tanto entre los judíos como entre los griegos —los paganos— en otros lugares.
Pablo habla durante la reunión del sábado en la sinagoga. El culto se componía de salmos y de lecturas bíblicas. Después seguía la interpretación, de la que se encargaban los jefes de la sinagoga, a menos que hubiera alguna visita, a la cual se le ofrecía la palabra. A Pablo, que está de paso y que manifestó su intención de transmitir un mensaje, le dan la palabra.

13,15

Había un calendario de lecturas litúrgicas para todo el año. Se comenzaba siempre con un texto de la Ley (el Pentateuco), luego venía un texto de los Profetas, que era como una aplicación de aquella, y finalmente seguía la interpretación. Las comunidades cristianas conservaron esa estructura y la integraron en su Eucaristía.
Es probable que ese día la lectura de los Profetas fuera tomada del libro de Samuel, que formaba parte de los “Profetas anteriores”. El discurso de Pablo puede parecernos de escaso interés, como los de Pedro (cap. 2) y de Esteban (cap. 7). Para todos aquellos judíos, sin embargo, no había nada más interesante que oír recordar esa historia que les daba su identidad en medio de los otros pueblos. Pablo pone énfasis en una serie de hechos que le dan sentido y la conducen muy precisamente a Cristo. Demuestra que las promesas de Dios a Israel se han realizado por la resurrección de Jesús.
Hay aquí una manera de entender el Evangelio que no debemos perder. Decimos que la fe judía y luego la cristiana son “históricas”. Esto quiere decir ante todo que Dios se ha revelado en la historia y nuestra fe no es una doctrina descubierta por pensadores, ni tampoco parte de leyendas. Pero también quiere decir que la resurrección de Jesús marca un nuevo punto de partida de toda la historia humana y que, año tras año, la historia está en marcha hacia un término cuya única salida será el juicio y el reino de Dios. No podemos simplemente predicar una doctrina verdadera, sino que debemos mostrar cómo el Evangelio y el Espíritu de Dios están actuando en los acontecimientos. Porque lo que estamos viviendo es la prolongación de la larga historia de las intervenciones de Dios en el mundo.

13,16

Al lado de los judíos están los que “temen a Dios” y los “prosélitos” (más comprometidos con el Judaísmo) que ya hemos encontrado en el caso del etíope y de Cornelio; los judíos los consideraban creyentes de segunda clase.
Desde sus primeras palabras Pablo los saluda como si fueran judíos. Después en su predicación ya no insistirá en la observancia de la Ley, que sólo era seguida enteramente por los judíos y que los ponía por encima de los demás, sino que más bien declara que La Ley ha sido superada (38). Pablo destaca las promesas de Dios, que se dirigen a todos los hombres. Los “que temen a Dios” se entusiasman con el Evangelio que hace de ellos creyentes de pleno derecho.

13,43

El gesto más importante del misionero: tomó contacto con aquellos que no eran de origen judío, porque a través de ellos llegaría a otros no judíos que no habían sido todavía alcanzados por la predicación judía.

13,45

El público reacciona de diversas formas. Aquí se nota el malestar inevitable de la gran mayoría de los fieles en una religión donde la fe y el grupo social están estrechamente unidos: los creyentes están unidos aparte de otros o en contra de otros. Superar esa barrera será el distintivo de los discípulos de Jesús
Todo eso, ¿no es acaso actual? Si no vemos a menudo tales crisis en nuestras iglesias es quizá porque los apóstoles son poco numerosos, como en tiempos de Pablo, y porque no hemos recibido aún la visita del que se haría oír más allá de nuestros muros.

13,47

Pablo citó una vez más uno de los poemas del siervo (Is 49). Hasta los extremos del mundo: se abrirá una nueva etapa de la evangelización ya anunciada en He 1,8. Hasta entonces Bernabé y Pablo predicaban en la sinagoga, donde lograban ser escuchados por los griegos simpatizantes de la religión judía. En adelante Pablo pensará en primer lugar en los no judíos.

13,48

Esta expresión no condena a los que no han creído. Solamente dice que Dios había entrado en la vida de los que habían creído, haciendo de ellos los portadores de una corriente de vida que transformaría al mundo (Jn 17,3).

13,50

Con respecto a esas persecuciones contra Pablo véase Gál. 5,11. En 13,51 se reconoce el mandato de Jesús (Lc 9.15).

 

 

 

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#199 Ge. Pe.

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Publicado el 03 diciembre 2013 - 03:34

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Hechos de los Apóstoles

 

 

 

14

 


Evangelización de Iconio

 

 

1 En Iconio ocurrió lo mismo. Pablo y Bernabé entraron en la sinagoga de los judíos y hablaron de tal manera que un gran número de judíos y griegos abrazaron la fe. 2 Pero entonces los judíos que se negaron a creer excitaron y envenenaron los ánimos de los paganos contra los hermanos. 3 Con todo, permanecieron allí un buen número de días. Predicaban sin miedo, confiados en el Señor, que confirmaba este anuncio de su gracia con las señales milagrosas y los prodigios que les concedía realizar.
4 La población de la ciudad se dividió, unos a favor de los judíos y otros a favor de los apóstoles. 5 Un grupo compuesto de paganos y judíos, con sus jefes al frente, se preparó para ultrajar y apedrear a los apóstoles. 6 Ellos, al enterarse, huyeron a la provincia de Licaonia, a las ciudades de Listra, Derbe y alrededores, 7 donde se quedaron evangelizando.


En Listra y Derbe

 

8 Había en Listra un hombre tullido, que se veía sentado y con los pies cruzados. Era inválido de nacimiento y nunca había podido caminar. 9 Un día, como escuchaba el discurso de Pablo, éste fijó en él su mirada y vio que aquel hombre tenía fe para ser sanado. 10 Le dijo entonces en voz alta: «Levántate y ponte derecho sobre tus pies.» El hombre se incorporó y empezó a andar.
11 Al ver la gente lo que Pablo había hecho, comenzó a gritar en la lengua de Licaonia: «¡Los dioses han venido a nosotros en forma de hombres!» 12 Según ellos, Bernabé era Zeus y Pablo Hermes, porque era el que hablaba. 13 Incluso el sacerdote del templo de Zeus que estaba fuera de la ciudad, trajo hasta las puertas de la misma toros y guirnaldas y, de acuerdo con la gente, quiso ofrecerles un sacrificio.
14 Al escuchar esto, Bernabé y Pablo rasgaron sus vestidos para manifestar su indignación y se lanzaron en medio de la gente gritando: 15 «Amigos, ¿qué hacen? Nosotros somos humanos y mortales como ustedes, y acabamos de decirles que deben abandonar estas cosas que no sirven y volverse al Dios vivo, que hizo el cielo, la tierra, el mar y cuanto hay en ellos. 16 El permitió en las generaciones pasadas que cada nación siguiera su propio camino, 17 pero no por eso dejó de manifestarse, pues continuamente derrama sus beneficios. El es quien desde el cielo les da las lluvias, y los frutos a su tiempo, dando el alimento y llenando los corazones de alegría.»
18 Aun con estas palabras, difícilmente consiguieron que el pueblo no les ofreciera un sacrificio, y que volvieran cada uno a su casa.
19 Se quedaron allí algún tiempo enseñando. Luego llegaron unos judíos de Antioquía e Iconio y hablaron con mucha seguridad, afirmando que no había nada de verdadero en aquella predicación, sino que todo era una mentira. Persuadieron a la gente a que les dieran la espalda y al final apedrearon a Pablo. Después lo arrastraron fuera de la ciudad, convencidos de que ya estaba muerto. 20 Pero sus discípulos se juntaron en torno a él, y se levantó. Entró en la ciudad, y al día siguiente marchó con Bernabé para Derbe.


Vuelven a Antioquía

 

21 Después de haber evangelizado esa ciudad, donde hicieron muchos discípulos, regresaron de nuevo a Listra y de allí fueron a Iconio y Antioquía. 22 A su paso animaban a los discípulos y los invitaban a perseverar en la fe; les decían: “Es necesario que pasemos por muchas pruebas para entrar en el Reino de Dios.» 23 En cada Iglesia les hacían designar presbíteros y, después de orar y ayunar, los encomendaban al Señor en quien habían creído.
24 Atravesaron la provincia de Pisidia y llegaron a la de Panfilia. 25 Predicaron la Palabra en Perge y bajaron después a Atalía. 26 Allí se embarcaron para volver a Antioquía, de donde habían partido encomendados a la gracia de Dios para la obra que acababan de realizar.
27 A su llegada reunieron a la Iglesia y les contaron todo lo que Dios había hecho por medio de ellos y cómo había abierto las puertas de la fe a los pueblos paganos. 28 Permanecieron allí bastante tiempo con los discípulos.

 

 

 

Comentarios Hechos de los Apóstoles, capítulo 14

 

 

14,1

Pablo y Bernabé hablan sin miedo, o con seguridad. Es uno de los signos del verdadero apóstol, movido por el Espíritu. Esta seguridad, que decide la conversión de los oyentes, es algo más que un don natural. Dios es quien inspira tanto la palabra del apóstol como la respuesta de fe del oyente, muy especialmente en circunstancias difíciles (Véase 1Tes 2,2 y 2Cor 12,10).

 

14,8

Una vez fuera de la ciudad en la que el griego era hablado por muchas personas, nada les facilitaría el contacto. En primer lugar el problema del idioma, que fue ocasión de una de esas experiencias que no se olvidan: el contacto imprevisto con una población tan extraña al mundo del predicador en que ya no es dueño de la palabra y nunca sabrá lo que pudo captar el oyente. La curación del enfermo despierta a todo un pueblo que vivía su fe según costumbres ancestrales y que era incapaz de comprender a dónde quería llegar Pablo; ni siquiera entendían su griego (11).

 

14,9

Más exacto sería decir: “Tenía fe de que sería salvado”, y era la misma fe que Jesús admiraba en el pueblo, aun cuando veía que eran incapaces de abrirse a su mensaje y de llegar a ser sus discípulos. Jesús sólo podía llevarlos a dar gracias al Dios único que se había inclinado sobre ellos (Mc 5,19).

 

14,11

La multitud sólo había visto el milagro, y de acuerdo con las autoridades locales, da gracias a su modo. Pablo se da cuenta de que es imposible presentar a Jesús y trata por lo menos de hablar del Dios único, como ya lo hacían desde hacía tiempo los apóstoles de la fe judía en medio de los paganos.

 

14,19

Pablo fue apedreado como lo había sido Esteban (He 7,58; 2Cor 11,25).
La presencia de los judíos en todas las ciudades del Imperio y las estrechas comunicaciones entre sus comunidades, hicieron de ellos enemigos temibles desde el momento que los cristianos tuvieron en contra a las autoridades centrales de Jerusalén. Los judíos perseguirán a las comunidades cristianas e indispondrán contra ellas a las autoridades romanas hasta la Guerra de los Judíos de los años 66-70.
Efectivamente las dificultades de Listra ayudaron a Pablo a precisar sus objetivos. Ya no se seguirá arriesgando más en las provincias en las que es difícil darse a entender. En adelante evangelizará las grandes ciudades, situadas en los grandes ejes de tránsito y en los puertos, y dejará a otros la tarea de propagar el Evangelio más hacia el interior.

 

14,21

Derbe es la etapa final de la misión. Pablo y Bernabé regresan por donde habían venido, visitando las comunidades que habían establecido en el continente. Después toman el barco hacia Antioquía, sin retornar a la isla de Chipre.
La Iglesia de la época no tenía parroquias ni clero ni instituciones. El apóstol tenía que organizar la Iglesia de tal manera que pudiera continuar. Respecto de estos ancianos (23), véase el comentario de 13,1.
Así comprendemos que una misión no ha alcanzado su objetivo hasta que no haya logrado formar comunidades de personas adultas, con sus propios líderes y con la participación de todos sus miembros.

 

14,23

Los ancianos o presbíteros debían ser plenamente aceptados por la comunidad de la que iban a ser instructores y pastores. Esta exigencia, que está enraizada en toda la tradición bíblica, se ha ido perdiendo cuando las autoridades se han creído las únicas inspiradas.

 

14,27

El regreso a Antioquía no es todavía el final de la misión. Será necesario que la Iglesia acepte las novedades introducidas por los misioneros, lo que motivará el concilio de Jerusalén.

 

 

 

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#200 Ge. Pe.

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Publicado el 04 diciembre 2013 - 10:48

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Hechos de los Apóstoles

 

15

 

Controversias. —Concilio de Jerusalén: la Iglesia, ¿será judía?
 
 
bol1.gif Aquí vemos el primer gran debate de la Iglesia.
 
Discusiones violentas: no se trataba de disputarse los puestos. La gran novedad era esta: hasta entonces la Iglesia reunía a una minoría judía que permanecía fiel a la Ley y al Templo. Se acogía con gusto a los convertidos que ve-nían de otros pueblos, pero debían integrarse al pueblo judío para compartir las promesas que Dios había hecho a sus antepasados.
 
Pero las misiones de Pablo han creado un nuevo elemento: en los países griegos han surgido comunidades en las que no se da importancia a las prácticas judías. Estos griegos sa- bían que Jesús había sido un judío practicante, pero no se preocupaban por imitarlo en esto ni tampoco veían un motivo suficiente para adoptar la circuncisión, que muchos consideraban como un rito bárbaro.
 
¿Llegaría a dividirse la Iglesia? ¿Sería Pablo el iniciador de otra Iglesia más radical en la apreciación de la salvación únicamente por la fe en Cristo?
 
La Iglesia se reúne y medita los textos bíblicos y llegan a una visión más clara de lo que es la Iglesia: es a la vez el pueblo renovado y el nuevo Templo de Dios, y los no judíos que se convirtieron son parte del edificio.
 
Pedro fue elegido para la efusión del Espíritu en la casa de Cornelio (He 10). Y no vacila en poner a ese “Pentecostés de los no judíos” en el mismo plano que el Pentecostés en que el Espíritu vino sobre la comunidad judía. Pedro recuerda entonces que la salvación es don de Dios y que no depende de la práctica de la Ley.
 
bol2.gif Nos podría extrañar ver a Santiago, el “hermano del Señor”, intervenir por último después de Pedro. Pero no hay que olvidar que Pedro le había confiado la Iglesia de Jerusalén cuando pasó a la clandestinidad (He 12,17) y que luego tuvo que desaparecer por un tiempo prolongado. ¿En qué condiciones pudo participar en esa reunión? Intervino de manera decisiva, pero sin pasar por encima de quien tenía a su cargo esa Iglesia, la primera y la más importante de todas.
 
Nos es fácil seguir las intervenciones y los argumentos, pues desconocemos el clima en que se desarrolló toda la discusión. Se celebraba entonces una de las grandes fiestas judías, la Dedicación del Templo (Jn 10,22), que recordaba a la vez su construcción por Salomón y su purificación por Judas Macabeo.
 
Toda la discusión debió girar en torno a los textos que proponía la liturgia de esos días. Se ha demostrado que no sólo las citas de 16-18 sino también las palabras de Pedro y de Santiago aluden a esos textos. Se esperaba de Dios un templo purificado y un pueblo renovado, y los apóstoles comprenden que si una gran parte del pueblo judío se ha extraviado al no creer en Cristo, pueden ser sustituidos por los paganos convertidos. Este pueblo purificado será también el templo, o más exactamente la tienda (16) que albergaba el arca de Dios antes de que el orgullo humano construyera el gran templo de piedra.
 
La primera frase de Santiago contiene alusiones a tres textos del Pentateuco que hablan de los levitas elegidos y consagrados por Dios en reemplazo de los primogénitos de Israel: Lev 20,26Núm 3,12; 3,40. Santiago ve en ellos el anuncio de una sustitución en el pueblo de Dios: los muy numeros judíos que no creyeron serán reemplazados por los paganos.
 
Santiago lee la Biblia a la manera judía; comienza interpretando los acontecimientos a la luz de los textos de la Ley, y luego busca una confirmación en los Profetas. Santiago interpreta los textos y reconoce que confirman lo que ya comenzó con la evangelización iniciada en Antioquía y con las misiones de Pablo; habrá que ir más lejos aún y llamar a las gentes de todos los pueblos (17).
 
Descubrimos aquí la gran preocupación de los responsables de la Iglesia por mantener abierto el camino a los convertidos del mundo pagano, quienes vendrán a reparar las brechas del pueblo del Mesías.
 
bol2.gif Hoy se da por cierto que los versículos 20-21, repetidos en 28-29, son en el texto actual el resultado de un error. Son inverosímiles y están en contradicción con todo lo que leemos a continuación, ya sea en los Hechos ya sea en las cartas de Pablo y de Santiago. Se copió aquí la decisión que tomó más tarde Santiago para las comunidades de mayoría y de lengua judías y que se lee en He 21,25. En vez de eso, casi con certeza se leía en el texto una de estas dos fórmulas: “Cada uno ame a su prójimo como a sí mismo” o “No hagan a otros lo que no quieren que les hagan a ustedes”.
 
Fue el parecer del Espíritu Santo y el nuestro: la decisión de la comunidad unida a sus apóstoles es la garantía del Espíritu Santo. Semejantes debates volverán a presentarse en los siglos posteriores, pero ya se tratará de liberar a la Iglesia, no de las Leyes del Antiguo Testamento, sino de leyes y costumbres de la propia Iglesia, que habrían pasado a ser un yugo imposible de soportar para una gran parte de la humanidad.
 
Véase la nota de 15.20
 
bol2.gif Estamos en el año 50. Hacía trece años que Pablo se había encontrado con Cristo en el camino de Damasco, y ahora comienza una nueva etapa de su vida. Los apóstoles y la Iglesia de Jerusalén han reconocido oficialmente la misión que Cristo le encomendó el día de su conversión, esto es, que fuera el apóstol de los no-judíos del mundo romano (Gál 2,7Ef 3,81Tm 2,7).
 
La violenta ruptura de Pablo y de Bernabé no debe extrañarnos, puesto que la fe no destruye la personalidad. Ninguno de los dos se ha desanimado, sino que cada uno seguirá su propio camino. El tiempo y la gracia atenuarán las asperezas y años más tarde Marcos estará al lado de Pablo detenido en Cesarea (Filem 24 y 2Tim 4,11).

 

 

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