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CON LA AUTORIZACION DE:
Estamos concientes que este Tema no es un artículo fácil, pero ademas del enorme mérito y calidad con el cual está hecho y a quienes va dirigido, nos enseña a reflexionar sobre casos humanos y sindromes con un criterio rigurosamente cientifico - como ya lo habiamos dicho antes - y de un gran alcance.
No espero que lo lean todo, pero encontraran aca cosas de mucho valor que vale la pena saberlas - dentro de nuetros propios limites - puesto que el foro no es una Catedra de Medicina ni Psicologia ni Genetica Molecular.
GENÉTICA Y FENOTIPOS CONDUCTUALES EN LA DISCAPACIDAD INTELECTUAL
Robert M. Hodapp, Elisabeth M. Dykens y Jesús Flórez
Robert M. Hodapp, Elisabeth M. Dykens y Jesús Flórez
Introducción y planteamiento
Fenotipos conductuales
La conducta en los síndromes genéticos con discapacidad intelectual:
-ejemplos en dos áreas
Psicopatología y conducta maladaptativa
Perfiles cognitivos
Conclusiones
Introducción y planteamiento
En este análisis partimos de un principio fundamental: tanto nuestra actividad cognitiva como nuestra actividad afectiva y nuestro comportamiento humano son funciones que tienen su base en el cerebro y son reguladas en él. En tanto en cuanto el cerebro está conformado por neuronas y otras células, y todas ellas están organizadas en redes, núcleos, vías de proyección y sistemas, ellos son los que en definitiva conforman el sustrato morfológico y funcional de nuestra vida afectiva e intelectual. Y puesto que el nacimiento, disposición, desarrollo y estructuración de tales sistemas están dirigidos por la presencia y actividad de los genes, en íntima conexión e interacción con las fuerzas que derivan del ambiente, los genes se convierten en elementos clave de nuestra vida: no exclusivos pero sí indispensables y, en un sustancial tanto por ciento, determinantes.
Ciertamente, los estudios de genética poblacional realizados en gemelos homozigóticos y heterozigóticos, hermanos de sangre y hermanos por adopción han proporcionado herramientas poderosas para comprender la influencia de los genes en la determinación y expresión de los fenómenos conductuales (empleo este término en su más amplio sentido). Quizá el escrito con mayor influencia fue la revisión, ya clásica, publicada por Plumin y Rende en 1991 en el Annual Review of Psychology (42: 161-190), titulada Human Behavioral Genetics.
Pero este tipo de análisis no sólo nos sirve para entender ciertos aspectos de nuestra conducta habitual sino que está teniendo un decisivo impacto para descubrir y comprender las bases genéticas de las desviaciones de la conducta que se expresan en forma de trastornos psicopatológicos como son las fobias y los pánicos, la esquizofrenia, la manía, la depresión, etc.
Por otra parte, está siendo la nueva genética, desarrollada codo con codo con la investigación sobre las bases científicas de la discapacidad intelectual, la que está provocando el avance más espectacular para vislumbrar la relación que puede existir entre los genes y su producto final: nuestra conducta. Ésta es la aportación que ofrecemos, desde el análisis y la reflexión sobre los actuales datos científicos.
Es bien conocido que actualmente tenemos capacidad para conocer con creciente precisión la estructura molecular de cada uno de los 40.000 genes que poseemos. Las modernas técnicas de genética molecular nos han permitido identificar casos en que el material genético de una persona ha sufrido una modificación. En ocasiones es todo un cromosoma o una parte de él que se encuentra repetido o, por el contrario, suprimido. Pero en otras muchas ocasiones, es la composición bioquímica de una mínima parte de un gen determinado la que ha sufrido una modificación estructural: por aumento de una corta secuencia de bases, o por supresión (deleción), o por un simple cambio en una base de la secuencia. El resultado es un cambio a veces sustancial en la proteína expresada por ese gen o segmento de gen.
La consecuencia de todas estas modificaciones, sean cromosómicas o monogénicas, es siempre la aparición de una condición patológica que se expresa de una manera determinada, a la que denominamos “síndrome”. La patología se expresa en uno o varios órganos. Uno de ellos es frecuentemente el cerebro y, cuando esto ocurre, aparece una forma concreta de alteración que suele implicar a la dimensión cognitiva y a la dimensión conductual y adaptativa de la esfera psicológica, y que incorporamos en la lista cada vez más larga de causas genéticas de la discapacidad intelectual.
¿Qué está ocurriendo aquí? Detectamos el origen de proceso: los cambios genéticos. Y después observamos la consecuencia final de ese proceso: el trastorno. Pero nos falta conocer todo lo que ocurre entre medio del punto inicial y el punto final. Ése es nuestro reto y nuestro objetivo: especificar “qué es lo que lleva a qué”. Lo señaló hace ya 25 años el genetista David Comings:
“Nos encontramos en la irónica situación de poder saltar a la última línea de la página sin haber leído el resto; es decir, sin necesidad de identificar el producto primario derivado del gen o el mecanismo bioquímico básico de la enfermedad".
¿Qué gen o grupo de genes predispone a un individuo a desarrollar precozmente la enfermedad de Alzheimer, la diabetes, la hipertensión, la obesidad? ¿Qué gen o genes provocan la predisposición genética al alcoholismo, o a una determinada personalidad, o a algún otro rasgo en el límite entre lo biológico y lo conductual? En nuestro caso, ¿de qué modo los genes – y los trastornos genéticos – influyen sobre las conductas de las personas afectadas? Y ahora daremos el paso definitivo. Puesto que la discapacidad intelectual implica conducta y cognición, ¿de qué modo la alteración de unos genes, que es origen de esa forma concreta de discapacidad intelectual, de un síndrome concreto, afecta a esa conducta y a esa cognición? Al plantear esta pregunta, implícitamente afirmamos que genes concretos operan para determinar formas concretas de conducta y aprendizaje. Y quizá estamos yendo demasiado deprisa porque, sin duda, esto requiere mucha matización.
Fenotipos conductuales
Al considerar el modo en que los trastornos genéticos afectan a la conducta, nos vemos apremiados a introducir la realidad del ‘fenotipo conductual’, como la transición que hay desde la dotación genética de una persona, o genotipo, al resultado o la expresión observable de la conducta, el fenotipo. Siguiendo a Dykens (1995), los fenotipos conductuales significan que “las personas que tengan una determinado síndrome muestran ciertas consecuencias en su conducta y desarrollo con una mayor probabilidad o posibilidad que las personas que no tienen dicho síndrome”. Esta definición pone de relieve ciertos temas que vamos a ir analizando.
Muchos de los individuos con un determinado síndrome, pero no todos, mostrarán las conductas ‘características’ de ese síndrome
A diferencia de otras definiciones, la de Dykens destaca su naturaleza probabilística. Es decir, aunque muchas personas con una discapacidad intelectual concreta de causa genética mostrarán la conducta o conductas ‘características’ de ese síndrome, raro será que la muestren todas y cada una de ellas. Como tampoco todas las que la muestren lo harán en el mismo grado o nivel de gravedad, o incluso en el mismo momento de su desarrollo. Porque existe una variabilidad ‘intra-síndrome’ dentro de cada síndrome de discapacidad intelectual de causa genética. Y esto lo vemos también en las consecuencias físicas o fenotipo físico de un síndrome determinado.
Si bien las razones de esta variabilidad intra-síndrome son sin duda complejas, el tema más importante se refiere a los medios por los que los efectos de los trastornos genéticos son probabilísticos. Y así, en lugar de que un trastorno genético determine de manera plena una consecuencia conductual –de modo que todas las personas con ese trastorno muestren una conducta o conjunto de conductas idénticas y provocadas genéticamente– se conceptualizan mejor los trastornos genéticos como elementos que predisponen a la persona a tener una u otra conducta relacionada con esa etiología. Por este motivo, una conducta o grupo de conductas concretas aparecerá con mayor frecuencia (o con mayor intensidad) en un trastorno genético específico, pero rara vez o nunca un trastorno genético provocará una particular conducta (o conductas) en todas las personas afectadas.
Algunas conductas relacionadas con la etiología serán propias de un único síndrome, pero otras serán comunes a dos o más síndromes
El enfoque probabilístico de los fenotipos conductuales afirma que la conducta en cuestión se da más corrientemente en un síndrome genético específico que en los grupos con discapacidad intelectual en general. Deja sin aclarar el grado en el que la conducta o conductas aparece en sólo un síndrome o en más de uno.
Conexiones entre síndromes genéticos y consecuencias específicas a veces aparecen como algo único y otras no. En el primer caso, el de un patrón específico, el síndrome genético provoca frecuentemente un resultado particular que no se ve en otros síndromes genéticos.
Hasta ahora, parecen ser específicas de un único síndrome y de sólo ése las siguientes conductas:
- la hiperfagia extrema (comer en exceso) en el síndrome de Prader-Willi
- el quejido de gato en el síndrome 5p-
- la automutilación intensa en el síndrome de Lesch-Nyhan
- el pellizqueo del propio cuerpo y la colocación de objetos en los orificios del cuerpo en el síndrome de Smith-Magenis.
- el retorcimiento de manos en el síndrome de Rett
En otros casos, sin embargo, dos o más trastornos genéticos comparten conductas relacionadas con la etiología. Para dar sólo unos ejemplos, se ha demostrado ahora en chicos con síndrome X-frágil y en niños con síndrome de Prader-Willi una peculiar forma ventajosa de procesar de manera simultánea (holística, tipo-Gestalt), en lugar de hacerlo de manera secuencial (paso a paso). Igualmente, si se compara con grupos de discapacidad intelectual en general, se aprecia la hiperactividad más frecuentemente en niños con síndrome 5p y en muchachos con síndrome X-frágil. En ambos casos, se encuentra un patrón de puntos débiles y puntos fuertes o un tipo particular de psicopatología de la conducta maladaptativa en unos pocos trastornos genéticos en mucho mayor grado (o en un porcentaje mayor de individuos) que lo que normalmente se aprecia en los demás casos de discapacidad intelectual.
Un mismo sistema cerebral puede verse afectado por síndromes genéticos diferentes, y en tal caso inducirán ciertas conductas similares.
Tal como lo demuestran estos ejemplos, la situación se complica por cuanto varias conductas únicas y varias conductas específicas coexisten dentro del mismo síndrome. En efecto, el síndrome de Prader-Willi muestra como algo único el que la mayoría de los individuos tengan hiperfagia, pero las personas con este síndrome comparten con los chicos con síndrome X-frágil el mostrar una forma de procesamiento simultáneo y no secuencial (algo que no se ve en grupos con discapacidad intelectual de causas heterogéneas).
Por último, efectos conductuales parcialmente específicos parecen estar más en línea con muchas áreas de la genética, la psiquiatría infantil y la psiquiatría. De forma transversal entre estas diferentes disciplinas, los investigadores están analizando ahora las muchas vías –genéticas y ambientales– por las que uno llega a adquirir un determinado trastorno psiquiátrico. De este modo, muchos y diferentes genes, ambientes y experiencias pueden predisponer a un individuo a sufrir depresión, o rasgos autistas, o esquizofrenia. Como señala el genetista John
Opitz: ‘Las causas son muchas, pero las vías habituales por las que se desarrollan son pocas”.
Las conductas que guardan relación con la etiología aparecen en diversas áreas de la conducta
Al considerar los fenotipos conductuales, la mayoría de los investigadores piensan principalmente en conductas maladaptativas tan evidentes como la hiperfagia del síndrome de Prader-Willi o la grave automutilación del síndrome de Lesch-Nyhan. Con la posible excepción del lenguaje propio de ciertos síndromes (por ejemplo, el síndrome de Williams o el síndrome de Down), la mayor parte de los estudios basados en la etiología se han concentrado en la conducta maladaptativa y en los diagnósticos psiquiátricos propios de uno u otro síndrome genético de la discapacidad intelectual. Pero se pueden encontrar fenotipos conductuales que estén en relación con otros muchos dominios o territorios del funcionamiento humano.
A lo largo y ancho de los diversos síndromes genéticos que ocasionan discapacidad intelectual, se han observado conductas relacionadas con la etiología en las áreas de:
- la cognición,
- la lingüística,
- la vida social,
- la capacidad adaptativa
- la mala adaptación.
En algunos casos, los trastornos genéticos muestran conductas que uno dudaría en llamarlas ‘dominio’ propiamente. Así, muchas personas con el síndrome de Smith-Magenis muestran la conducta de pellizcarse a sí mismas, y estudios recientes muestran que los niños con el síndrome de Prader-Willi (sobre todo los que tienen la forma de deleción génica) ejecutan de forma excepcional los rompecabezas. Como quiera que se definan los dominios o áreas del funcionamiento psicológico, los fenotipos conductuales no tiene por qué limitarse a la conducta maladaptativa o a la psicopatología.
Los trastornos genéticos también generan efectos conductuales indirectos
La mayoría de los análisis sobre los efectos de los trastornos genéticos se refieren al modo en que dichos trastornos influyen sobre la conducta de los individuos que los tienen. Pero esos trastornos pueden también producir ‘efectos indirectos’ que implican al cómo otras personas responden ante esas conductas relacionadas con su etiología. Y es que los trastornos genéticos predisponen a los individuos con un síndrome determinado a mostrar conductas específicas (los efectos directos), las cuales, a su vez, provocan ciertas reacciones predecibles de otras personas (efectos indirectos).. esta observación se ajusta al modelo interactivo de Bell.
Para poner un ejemplo de cómo estos efectos indirectos pueden funcionar en los trastornos genéticos que cursan con discapacidad intelectual, los grupos de niños con síndrome de Down muestran por lo general menos problemas de conducta que otros con discapacidad intelectual.
Al mismo tiempo, se considera que estos niños son sociables y alegres en las puntuaciones e informes que dan las madres y los padres. ¿No podría esta relativa falta de conductas maladaptativas que muestran estos niños, y sus personalidades más sociales y alegres influir positivamente sobre los demás?
Admitamos que el síndrome de Down es un síndrome bastante común y bien conocido, para el que existe una extensa red de diversos grupos activos de padres, materiales y apoyo. En tal caso, los padres pueden ver más fácil criar a sus hijos simplemente por disponer de los apoyos que existen para el síndrome de Down. Aun así, parece lo más probable que las reacciones de los padres se vean parcialmente influenciadas por las conductas de sus hijos que son debidas a su etiología.
La conducta en los síndromes genéticos con discapacidad intelectual: ejemplos en dos áreas
De lo expuesto se deduce que el gran esfuerzo que hemos de realizar en la moderna investigación debe ir dirigido a establecer y perfilar los fenotipos conductuales y comportamentales propios de cada síndrome o etiología específicos de la discapacidad intelectual, en un trabajo conjunto en el que se concierte la definición biológica del síndrome en un determinado individuo con la definición psicológica. La definición biológica nos dará el perfil de su alteración génica, de las alteraciones cerebrales estudiadas y analizadas por métodos diversos (de estructura y función). La definición psicológica nos proporcionará el perfil de sus capacidades cognitivas, afectivas y emocionales, lingüísticas, adaptativas, etc.
Tal es, a nuestro juicio, la tarea más provocativa y urgente que nos aguarda. Y vamos ahora a presentar unos ejemplos de síndromes en los que estas propuestas han sido más desarrolladas: el síndrome de Down, el síndrome de Prader-Willi y el síndrome de Williams. Pero no olvidemos que son más de 750 los síndromes genéticos asociadas con la discapacidad intelectual. Abordaremos aspectos relacionados, por una parte, con dimensión psicopatológica o conducta maladaptativa, y, por otra, con su perfil cognitivo.
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