TÁCTICA PARA SEGUIR SIENDO VIRGENES
Ya no hay que meterse a Internet para ver adolescentes teniendo sexo. Ahora el espectáculo es en vivo y en directo. En los últimos meses, los pokemones han evolucionado del ponceo (besarse con varios en una fiesta) al sobajeo: todo, todo, menos penetración y por supuesto en público. Lo más sorprendente, en todo caso, no es el debut de este desenfreno, sino que va de la mano con la revalorización del beso y la defensa de la virginidad. Tal como lo lee.
Son las cinco de la tarde de un martes y el Cerro San Cristóbal comienza a llenarse de pokemones, emos, screamos y flaites de entre quince y veinte años que se han dado cita vía Internet. Al poco rato son cerca de cincuenta adolescentes que toman cerveza y conversan de cualquier cosa... hasta que un par empieza a besarse y a atracar a vista y paciencia de todos. El grupo, entonces, se pone a gritar “¡Sobajeo, sobajeo!” y ante esas palabras claves, más y más parejas comienzan a imitarlos, hasta que ya nadie grita nada porque todas las bocas y las manos están ocupadas en estimular las zonas erógenas de alguien.
El Cerro San Cristóbal es solo una estación dentro de “La ruta del sobajeo”. Su partida está en las afueras de Chilevisión, donde se transmite “El diario de Eva”. Los pokemones que no han podido entrar al programa, del cual son fans, esperan afuera mientras comienzan a planear el carrete con el que harán que ese día valga la pena.
Los hombres organizan todo. Comienzan por pedir plata para comprar cerveza y cigarros y después dirigen a los demás al cerro. Llevan las botellas (no les alcanzó para más de 5 cervezas) y un dulce en sus bocas que saborean sensualmente simulando “el canto”, como llaman al sexo oral.
Lentamente, más chicos y chicas, todos menores de 20 años, acuden a la cita. Alguien les ha dicho “Hola, ¿vamos a sobajearnos?” y ese particular saludo ha sido suficiente. No necesitan más palabras, ni cortejo alguno. Tampoco conocerse siquiera un poco, porque cuando un pokemón es invitado a sobajearse no puede decir no. La mayoría no sabe ni el nombre de su eventual pareja.
El camino al San Cristóbal es un desfile de pelos rosados, negros y platinados, mechas planchadas y mohicanos firmes de tanta laca que tienen encima. Luego del grito de “¡Sobajeo, sobajeo!” todos esos estilos se entremezclan en una fogosa escena que no se veía desde el sexo libre y grupal de los hippies.
SEGUIR VIRGEN
Pero los pokemones no se sobajean en medio de la naturaleza como los hippies. Lo hacen en el cerro, en las calles, en las discos, en las plazas. Hasta en el metro, con el calor que hace en las horas punta.
Toda esta exhibición, sin embargo, tiene un límite: la virginidad de las chicas, generalmente se salva del asedio. De hecho, algunas defienden este desenfreno visual porque permite un freno coital. “Nos sobajeamos porque así no se pierde la virginidad y no quedamos embarazadas. Además tampoco nos contagiamos enfermedades”, dice Carolina Poblete (17).
Durante los cerca de veinte minutos que dura el sobajeo en el cerro la escena es más o menos así
Ellos les suben las poleras y ellas las vuelven a bajar. Con una mano en los senos y otra en el poto, los hombres intentan convencerlas de ir más lejos. Entonces, ellas los besan apasionadamente y les ponen una mano en la entrepierna y por un momento aquietan las pasiones... hasta que ellos intenten bajarles el cierre de sus apretados pantalones.En ese tira y afloja se están un buen rato hasta que algunas parejas se meten entre los arbustos. Ahí el sobajeo puede ser más fogoso y si termina con sexo oral, nadie se sorprendería. Eso, claro, es lo único que no hacen delante de todos, no vaya a salir un desubicado que los filme y los suba a youtube.
“Antes las minas eran más recatadas y veían las relaciones sexuales como algo más importante, pero ahora sólo les interesa no quedar embarazadas y por eso se sobajean con cualquiera. Ellas saben a lo que van” , explica Camilo Vargas (19).
Los que sobajean también experimentan con personas de su mismo sexo. Nadie en el grupo se espanta. Es más, varios se les unen con entusiasmo. A veces parecen niños jugando al montoncito.
“Yo sobajeo con varias personas, pero hay uno que me gusta y sobajeo todos los días con él” dice Patricio Araya (17). Agrega: “No sé cómo se llama, nunca hemos conversado, pero es más rico. No me importa que se meta con cualquiera, total yo también lo hago”.
Así como no se detienen frente a alguien de su mismo sexo, tampoco la estética los frena. No les importa si sus parejas ocasionales son bonitas o feas, si son flacos o gordos, altas o bajas. Ni siquiera tiene que gustarles mucho para que el toqueteo comience. Cada persona es una oportunidad de experimentación que no se puede desaprovechar.
Dentro de la aperturista lógica pokemona, está claro que sobajearse no implica ningún compromiso para después. “El sobajeo es por el momento, no significa que vas a tener que verla de nuevo así que cuando llega la oportunidad de atinar con una mina hay que atinar no más”, afirma Max Valencia (18).
Sin embargo, en esta forma de pensar hay un matiz que complejiza el asunto. Más bien, lo vuelve insólito. Es éste: si sólo se dan un beso -un casto y puro beso, sin manoseo, ni sexo oral ni nada-, significa que el otro les importa, que se ha iniciado una relación. Por el contrario, si se meten mano y se lamen hasta el orgasmo, eso no tiene ninguna importancia: es simple y puro sobajeo.
Es por esto que muchos pokemones rechazan el ponceo, que es besarse -sólo besarse- con varias personas en una misma fiesta.
“El sobajeo es más sano. Las poncias son puras “pelas” (mujeres fáciles), en cambio el sobajeo es algo más sexual. Uno se puede meter con varias personas, pero eso no quiere decir que le gusten todas” explica Edgard Muñoz (19). Y agrega: “El sobajeo es más respetuoso”.
Lo cierto es que esa enrevesada lógica no es, en realidad nueva. La han sostenido durante cientos de años algunas prostitutas románticas, que se niegan a besar en la boca, aunque practiquen las poses más gimnásticas y grupales. El beso lo reservan para sus parejas oficiales, y para sus hijos. Es un acto de amor y aún hoy son tantas las que mantienen esa frontera que sitios de internet que publicitan sexo pagado tienen el ítem “mujeres que besan en la boca”, pues no todas venden sus besos.
El rescate de los besos en la generación pokemona viene de los grupos Emo, cuya estética y forma de pensar está cruzada por la afectividad y -como lo sugiere su sigla- por las EMOciones. Muchos de ellos llevan colgado un dedal al cuello, guiño a la historia de Peter Pan. El dedal representa un beso, el primer beso, el que la bella Wendy tiene escondido en el borde de sus labios y que sólo se entrega a alguien que se ama de verdad. El pokemón puede dar muchos besos. Pero conservan uno, casto y puro. Con ese beso no juegan.
Cuando son más de las siete, y los jovenes tienen las hormonas bailándoles en la cabeza, el carrete en el cerro comienza a decaer. Pero no ha terminado. Sólo está cambiando de lugar.
FRENTE AL MAPOCHO
Los que encontraron pareja en el San Cristóbal seguirán sobajeando en el metro. Como los Niños Perdidos que rescata Peter, ellos viven en su propia tierra de Nunca Jamás aplicados a sus escarceos sin preocuparse de lo que diga el mundo adulto que los mira sorprendidos de su efusividad.
“La gente nos queda mirando. Pero yo no voy a parar sólo porque a ellos no les gusta vernos”, afirma Carolina Poblete.
Muchos se encaminan hacia la Costanera con Lyon, a los parques que dan frente al Mapocho. El lugar desde temprano alberga a cientos de adolescentes de comunas como Maipú, San Bernardo y Puente Alto, que todos los días cruzan la ciudad para tomar, poncear y sobajearse.
“Allá hay de todo, punkies, emos, nazis, pokemones y góticos. Hasta travestis llegan cuando está más oscuro. Ahí pasa de todo”, dice Edgard Muñoz (19)
Sus sobajeos en ese concurrido lugar han conmocionado ya a los vecinos del sector. La semana pasada una nota de Canal 13 los filmó a escondidas, y los televidentes vieron parejas gay, lesbianas y parejas hétero. Vieron jovenes ebrios, jovenes teniendo sexo entre los arbustos, y también pokemones siendo golpeados por neonazis, sin oponer resistencia, porque ellos no son violentos y toda su energía la ponen en los besos.
Mientras se hace de noche y el copete corre como las aguas del cercano Mapocho, el sobajeo se vuelve más encendido. Muchos de los que llegan ahí van directamente por sexo. Y lo consiguen. “Es lo normal” afirma Raúl Urbina (17). Cuando terminan, se ponen a hablar del siguiente sobajeo, de las discos, de la farándula pokemona que llegó, y que conocen por la red de fotolog que diariamente visitan en Internet.
Un par de horas después, vuelven a sus casas, agotados por larga maratón hormonal. A la mayoría, sus padres no los dejan llegar muy tarde. Es peligroso. Pero otros, que tienen más permiso -y aguante- se irán detrás del Lider de Matucana, la última estacion del sobajeo pokemon. Según Edgard Muñoz “ahí se juntan a tener más relaciones y al otro día está lleno de condones en el suelo”.
El resto seguirá su particular ruta en calles, micros y metro rumbo a sus casas. Hasta que al día siguiente acudan puntualmente otra vez al programa de Eva, para tratar de entrar. Si no lo logran, ya se sabe: ¡Sobajeo! ¡Sobajeo!
Y si entran, bueno, ¡Sobajeo! también.
THE CLINIC = PÍA TORRES LÓPEZ Y ALEN LAUZÁN
REFLEXIÓN:
Con este reportaje no hay por donde empezar, solamente manifestaremos que uds., señores padres tienen la palabra ante alegoría de colores y matices que esta juventud esta presentando a las generaciones pasadas o será una escapatoria a las epidemias de enfermedades sociales que incluso en este minuto no tienen solución y lo están tomando como una actitud de vida, papá – mamá la respuesta la tienen en sus manos hoy y no mañana, esperamos que esta modalidad no llegue a las comuna rurales como la nuestra, en donde la juventud hoy es un poco más tranquila.
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