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Evolucion Humana


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#1 Ge. Pe.

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Publicado el 24 abril 2008 - 02:13

:estudiando

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Este tema o unidad que está en el límite e involucra muchas actividades científicas y una gran preparación de sus cultores, lo subí acá, pero bien podría ir en Historia, Sociología, Biología o un subforo nuevo que habría que inventar, pero el objetivo de todos modos se cumple, que esté a nuestro alcance.

Es un artículo de largo aliento, pero lo damos completo


Otra vez usamos los recursos libres que nos ofrece la Enciclopedia Encarta.


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ANTROPOLOGÍA




1. - INTRODUCCIÓN



Antropología, estudio de los seres humanos desde una perspectiva biológica, social y humanista. La antropología se divide en dos grandes campos: la antropología física, que trata de la evolución biológica y la adaptación fisiológica de los seres humanos, y la antropología social o cultural, que se ocupa de las formas en que las personas viven en sociedad, es decir, las formas de evolución de su lengua, cultura y costumbres.

La antropología es fundamentalmente multicultural. Los primeros estudios antropológicos analizaban pueblos y culturas no occidentales, pero su labor actual se centra, en gran medida, en las modernas culturas occidentales (las aglomeraciones urbanas y la sociedad industrial). Los antropólogos consideran primordial realizar trabajos de campo y dan especial importancia a las experiencias de primera mano, participando en las actividades, costumbres y tradiciones de la sociedad a estudiar.






2. - HISTORIA




Desde tiempos remotos, viajeros, historiadores y eruditos han estudiado y escrito sobre culturas de pueblos lejanos. El historiador griego Herodoto describió las culturas de varios pueblos del espacio geográfico conocido en su tiempo; interrogó a los informantes clave, observó y analizó sus formas de vida —al igual que los antropólogos modernos—, e informó sobre las diferencias existentes entre ellas, en aspectos tan importantes como la organización familiar y las prácticas religiosas. Mucho más tarde, el historiador romano Tácito, en su libro Germania (hacia el 98 d.C.), reseñó el carácter, las costumbres y la distribución geográfica de los pueblos germánicos.
En el siglo XIII, el aventurero italiano Marco Polo viajó a través de China y otras zonas de Asia, aportando con sus escritos una información muy amplia sobre los pueblos y costumbres del Lejano Oriente.

Durante el siglo XV se exploraron nuevos campos de conocimiento debido al descubrimiento por los exploradores europeos de los diferentes pueblos y culturas del Nuevo Mundo, África, el sur de Asia y los Mares del Sur, que dio como resultado la introducción de ideas revolucionarias acerca de la historia cultural y biológica de la humanidad.

A lo largo del siglo XVIII, los estudiosos de la Ilustración francesa, como Anne Robert Jacques Turgot y Jean Antoine Condorcet, comenzaron a elaborar teorías sobre la evolución y el desarrollo de la civilización
humana desde sus albores. Estos planteamientos antropológicos y filosóficos chocaban con el relato bíblico de la creación y con los dogmas teológicos que afirmaban que determinadas culturas y pueblos no occidentales habían caído en desgracia divina y, por ello, habían degenerado hacia una situación denominada peyorativamente ‘primitiva’.
El hallazgo de un fósil en Neandertal (Alemania) en 1856 y los restos del hombre de Java (Homo erectus) en la década de 1890, proporcionaron pruebas irrefutables del larguísimo proceso de evolución del hombre. En la abadía Boucher de Perthes (véase Jacques Boucher), en las proximidades de París, se descubrieron también diversos utensilios de piedra que corroboraron que el proceso evolutivo de la prehistoria
humana tal vez se remontara a cientos de miles de años atrás. Desde un principio, la arqueología se convirtió en una compañera inseparable de la emergente disciplina antropológica.

La antropología surgió como campo diferenciado de estudio a mediados del siglo pasado. En Estados Unidos, el fundador de dicha disciplina fue Lewis Henry Morgan, quien investigó en profundidad la organización social de la confederación iroquesa. Morgan elaboró en su estudio La sociedad primitiva (1877) una teoría general de la evolución cultural como progresión gradual desde el estado salvaje hasta la barbarie (caracterizada por la simple domesticación de animales y plantas) y la civilización (iniciada con la invención del abecedario). En Europa, su fundador fue el erudito británico Edward Burnett Tylor, quien construyó una teoría sobre la evolución del hombre que prestaba especial atención a los orígenes de la religión. Tylor, Morgan y sus contemporáneos resaltaron la racionalidad de las culturas humanas y argumentaron que en todas las civilizaciones la cultura
humana evoluciona hacia formas más complejas y desarrolladas.

A mediados del siglo XIX se crearon, además, importantes fundaciones de arqueología científica, sobre todo a cargo de arqueólogos daneses del Museo Nacional de Antigüedades, Septentrionales en Copenhague. A partir de unas excavaciones sistemáticas llegaron a descubrir la evolución de los utensilios y herramientas durante la edad de piedra, la edad del bronce y la edad del hierro. El fundador de la escuela funcionalista de antropología, Bronislaw Malinowski, afirmaba que las organizaciones humanas debían ser examinadas en el contexto de su cultura y fue uno de los primeros antropólogos en convivir con los pueblos objeto de su estudio, los habitantes de las islas Trobriand, cuya lengua y costumbres aprendió para comprender la totalidad de su cultura.

La antropología aplicada nació en el siglo XIX con organizaciones como la Sociedad Protectora de los Aborígenes (1837) y la Sociedad Etnológica de París (1838). Estas instituciones se preocuparon por despertar en Europa una conciencia contraria al tráfico de esclavos y a la matanza de pueblos indígenas americanos y australianos.





3. - ANTROPOLOGÍA FÍSICA



La antropología física se ocupa principalmente de la evolución del hombre, la biología humana y el estudio de otros primates, aplicando métodos de trabajo utilizados en las ciencias naturales.






1. - Evolución del hombre




Una de las ramas de la antropología física tiene como objetivo reconstruir la línea evolutiva del hombre. En la década de 1960 los paleoantropólogos Louis Seymour Bazett Leakey, su esposa Mary Douglas Leakey y su hijo Richard Erskine Leakey encontraron una serie de fósiles en la garganta de Olduvai, África oriental, que desencadenó una revisión profunda de la evolución biológica de los seres humanos. Los restos fósiles desenterrados a finales de 1970 y 1980 proporcionaron después pruebas adicionales, en el sentido de que el género Homo coexistió en África oriental con otras formas evolucionadas de hombre-simio conocidas como australopitecinos hace más de 4 millones de años. Estos dos homínidos son al parecer descendientes de un fósil etíope, el Australopithecus afarensis, que tiene una antigüedad datada entre 3 y 3,7 millones de años —la famosa Lucy, descubierta en 1974, es uno de los fósiles encontrados. Estos antiguos antecesores del hombre tenían las piernas y el cuerpo adaptados para caminar erguidos (véase Bipedación), lo cual dejaba sus manos libres para manipular diversos utensilios. Más tarde, investigadores de la Universidad de California descubrieron numerosos fósiles en la garganta de Olduvai, lo que reforzó aún más la tesis de la irregularidad del proceso de evolución humana. Este nuevo fósil tenía aproximadamente 1,8 millones de años de antigüedad, presentaba huesos de los brazos y las piernas que confirmaban una locomoción vertical relativamente evolucionada, pero su capacidad craneana reducida y marcadas diferencias de estatura entre hombres y mujeres no diferían demasiado de Lucy.

Algunos utensilios de piedra sin tallar, hallados con ciertos fósiles de Homo en yacimientos del este de África, demuestran que hace casi 3 millones de años ya eran capaces de fabricar herramientas.

Esta habilidad técnica contribuyó al aparente éxito evolutivo del Homo habilis. En comparación con los australopitecinos vegetarianos, los antecesores modernos de los seres humanos, tipo Homo habilis, parecen haber evolucionado al incorporar la carne como parte esencial de su dieta alimenticia, a juzgar por la disposición de los dientes y la utilización de ciertas herramientas.

A medida que han ido aumentando los descubrimientos de fósiles homínidos, al parecer fue en África, y no en Asia, donde se produjo la primera hominización. Los fósiles de Homo habilis apuntan hacia una criatura de unos 91 cm de estatura, con una capacidad craneana de unos 600 cm3. Sin embargo, se han hallado en África oriental restos de una especie mayor de Homo con capacidad craneana superior a los 800 cm3, de unos 1,5 millones de años de antigüedad. Este protohumano mayor, denominado generalmente Homo erectus, se extendió desde África hacia Europa y Asia hace aproximadamente un millón de años, y desarrolló una gama más completa de herramientas.

Los restos más conocidos del Homo erectus son el célebre hombre de Java, que antes se conocía técnicamente como Pithecanthropus, así como el igualmente famoso hombre de Pekín, una colección de componentes de esqueletos hallados en Zhoukoudian, cerca de Pekín (China), y que en principio recibió el nombre de Sinanthropus pekinensis. Ambos son mucho más recientes que los yacimientos que conforman el Homo habilis de África oriental, y se remontan a 750.000 y 300.000 años. Los fósiles del hombre de Pekín son especialmente interesantes, ya que el tamaño del cerebro es incluso mayor que el de Java, con un promedio superior a los 1.050 cm3, y cuyo cráneo y otros elementos óseos son ligeramente más modernos. También se han hallado fósiles de Homo erectus en Europa y en África junto a numerosos utensilios de piedra y otras herramientas, que prueban la existencia de una sociedad de cazadores-recolectores muy básica.

En Zhoukoudian, los arqueólogos se encontraron con el testimonio más antiguo del uso del fuego por el hombre, así como algunos indicios de canibalismo.

Hay antropólogos que consideran como antepasados directos del hombre a los ejemplares de Neandertal y a las docenas de fósiles emparentados; otros opinan que sólo son una ramificación del Homo sapiens que se extinguió hace decenas de miles de años. Se calcula que hace entre 100.000 y 35.000 años, los hombres de Neandertal ya eran una población de cazadores-recolectores extendida por gran parte de Europa y de Oriente Próximo; de constitución robusta y cejas espesas, con capacidad craneana de unos 1.500 cm3, mayor que la de gran parte de los Homo sapiens sapiens, especie a la que pertenecemos los seres humanos modernos. Se han encontrado fósiles que algunos consideran intermedios entre los de Neandertal y el Homo sapiens sapiens. Estos restos podrían ser la prueba del cruce de los Neandertal con los antepasados directos del hombre, o simplemente reflejan una multitud de variantes dentro de la misma población de Homo sapiens (las tesis más modernas se inclinan hacia el primer supuesto). Desde las últimas fases de los periodos glaciales, en Europa, África y otros muchos lugares se han sucedido los hallazgos de un sinfín de restos fósiles que se asemejan al hombre moderno.

En el continente americano, sin embargo, ningún rastro humano tiene más de 15.000 años, y los únicos ejemplares óseos que cuentan algunos miles de años pertenecen todos al Homo sapiens sapiens. Por tanto, parece que la evolución biológica que derivó en el hombre moderno tuvo lugar en el Viejo Mundo.







2. - Biología humana




Otra de las ramas importantes de la antropología física la constituye el estudio de los pueblos contemporáneos y de sus diferentes rasgos biológicos. Gran parte de los estudios y discusiones de antaño se centraron en la identificación, número y características de las razas principales. A medida que se fueron desarrollando técnicas más perfectas para medir el color de la piel y los ojos, la textura del cabello, el tipo sanguíneo, la capacidad craneana y demás variables, la clasificación de las razas se hizo más compleja. Los teóricos modernos mantienen que cualquier idea sobre las denominadas ‘razas puras’ o arquetipos ancestrales es engañosa y errónea. Todos los seres humanos actuales son Homo sapiens sapiens y descienden de los mismos orígenes universales y complejos. Los rasgos genéticos siempre han variado con la geografía según la respuesta biológica de su adaptación al entorno, pero en cada región la herencia genética produce una gama de variedades tipo y combinaciones intermedias. Por tanto, la asimilación de las personas a categorías según posibles razas es más un planteamiento social y político que biológico. Los calificativos ‘asiático’, ‘negro’, ‘hispano’ o ‘blanco’ obedecen a definiciones sociales que conllevan una gran mezcla de características genéticas y culturales.

Después de que los antropólogos biológicos centraran su atención en los complejos patrones de la genética
humana, estudiaron la interacción de las adaptaciones genéticas y las adaptaciones (no genéticas) fisiológicas y culturales, en relación con la enfermedad, la desnutrición y la presión del entorno, así como las grandes altitudes y los climas calurosos. Los médicos y antropólogos especialistas en nutrición combinan los enfoques biológicos y genéticos con datos culturales y sociales, ya sea para estudiar enfermedades como la hipertensión y la diabetes o para investigar el crecimiento y el desarrollo en diferentes condiciones de alimentación y salud.

El médico estadounidense, galardonado con el Premio Nobel, Daniel Carleton Gajdusek, adquirió especial renombre por su descubrimiento de que el kuru (‘temblores’), enfermedad debilitante que sólo existe entre pueblos aislados de las montañas de Nueva Guinea, estaba causada por un agente infeccioso lento denominado prión (que consiguió aislar e identificar) transmitido a través de la antropofagia (véase Canibalismo). Algunos antropólogos biológicos han detectado los esquemas genéticos de otras enfermedades, como la anemia de células falciformes, talasemia y diabetes.






3. - Estudio de los primates




Debido a que los seres humanos son primates emparentados genéticamente con otros simios y monos el estudio de la conducta, la dinámica de la población, los hábitos alimenticios y otras cualidades de los mandriles, chimpancés, gorilas y primates análogos, constituye una dimensión comparativa esencial de la antropología. La etóloga británica Jane Goodall y sus colegas dedicaron años a la observación de los chimpancés en una reserva del lago Tanganica (Tanzania) y descubrieron que estos animales son capaces de usar útiles simples —sobre todo, pequeños palos para conseguir termitas y hormigas— y lanzar de forma eficaz piedras; en uno de los experimentos se observó a los chimpancés usando palos gruesos para apalear a un leopardo disecado. Además se comunican entre sí tanto vocal como físicamente. Estudios realizados acerca de los esquemas de comunicación y de la vida en grupo de los simios y los monos, facilitan la comprensión del pasado remoto del hombre.





4. - ANTROPOLOGÍA SOCIAL Y CULTURAL




Gran parte de la investigación antropológica se basa en trabajos de campo llevados a cabo con diferentes culturas. Entre 1900 y 1950, aproximadamente, estos estudios estaban orientados a registrar cada uno de los diferentes estilos de vida antes de que determinadas culturas no occidentales experimentaran la influencia de los procesos de modernización y occidentalización. Los trabajos de campo que describen la producción de alimentos, la organización social, la religión, la vestimenta, la cultura material, el lenguaje y demás aspectos de las diversas culturas, engloban lo que hoy se conoce por etnografía. El análisis comparativo de estas descripciones etnográficas, que persigue generalizaciones más amplias de los esquemas culturales, las dinámicas y los principios universales, es el objeto de estudio de la etnología.

Durante la segunda mitad del siglo XX, la etnología (que hoy se suele conocer como antropología cultural) comenzó a relacionar su campo de estudio con el de la antropología social, desarrollada por los científicos británicos y franceses. En un breve periodo se debatió intensamente si la antropología debía ocuparse del estudio de los sistemas sociales o del análisis comparativo de las culturas. Sin embargo, pronto se llegó a la conclusión de que la investigación de las formas de vida y de las culturas casi siempre están relacionadas, de donde procede el nombre actual de antropología sociocultural.






1. - Parentesco y organización social




Uno de los descubrimientos importantes de la antropología del siglo XIX ha sido que las relaciones de parentesco constituyen el núcleo principal de la organización social en todas las sociedades. En muchas de ellas, los grupos sociales más importantes comprenden clanes y linajes. Cuando la pertenencia a dichas corporaciones de parentesco se asigna a las personas sólo por la línea masculina, el sistema se denomina de descendencia patrilineal (véase Patrilinaje). Antes del desarrollo del comercio y de la urbanización a gran escala, muchos pueblos europeos estaban organizados desde el punto de vista económico y político como grupos de filiación patrilineal.
Las sociedades matrilineales, en las que el parentesco se transmite por línea femenina (véase Matrilinaje), son menos comunes hoy día. Herodoto fue el primer erudito en describir este tipo de sistema social, que detectó entre los habitantes de Licia, en Asia Menor.

La organización de parentesco bilateral, en la que se tiene en cuenta la parte materna y la paterna, es la que predomina en las sociedades más sencillas de cazadores-recolectores (tales como los pueblos san en el sur de África o los inuit de las regiones ártica y subártica). El antropólogo británico Robert Stephen Briffault defendió un concepto relacionado, el matriarcado, y afirmó que este tipo de organización social se encontraba latente en gran parte de las sociedades más primarias.

En las sociedades basadas en el parentesco, los miembros de un linaje, clan o demás grupos afines suelen ser descendientes de un antepasado común. Este concepto es un factor unificador, pues dota a grandes masas de individuos de cierta cohesión para afrontar actividades guerreras o rituales, lo que les hace sentirse diferentes de sus vecinos y enemigos. Por ejemplo, entre las hordas centroasiáticas que durante siglos atacaron a las sociedades europeas, o entre los aztecas o mexicas del continente americano, la compleja organización militar se sustentaba en el parentesco patrilineal.






2. - La evolución de los sistemas político-sociales




Las sociedades humanas que, en principio, se consideraron más simples son los grupos de cazadores-recolectores, como los inuit, san, pigmeos y aborígenes australianos. En estos pueblos se agrupa un pequeño número de familias para formar bandas o grupos nómadas de 30 a 100 individuos, relacionados por parentesco y asociados a un territorio concreto.


Los grupos supervivientes de cazadores-recolectores (en zonas de África, India y Filipinas) nos permiten conocer el estado de la organización social y cultural de casi toda la experiencia histórica de la humanidad. Sus relaciones de parentesco, ideas religiosas, métodos sanitarios y características culturales no sólo ilustran las raíces culturales de la humanidad moderna, sino que se nos presentan a escala reducida y resultan más fáciles de analizar. Las culturas de cazadores-recolectores que aún perduran ponen de manifiesto las adaptaciones que son necesarias para sobrevivir en entornos hostiles e inhóspitos.


Los sistemas sociales y económicos de mayor complejidad no surgieron hasta que no se presentaron las condiciones favorables que permitieron a las primeras sociedades asentarse en comunidades estables y permanentes durante todo el año. Se produjo entonces el avance crucial hacia la agricultura y la cría de animales.

La transición neolítica —es decir, los inicios de la aclimatación de los recursos alimenticios— se produjo de forma independiente en el Oriente Próximo y en Asia oriental hace unos 12.000 años, según las pruebas arqueológicas más recientes. Con las grandes concentraciones de población y los asentamientos permanentes, surgieron las organizaciones sociopolíticas que entrelazaban a diferentes grupos locales. Los nuevos sistemas locales, que a menudo comprendían grupos de individuos procedentes de comunidades aisladas, estaban unidos en la celebración de ceremonias religiosas, en el intercambio de alimentos y en los rasgos culturales.

Aunque los grupos más pequeños carecían, en muchos casos, de un gobierno central, el aumento de la población y de las fuentes de alimentos crearon la necesidad, y la viabilidad, de la centralización política. Las jefaturas representan los sistemas sociales a pequeña escala, en los que los alimentos y el acatamiento político confluyen en un dirigente central, o jefe, que a su vez redistribuye los alimentos y es respetado por los miembros de la comunidad.






3. - El auge de las naciones-estado




Los orígenes de las naciones-estado han sido objeto de grandes controversias. En el antiguo Oriente Próximo, por ejemplo, las primeras ciudades-estado aparecieron cuando el aumento de la población provocó una mayor demanda de alimentos, facilitada por el desarrollo de cultivos de regadío para atenderla. Esto motivó la expansión de sistemas militares que protegieran dichos recursos. En otros casos, la ubicación en rutas comerciales estratégicas —por ejemplo, Tombuctú en la ruta sahariana del comercio de la sal— favoreció la centralización militar y administrativa.

Los estudios etnológicos y arqueológicos apoyan la tesis de que los estados o reinos nacieron de forma ligeramente distinta en situaciones históricas y ecológicas diferentes; sin embargo, presentan en casi todas partes los mismos esquemas de desarrollo. En sus primeros momentos de existencia, los estados manifiestan una tendencia universal a anexionar las regiones vecinas, para explotarlas económicamente y someter a sus enemigos potenciales. En las primeras civilizaciones urbanas —en el Oriente Próximo, Egipto, el norte de India, el sureste de Asia, China, México y Perú— aparecieron pronto las fortificaciones militares, por lo general acompañadas de templos y rituales religiosos que manifestaban el auge y mayor poder del sacerdocio. Sin embargo, la estratificación social, con una reducida minoría militar-religiosa y una gran población subordinada de campesinos, fue consecuencia inevitable.





4. - Desarrollo de los sistemas religiosos




Los sistemas religiosos de las sociedades cazadoras-recolectoras pueden ser muy complejos en relación con el mundo sobrenatural, las fuerzas de la naturaleza y el comportamiento de los espíritus y los dioses. Estas sociedades pequeñas, relativamente igualitarias, suelen carecer de los recursos necesarios para mantener una clase sacerdotal. Sin embargo, todos los grupos humanos, ya sean grandes o pequeños, poseen en un momento determinado de su evolución algún tipo de especialización similar a los chamanes o curanderos, hombres o mujeres de quienes se cree mantienen contacto directo con los seres y fuerzas sobrenaturales, y que reciben poderes especiales para solucionar problemas como las enfermedades. El chamán es muchas veces la única persona con un papel religioso especializado en este tipo de sociedades.

Por ejemplo, en las sociedades pequeñas que practican la agricultura, los sistemas religiosos comunales implican al pueblo en prácticas rituales complejas, y con frecuencia se produce una rotación de las responsabilidades sacerdotales. Cuando los grupos de parentesco constituyen los elementos principales de la solidaridad social, las ceremonias religiosas tienen como centro la familia y el parentesco.

El auge de los sistemas sociales centralizados, con un sistema de clases estratificado, casi siempre ha ido acompañado del desarrollo de los sistemas religiosos que implicaban la existencia de sacerdotes dedicados únicamente a las funciones religiosas, rituales para toda la población y una mayor tendencia a legislar tanto en el plano moral como político. Estos sistemas religiosos casi nunca eliminaban las prácticas del chamanismo individualizado (sobre todo para curar las enfermedades).

Las pruebas arqueológicas de las primeras ciudades-estado corroboran los estrechos vínculos que existían entre los dirigentes religiosos y los dirigentes comerciales y políticos, poniendo de relieve el aspecto conservador de la religión. Por otro lado, los movimientos de reforma social radical han sido religiosos y en las sociedades con niveles cambiantes de desarrollo tecnológico aparecen con regularidad nuevas formas religiosas. Por tanto, la religión unas veces está al servicio de la situación establecida y otras actúa como fuerza de un cambio radical.






5. - Evolución de la cultura




Los esquemas más bien simples de evolucionismo cultural propuestos durante el siglo XIX han sido objeto de discusiones elaboradas y modificadas a la luz de los nuevos datos arqueológicos y etnológicos. Destacados antropólogos de principios del siglo XX, como el germano-estadounidense Franz Boas y el estadounidense Alfred Louis Kroeber, adoptaron puntos de vista bastante antievolucionistas, ya que mantenían que los procesos culturales y sociales han sido tan dispares en todo el mundo que es difícil discernir algún proceso o tendencia general.

Existen dos posturas radicalmente diferentes para explicar la evolución cultural. Los evolucionistas del siglo pasado defendían que en las distintas sociedades se producen procesos muy similares de desarrollo cultural debido a la unidad psíquica fundamental de toda la humanidad. Así, los procesos paralelos hacia la estratificación social y las minorías gobernantes se explican como efectos de las cualidades psíquicas y mentales de los individuos. Claude Lévi-Strauss fue un defensor tardío de este enfoque, sin hacer hincapié en el carácter evolucionista.

La postura contraria encuentra la clave en las condiciones materiales de vida: en las fuentes de energía, las tecnologías y los sistemas de producción de los grupos humanos; además, resalta las influencias ambientales en el desarrollo de los complejos sistemas culturales, ya que se han visto favorecidos por determinadas características geográficas y climáticas. Por ejemplo, el Oriente Próximo prehistórico era rico en animales de caza y plantas silvestres que resultaron especialmente aptos para su domesticación y aclimatación.






5. - MÉTODOS Y APLICACIONES




Los métodos de investigación en antropología son tan variados como los distintos temas de estudio.




1. - Investigación arqueológica




Para los arqueólogos resulta fundamental establecer esquemas cronológicos a partir de los restos y fósiles que descubren en sus excavaciones. Entre los modernos métodos de datación arqueológicos, la técnica del carbono radiactivo tal vez sea la más utilizada. Este método se basa en que las plantas y los animales vivos contienen unas proporciones fijas de una variedad radiactiva del carbono, denominada carbono 14, que se va degradando a ritmo constante hasta convertirse en carbono no radiactivo. La medición de los restos del radiocarbono en madera carbonizada, restos de plantas, fibras de algodón, madera y otras sustancias, permite determinar con bastante precisión edades de hasta 60.000 y 70.000 años de antigüedad.

La edad de los antiguos yacimientos fósiles en África oriental, que datan de hace varios millones de años, se ha podido fijar con ayuda de otra potente herramienta radiológica: el método del potasio-argón —el potasio radiactivo, potasio 40, se degrada con enorme lentitud para convertirse en argón 40.

Las secuencias temporales de los restos arqueológicos se determinan todavía de forma bastante primaria mediante la observación meticulosa de la estratigrafía, depósito secuencial de sustancias terrestres orgánicas y de restos de la actividad
humana. Estos depósitos van creciendo poco a poco y cubren cada una de las fases previas de cualquier asentamiento humano. Las técnicas utilizadas para determinar las secuencias estratigráficas incluyen el análisis del suelo, los estudios geológicos y el estudio de restos animales y vegetales, así como la laboriosa tarea de unir restos de suelos, fosas de almacenamiento y demás construcciones.






2. - Investigación social y cultural




En la antropología social y cultural, la investigación se ampara en la idea fundamental de la observación participante dentro del seno de una comunidad o sistema social. El antropólogo se introduce primero en la vida de la comunidad y, a través de los contactos y las observaciones cotidianas, es aceptado por ella. Esta primera fase de la investigación de campo requiere semanas, incluso meses, sobre todo si hay que aprender la lengua local. Los primeros etnógrafos obtenían los datos a partir de entrevistas en profundidad con algunos informantes clave, personas expertas en la cultura y en el sistema social local. Estos datos se verificaban y cruzaban con los de otros informantes y con las observaciones directas del propio trabajador de campo.

Sin embargo, la investigación de las distintas sociedades y pueblos exige hoy otras herramientas metodológicas. Las entrevistas estructuradas (con muestreo) se utilizan de forma rutinaria para la obtención de una información; por ejemplo, el consumo de alimentos, el comportamiento sanitario, los recursos económicos, los movimientos migratorios laborales, el tiempo libre y otros aspectos. Para analizar la conducta económica hay que registrar con minuciosidad las transacciones en el mercado, las horas de trabajo, las capturas de peces y animales de caza, así como los rendimientos de las cosechas. Cuando se tratan de estudiar los aspectos de la personalidad se utilizan pruebas psicológicas. También se someten a análisis los posibles datos de los registros parroquiales, los textos locales, los informes gubernamentales y otras fuentes escritas.

A medida que los datos son más complejos e intrincados, y se hace necesario el tratamiento rutinario de miles o incluso cientos de miles de fragmentos de información, los arqueólogos han recurrido a las computadoras y equipos informáticos para dibujar las secuencias temporales, las relaciones espaciales y demás esquemas. Las tendencias del cambio cultural, la interacción entre las actividades económicas y sociales, las interrelaciones étnicas y otros patrones complejos se comprueban hoy mediante avanzados métodos estadísticos.

Estos métodos técnicos y cuantitativos en la investigación no han sustituido a los estilos tradicionales de investigación de campo. Al contrario, las entrevistas en profundidad a los informantes clave, así como el complejo análisis cualitativo de los sistemas simbólicos, las ceremonias y otras prácticas culturales, constituyen todavía una parte esencial de la metodología holística (doctrina epistemológica que hace hincapié en el estudio de los elementos desde su totalidad).





6. - TENDENCIAS ACTUALES




La antropología moderna se está convirtiendo poco a poco en una ciencia aplicada, ya que los investigadores se están concentrando en aspectos sociales como la sanidad, la educación, protección del entorno y el desarrollo urbano. Hoy son muchos los antropólogos contratados por organismos públicos, empresas de investigación, grupos independientes de presión, organizaciones indigenistas y agencias sanitarias para realizar trabajos de campo en entornos culturales, ya sean proyectos educativos, sanitarios o programas de desarrollo agrícola a gran escala en regiones rurales.

El desplazamiento hacia el estudio de sistemas heterogéneos y diversificados, así como el auge de los métodos cuantitativos de investigación han promovido la necesidad de la investigación en equipo. Anteriormente, una investigación, por lo general, sólo implicaba a un trabajador de campo que se aislaba durante meses en algún poblado remoto; hoy, por el contrario, la mayor parte de los proyectos de campo necesitan el apoyo de diferentes profesionales, incluidos los asesores estadísticos, biólogos, sociólogos y estudiantes colaboradores.

Por cuestiones de metodología, los antropólogos han desarrollado vínculos sociales con las comunidades objeto de estudio. Estas relaciones muchas veces han pasado a ser verdaderas asociaciones que, en la mayoría de los casos, han beneficiado a estas comunidades. A cambio, la aplicación pragmática de estos métodos ha abierto nuevos caminos en la teoría social y biocultural.






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Evolución del cráneo humano


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La antropología física se dedica al estudio de las características físicas del ser humano. Los antropólogos físicos analizan los fósiles de ancestros humanos para trazar el desarrollo de la especie, fijándose especialmente en el tamaño del cerebro, la altura y la habilidad para caminar erguido. Como ilustra esta fotografía, los descubrimientos arqueológicos han ayudado a conocer la evolución del cráneo humano. Con la evolución desde el Australopithecus hasta el Homo (sapiens) sapiens, la capacidad craneana aumentó (para ajustarse al crecimiento del cerebro), la cara se acható, la barbilla retrocedió y disminuyó el tamaño de los dientes. Los antropólogos también buscan útiles, como herramientas de hueso, vasijas o pruebas de la utilización del fuego, para vincular el desarrollo físico con el cultural. Algunos antropólogos mantienen que cuando el cerebro adquirió una elevada capacidad para el aprendizaje y el razonamiento, fue la evolución cultural, y no la física, la que determinó la forma de vida de los seres humanos.

Dorling Kindersley








Familia Leakey


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Cráneos de hombres prehistóricos


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La especie Neandertal, que vivió en Europa y África del Norte entre el 100.000 y 40.000 a.C., son ancestros primitivos de la especie humana actual, pero corresponden a una línea evolutiva distinta. Eran cazadores-recolectores y tenían el cerebro algo más grande que el de los seres humanos de hoy. Los primeros en encontrar fósiles de la especie Neandertal fueron los antropólogos alemanes Johann Fuhlrott y Hermann Schaaffhausen en 1856, en el valle del río alemán Neander (cerca de Düsseldorf, Alemania). Aquí se muestra el cráneo de un Neandertal entre el de un Pithecantropus (izquierda) y el de un hombre de Cro-Magnon (derecha).

THE BETTMANN ARCHIVE









Vista aérea de Machu Picchu


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En esta imagen podemos vislumbrar en todo su esplendor el conjunto arquitectónico de Machu Picchu. Este reducto del Imperio inca, acerca de cuya historia se desconocen muchos datos, pervivió aislado tras la invasión española gracias a la inaccesibilidad que le proporcionaban las altas cotas de la cordillera andina en las que estaba ubicado. La foto muestra la distribución urbanística de esta antigua ciudad, de la que han pervivido restos de más de 150 edificios que incluyen desde viviendas hasta centros religiosos en los que sus habitantes adorarían a las distintas divinidades incaicas.

Scala/Art Resource/Archivo Fotografico Oronoz






Chamanismo


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Margaret Mead



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Como citar este artículo:
"Antropología," Enciclopedia Microsoft® Encarta® Online 2007
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Publicado el 22 agosto 2008 - 12:21





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Regulación jurídica de las biotecnologías

Curso dictado por la Dra. Teodora Zamudio

Equipo de docencia e investigación UBA-Derecho


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www.BIOETICA.org

Copyright G.A.T.z©2005 ES MATERIAL DE DIVULGACIÓN. Agradecemos citar la fuente.
Última modificación: 09 de Marzo de 2007

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¿Quién fue el hombre de Neanderthal?




  • Se extinguió hace unos 30.000 años

  • Su estructura ósea indica una estatura de 1,60 m

  • Se lo ha considerado más tosco y primitivo de lo que parece haber sido

En un laboratorio situado en los niveles superiores del Museo de Historia Natural de esta ciudad, lejos de las galerías públicas, el doctor Ian Tattersall, un homo sapiens sapiens alto, se inclina hasta ponerse cara a cara con un hombre de Neanderthal, pequeño y robusto.

El doctor Tattersall, un paleoantropólogo que estudió y escribió sobre los Neanderthal, estaba dando una primera mirada a un esqueleto completo de esta famosa extinta rama de la familia de los homínidos. Nada así se había podido ensamblar con anterioridad: los huesos de los pies unidos a los del talón y desde ahí sucesivamente hasta el cráneo.

Según el museo, es la primera reconstrucción de un esqueleto completo de Neanderthal compuesto por fósiles verdaderos.

"Por primera vez siento que he encontrado a un Neanderthal -dice el científico-. Es tan parecido a nosotros y a la vez bastante diferente."




Las piezas fueron reconstruidas y ensambladas a partir de fósiles hallados en Europa y Medio Oriente



Al examinar el erguido esqueleto, Tattersall pone en duda la noción, alguna vez en boga, de que los Neanderthal podrían ser tan parecidos a los humanos que si se vistieran con ropas actuales pasarían inadvertidos. Esta impresión fue caricaturizada en personajes de tiras cómicas con Neanderthal de gruesas cejas y vistosos sombreros.

"Definitivamente pertenecen a la misma especie", afirma el doctor Tattersall, observando primero al esqueleto de un Neanderthal y luego al de un humano moderno que está al lado. "Si la gente no lo creía, con toda razón debe hacerlo ahora", asegura.

De alrededor de 1,60 m de estatura, el esqueleto del homínido estará expuesto en este museo de Nueva York hasta mediados de abril.

Esta gente prehistórica, que vivió principalmente en Europa y partes del centro y sudoeste asiático, desapareció hace alrededor de 30.000 años. Desde que los primeros fósiles fueron reconocidos, en 1856, los Neanderthal han sido objeto de misteriosas e interminables conjeturas.

Y al igual que el destino de éstos, su extinción ha mantenido a los eruditos muy ocupados en teorías de todo tipo. Por otro lado, la cultura popular a menudo trata a los Neanderthal como a la personificación de lo primitivo. Son los brutos de las caricaturas con hombres de la caverna. "A veces comparten las llanuras con enormes dinosaurios, lo que es un anacronismo", se ha dicho.

También se los juzgó como una casta inferior incapaz de sobrevivir, a pesar de que aparentemente se las ingeniaron bien en desafiar los cambios climáticos durante más de 200.000 años, más de los 125.000 a 150.000 que hasta ahora lleva el homo sapiens sapiens.

Una razón para esta mala interpretación es que ningún esqueleto completo de un Neanderthal ha aparecido, nunca.

Muchas creaciones artísticas, a pesar de no tener mayor valor científico, despertaron la crítica científica por ser proyecciones de ciertas interpretaciones sobre la apariencia y comportamiento de los Neanderthal.

Un estudio menos subjetivo, según los científicos, comienza por la anatomía, con el esqueleto.

El doctor Erik Trinkhaus, especialista de la universidad de Washington en Saint Louis, afirmó que las reconstrucciones eran especialmente importantes para entender su biomecánica, es decir, la manera en que se paraban, caminaban y corrían.

Por eso los técnicos del museo, trabajando con la habilidad de un experto en cirugía reconstructiva, ensamblaron un esqueleto completo con partes fósiles de especímenes encontrados en Europa y Medio Oriente.

"El esqueleto es en su conjunto esencialmente un trasplante", afirmó Gary Sawyer, un técnico en antropología que dirigió la reconstrucción.

Sawyer y otros técnicos comenzaron a desarrollar sus habilidades hace años con el armado del hombre de Pekín, un homo erectus hallado en China. Su objetivo es recrear esqueletos de unas 20 especies de homínidos.

En el caso del Neanderthal, hasta un 90% del esqueleto amalgamado está hecho de réplicas de poliuretano basadas en fósiles verdaderos, manchados con un marrón amarillento, que es el color de la mayoría de los fósiles extraídos de excavaciones. Algunas partes, particularmente las que tienen que ver con los cartílagos de la caja torácica, se deducen por el contexto. Todas esas partes están coloreadas de gris.

El museo pidió prestadas piezas a diferentes instituciones. Las costillas, columnas y huesos pélvicos pertenecían a un Neanderthal de hace 60.000 años encontrado en una cueva de Kebara en Israel. Los técnicos trajeron también fósiles de La Ferrassie, Francia. Algunos huesos de piernas, brazos y partes pélvicas fueron creados a partir de un ejemplar original descubierto en una cantera de piedra caliza en el valle Neander, en Alemania.

Al mirar al esqueleto reconstruido, Tattersall asegura que está más claro que nunca que los Neanderthal no eran subespecies humanas sino una especie aparte de homínidos, el homo neanderthalensis, con hombros más anchos que los de los humanos, al igual que la pelvis, incluso entre los varones. Algunos científicos pensaron que la pelvis ancha les habría permitido gestaciones de más de nueve meses y neonatos más desarrollados. Pero es una teoría cuestionada.

El Neanderthal tiene antebrazos y pantorrillas cortos, tronco más amplio y carece casi de cintura. La caja torácica, en lugar de afinarse, es grande y con forma de campana.

Junto al cuello hay un huesito hioideo que podría haber sostenido los músculos de la lengua y otras partes de la caja de las cuerdas vocales. Encontrado en la cueva de Kebara, este hueso es una versión algo más alargada que la del humano y no hay nada parecido en los huesos de los monos. Algunos científicos lo consideran evidencia de que podrían haber tenido capacidad para articular palabras.

Tattersall es escéptico. Piensa que los Neanderthal tenían "una cultura esencialmente libre de símbolos", es decir que probablemente les faltaba la habilidad cognitiva para reducir el mundo que los rodeaba a símbolos expresados en palabras y arte. Por lo contrario, los Cro-Magnon, como se llama a sus contemporáneos humanos modernos de Europa, ya creaban un arte deslumbrante en las paredes de sus cuevas, lo que evidencia un mayor pensamiento abstracto y una mayor capacidad de articulación del lenguaje


El encuentro


Los humanos anatómicamente modernos deben haber visto a los primeros Neanderthal en lo que actualmente es Israel hace unos 90.000 años. Los dos grupos sobrevivientes de la familia de los homínidos tuvieron contactos más frecuentes en Europa hace alrededor de 40.000 años.

Ambos utilizaban herramientas de piedra y el fuego. Pero los Neanderthal, europeos durante mucho tiempo, eran robustos, con arcos superciliares fuertes, y tenían rostros prominentes.

En tanto, los humanos modernos, posiblemente emigrantes de Africa, eran más altos, de huesos más livianos y con caras más pequeñas y menos protuberantes. Sin embargo, entre ellos había un parecido familiar.

Los Neanderthal, aparentemente, estuvieron en la península Ibérica hasta hace unos 30.000 años.

Las causas de su extinción son todavía motivo de debate: ¿los humanos modernos compitieron con ellos por recursos? ¿Los mataron en combate? ¿O quizá se mezclaron con ellos, de manera que los genes de Neanderthal viven en el homo sapiens sapiens aún?
(The New York Times).-




Por John Noble Wilford De The New York Times (Traducción: María Elena Rey para La Nación)



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Otra vuelta...



Al parecer, la familia ancestral del Homo sapiens cada vez está más cerca de perder a uno de sus integrantes: un trabajo conducido por Fernando Ramírez Rozzi, un científico argentino radicado en Francia, agrega nuevas pruebas que alejarían a los Neanderthales -¿definitivamente?- de la línea evolutiva humana.

Según su estudio de los incisivos y caninos provenientes de 55 Neanderthales, que hoy se publica en la revista Nature, aquellos brutos de cerebro grande se habrían desarrollado más rápido que el ser humano moderno; es decir, se convertían en adultos a los 15 años y no a los 18, como ocurre en el humano moderno. Para Ramírez Rozzi, éste es un signo inequívoco de que ellos y nosotros pertenecemos a dos especies diferentes.

La discusión acerca de si los Neanderthales pertenecen a nuestro linaje agita las aguas de la paleoantropología desde hace 150 años, cuando por primera vez se reconoció su existencia.

"Especie, por definición, es un grupo de individuos interfértiles, que pueden cruzarse entre sí -explica el investigador, desde su casa en las afueras de París, donde trabaja en el Centro Nacional de Investigación Científica de Francia (CNRS)-. Una forma de evaluar si dos grupos son interfértiles es analizar su desarrollo, ya que las especies con desarrollo distinto difícilmente puedan cruzarse, ya sea porque las gametas (óvulos y espermatozoides) no son compatibles o, más probablemente, porque el embrión, al recibir información genética de dos ritmos de crecimiento diferentes, no llegaría a desarrollarse."

Para dilucidar esta cuestión, Ramírez Rozzi y su colega, José María Bermúdez de Castro, del Museo Nacional de Ciencias Naturales de Madrid, compararon el crecimiento dentario en Neanderthales y humanos modernos, un rasgo estrechamente ligado al desarrollo general del individuo. En todos los primates, conociendo la velocidad de crecimiento de los dientes se puede inferir el del resto del organismo.

"Para conocer el desarrollo dentario, es necesario observar el esmalte de las piezas dentales -detalla Ramírez Rozzi-. Este presenta líneas de crecimiento, igual que los árboles, que se forman cada 9 días en el ser humano actual, los grandes monos africanos (chimpancé y gorila) y los Neanderthales, y que se pueden contar en la superficie del diente."

A partir del análisis de esas líneas se puede determinar cómo fue el desarrollo dentario, cuánto tiempo tomó y a qué velocidad. Ramírez Rozzi y Bermúdez de Castro determinaron que en los Neanderthales el crecimiento era más breve que en el humano actual.

"La pregunta siguiente es si esta diferencia es suficiente como para justificar la separación entre dos especies, ya que en esto no existe un Rubicón, un límite mínimo -dice el científico-. Sin embargo, si se toman en cuenta los resultados obtenidos en los homínidos de Atapuerca, Homo heidelbergensis y Homo antecessor, se comprueba que la diferencia entre los Neanderthales y el ser humano actual es mayor que la que existe entre el ser humano actual y los fósiles de Atapuerca."

En otras palabras: para Ramírez Rozzi, tanto el Homo sapiens como el Neanderthal descienden de una especie común: el Homo heidelbergensis o el Homo antecessor. Más aún, los resultados sugieren que mientras los Neanderthales habrían evolucionado hacia un desarrollo acelerado, la otra línea, el ser humano actual, lo hizo hacia un desarrollo prolongado.

Tanto el desarrollo prolongado del hombre actual como el acelerado de los Neanderthales son rasgos derivados que respaldarían la hipótesis de que se trata de dos especies diferentes dentro del género Homo.

Los dientes preservan sus registros de crecimiento en las variaciones diarias de la deposición de esmalte en la corona y de dentina en las raíces. Las pequeñas alteraciones forman elevaciones horizontales.

Según explica Jay Kelley en un comentario al trabajo que también se publica en este número de Nature, en el Homo sapiens el crecimiento dentario se caracteriza por una dramática detención del ritmo de extensión de la corona después de la formación de alrededor de la mitad superior. En contraste, los Neanderthales comparten un patrón más primitivo con H. antecessor y H. heidelbergensis; en ellos la detención es mucho menos pronunciada, lo que indica que la dentición se formó más rápidamente.

Para Kelley, algo que presta solidez al estudio del científico argentino es el tamaño de la muestra sobre la que trabajó, mucho mayor que las empleadas en otros trabajos similares. También, la notable consistencia de patrones de crecimiento que se detectan en los diferentes sitios de donde provienen las piezas dentales.

Pero el estudio de Ramírez Rozzi y Bermúdez de Castro permiten vislumbrar además algunas otras consecuencias.

"Este trabajo da por tierra con algo que se creía hasta ahora, que el prolongamiento del desarrollo en la evolución de los homínidos iba a la par con el aumento del volumen cerebral -afirma el científico-, y demuestra que un gran desarrollo del cerebro también era posible en un homínido con crecimiento rápido. Además, este rápido crecimiento permite suponer que la tasa de mortalidad debe de haber sido elevada, y que el rápido crecimiento es precisamente una consecuencia adaptativa de esa mortalidad. Pero este crecimiento acelerado, que tal vez fue una buena adaptación para un momento, fue la causa de su extinción. Aunque la razón exacta no se conoce, mis resultados muestran que hay que mirar ahora hacia el crecimiento. Durante muchos años se pensó que los Neanderthales estaban adaptados al frío (porque se originaron en un período glaciar) o al calor (porque los últimos se refugiaron en zonas cálidas). Estábamos en una impasse , ya que los datos desde el punto de vista climático eran contradictorios." Y concluye: "Mi artículo abre una nueva perspectiva para poder interpretar todos los datos ya disponibles sobre paleoclimas, cultura y estrategia adaptativa de los Neanderthales. De ahora en más, hay que interpretar todo esto desde el punto de vista de un desarrollo acelerado para ver si podemos comprender la causa de su extinción."

LA NACION - ARGENTINA - | 29.04.2004 | Página 00 | Ciencia/Salud



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#3 Ge. Pe.

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Publicado el 27 agosto 2008 - 07:26






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En FisicaNet


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Integración Cultural



Integración: Reunión ordenada de las diversas partes que forman un todo.

Cultura: La cultura de los pueblos esta integrada por todo lo que es obra y acción del hombre.


Técnicos, trabajos, artes, estudios, deportes, instrumentos, construcciones, hábitos, usos y costumbres. Las normas jurídicas que se adquieren y se perfeccionan con el ejercicio humano, pueden considerarse como parte de la cultura o productos culturales.



División del tiempo


a) Según Marx y Engels (lucha de clases)


1- Comunismo primitivo sin clases sociales

2- Esclavismo (contradicción entre amos y esclavos)

3- Feudalismo (contradicción entre señores y siervos)

4- Capitalismo (contradicción entre burgueses y proletario)

5- Socialismo (contradicción entre obreros y campesinos)

6- Comunismo (sin contradicción)



b) Según Darcy Ribeiro (cambio en la tecnología)


1- Revolución agrícola

2- Revolución urbana

3- Revolución del regadío

4- Revolución metalúrgica

5- Revolución pastoril

6- Revolución mercantil

7- Revolución industrial

8- Revolución termonuclear



c) Según Carlo Cipolla (energética)


1- Desde la hominización hasta la revolución agrícola: convertidores de energía vegetal y animal.

2- Desde el neolítico hasta el siglo XIX: productor, convertidores biológicos.

3- Desde la revolución industrial hasta la actualidad: convertidores no biológicos.



e) Cronología:


Años.......................................................Estado

1.750.000...............................Elaboración de rudimentarios utensilios de piedra (homo habilis).

1.500.000..............................Utensilios de piedra, madera y hueso (homo erectus).

600.000.................................Paleolítico inferior, perfeccionamiento de piedra tallada.

500.000.................................Fuego.

400.000.................................Industria lítica (hombre de Java y Pekín).

200.000.................................Paleolítico medio.

100.000................................Notable variedad de utensilios de piedra, hueso, etc. Vestigios de la existencia de un culto funerario (hombre de Neanderthal).

40.000..................................Paleolítico superior (hombre de Cromagnon) herramientas, grabados, pinturas rupestres y joyas.

7.000...................................Neolítico, cercano oriente y mediterráneo oriental. Agricultura, ganadería, cerámica, policromía, construcción con ladrillos.

6.000-5.000........................Edad de los metales, cobre y bronce.




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Fuente:
Apuntes de clase de Integración Cultural I.


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Publicado el 30 noviembre 2008 - 07:03





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EVOLUCIÓN HUMANA

I.-



1. - INTRODUCCIÓN


Evolución humana, proceso de cambio que dio lugar a la aparición del Homo sapiens. Hay evidencias que demuestran que las características físicas y de comportamiento comunes a todos los seres humanos fueron evolucionando a lo largo de, como mínimo, 6 millones de años.

Una de las primeras características que definió al ser humano, la bipedación —capacidad de andar erguido sobre los dos pies—, se desarrolló hace ya unos 4 millones de años, mientras que otras, tales como un cerebro grande y complejo, la capacidad de fabricar y utilizar herramientas y el lenguaje, se desarrollaron más recientemente. Gran parte de los rasgos más avanzados, que incluyen expresiones simbólicas complejas, como el arte, y la diversidad cultural, aparecieron en los últimos 100.000 años.

El ser humano es un primate. Las similitudes físicas y genéticas muestran que la especie humana moderna, el Homo sapiens, está estrechamente relacionada con otro grupo de primates, los simios. Los hombres y los antropoides o monos superiores —chimpancés (incluidos bonobos o chimpancés pigmeos) y gorilas— comparten un antepasado común que vivió hace entre 10 y 5 millones de años. El ser humano comenzó su evolución en África, continente donde se produjeron gran parte de las transformaciones posteriores. Los fósiles de los primeros homínidos, que vivieron hace entre 6 y 2 millones de años, proceden íntegramente de África.

La mayoría de los científicos distinguen entre 10 y 15 especies diferentes de homínidos. Sin embargo, no se ponen totalmente de acuerdo en cómo están relacionados entre sí las especies o cuáles fueron las que sencillamente se extinguieron. Muchas de las primeras especies —probablemente la mayoría de ellas— no dejaron descendientes. Tampoco hay consenso sobre la forma de identificar y clasificar determinados homínidos, ni en los factores que más influyeron en la evolución y la extinción de cada uno de ellos.

Los homínidos comenzaron a emigrar desde África hacia Asia hace probablemente unos 2 a 1,6 millones de años, llegando a Europa la mayoría de ellos durante el último millón de años. Sólo mucho después, distintas especies de homínidos modernos poblaron diferentes partes del mundo. Así, por ejemplo, probablemente el ser humano llegó por primera vez a Australia hace 60.000 años y a América hace 35.000 años. La aparición de la agricultura y de las primeras civilizaciones tuvo lugar en los últimos 10.000 años.

La ciencia que estudia la evolución y origen de los rasgos físicos y de comportamiento del ser humano se denomina paleoantropología. Se trata de una de las ramas de la antropología física, disciplina que estudia las características biológicas y fisiológicas del hombre. Su misión es descubrir cómo la evolución ha ido conformando los potenciales, las tendencias y las limitaciones del ser humano. Para muchos es una ciencia apasionante porque rastrea los orígenes de las características que definieron a nuestra especie, así como las conexiones fundamentales entre el hombre y otros seres que habitan la Tierra. Los científicos disponen de numerosas evidencias que demuestran la existencia de un proceso evolutivo obtenidas a partir del estudio de fósiles, objetos y mapas genéticos.


2. - PROCESO EVOLUTIVO



Todas las especies de organismos tienen su origen en un proceso de evolución biológica. Durante este proceso van surgiendo nuevas especies a causa de una serie de cambios naturales. En los animales que se reproducen sexualmente, incluido el ser humano, el término especie se refiere a un grupo cuyos miembros adultos se aparean de forma regular dando lugar a una descendencia fértil, es decir, vástagos que, a su vez, son capaces de reproducirse. Los científicos clasifican cada especie mediante un nombre científico único de dos términos. En este sistema el hombre moderno recibe el nombre de Homo sapiens.

El mecanismo del cambio evolutivo reside en los genes, las unidades básicas hereditarias. Los genes determinan el desarrollo del cuerpo y de la conducta de un determinado organismo durante su vida. La información contenida en los genes puede variar y este proceso es conocido como mutación. La forma en que determinados genes se expresan —cómo afectan al cuerpo o al comportamiento de un organismo— también puede variar. Con el transcurso del tiempo, el cambio genético puede modificar un aspecto principal de la vida de una especie como, por ejemplo, su alimentación, su crecimiento o sus condiciones de habitabilidad.

Los cambios genéticos pueden mejorar la capacidad de los organismos para sobrevivir, reproducirse y, en animales, criar a su descendencia. Este proceso se denomina adaptación. Los progenitores transmiten mutaciones genéticas adaptativas a su descendencia y finalmente estos cambios se generalizan en una población —un grupo de organismos de la misma especie que comparten un hábitat local particular. Existen numerosos factores que pueden favorecer nuevas adaptaciones, pero los cambios del entorno desempeñan a menudo un papel importante. Las antiguas especies de homínidos se fueron adaptando a nuevos entornos a medida que sus genes iban mutando, modificando así su anatomía (estructura corporal), fisiología (procesos físicos y químicos tales como la digestión) y comportamiento. A lo largo de grandes periodos de tiempo esta evolución fue modificando profundamente al ser humano y a su forma de vida.

Los científicos estiman que la línea de los homínidos comenzó a separarse de la de los simios africanos hace unos 10 o 5 millones de años. Esta cifra se ha fijado comparando las diferencias entre el mapa genético del género humano y el de los simios, y calculando a continuación el tiempo probable que pudieron tardar en desarrollarse estas diferencias. Utilizando técnicas similares y comparando las variaciones genéticas entre las poblaciones humanas en todo el mundo, los científicos han llegado a la conclusión de que los hombres tal vez compartieron unos antepasados genéticos comunes que vivieron hace unos 290.000 - 130.000 años.



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Publicado el 05 diciembre 2008 - 08:54






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EVOLUCIÓN HUMANA


II.-

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3. - CARACTERÍSTICAS, CLASIFICACIÓN Y EVOLUCIÓN DE LOS PRIMATES



El ser humano pertenece al orden científico Primates, un grupo de más de 230 especies de mamíferos que incluye asimismo lémures, loris, tarseros, monos y simios. El hombre moderno, los primeros homínidos y otras especies de primates presentan numerosas similitudes entre sí pero también algunas diferencias importantes. El estudio de estas similitudes y diferencias ayuda a los científicos a comprender las raíces de muchas características humanas, así como el significado de cada etapa de su evolución.

Todos los primates, incluido el ser humano, comparten al menos una serie de características que les distinguen de otros mamíferos. Muchas de estas características fueron evolucionando para adaptarse a su vida en los árboles, entorno en el que se desarrollaron los primeros primates. Entre ellas cabe citar: mayor utilización de la vista frente al olfato, solapamiento de campos de visión para obtener una visión estereoscópica (tridimensional), miembros inferiores y manos prensiles, capacidad de agarrar y balancearse en troncos y ramas de los árboles, capacidad de sostener y manipular objetos pequeños (utilizando dedos con uñas en lugar de garras), grandes cerebros en relación con el tamaño corporal, así como vidas sociales complejas.

La clasificación científica de los primates refleja las relaciones evolutivas entre las diferentes especies y grupos de especies. Los primates que constituyen el suborden Prosimios —entre cuyos representantes actuales se encuentran los lémures, los tarseros y los loris, entre otras especies— fueron los primeros en evolucionar y representan la forma más antigua de primates. Otros sistemas de clasificación agrupan a los tarseros con los antropoideos, ya que comparten algunos rasgos fundamentales desde un punto de vista genético.

Monos, simios y hombres —que comparten muchas características que no se encuentran en otros primates— constituyen el suborden Antropoideos. Simios y hombres forman la superfamilia Hominoideos, clasificación que pone de relieve la estrecha relación entre los individuos de estos dos grupos.



1. - Prosimios



El suborden Prosimios incluye a los primates menos evolucionados. Los últimos antepasados comunes de los prosimios y otros mamíferos —similares a las tupayas y clasificados como plesiadapiformes— evolucionaron hace al menos 65 millones de años. Los primeros primates evolucionaron hace unos 55 millones de años mientras que las especies fósiles similares a los lémures evolucionaron durante el eoceno (hace unos 56,5 y 35,4 millones de años). Los prosimios comparten todas las características básicas de los primates, aunque sus cerebros no son especialmente grandes ni complejos y presentan un sentido del olfato más fino y sensible que el de otros primates.



2. - Antropoideos



Los primates antropoideos se dividen en monos del Nuevo Mundo (Sudamérica, Centroamérica y las islas del Caribe) y monos del Viejo Mundo (África y Asia). Los del Nuevo Mundo —tales como titís, capuchinos y monos araña— pertenecen al infraorden de los Platirrinos. Los monos del Viejo Mundo pertenecen al infraorden de los Catarrinos. Dado que el hombre y los simios constituyen la superfamilia de los Hominoideos, puede considerarse que el hombre es también un antropoide catarrino.



2.1. - Los primeros primates catarrinos




Los primeros primates catarrinos evolucionaron hace unos 50 a 33 millones de años. La mayoría de los fósiles de primates de este periodo se han encontrado en una región del norte de Egipto conocida como Fayum. Un grupo de primates conocido como Propliopithecus, uno de cuyos linajes se denomina a veces Aegyptopithecus, tenía rasgos catarrinos —es decir, presentaba muchas de las características básicas comunes actualmente a simios, hombres y monos del Viejo Mundo. Por lo tanto, los científicos piensan que el Propliopithecus se parece al antepasado común de todos los simios y monos posteriores del Viejo Mundo. Así, también puede ser considerado como antepasado o pariente próximo de un antepasado del ser humano.


2.2. - Hominoides



Los hominoides evolucionaron durante el mioceno (hace entre 23,3 y 5,2 millones de años). Entre los hominoides más antiguos conocidos se encuentra un grupo de primates cuyo nombre genérico es Proconsul.

Esta especie presentaba características que sugerían una estrecha relación con un antepasado común de simios y hombres como, por ejemplo, la ausencia de cola. Los individuos de la especie Proconsul heseloni, que vivieron en los árboles de espesos bosques de África oriental hace unos 20 millones de años, eran ágiles saltadores y presentaban características como una columna flexible y un tórax estrecho, típicas de los monos, aunque también tenían una amplia movilidad en caderas y dedo pulgar, típicas de simios y hombres.

Hace unos 23 o 22 millones de años se desarrollaron en África especies de grandes simios. Hace 15 millones de años algunas de estas especies migraron a Asia y Europa a través de un istmo de tierra que se había formado entre los continentes afroárabes y eurasiáticos, anteriormente separados entre sí. Ver Tectónica de placas.

A principios de su evolución los grandes simios sufrieron diferentes radiaciones —periodos en los cuales especies nuevas y diferentes se separaron de los antepasados comunes. Después del Proconsul, hace unos 18 millones de años evolucionó en Arabia y África el género de simios Afropithecus para posteriormente diversificarse en varias especies. Un poco más tarde, evolucionaron otros tres géneros de simios: hace unos 15 millones de años el Keniapithecus de África y el género similar Griphopithecus de Asia occidental y hace unos 12 millones de años el Dryopithecus de Europa. Los científicos todavía no han podido determinar cuál de estos grupos de simios fue el que dio lugar al antepasado común de los simios africanos modernos y los hombres.

Los científicos no están de acuerdo en absoluto en cuál es la clasificación más adecuada de los hominoides. Actualmente están agrupados en dos o tres familias: Hilobátidos, Homínidos y a veces también Póngidos. El primer grupo está formado por los simios pequeños o menores del Sureste asiático, conocidos comúnmente como gibones y siamangs. El grupo Homínidos está constituido por el ser humano, aunque algunos científicos también incluyen en él a los grandes simios. Para aquellos que consideran que el grupo Homínidos sólo comprende al hombre, todos los grandes simios, incluidos los orangutanes del Sureste asiático, se incluyen en la familia de los Póngidos.

Tradicionalmente el ser humano era el único que pertenecía a la familia de los Homínidos (Hominidae). Actualmente, sin embargo, estudios genéticos apoyan la clasificación conjunta de grandes simios y hombres. Los monos africanos —chimpancés y gorilas— se clasificarían junto con el hombre en un nivel inferior o subfamilia. De acuerdo con este razonamiento, la rama evolutiva de los simios asiáticos que conduce a los orangutanes, que se separaron de las demás ramas homínidas hace aproximadamente 13 millones de años, pertenece a la subfamilia Ponginae, mientras que los representantes de las ramas de simios africanos y de hombres pertenecen a la subfamilia de los Homininos (Homininae).




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EVOLUCIÓN HUMANA

III.-

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3. - El ser humano como primate



Los genes del ser humano y del chimpancé son idénticos en aproximadamente un 98%, por lo que el chimpancé resulta ser el pariente biológico vivo más próximo al hombre. Esto no significa que el ser humano evolucionara a partir del chimpancé, sino que ambas especies se desarrollaron a partir de un antepasado simio común. El orangután, un simio originario del Sureste asiático, difiere mucho más del hombre desde el punto de vista genético, lo que indica una relación evolutiva más distante.

El hombre moderno posee una serie de características físicas que reflejan un antepasado simio.

Así, por ejemplo, la articulación del hombro tiene una gran movilidad y sus dedos son capaces de agarrar con fuerza.


En los simios estas características están altamente desarrolladas como braquiadores que son para adaptarse al balanceo entre las ramas de los árboles. A pesar de que el hombre no realiza este movimiento, ha mantenido la anatomía general de esta adaptación primitiva. Tanto el ser humano como los simios tienen asimismo cerebros más grandes y capacidades cognitivas mayores que la mayoría de los demás mamíferos.


La vida social humana, asimismo, se asemeja a la de los simios y otros primates africanos —como mandriles y macacos rhesus— que viven en grandes y complejos grupos sociales. En particular, el comportamiento entre los chimpancés se parece mucho al humano. Así, por ejemplo, establecen relaciones duraderas entre sí, participan en actividades sociales tales como el aseo, la alimentación o la caza, y forman entre sí coaliciones estratégicas para aumentar su estatus y poder. Puede que los humanos primitivos tal vez también mantuviesen este tipo de vida social compleja.


Sin embargo, el hombre moderno difiere de los simios en muchos aspectos significativos. Así, por ejemplo, a pesar de la gran inteligencia de éstos, el ser humano tiene un cerebro mucho mayor y más complejo, presenta una capacidad intelectual única y elabora formas de cultura y comunicación. Además, sólo él anda habitualmente erguido, puede manipular con precisión objetos muy pequeños y tiene una estructura de garganta que le permite hablar.


4. - DE SIMIO A HOMÍNIDO



Los restos encontrados de diferentes especies australopitecinas primitivas que vivieron hace entre 4 y 2 millones de años muestran claramente diferentes adaptaciones que marcan la transición de simio a ser humano. Sin embargo, el primer periodo de esta transición, que data de hace más de 6 millones de años, está pobremente documentado en cuanto a fósiles. Las combinaciones más antiguas de características simias y humanas encontradas hasta la fecha pertenecen a un género y una especie antiquísima, el Sahelanthropus tchadensis.

En el desierto de Djurab, al norte de Chad (África), se descubrieron en 2001 los restos fósiles de seis individuos diferentes pertenecientes a esta primitiva subfamilia de Homínidos: dos fragmentos de mandíbula, tres dientes y el cráneo de un ejemplar macho al que se bautizó con el nombre de Toumaï. Según apuntan los indicios, Toumaï vivió entre hace 6 y 7 millones de años y presentaba ya algunos rasgos humanos, como la estructura de la cara (frente prominente y rostro chato) y la dentición (caninos reducidos). Poseía el tamaño de un chimpancé y una capacidad craneal parecida —350 centímetros cúbicos. El Sahelanthropus tchadensis está próximo a la transición entre el simio y el ser humano, un punto situado en la línea evolutiva entre los 5 y los 10 millones de años de antigüedad.




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EVOLUCIÓN HUMANA


IV.-

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5. - LOS AUSTRALOPITECINOS



Hace aproximadamente unos 5 millones de años evolucionó en África una especie parecida a los simios con dos características importantes que le distinguían de éstos: pequeños dientes caninos (contiguos a los cuatro incisivos) y bipedación —es decir, la capacidad de andar erguido sobre las dos piernas. Los científicos se refieren a estos primitivos homínidos como los australopitecinos. La primera especie conocida en la actualidad pertenece al género Ardipithecus. Otras especies pertenecen al género Australopithecus y, según algunas clasificaciones, al Paranthropus. El término australopitecino significa literalmente “simio meridional”, como referencia a Sudáfrica, donde se encontraron los primeros fósiles australopitecinos.

El valle del Rift, región de África oriental en donde movimientos de la corteza terrestre han dejado al descubierto antiguos depósitos de fósiles, se ha hecho famoso por haberse encontrado en él numerosos restos arqueológicos de australopitecinos. Otros países donde los científicos han encontrado asimismo fósiles de este tipo son Etiopía, Tanzania, Kenia, Sudáfrica y Chad, lo que demuestra que los australopitecinos poblaron ampliamente el continente africano.

Los fósiles aportan gran cantidad de información sobre la estructura física y las actividades de los primeros australopitecinos, pero no así sobre las características físicas externas tales como el color y la textura de la piel o del pelo, o sobre ciertos comportamientos tales como los métodos de obtención de alimentos o los patrones de interacción social. Por esta razón los científicos estudian a los grandes simios actuales —en particular a los africanos— para llegar a una mejor comprensión del aspecto y de la conducta de los primeros, y de cómo se produjo la transición de simio a ser humano.

Así, por ejemplo, los australopitecinos probablemente se parecían a los grandes simios en características como la forma del rostro o la cantidad de pelo en el cuerpo. También el tamaño del cerebro era aproximadamente igual, por lo que es probable que tuvieran una capacidad mental similar. Su vida social posiblemente se parecía a la de los chimpancés.



1. - Características de los australopitecinos




La mayor parte de las principales características físicas humanas de los australopitecinos estaban relacionadas con su postura bípeda. Antes de ellos, nunca un mamífero había desarrollado una anatomía que le permitiera andar erguido de forma habitual. También tenían dientes caninos pequeños, comparados con los grandes caninos que se encuentran en casi todos los demás primates catarrinos.

Sin embargo, otras características de los australopitecinos recordaban a sus antepasados simios: un cráneo bajo tras un rostro prominente y un tamaño de cerebro de 390 a 550 cm3 —similar al de los simios. El peso de los australopitecinos, estimado a partir de sus huesos, oscilaba entre 27 y 49 kg y su altura entre 1,1 y 1,5 m, valores que se aproximan mucho a los de los chimpancés (erguidos). Algunas especies de australopitecinos presentaban un marcado dimorfismo sexual —los machos eran mucho mayores que las hembras— rasgo también encontrado en gorilas, orangutanes y otros primates.

Los australopitecinos también tenían dedos curvos y pulgares largos con amplia movilidad. En comparación, los dedos de los simios son más largos, más potentes y más curvados, adaptación que les permite perfectamente colgarse y balancearse en las ramas. Los simios también presentan pulgares muy cortos que limitan su capacidad para manipular objetos pequeños. Los paleoantropólogos especulan con la posibilidad de que los pulgares largos y diestros de los australopitecinos les permitiesen utilizar utensilios de forma más eficaz que en el caso de los simios.



1.1. - Bipedación





La anatomía de los australopitecinos muestra una serie de adaptaciones para la bipedación, tanto en la parte superior como inferior del cuerpo. Entre las adaptaciones de la parte inferior se incluyen las siguientes: el ilion, o hueso de la cadera que sobresale por encima de la articulación, era mucho más corto y ancho que en los simios, lo que permitía a los músculos equilibrar el cuerpo tras cada paso. La pelvis también tenía forma cóncava para alojar los órganos internos durante la postura erguida. La parte alta de los miembros inferiores formaban un ángulo hacia el interior desde la articulación de la cadera, permitiendo así a las rodillas soportar mejor el peso del cuerpo al andar erguido. Por el contrario, los miembros inferiores de los simios están colocados casi en sentido vertical desde la cadera, de forma que cuando andan erguidos su cuerpo se balancea hacia los lados. Los australopitecinos tenían los dedos de los pies más cortos y menos flexibles que los simios, de forma que actuaban como palancas para impulsar el cuerpo a cada paso.

Por encima de la pelvis también se produjeron otras adaptaciones. La columna australopitecina presentaba una curva en S que disminuía la longitud total del torso y le confería rigidez y equilibrio cuando se encontraba erguido; los simios, por el contrario, tienen una columna relativamente recta. El cráneo australopitecino también presentaba una adaptación importante relacionada con la bipedación: la abertura en la base del cráneo a través de la cual se conecta la médula espinal con el cerebro, denominada foramen magnum, se encontraba en una posición más adelantada que en los simios, lo que permitía a la cabeza mantenerse en equilibrio sobre la columna erguida.

Está claro que los australopitecinos caminaban erguidos sobre el suelo, pero los paleoantropólogos no tienen una opinión unánime sobre si pasaban también una parte importante de su tiempo en los árboles. Algunas características físicas como, por ejemplo, los dedos curvos y largos y los brazos alargados parecen confirmar que así era. Sin embargo, los dedos, a diferencia de los de los simios, tal vez no eran lo suficientemente largos como para permitirles balancearse de rama en rama.



1.2. - Caninos pequeños




Los caninos del hombre, comparados con los de los simios, son muy pequeños. Éstos —en especial los machos— tienen caninos fuertes, prominentes y afilados que utilizan como arma disuasoria en caso de agresión y en ocasiones como arma de defensa. A lo largo de 4 millones de años los australopitecinos fueron desarrollando unos caninos más pequeños y más planos, característica común a los seres humanos. La reducción de los caninos puede haber estado relacionada con un aumento en la cooperación social entre los individuos y, por consiguiente, con una menor necesidad por parte de los machos de mostrar su agresividad.

Los australopitecinos pueden dividirse en un primer grupo de especies, conocido como australopitecinos gráciles, aparecidos hace más de 3 millones de años, y un grupo posterior, conocido como australopitecinos robustos, que evolucionó en los últimos 3 millones de años. Los primeros —a partir de los cuales evolucionaron varias especies en los últimos 4,5 a 3 millones de años— presentaban, por lo general, dientes y mandíbulas más pequeñas. Los robustos, de evolución posterior, presentaban rostros más anchos con mandíbulas y molares grandes. Estas características indican una masticación potente y prolongada de alimentos; los análisis realizados del desgaste de la superficie de masticación de los molares de los australopitecinos robustos apoyan esta idea. Algunos fósiles de la primera especie de australopitecinos tienen características parecidas a las de la especie posterior, lo que sugiere que los robustos evolucionaron a partir de uno o más antepasados gráciles. Un fragmento de mandíbula con un molar de hace 5 millones de años y otra mandíbula con dos molares de hace 4,5 millones de años, ambos de Kenia, pueden ser los fósiles de australopitecino más antiguos encontrados hasta el momento.



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Continuamos...

Recordando, ampliando conceptos....



EVOLUCIÓN HUMANA

V

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2. - Los primeros australopitecinos



Los paleoantropólogos reconocen al menos cuatro especies de australopitecinos: la primera pertenece al género Ardipithecus y las otras tres al género Australopithecus.


2.1. - Ardipithecus ramidus



Un científico etíope, miembro de un equipo de investigación dirigido por el paleoantropólogo estadounidense Tim White, descubrió en 1994 la especie australopitecina más antigua conocida en Etiopía.

Estos fósiles identificados como homínidos fueron datados aproximadamente en unos 4,4 millones de años de antigüedad. White y sus colegas bautizaron a su descubrimiento como Ardipithecus ramidus. Ramid significa ‘raíz’ en la lengua afar de Etiopía y hace referencia a la proximidad de esta nueva especie a las raíces de la humanidad. En el momento del descubrimiento, el género Australopithecus ya estaba científicamente establecido. White dio al género el nombre de Ardipithecus para diferenciar a esta nueva especie de otros australopitecinos, ya que sus fósiles presentaban una combinación muy antigua de características simiescas y homínidas.

Los dientes del Ardipithecus ramidus presentaban una fina capa exterior de esmalte —rasgo también observado en los simios africanos pero no en otras especies de australopitecinos ni en la mayoría de los fósiles de simios más antiguos. Este rasgo sugiere una relación bastante estrecha con un antepasado simio africano. Además, el esqueleto muestra grandes similitudes con el del chimpancé aunque tiene caninos ligeramente más pequeños y adaptaciones a la bipedación.


2.2. - Australopithecus anamensis



En 1965 un equipo de investigación de la Universidad de Harvard descubrió un hueso procedente del brazo de un homínido en el yacimiento de Kanapoi, en el norte de Kenia. Los investigadores estimaron la antigüedad de este hallazgo en 4 millones de años, pero no pudieron identificar la especie a la que pertenecía ni proseguir la búsqueda de otros fósiles relacionados. No fue hasta 1994 que un equipo de investigación, dirigido por el paleoantropólogo keniata de origen británico Meave Leakey, encontró en este yacimiento numerosos dientes y fragmentos de hueso que pudieron relacionarse con el fósil anteriormente descubierto. Leakey y sus colegas determinaron que los fósiles pertenecían a una especie muy primitiva de australopitecino, al que se le dio el nombre de Australopithecus anamensis. Desde entonces, los investigadores han seguido encontrando otros fósiles de A. anamensis en yacimientos cercanos datados entre 4,2 y 3,9 millones de años de antigüedad. El cráneo de esta especie es parecido al del simio, pero su larga tibia (hueso de la parte inferior de la pierna) indica que al caminar todo el peso del cuerpo se apoyaba alternativamente en una de las extremidades inferiores, como es habitual en la bipedación.


2.3. - Australopithecus afarensis



El Australopithecus anamensis era bastante similar a otra especie mucho mejor conocida, el A. afarensis, un australopitecino grácil que vivió en África oriental hace unos 3,9 a 2,9 millones de años. El fósil más importante encontrado de esta especie, conocido como Lucy, es parte del esqueleto de un ejemplar femenino descubierto en 1974 por el paleoantropólogo norteamericano Donald Johanson en Hadar, Etiopía. Lucy vivió hace unos 2,6 a 3,6 millones de años. Los científicos han identificado varios cientos de fósiles de A. afarensis procedentes de Hadar, incluida una colección de fósiles pertenecientes al menos a 13 individuos de ambos sexos y diferentes edades, descubiertos todos ellos en el mismo yacimiento.

Los investigadores que trabajan en el norte de Tanzania han descubierto asimismo huesos fosilizados de A. afarensis en Laetoli. Este yacimiento, datado en unos 3,6 millones de años de antigüedad, es famoso por sus espectaculares huellas de homínidos bípedos. Estas huellas, conservadas en cenizas volcánicas fosilizadas, fueron descubiertas en 1978 por un equipo de investigadores dirigido por la paleoantropóloga británica Mary Leakey y proporcionan una evidencia irrefutable de que los australopitecinos caminaban normalmente erguidos.

Los paleoantropólogos han barajado diferentes interpretaciones de las características del A. afarensis y del lugar que ocupan en el árbol genealógico del ser humano. Una de las controversias se centra en las huellas de Laetoli que, según algunos científicos, muestran que la anatomía del pie y el porte del A. afarensis no coincidían exactamente con los del hombre moderno. Esta observación parece indicar que los primeros australopitecinos no vivían básicamente sobre el suelo o que al menos una parte importante de su tiempo lo pasaban en los árboles. El esqueleto de Lucy indica asimismo que el A. afarensis tenía unos brazos más largos y potentes que la mayoría de las especies de homínidos posteriores, lo que sugiere que estaba especialmente adaptada para trepar a los árboles.

Otro debate se centra en la clasificación científica de los fósiles de A. afarensis. Comparados con Lucy, que tenía una altura máxima de unos 1,2 m, otros fósiles procedentes de Hadar y Laetoli identificados como A. afarensis pertenecían a individuos de alturas de hasta 1,5 m. Esta gran diferencia de tamaño llevó a algunos científicos a pensar que el conjunto de fósiles actualmente clasificados como A. afarensis realmente representaba a dos especies. La mayoría de los científicos, sin embargo, piensan que los fósiles pertenecen a una sola especie con un alto grado de dimorfismo —diferencia de tamaño entre los sexos. Los defensores de esta hipótesis destacan que los dos fósiles de adultos, el alto (probablemente masculino) y el bajo (probablemente femenino) fueron descubiertos juntos en un mismo yacimiento en Hadar.

Un tercer debate surge de la teoría de que el A. afarensis era el antepasado común tanto de los posteriores australopitecinos como del género Homo. Esta idea sigue siendo una hipótesis sólida, aunque la similitud entre ésta y otra especie de australopitecino —una del sur de África denominada Australopithecus africanus— hace difícil decidir cuál de las dos especies dio realmente lugar al género Homo.


2.4. - Australopithecus africanus



El Australopithecus africanus habitó en la región del Transvaal de la actual Sudáfrica hace unos 3 a 2,5 millones de años. Fue el anatomista de origen australiano Raymond Dart quien en 1924 descubrió esta especie —el primer australopitecino conocido— en Taung, Sudáfrica. A este espécimen, una cría pequeña, se le bautizó como el Niño Taung. Tras este descubrimiento y durante décadas casi ningún científico apoyó la teoría de Dart de que el cráneo procedía de un antepasado homínido. A finales de la década de 1930, diferentes equipos dirigidos por el paleontólogo sudafricano de origen escocés Robert Broom descubrieron otros muchos cráneos y huesos de A. africanus en el yacimiento Sterkfontein del Transvaal.

El A. africanus tenía, por lo general, un cráneo más globular y un rostro y dientes con un aspecto menos primitivo que el del A. afarensis. Por ello, algunos científicos consideran que la especie meridional del primitivo australopitecino pudiera ser un antepasado del género Homo. Según otros científicos, sin embargo, ciertas características faciales y craneales que denotan una complexión fuerte lo identifican como un antepasado de los australopitecinos robustos que vivieron posteriormente en la misma región. En 1998 un equipo de investigación dirigido por el paleoantropólogo sudafricano Ronald Clarke descubrió un esqueleto casi completo de australopitecino primitivo en Sterkfontein. Este importante hallazgo puede resolver algunas de las cuestiones pendientes sobre la ubicación del A. africanus dentro de la historia de la evolución humana.



3.4. - Orígenes y destino de los australopitecinos posteriores




Muchos científicos creen que los australopitecinos robustos representan un grupo evolutivo de homínidos diferente ya que comparten características asociadas a una masticación poderosa. Según esta hipótesis, el Australopithecus aethiopicus se separó de los demás australopitecinos dando más tarde lugar a las especies A. boisei y A. robustus. Los paleoantropólogos que apoyan esta hipótesis piensan que los robustos deben ser clasificados dentro del género Paranthropus, nombre original dado a la especie meridional, por lo que a veces a estas tres especies se las denomina P. aethiopicus, P. boisei y P. robustus.

Otros paleoantropólogos piensan que las especies robustas orientales, A. aethiopicus y A. boisei, pueden haber evolucionado a partir de un primitivo australopitecino de la misma región, tal vez el A. afarensis. Según esta hipótesis, el A. africanus dio lugar solamente a la especie meridional, el A. robustus. Los científicos denominan a este tipo de casos —en el que dos o más especies independientes evolucionan con características similares en diferentes lugares o en momentos diferentes— evolución paralela. En el caso de que se hubiera producido una evolución paralela en los australopitecinos, las especies robustas formarían dos ramas separadas del árbol genealógico del ser humano.

Los últimos australopitecinos robustos se extinguieron hace unos 1,2 millones de años.

Aproximadamente en esa época los patrones climáticos en todo el mundo entraron en un periodo de fluctuación lo que pudo dar lugar a una reducción de los alimentos de los que dependían los robustos. La interacción con miembros del género Homo de cerebro más grande, tales como el Homo erectus, también puede haber contribuido al declive de los últimos australopitecinos, aunque no existe evidencia fehaciente de este tipo de contacto directo. La competencia con algunas otras especies de monos y cerdos herbívoros, que vivían en aquella época en África, pudo haber sido un factor todavía más importante. Pero las razones por las que los australopitecinos robustos se extinguieron después de haber vivido durante un periodo de tiempo tan prolongado todavía no se conocen con certeza.



4. - ¿Por qué evolucionó el ser humano?




Existen diferentes hipótesis sobre el por qué los australopitecinos se separaron de los simios iniciando así el curso de la evolución humana.

Prácticamente todas las hipótesis sugieren que el cambio medioambiental fue un factor importante, especialmente al favorecer la evolución de la bipedación.

Entre las hipótesis más coherentes se encuentran

(1) la de las sabanas,

(2) la del mosaico de bosques y

(3) la de la variabilidad.



Cerca del final del Mioceno, hace entre 8 y 5 millones de años, el clima de la Tierra sufrió un intenso enfriamiento y se hizo más seco. Según la hipótesis de las sabanas, al comenzar este cambio climático se fueron reduciendo las áreas de bosques africanos y a medida que los bosques fueron disminuyendo, una población de simios de África oriental se fue quedando aislada de las demás poblaciones de simios que vivían en las áreas de mayor densidad de bosques del oeste de África. La población de África oriental tuvo que adaptarse a un entorno más seco, con mayores áreas de sabanas.

El aumento de los terrenos secos favoreció la evolución de la vida sobre el suelo e hizo que cada vez fuera más difícil sobrevivir en los árboles. Los simios terrestres pudieron haber formado grandes grupos sociales para favorecer su capacidad de encontrar y recolectar alimentos y defenderse de los predadores —actividades que también pueden haber requerido el desarrollo de una buena comunicación. Las dificultades de la vida en la sabana pudieron asimismo haber fomentado el inicio del uso de utensilios para fines tales como la extracción de carne de las presas.
Estos importantes cambios evolutivos tuvieron que depender de un aumento de la capacidad mental y, por lo tanto, pueden haber estado relacionados con el desarrollo de un cerebro más grande.

Las críticas a la hipótesis de las sabanas son variadas pero se basan principalmente en dos razones: primero, el descubrimiento en 1994 de fósiles de australopitecinos en Chad, África central, por un equipo científico sugiere que los entornos de África oriental tal vez no estuvieran totalmente aislados de los que se encontraban más al oeste; segundo, investigaciones recientes sugieren que las sabanas abiertas no aparecieron de forma significativa en África hasta casi 2 millones de años después. Las críticas a la teoría de las sabanas han hecho surgir un gran número de hipótesis alternativas sobre los orígenes de la evolución humana.

La hipótesis del mosaico de bosques sostiene que los primeros australopitecinos evolucionaron en áreas boscosas que formaban parte de un mosaico de bosques y sabanas que les permitían alimentarse tanto en el suelo como en los árboles, y que la alimentación en el suelo favoreció la bipedación.

La hipótesis de la variabilidad sugiere que, debido a los numerosos cambios en su entorno, los primeros australopitecinos acabaron por vivir en diferentes hábitats, incluidos selvas, bosques abiertos y sabanas. Como consecuencia, sus poblaciones tuvieron que adaptarse a entornos diferentes. Los científicos han demostrado que esta serie de hábitats existían en el momento en que comenzó la evolución de los primeros australopitecinos. De esta forma, el desarrollo de nuevas características anatómicas —en particular la bipedación— combinadas con la capacidad de trepar a los árboles pueden haber conferido a los homínidos la versatilidad necesaria para vivir en hábitats diferentes.

Los científicos sostienen asimismo diferentes hipótesis sobre cómo la bipedación puede haber influido en la evolución del ser humano. La bipedación habitual permitía tener libres las manos, lo que facilitaba el transporte de alimentos y utensilios; mirar por encima de los arbustos para controlar a los predadores; reducir la exposición del cuerpo al calor del sol y aumentar su exposición a los vientos refrescantes; mejorar la habilidad para cazar o utilizar armas, más fácil con una postura erguida; y facilitar una dieta alimenticia basada en matorrales y ramas bajas. Los científicos no apoyan de forma unánime ninguna de estas hipótesis. Sin embargo, estudios recientes en chimpancés sugieren que el poder alimentarse más fácilmente puede revestir especial importancia. Los chimpancés se desplazan erguidos sobre los miembros inferiores casi siempre que se alimentan de hojas y frutos de arbustos y ramas bajas, aunque no pueden caminar de esta forma largas distancias.

La bipedación habría permitido a los homínidos recorrer con facilidad largas distancias, proporcionándoles una gran ventaja sobre los simios cuadrúpedos durante sus desplazamientos a través de los terrenos abiertos yermos situados entre arboledas. Además, seguían teniendo la ventaja de sus antepasados simios de poder trepar a los árboles para huir de los predadores. Las ventajas de la bipedación y de la capacidad de saltar a los árboles pueden explicar la especial anatomía de los australopitecinos. Los brazos largos y fuertes y los dedos curvados probablemente les permitieron trepar con facilidad, mientras que la pelvis y la estructura de la parte inferior del tronco sufrió transformaciones para poder caminar erguidos.




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EVOLUCION HUMANA

VI.

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6. - EL GÉNERO HOMO



El ser humano pertenece al género Homo, género que comenzó a evolucionar como mínimo hace unos 2,3 a 2,5 millones de años.

Los primeros miembros de este género diferían de los australopitecinos en al menos un aspecto importante: tenían un cerebro más grande que sus predecesores.

La evolución del género humano moderno puede dividirse a grandes rasgos en tres periodos:

Homo antiguo, Homo medio y Homo moderno.

Las especies del Homo antiguo se parecían en muchos aspectos a los australopitecinos gráciles.

Algunas vivieron hasta hace aproximadamente 1,6 millones de años. El periodo del Homo medio comenzó hace entre unos 2 y 1,8 millones de años, solapándose en parte con el final de la era del Homo antiguo. Las especies del Homo medio desarrollaron una anatomía mucho más parecida a la del hombre moderno aunque con cerebros comparativamente más pequeños. La transición del Homo medio al Homo moderno se produjo en algún momento hace unos 200.000 años. Las especies del Homo moderno desarrollaron cerebros grandes y complejos y eventualmente el lenguaje. La cultura también se convirtió en una parte cada vez más importante de la vida humana durante los periodos más recientes de su evolución.


7. - ORÍGENES



El origen del género Homo ha intrigado durante mucho tiempo a los paleoantropólogos y ha suscitado gran número de debates. Alguna de las diferentes especies de australopitecinos conocidas, o incluso alguna no descubierta todavía, pudo haber dado lugar a la primera especie de Homo. Los científicos tampoco saben con exactitud qué factores favorecieron la evolución hacia un cerebro más grande y más complejo —el rasgo físico definidor del hombre moderno.

Louis Leakey argumentó en un principio que el origen del Homo estaba directamente relacionado con el avance en la fabricación de utensilios —y en especial, de utensilios de piedra, ya que la fabricación de herramientas requiere ciertas habilidades mentales y una manipulación manual precisa que sólo puede existir en miembros de nuestro propio género. En realidad, el nombre Homo habilis se refiere directamente a la habilidad para fabricar y utilizar utensilios.

Sin embargo, al mismo tiempo que el Homo antiguo vivieron varias especies de australopitecinos, lo que deja poco claro qué especie fabricó los primeros utensilios de piedra. Recientes estudios de huesos de manos de australopitecinos sugieren que al menos una de las especies robustas, el Australopithecus robustus, pudo haberlos realizado. Además, en las décadas de 1960 y 1970 los investigadores observaron por primera vez que algunos primates no humanos, tales como los chimpancés, fabrican y utilizan herramientas, lo que sugiere que los australopitecinos y los simios que les precedieron probablemente también pudieron fabricar algún tipo de utensilio.

Sin embargo, según algunos científicos probablemente fue el Homo antiguo el que fabricó los primeros utensilios de piedra, ya que a estos homínidos de dientes más pequeños la habilidad para cortar y triturar alimentos les habría sido de la máxima utilidad, mientras que los australopitecinos robustos podían masticar incluso alimentos muy duros. Además, durante un largo periodo de tiempo, los humanos primitivos siguieron fabricando utensilios de piedra similares a los tipos más antiguos conocidos, incluso mucho después de la extinción de los australopitecinos gráciles.

Algunos científicos piensan que fue un periodo de enfriamiento climático y de sequía en África el que estableció el escenario para la evolución del Homo. Según esta hipótesis, hace entre unos 2,8 y 2,4 millones de años aparecieron muchos tipos de animales adaptados a los retos de un entorno más seco, incluidas las primeras especies de Homo. Un homínido capaz de fabricar utensilios tendría ventajas al poder obtener alimentos alternativos a medida que la vegetación se iba haciendo más escasa en entornos cada vez más áridos. Entre los nuevos alimentos podrían incluirse raíces y tubérculos, así como carne obtenida de animales muertos o cazados. Sin embargo, algunos científicos no están de acuerdo con esta hipótesis y argumentan que durante el periodo de evolución del Homo el clima fluctuó entre periodos más secos y periodos más húmedos.

En este caso, la fabricación y el uso de utensilios de piedra y la ampliación de la dieta en el Homo antiguo —así como el aumento del tamaño de su cerebro— pudieron haber sido adaptaciones a entornos imprevisibles y fluctuantes. En cualquier caso, se requeriría una documentación científica más amplia para apoyar o rechazar decididamente la hipótesis de que el Homo antiguo surgió como parte de una amplia tendencia de extinción de unas especies y evolución de otras durante un periodo de cambio ambiental.


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Publicado el 19 diciembre 2008 - 08:01








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EVOLUCION HUMANA

VII.


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1. - Homo antiguo



Por lo general, los paleoantropólogos reconocen dos especies de Homo antiguo:

el Homo habilis y el Homo rudolfensis (aunque también pudieron haber existido otras).

El registro es confuso porque la mayoría de los fósiles más antiguos identificados por los científicos como especies de Homo —en lugar de australopitecinos robustos que vivieron en la misma época—aparecen como fragmentos aislados. En muchos lugares, únicamente la evidencia de dientes, mandíbulas y piezas de cráneo —sin ningún otro resto de esqueleto— indica que hace ya 2,5 millones de años habían evolucionado nuevas especies de homínidos con dientes más pequeños. Los científicos no siempre pueden decidir si estos fósiles pertenecen a australopitecinos gráciles que sobrevivieron por más tiempo o a los primeros representantes del Homo. Los dos grupos son parecidos entre sí porque es probable que el Homo descienda directamente de una especie de australopitecino grácil.


1.1. - Homo habilis



A principios de la década de 1960, en la garganta de Olduvai (Tanzania), Louis Leakey, el primatólogo británico John Napier y el paleoantropólogo sudafricano Philip Tobias descubrieron un grupo de fósiles de homínido con una capacidad craneana de entre 590 y 690 cm3.

Basándose en este tamaño de cerebro, claramente superior al de los australopitecinos, los científicos propusieron establecer un nuevo género, Homo, y una nueva especie, Homo habilis.

Otros científicos se cuestionaron si este aumento de la capacidad craneana era suficiente como para definir un nuevo género, e incluso si el H. habilis era diferente del Australopithecus africanus, ya que los dientes de las dos especies son similares. Sin embargo, actualmente entre los científicos están ampliamente aceptados los nombres de género y de especie propuestos por el equipo de Olduvai.

El H. habilis vivió en el este y posiblemente en el sur de África hace entre unos 2 y 1,5 millones de años e incluso tal vez hace ya 2,4 millones de años. Aunque los fósiles de esta especie se parecen bastante a los de los australopitecinos, el H. habilis tenía molares, premolares y mandíbulas más pequeñas y estrechas que sus predecesores y que los australopitecinos robustos contemporáneos.

En un esqueleto femenino de Olduvai se observa que su altura era solamente de 1 m y que la relación entre la longitud de sus miembros superiores e inferiores era superior a la de la australopitecina Lucy.

Por lo tanto, al menos en el caso de este individuo, el H. habilis presentaba unas proporciones corporales muy parecidas a las de los simios. Sin embargo, tenía unos pies y unas manos de aspecto más moderno capaces de fabricar utensilios. Junto con fósiles de H. habilis se han encontrado algunos de los primeros utensilios de piedra de Olduvai, lo que sugiere que esta especie fabricaba y utilizaba las herramientas en este lugar.

Los científicos comenzaron a observar un alto grado de variabilidad en el tamaño corporal según fueron descubriendo más fósiles de Homo antiguo.

Esto podría indicar que el H. habilis presentaba un alto grado de dimorfismo sexual. Así, por ejemplo, el esqueleto femenino de Olduvai era pequeño en comparación con otros fósiles encontrados como, por ejemplo, un cráneo bastante grande de Homo antiguo procedente del lago Turkana en el norte de Kenia. Sin embargo, las diferencias de tamaño realmente excedían las esperadas entre sexos de una misma especie.

Este descubrimiento ayudó más tarde a convencer a los científicos de que en África oriental había vivido también otra especie de Homo antiguo.


1.2. - Homo rudolfensis



Esta segunda especie de Homo antiguo recibió el nombre de Homo rudolfensis, en honor al lago Rudolf (actualmente lago Turkana). Los fósiles más conocidos de H. rudolfensis proceden de la zona que rodea a este lago y datan de hace unos 1,9 millones de años. Los paleoantropólogos no han determinado aún el espacio total de tiempo en el que pudo haber existido.

Esta especie tenía el rostro y el cuerpo mayores que el H. habilis. La capacidad craneana media del H. rudolfensis era de aproximadamente 750 cm3.

Los científicos necesitan mayores evidencias para establecer si el cerebro del H. rudolfensis en relación con su tamaño corporal era mayor que en el caso del H. habilis. Una relación cerebro-tamaño corporal mayor puede indicar mayor capacidad mental.

El H. rudolfensis también tenía unos dientes bastante grandes, de tamaño parecido al de los australopitecinos robustos. El descubrimiento de incluso parte de un esqueleto fósil revelaría si esta forma más grande del Homo antiguo tenía proporciones corporales parecidas a las de los simios o más modernas.

Los científicos han encontrado varios huesos de fémur de aspecto moderno datados en hace unos 2 o 1,8 millones de años que pueden proceder del H. rudolfensis. Estos huesos sugieren un tamaño corporal y un peso de 1,5 m y 52 kg, respectivamente.




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Publicado el 30 diciembre 2008 - 04:50






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VIII.


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2.      - Homo medio



El periodo del Homo medio comenzó en África hace unos 1,9 millones de años. Hasta hace poco, los paleoantropólogos reconocían sólo una especie en este periodo, el Homo erectus. Actualmente se reconocen tres especies de Homo medio: Homo ergaster, Homo erectus y Homo heidelbergensis. Sin embargo, algunos todavía piensan que el H. ergaster es una forma primitiva africana del H. erectus, o que el H. heidelbergensis es una forma tardía del H. erectus.

Los cráneos y dientes de las poblaciones africanas primitivas de Homo medio diferían ligeramente de los de las poblaciones posteriores de H. erectus de China y la isla de Java en Indonesia. El H. ergaster es un candidato más adecuado como antepasado de la línea humana moderna porque el H. erectus asiático presenta ciertas características que no se observan en algunos homínidos posteriores, incluida nuestra propia especie. El H. heidelbergensis presenta similitudes tanto con el H. erectus como con la especie posterior H. neanderthalensis, aunque puede haber sido una especie de tránsito entre el Homo medio y la línea a la que pertenece el hombre moderno.


2.1.      - Homo ergaster



Probablemente el Homo ergaster comenzó a evolucionar en África hace unos 2 millones de años.

Esta especie tenía el cráneo redondeado, el volumen del cerebro entre 800 y 850 cm3, frente prominente, dientes pequeños y muchas otras características que compartía con el posterior H. erectus. Muchos paleoantropólogos consideran al H. ergaster un candidato adecuado para antepasado del hombre moderno al tener varias características craneales modernas como, por ejemplo, unos huesos relativamente finos. La mayoría de los fósiles de H. ergaster proceden de una época comprendida entre hace 1,8 y 1,6 millones de años.

El fósil más importante de esta especie encontrado hasta el momento es un esqueleto casi completo de un joven de Turkana, Kenia, datado en hace unos 1,55 millones de años. Los científicos determinaron el sexo del esqueleto en base a la forma de su pelvis. A partir de patrones de crecimiento de los dientes y de los huesos establecieron que el joven había muerto cuanto tenía una edad comprendida entre 9 y 12 años.

El chico de Turkana, como se conoce a este esqueleto, presentaba en los miembros inferiores huesos alargados así como proporciones de brazos, piernas y tronco que coinciden básicamente con las del hombre moderno, en fuerte contraste con las proporciones simiescas del H. habilis y del Australopithecus afarensis. El chico de Turkana parece que era bastante alto y esbelto. Los científicos estiman que, si hubiera llegado a adulto, habría alcanzado una altura de 1,8 m y un peso de 68 kg. Su anatomía indica que el H. ergaster estaba especialmente bien adaptado a andar y tal vez a correr largas distancias en un entorno cálido (un cuerpo alto y esbelto disipa bien el calor) pero no así a trepar a los árboles.

El Homo ergaster, el Homo rudolfensis y el Homo habilis, además de posiblemente dos australopitecinos robustos, parece que pudieron haber coexistido en África hace unos 1,9 millones de años. Este descubrimiento contradice la hipótesis paleoantropológica tradicional que afirma que la evolución humana era una sola línea que había ido evolucionando progresivamente a lo largo del tiempo: una especie de australopitecino seguida de un Homo antiguo, a continuación el Homo medio y finalmente el Homo sapiens. Parece que durante la evolución humana fueron habituales periodos de diversidad y extinción de especies y que el H. sapiens moderno disfruta de la rara distinción de ser la única especie humana viva en la actualidad.

Aunque el Homo ergaster parece haber coexistido con otras especies de homínidos, sin embargo probablemente éstas no llegaron a cruzarse entre sí. El apareamiento rara vez tiene éxito entre dos especies con diferencias esqueléticas importantes, como sucedía con el H. ergaster y el H. habilis. Muchos paleoantropólogos piensan actualmente que el H. ergaster descendía de una población anterior de Homo —tal vez una de las dos especies conocidas de Homo antiguo— y que la línea humana moderna desciende del H. ergaster.


2.2.      - Homo erectus



Actualmente los paleoantropólogos saben que el hombre evolucionó primero en África y que sólo vivió en este continente durante un par de millones de años. La primera especie humana que se sabe se dispersó en gran número fuera del continente africano fue descubierta por primera vez en el Sureste asiático. En 1891 el médico holandés Eugène Dubois encontró el cráneo de un homínido en la isla indonesa de Java, al que llamó Pithecantropus erectus u ‘hombre mono erguido’. Actualmente los paleoantropólogos se refieren a esta especie como Homo erectus.

El H. erectus parece haber evolucionado en África a partir de poblaciones anteriores de H. ergaster, para a continuación dispersarse por Asia hace unos 1,8 millones de años. Los últimos fósiles conocidos de esta especie, procedentes del río Solo en Java, están datados en hace unos 130.000 años (datación que puede ser discutible). De esta forma el H. erectus fue una especie de gran éxito: se dispersó ampliamente (vivió en África y en gran parte de Asia) y gozó de larga vida (posiblemente sobrevivió durante más de 1,5 millones de años).

El H. erectus tenía un cráneo bajo y redondeado, frente prominente y una capacidad craneana adulta de entre 800 y 1.250 cm3, una media dos veces superior a la de los australopitecinos. Sus huesos, incluido el cráneo, eran más gruesos que los de las especies anteriores. Unas prominentes marcas musculares y gruesas áreas reforzadas en los huesos indican que el cuerpo del H. erectus podía soportar fuertes movimientos y tensiones. Aunque tenía unos dientes mucho más pequeños que los australopitecinos, su mandíbula era grande y fuerte.

En las décadas de 1920 y 1930, el anatomista y antropólogo físico alemán Franz Weidenreich descubrió las colecciones más famosas de fósiles de H. erectus en el yacimiento de Zhoukoudian, China, cerca de Pekín. Estos fósiles humanos recibieron el nombre de Sinanthropus pekinensis u Hombre de Pekín, aunque más tarde fue clasificado como H. erectus. En la cueva de Zhoukoudian se encontraron restos de más de 30 individuos que habían vivido entre hace 500.000 y 250.000 años. Estos fósiles se perdieron al comienzo de la II Guerra Mundial, pero Weidenreich había hecho unas réplicas excelentes de sus descubrimientos. En excavaciones posteriores en este yacimiento se encontraron más restos de H. erectus.

En China se encuentran otros yacimientos importantes de fósiles de esta especie como, por ejemplo, Lantian, Yuanmou, Yunxian y Hexian. Los investigadores también han encontrado gran número de utensilios fabricados por el H. erectus en yacimientos como Nihewan y Bose, en China, y en otros lugares de antigüedad similar (al menos entre 1 millón y 250.000 años de antigüedad).

Desde el descubrimiento del H. erectus, los científicos se preguntan si esta especie era un antepasado directo del hombre moderno, incluido el H. sapiens. Las últimas poblaciones de H. erectus —tales como las del río Solo en Java— pueden haber vivido hace solamente 50.000 años, simultáneamente con poblaciones de H. sapiens. El hombre moderno puede no haber evolucionado a partir de estas últimas poblaciones de H. erectus, un tipo de homínido mucho más primitivo. Sin embargo, poblaciones anteriores de asiáticos orientales pueden haber dado lugar al H. sapiens.



2.3.      - Homo heidelbergensis



Muchos paleoantropólogos creen que los homínidos emigraron a Europa hace unos 800.000 años y que estas poblaciones no eran de Homo erectus. Cada vez un número mayor de científicos se refieren a estos primeros inmigrantes que llegaron a Europa —que precedieron al hombre de Neandertal y al Homo sapiens en la región— como Homo heidelbergensis. El nombre de la especie procede de una mandíbula de 500.000 años de antigüedad encontrada cerca de Heidelberg, Alemania.

Los científicos han encontrado en África pocos fósiles humanos pertenecientes al periodo comprendido entre hace 1,2 millones y 600.000 años, durante el cual el H. heidelbergensis o sus antepasados emigraron por primera vez a Europa. Las poblaciones de H. ergaster (o posiblemente de H. erectus) parecen haber vivido en África hasta hace al menos unos 800.000 años y posiblemente en el norte de África hasta hace unos 500.000 años. Cuando estas poblaciones desaparecieron, parece que otros homínidos de constitución ósea más fuerte y cerebros más grandes —posiblemente el H. heidelbergensis— las sustituyeron. Los científicos han encontrado fósiles de estos hombres más bajos en los yacimientos de Bodo en Etiopía, Saldanha en Sudáfrica, Ndutu en Tanzania y Kabwe en Zambia.

Los científicos han propuesto al menos tres interpretaciones diferentes para estos fósiles africanos.

Algunos los sitúan en la especie H. heidelbergensis y piensan que esta especie dio lugar tanto al hombre de Neandertal (en Europa) como al H. sapiens (en África). Otros piensan que los fósiles europeos y africanos pertenecen a dos especies diferentes y que las poblaciones africanas —que, según esta hipótesis, no eran de H. heidelbergensis sino de una especie diferente— dieron lugar al H. sapiens. Sin embargo, otros científicos defienden la antigua hipótesis de que el H. erectus y el H. sapiens pertenecen a un único linaje evolutivo y que los fósiles africanos pertenecen a la categoría del H. sapiens arcaico (‘arcaico’ hace referencia a que su anatomía no era totalmente moderna).

La evidencia de los fósiles no favorece claramente a ninguna de estas hipótesis sobre las demás.

Cada vez un número mayor de fósiles procedentes de Asia, África y Europa presentan características intermedias entre el primer Homo ergaster y el Homo sapiens, lo que dificulta la identificación de las diferentes especies y la determinación de qué grupo de fósiles representa el antepasado más probable de los hombres posteriores.




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Primeras rutas migratorias
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Mapa de flujos que representa la dirección de las migraciones mundiales de hace miles de años.

Las barreras físicas, como son los desiertos, cadenas montañosas y extensiones de agua, imposibilitaban las migraciones de los pueblos de la antigüedad, quienes, además, solían buscar un hábitat similar al que habían abandonado.

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EVOLUCION HUMANA


IX.


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2.4.       - ¿Por qué el ser humano emigró de África?



El ser humano evolucionó en África y vivió allí únicamente durante unos 3 millones de años, por lo que los científicos se preguntan qué fue lo que impulsó a aquellos hombres a emigrar de África (movimiento que coincidió con la dispersión de las primeras poblaciones humanas por el continente africano).

La respuesta a esta cuestión depende, en parte, de la determinación exacta en el tiempo de esta primera migración.

Según algunos estudios, los yacimientos en Asia y Europa contienen utensilios de piedra tosca y fragmentos fosilizados de dientes similares a los humanos datados en más de 1,8 millones de años de antigüedad. Aunque estas tesis permanecen sin confirmar, parece que hace más de 1,6 millones de años pudieran haber entrado en Asia pequeñas poblaciones, seguidas de una dispersión más importante hace entre unos 1,6 y 1 millones de años. Por otro lado, la primera presencia humana importante en el centro y el oeste de Europa no parece haber tenido lugar hasta hace un 1 millón ó 500.000 años.

Los científicos pensaban antes que los avances en la fabricación de utensilios de piedra podían haber permitido a hombres primitivos tales como el Homo erectus desplazarse a Asia y Europa, tal vez ayudándoles a buscar nuevos tipos de alimentos como la carne de mamíferos grandes.

Si las poblaciones humanas africanas hubieran desarrollado utensilios que les hubieran permitido capturar de forma eficaz caza mayor, hubieran tenido una fuente segura de alimentación en cualquier lugar. Según esta hipótesis, el hombre primero emigró a Eurasia gracias a una adaptación cultural única.

Hace unos 1,6 millones de años, los homínidos habían comenzado a fabricar nuevos tipos de utensilios del tipo que los científicos denominan achelense.

Entre los utensilios achelenses comunes se encuentran grandes hachas de mano y hendedores.

Aunque estas nuevas herramientas pudieron haber ayudado en la caza, los primeros utensilios achelenses conocidos en África son posteriores a la primera presencia humana conocida en Asia. Asimismo, la mayoría de los yacimientos del este de Asia de más de 200.000 años de antigüedad sólo contienen guijarros y lascas de factura sencilla.

Por el contrario, los utensilios achelenses eran de factura más elaborada, de mayor tamaño y más simétricos. Por tanto, los primeros colonos de Eurasia no tenían una tecnología verdaderamente achelense y únicamente el avance en la fabricación de utensilios no puede explicar la dispersión fuera de África.

Otra posibilidad es que la primera dispersión de hombres hacia Eurasia no fue la única, sino que más bien formó parte de una migración más amplia de animales carnívoros, tales como leones y hienas. La migración humana fuera de África tuvo lugar durante la primera parte del pleistoceno, aproximadamente hace entre 1,6 millones y 780.000 años. Muchos carnívoros africanos emigraron a Eurasia durante el comienzo del pleistoceno y puede que el hombre también emigrara con ellos.

Según esta hipótesis, el Homo erectus fue una de las muchas especies de carnívoros que se dispersaron por Eurasia procedentes de África, y no una especie adaptada de forma singular. El hecho de depender de la carne como fuente de alimentación fundamental puede haber permitido a muchas especies carnívoras, incluido el hombre, desplazarse a través de entornos diferentes sin necesidad de tener que aprender rápidamente a distinguir entre plantas desconocidas las posiblemente venenosas.

Sin embargo, la migración humana hacia el este de Asia pudo haber tenido lugar de forma gradual y a través de latitudes inferiores y entornos similares a los de África.

Suponiendo que las poblaciones del este africano de Homo erectus se desplazasen a una velocidad de sólo 1,6 km cada 20 años, podían haber alcanzado el Sureste asiático en 150.000 años.

A lo largo de todo este tiempo el hombre pudo haber aprendido a reconocer las plantas comestibles. Así, el hecho de comer carne puede no haber desempeñado un papel crucial en las primeras migraciones humanas hacia nuevos continentes. La comparación entre fósiles de animales, utensilios de piedra y primeros fósiles humanos procedentes de África, Asia y Europa ayudará a los científicos a establecer con mayor exactitud los factores que impulsaron y permitieron al ser humano aventurarse fuera de África por primera vez.



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Evolución del cráneo humano
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El cráneo humano ha cambiado drásticamente durante los últimos 3 millones de años. La evolución desde el Australopithecus hasta el Homo sapiens, significó el aumento de la capacidad craneana (para ajustarse al crecimiento del cerebro), el achatamiento del rostro, el retroceso de la barbilla y la disminución del tamaño de los dientes. Los científicos piensan que el increíble crecimiento de tamaño del cerebro puede estar relacionado con la mayor sofisticación del comportamiento de los homínidos. Los antropólogos, por su parte, señalan que el cerebro desarrolló su alta capacidad de aprendizaje y razonamiento, después de que la evolución cultural, y no la física, cambiara la forma de vida de los seres humanos.

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Cráneo de gorila frente a cráneo humano
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Los seres humanos modernos son primates, así como los gorilas, los lémures y los chimpancés. En algún punto de la evolución, el desarrollo humano continuó por un camino distinto. A pesar de que existen muchas similitudes entre los seres humanos y los primates (especialmente con gorilas y chimpancés), hay diferencias fundamentales que atestiguan esa evolución independiente en sus respectivos desarrollos. Esta ilustración de los cráneos de un gorila y un ser humano moderno presenta algunas de estas diferencias. El gorila posee largos caninos y su mandíbula es más prominente que la de los miembros de la línea de los homínidos.

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Publicado el 08 enero 2009 - 12:41





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EVOLUCION HUMANA


X.


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3.       - Homo moderno



El origen de nuestra propia especie, el Homo sapiens, es uno de los temas más debatidos de la paleoantropología.

Este debate se centra en si el hombre está directamente relacionado con el Homo erectus o con el de Neandertal, grupo más moderno y conocido de homínidos que evolucionaron en los últimos 250.000 años.

Los paleoantropólogos utilizan por lo general el término de Homo sapiens sapiens para distinguir entre el hombre actual y estos antepasados similares.


Tradicionalmente los paleoantropólogos clasificaban como Homo sapiens cualquier fósil humano de menos de 500.000 años que tuviese un cráneo mayor que el del Homo erectus.

Así, muchos científicos que piensan que el hombre moderno desciende de una única línea que se retrotrae al H. erectus utilizan el nombre de Homo sapiens para referirse a una amplia gama de fósiles más antiguos que los del Homo sapiens sapiens.

El término primitivo indica un conjunto de características físicas típicas del hombre de Neandertal y de otras especies de Homo moderno anteriores al Homo sapiens.

Entre estas características se encuentran la combinación de un esqueleto robusto, un cráneo grande pero achatado y una mandíbula inferior sin mentón prominente. En este sentido, el Neandertal es clasificado a veces como subespecie del H. sapiens primitivo —Homo sapiens neanderthalensis. Otros científicos opinan que los diferentes fósiles primitivos se agrupan realmente por conjuntos claramente identificables de características y que cualquier tipo de fósil que presente un conjunto único de rasgos debería recibir un nuevo nombre de especie. Según esta hipótesis, el hombre de Neandertal forma su propia especie, Homo neanderthalensis.


3.1.      - El Neandertal y otros homínidos primitivos



El hombre de Neandertal vivió en áreas situadas entre el oeste de Europa y Asia central en una época comprendida entre hace 120.000 y 30.000 años.

El nombre de Neandertal se debe a los fósiles encontrados en 1856 en la cueva Feldhofer del valle del Neander en Alemania (tal —forma moderna de thal— significa ‘valle’ en alemán). Los científicos se dieron cuenta varios años después de que algunos descubrimientos anteriores —realizados en 1829 en Engis, Bélgica, y en 1848 en Forbes Quarry, Gibraltar— también pertenecían a un Neandertal. Estos dos primeros descubrimientos se refieren a los primeros fósiles de humanos primitivos encontrados.


En el pasado, los científicos pensaban que existían grandes diferencias entre el hombre de Neandertal y del hombre moderno.

Esta suposición se basaba en una reconstrucción defectuosa de un esqueleto de Neandertal que presentaba las rodillas dobladas y una forma de andar con la cabeza baja y los brazos caídos. Esta reconstrucción dio la impresión general, aunque errónea, de que el hombre de Neandertal era un individuo rudo de escasa inteligencia que vivía de forma tosca.

Por el contrario, el Neandertal, como las especies que le precedieron, caminaba totalmente erguido y no tenía la mirada baja ni las rodillas dobladas. Además, su capacidad craneana era bastante grande (aproximadamente de 1.500 cm3), ligeramente superior a la del hombre moderno (la diferencia se debe probablemente a su mayor masa muscular frente a la del hombre moderno, que normalmente va aparejada a un volumen cerebral mayor).

Comparado con los primeros homínidos, él tenía un alto grado de sofisticación cultural. Parece que realizaba rituales simbólicos como, por ejemplo, el enterramiento de los muertos. Los fósiles de esta especie —incluida una serie de esqueletos bastante completos— son bastante numerosos si se comparan con los de formas más primitivas de Homo, en parte debido a sus costumbres funerarias. También fabricaba sofisticados utensilios de piedra del tipo conocido como musteriense.

Junto a muchas similitudes físicas, el Neandertal difería, sin embargo, del hombre moderno en varios aspectos: poseía un cráneo achatado y alargado, senos nasales anchos (lo que sugería una nariz grande), mejillas prominentes, marcados arcos superciliares, mentón retraído y un espacio detrás del tercer molar.

El esqueleto del Neandertal también era de complexión más fuerte con huesos más gruesos que los del hombre moderno.

Otras características esqueléticas eran la curvatura de los huesos de los miembros inferiores en algunos individuos, escápulas anchas, articulaciones de la cadera giradas hacia fuera, pubis largo y delgado y huesos cortos en las partes inferiores de piernas y brazos en comparación con los huesos superiores.

En conjunto, estos rasgos componían un cuerpo potente y compacto de baja estatura —el hombre medía un promedio de 1,7 m de altura y pesaba 84 kg, mientras que la mujer medía un promedio de 1,5 m de altura y pesaba 80 kg.

La complexión baja y fuerte del Neandertal le permitía conservar el calor y le ayudaba a soportar condiciones extremadamente frías como las que comenzaron a imponerse en las regiones templadas hace unos 70.000 años. Los últimos fósiles conocidos de esta especie procedían del oeste de Europa y tienen más de 36.000 años de antigüedad.

Al mismo tiempo que las poblaciones de Neandertal crecían en número en Europa y en partes de Asia, surgieron otras poblaciones de homínidos casi modernos en África y Asia.

Los científicos se refieren habitualmente a estos fósiles, que son distintos pero parecidos a los del Neandertal, como primitivos. Los fósiles de los yacimientos chinos de Dali, Maba y Xujiayao muestran el cráneo chato y alargado y el rostro ancho típicos de los primeros homínidos, aunque también presentan algunas características similares a las de los humanos modernos de la región.

En la cueva del yacimiento de Jebel Irhoud, Marruecos, los científicos han encontrado fósiles con el cráneo alargado típico de los homínidos primitivos pero también con rasgos modernos como una frente algo más alta y rostro más plano. Los fósiles humanos procedentes de yacimientos de África oriental de hace más de 100.000 años —tales como Ngaloba en Tanzania y Eliye Springs en Kenia— también parecen mostrar una mezcla de rasgos primitivos y modernos.




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Australopithecus afarensis

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El Australopithecus afarensis es el primer homínido que se conoce. Las zonas más claras del molde del cráneo, que se puede ver en la imagen, representan los fragmentos de hueso originales, mientras que las áreas oscuras sirven para representar cómo se supone podía ser el cráneo entero. Se cree que el Australopithecus vivió desde hace 3 o 4 millones de años hasta hace unos 1,5 millones de años.


F. Schneidermeyer/Oxford Scientific Films




Cráneo del hombre de Neandertal

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El cráneo del Homo sapiens neanderthalensis (en la imagen, a la izquierda), que presenta marcados arcos superciliares, difiere considerablemente del perteneciente al hombre actual, el Homo sapiens sapiens (al ampliar la fotografía, a la derecha), más redondeado y con las paredes óseas más delgadas.


John Reader/Science Photo Library/Photo Researchers, Inc.



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Publicado el 13 enero 2009 - 01:35






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EVOLUCION HUMANA


XI.


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3.2.       - Homo sapiens sapiens



Los fósiles más antiguos encontrados con características esqueléticas típicas del hombre moderno datan de hace unos 130.000 a 90.000 años.

Varias características clave diferencian los cráneos del hombre moderno de los de las especies primitivas: arcos superciliares poco marcados, cráneo redondo y rostro aplanado o sólo ligeramente prominente de tamaño reducido situado bajo la parte frontal del cráneo. De todos los mamíferos, sólo el hombre tiene la cara posicionada directamente bajo el lóbulo frontal (el área más adelantada del cráneo).

Como resultado, el hombre moderno tiende a tener una frente más alta que la que tenían el Neandertal y otros homínidos primitivos. La capacidad craneana del hombre moderno oscila entre aproximadamente 1.000 y 2.000 cm3, siendo la media de aproximadamente 1.350 cm3.

En los yacimientos de Singha en Sudán, Omo en Etiopía, Klasies River Mouth en Sudáfrica y Skhûl en Israel los científicos han encontrado restos de cráneos de los primeros Homo sapiens sapiens.

Basándose en estos fósiles, muchos científicos concluyen que el hombre moderno ya había evolucionado en África hace unos 130.000 años y que en algún momento hace 90.000 años comenzó a dispersarse hacia diferentes partes del mundo por una ruta a través del Oriente Próximo.



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Cráneos de hombres prehistóricos
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La especie Neandertal, que vivió en Europa y África del Norte entre el 100.000 y 40.000 a.C., son ancestros primitivos de la especie humana actual, pero corresponden a una línea evolutiva distinta.

Eran cazadores-recolectores y tenían el cerebro algo más grande que el de los seres humanos de hoy.

Los primeros en encontrar fósiles de la especie Neandertal fueron los antropólogos alemanes Johann Fuhlrott y Hermann Schaaffhausen en 1856, en el valle del río alemán Neander (cerca de Düsseldorf, Alemania).

Aquí se muestra el cráneo de un Neandertal entre el de un Pithecantropus (izquierda) y el de un hombre de Cro-Magnon (derecha).


THE BETTMANN ARCHIVE





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Publicado el 14 enero 2009 - 08:27




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XII.


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4. - Teorías sobre los orígenes y la diversidad del hombre moderno




Los paleoantropólogos siguen debatiendo sobre dónde evolucionó el hombre moderno y cómo se dispersó por el mundo.

La cuestión es si la evolución tuvo lugar en una pequeña región de África o en una amplia área de África y Eurasia.

Y aún más, si las poblaciones humanas modernas procedentes de África desplazaron a todas las poblaciones humanas allí existentes, llegando a producir en último término su extinción.


Aquellos que piensan que el hombre moderno tuvo su origen sólo en África para más tarde dispersarse por el mundo apoyan la denominada hipótesis de la emigración de África.


Aquellos que piensan que el hombre moderno evolucionó por toda una gran región de Eurasia y África apoyan la denominada hipótesis multirregional.


Los investigadores han realizado numerosos estudios genéticos y han valorado cuidadosamente los fósiles para determinar cuál de estas hipótesis coincide más con la evidencia científica.

Los resultados de esta investigación no confirman ni rechazan totalmente ninguna de ellas.

Por lo tanto, algunos científicos piensan que la mejor explicación es un compromiso entre ambas hipótesis.

El debate entre estas teorías tiene implicaciones en cuanto a qué entienden los científicos como raza humana.

La cuestión que se plantea es si en el hombre moderno las diferencias físicas evolucionaron profundamente en el pasado lejano o lo hicieron en un pasado relativamente reciente.



4.1. - La hipótesis de la emigración de África




De acuerdo con la hipótesis de la emigración de África, también conocida como la hipótesis de sustitución, las primeras poblaciones de hombres modernos procedentes de África migraron a otras regiones y sustituyeron por completo a las poblaciones hasta entonces existentes de homínidos primitivos.

Entre las poblaciones sustituidas se incluye al hombre de Neandertal y a cualquier grupo superviviente de Homo erectus.

Los defensores de esta hipótesis afirman que muchas características del esqueleto del hombre moderno evolucionaron en un pasado relativamente reciente —hace unos 200.000 años aproximadamente— lo que sugiere un origen único y común.

Además, las similitudes anatómicas comunes a todas las poblaciones de hombres modernos superan de lejos las compartidas entre el hombre moderno y el hombre premoderno dentro de regiones geográficas determinadas. Numerosos estudios biológicos indican que la mayoría de las especies nuevas de organismos, incluidos los mamíferos, han surgido de poblaciones pequeñas y geográficamente aisladas.


4.2. - La hipótesis multirregional



Según la hipótesis multirregional, también conocida como la hipótesis de continuidad, la evolución del hombre moderno comenzó cuando el Homo erectus se dispersó por gran parte de Eurasia hace 1 millón de años.

Las poblaciones regionales retuvieron algunas características anatómicas únicas durante cientos de miles de años, pero ellos también se mezclaron con poblaciones de las regiones colindantes, intercambiando rasgos hereditarios entre sí. Este intercambio de rasgos se conoce como flujo genético.

A través del flujo genético las poblaciones de Homo erectus transmitieron una serie de características cada vez más modernas, tales como un mayor tamaño de cerebro, por todo su radio geográfico.

Gradualmente esto habría dado lugar a la evolución de un homínido con aspecto más moderno en toda África y Eurasia.

En este caso las diferencias físicas entre los hombres actualmente serían el resultado de cientos de miles de años de evolución regional. Este es el concepto de continuidad. Así, por ejemplo, las poblaciones modernas del este asiático tienen algunas características craneanas observadas también por los científicos en fósiles del Homo erectus de esta región.

Algunos detractores de la hipótesis multirregional sostienen que esta fomenta de forma indebida una creencia científica en el concepto de raza, lo que podría ser utilizado para fomentar el racismo.

Sin embargo, los defensores de la hipótesis señalan que su postura no implica que las razas modernas evolucionasen aisladas unas de otras, o que las diferencias raciales justifiquen el racismo. Por el contrario, la teoría sostiene que el flujo genético vinculó a las diferentes poblaciones y que estos vínculos permitieron que características cada vez más modernas, independientemente de donde hubieran surgido, se dispersaran por las diferentes regiones y eventualmente llegaran a hacerse universales entre los seres humanos.


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Publicado el 16 enero 2009 - 01:04




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EVOLUCION HUMANA


XIII.


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4.3. - Contrastando ambas teorías



Los científicos han contrastado las hipótesis de la emigración de África y la multirregional tanto con las evidencias genéticas como con los fósiles encontrados.

Aunque los resultados no apoyan definitivamente ninguna de las dos hipótesis, se inclinan a favor de la primera.


4.3.1. - Evidencias genéticas




Los genetistas han estudiado las diferencias en el ácido desoxirribonucleico (ADN) de diferentes poblaciones humanas.

El ADN es la molécula que contiene nuestro código genético hereditario.

Las diferencias en el ADN humano se producen por mutaciones de su estructura. Las mutaciones pueden originarse por exposición a elementos externos tales como radiación solar o ciertos compuestos químicos, aunque otras veces se producen de forma natural al azar.

Los genetistas han calculado la velocidad previsible para que se produzca una mutación a lo largo del tiempo.

Dividiendo el número total de diferencias genéticas entre dos poblaciones por la velocidad esperada de mutación se obtiene una estimación del momento en el que ambas poblaciones compartieron un antepasado común.

Muchas estimaciones de antepasados evolutivos se basan en estudios del ADN en estructuras celulares denominadas mitocondrias. Este ADN recibe el nombre de ADN mitocondrial (ADNm). A diferencia del ADN del núcleo de la célula, cuyos códigos para la mayoría de los rasgos hereda el organismo de ambos progenitores, la herencia mitocondrial pasa sólo de la madre a su descendencia. El ADNm también acumula mutaciones con una rapidez diez veces mayor que el ADN del núcleo de la célula (ubicación de la mayor parte del ADN). Su estructura cambia tan rápidamente que los científicos pueden medir fácilmente las diferencias entre una población humana y otra. Dos poblaciones estrechamente relacionadas deberían tener sólo pequeñas diferencias de ADNm. Por el contrario, dos poblaciones muy lejanamente relacionadas entre sí deberían presentar grandes diferencias.

Las investigaciones genéticas para el conocimiento de los orígenes del hombre moderno han dado lugar a dos importantes descubrimientos.

En primer lugar, las variaciones del ADNm entre diferentes poblaciones humanas son mínimas en comparación con las de otras especies de animales. Esto significa que todo el ADNm humano se originó a partir de un linaje ancestral único —en particular, una primera mujer— en un pasado bastante reciente que desde entonces ha ido mutando.

La mayoría de las estimaciones de la velocidad de mutación del ADNm sugieren que este antepasado femenino vivió hace unos 200.000 años. Además, el ADNm de las poblaciones del continente africano varía más que el de los pueblos de otros continentes. Esto sugiere que su ADNm ha ido cambiando durante un periodo de tiempo más largo que el de las poblaciones de cualquier otra región, y que todos los seres humanos actuales heredaron su ADNm de una mujer africana, que a veces recibe el nombre de Eva mitocondrial. A partir de esta evidencia algunos genetistas y antropólogos han llegado a la conclusión de que el hombre moderno tuvo su origen en una población pequeña de África para posteriormente dispersarse desde allí.

Sin embargo, los estudios del ADNm presentan, entre o tros, cuatro puntos débiles principales:

primero, la velocidad estimada de mutación del ADNm varía de un estudio a otro y algunas estimaciones señalan la fecha de origen hace unos 850.000 años, la era del Homo erectus; segundo, el ADNm es sólo una pequeña parte del material genético total que hereda el ser humano, ya que el resto de nuestro material genético —aproximadamente unas 400.000 veces mayor que la cantidad de ADNm— procede de muchos individuos que vivían en la misma época de la Eva africana, posiblemente en muchas regiones diferentes; tercero, el momento en el que el ADNm moderno comenzó a diversificarse no coincide necesariamente con el origen de los rasgos biológicos y habilidades culturales del hombre moderno; y cuarto, la menor diversidad del ADNm moderno fuera de África puede proceder de épocas en las que se produjo una reducción de las poblaciones europeas y asiáticas tal vez debido a cambios climáticos.

A pesar de estas críticas, muchos genetistas continúan apoyando la hipótesis de emigración de África para el origen del hombre moderno.

Algunos estudios del ADN nuclear también sugieren un origen africano para una serie de genes.

Además, en un estudio muy interesante realizado a finales de la década de 1990, los científicos recuperaron ADNm del primer fósil de Neandertal encontrado en Alemania y encontraron que difería bastante del humano moderno.

Este descubrimiento sugiere que al menos la población de este hombre de Neandertal se había separado de la línea del hombre moderno hace unos 600.000 años y que el Neandertal representa una especie separada del Homo sapiens sapiens.



4.3.2. - Evidencias de fósiles




Al igual que ocurre con las evidencias genéticas, las evidencias de fósiles tampoco apoyan ni rechazan totalmente ningunas de las hipótesis sobre los orígenes del hombre moderno aunque muchos científicos piensan que favorece el origen africano del Homo sapiens sapiens durante los últimos 200.000 años.

Los cráneos más antiguos con aspecto moderno conocidos proceden de África y datan de hace aproximadamente unos 130.000 años.

El siguiente fósil en antigüedad procede de Oriente Próximo y está datado en unos 90.000 años de antigüedad. No existen fósiles de hombres modernos en Europa de más de 40.000 años. Además, el homínido moderno europeo —a menudo denominado hombre de Cro-Magnon— tenía los huesos de los miembros inferiores alargados, como las poblaciones africanas que estaban adaptadas a climas cálidos tropicales. Esto sugiere que las poblaciones de regiones más cálidas sustituyeron a las existentes en regiones europeas más frías, tales como los Neandertales.

Los fósiles también muestran que las poblaciones de homínidos modernos vivían al mismo tiempo y en las mismas regiones que las poblaciones de Neandertales y Homo erectus, pero que cada una de ellas mantuvo unas características físicas diferenciales.

Los diferentes grupos se solaparon en Oriente Próximo y en el Sureste asiático durante unos 30.000 a 50.000 años. El mantenimiento de diferencias físicas durante todo este tiempo implica que los homínidos primitivos y modernos, por lo general, no podían o no llegaron a mezclarse. Para algunos científicos, esto también significa que el hombre de Neandertal pertenece a una especie separada, Homo neanderthalensis, y que las poblaciones migratorias del hombre moderno sustituyeron totalmente a las de individuos primitivos tanto en Europa como en el este de Asia.

Por otro lado, los fósiles de hombres modernos y homínidos primitivos en algunas regiones muestran una continuidad de determinadas características físicas.

Estas similitudes pudieran indicar una evolución multirregional.

Así, por ejemplo, tanto los cráneos primitivos como los cráneos modernos del este de Asia tienen pómulos y huesos nasales menos pronunciados que los de otras regiones. Por el contrario, las mismas partes del rostro sobresalen más en los cráneos de los humanos primitivos y del hombre moderno europeo.

Asumiendo que estos rasgos estuvieron más determinados por la herencia genética que por los factores ambientales, un homínido primitivo pudo haber dado origen al hombre moderno en algunas regiones o al menos haberse cruzado con emigrantes de aspecto moderno.


4.4. - Una teoría de compromiso



Cada una de las hipótesis en litigio sobre los orígenes del hombre moderno tiene sus puntos fuertes y sus puntos débiles.

La evidencia genética parece apoyar la hipótesis de la emigración de África.

En la mitad occidental de Eurasia y en África esta teoría también parece ser la mejor explicación, especialmente con respecto a la aparente sustitución del Neandertal por poblaciones modernas. Por otro lado, la hipótesis multirregional parece explicar en parte la continuidad regional encontrada en las poblaciones de Asia oriental.

Por esta razón, muchos paleoantropólogos defienden una teoría sobre los orígenes del hombre moderno que combina elementos de la hipótesis de la emigración de África y elementos de la hipótesis multirregional.

Un homínido con rasgos modernos pudiera haber surgido por primera vez en África o haberse unido allí, como resultado del flujo genético, con poblaciones de otras regiones. Estas poblaciones africanas pueden a continuación haber sustituido al homínido primitivo en determinadas regiones, tales como el oeste de Europa y Oriente Próximo. Pero en los demás lugares —especialmente en Asia oriental— puede haber tenido lugar un flujo genético entre las poblaciones locales de homínidos primitivos y modernos que hubiese dado lugar a características regionales diferenciadoras y permanentes.

Estas tres hipótesis —las dos en litigio y la de compromiso— reconocen la fuerte unidad biológica de todos los hombres.

En la hipótesis multirregional, esta unidad es el resultado de cientos de miles de años de flujo genético continuo entre todas las poblaciones humanas.

Por otra parte y de acuerdo con la hipótesis de la emigración de África, las similitudes entre las poblaciones humanas actuales resultan de un origen común reciente.

La postura de compromiso acepta ambas hipótesis como explicaciones razonables y compatibles sobre los orígenes del hombre moderno




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Publicado el 23 enero 2009 - 09:14







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EVOLUCION HUMANA


XIV.


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8. - LA EVOLUCIÓN DE LA CONDUCTA CULTURAL



La historia de la evolución humana se ocupa tanto del desarrollo de la conducta cultural como de los cambios en el aspecto físico.

El término cultura, en antropología, se refiere tradicionalmente al conjunto de rasgos distintivos, espirituales y materiales, intelectuales y afectivos, que caracterizan a una sociedad o grupo social humano, e incluye elementos tales como la tecnología, el lenguaje y el arte.

El comportamiento cultural humano depende de la transferencia social de información de una generación a la siguiente, lo que a su vez depende de un sistema sofisticado de comunicación como el lenguaje.


Con frecuencia se ha utilizado el término cultura para distinguir el comportamiento humano del de otros animales.

Sin embargo, algunos animales no humanos también parece que tienen formas de comportamiento cultural aprendido. Así, por ejemplo, grupos de chimpancés utilizan diferentes técnicas para capturar termitas con palos para alimentarse. Asimismo, en algunas regiones los chimpancés utilizan piedras o trozos de madera para partir nueces. Existen chimpancés en otras regiones que no practican este comportamiento, aunque tengan bosques con árboles similares y dispongan de materiales para fabricar utensilios.

Estas diferencias regionales se parecen a las tradiciones que el hombre pasa de generación en generación. Las costumbres son un aspecto fundamental de la cultura y los paleoantropólogos asumen que los homínidos primitivos también tenían algún tipo de tradiciones.

Sin embargo, los humanos modernos difieren de otros animales y probablemente de muchas especies humanas primitivas en la capacidad de enseñarse de forma activa unos a otros y de transmitir y acumular grandes cantidades de conocimientos. El hombre también precisa un periodo excepcionalmente largo de aprendizaje antes de llegar a adulto, y tiene la capacidad física y mental del lenguaje.

El lenguaje en todas sus formas —hablado, por signos o escrito— proporciona un medio de comunicación de enormes cantidades de información, muy superior a lo que cualquier animal parece poder transmitir a través de gestos y vocalizaciones.

Los científicos han seguido la evolución de la conducta cultural humana a través del estudio de restos arqueológicos tales como utensilios o residuos carbonizados de alimentos cocinados.

Estos objetos muestran que durante gran parte de la evolución humana la cultura se ha desarrollado con lentitud. Durante el paleolítico, o edad de piedra, las técnicas básicas para fabricar utensilios de piedra variaron muy poco durante periodos de más de un millón de años.

Los fósiles humanos también proporcionan información sobre la forma de evolución de la cultura y los efectos que ésta ha tenido en la vida humana. Así, por ejemplo, durante los últimos 30.000 años la anatomía del ser humano sólo ha experimentado un cambio importante: los huesos del esqueleto se han reducido mucho en cuanto a tamaño y espesor.

Las innovaciones en la fabricación y el uso de utensilios y en la obtención de alimentos —como resultado de la evolución cultural— pueden haber llevado a formas de vida más eficaces y que requieren un esfuerzo físico menor, lo que habría dado lugar a cambios en la estructura ósea.


La cultura ha desempeñado un papel fundamental en la evolución del Homo sapiens.


En los últimos 60.000 años el ser humano ha emigrado para colonizar casi todas las regiones deshabitadas del mundo como, por ejemplo, pequeños archipiélagos o los continentes de Australia y las Américas.

Estas migraciones dependieron del desarrollo de aspectos tales como el transporte, los utensilios de caza y pesca, los refugios y la indumentaria. En los últimos 30.000 años la evolución cultural se aceleró de forma sorprendente.

En el registro arqueológico este cambio se observa en la rápida expansión de los diferentes tipos de utensilios de piedra y de las técnicas de fabricación de los mismos o en las obras de arte y en los indicios de evolución religiosa como, por ejemplo, los enterramientos.

Hace 10.000 años el ser humano comenzó por primera vez a recolectar y cultivar granos y a domesticar animales —cambio fundamental en la relación ecológica entre el ser humano y otros seres vivos de la Tierra.

El desarrollo de la agricultura proporcionó al hombre mayor cantidad de alimentos y mayor estabilidad en su abastecimiento, permitiendo así la aparición de las primeras civilizaciones.

Actualmente, la cultura —y particularmente la tecnología— dominan la vida humana.

Los paleoantropólogos y los arqueólogos han estudiado los aspectos más significativos de la evolución de la conducta cultural humana como, por ejemplo, la evolución de la vida social, la subsistencia (adquisición y producción de alimentos), la fabricación y el uso de herramientas, la adaptación al medioambiente, el pensamiento simbólico y su expresión a través del lenguaje, el arte y la religión y el desarrollo de la agricultura y la aparición de las civilizaciones.





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Publicado el 28 enero 2009 - 09:43





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EVOLUCION HUMANA


XV.



__________________________________________________



1. - Vida social



La mayoría de las especies de primates, incluidos los simios africanos, viven en grupos sociales de diferente tamaño y complejidad.

Dentro de los grupos, los individuos a menudo tienen papeles multifacéticos de acuerdo con su edad, sexo, estatus, habilidades sociales y personalidad.

El descubrimiento en 1975 en Hadar, Etiopía, de un grupo de varios individuos Australopithecus afarensis que habían fallecido juntos hace 3,2 millones de años parece confirmar que los homínidos primitivos vivían ya en grupos sociales.

Los científicos han denominado a esta colección de fósiles La primera familia.

Uno de los primeros cambios físicos en la evolución de simios a humanos —la reducción del tamaño de los caninos en el macho —indica asimismo un cambio en las relaciones sociales.

Los simios machos a veces utilizan sus grandes caninos para amenazar (o a veces luchar con) otros machos de su especie, normalmente para acercarse a las hembras o luchar por territorios o alimentos.

La evolución de los caninos pequeños en los australopitecinos implica que los machos o bien habían desarrollado otros métodos de amedrantamiento o se habían hecho más cooperativos.

Además, tanto las hembras como los machos tenían caninos pequeños, lo que indicaba una reducción del dimorfismo sexual con respecto a los simios. Sin embargo, aunque en los australopitecinos disminuyó el dimorfismo sexual en cuanto a tamaño de los caninos, los machos todavía eran mucho más grandes que las hembras.

Así, los australopitecinos machos puede que compitieran de forma agresiva entre sí basándose puramente en su tamaño o fuerza. Hasta mucho tiempo después puede que la vida social humana no comenzara a diferenciarse mucho de la de los simios.

Los científicos piensan que algunos de los cambios más significativos que posibilitaron el paso de la vida social simiesca a la típicamente humana tuvieron lugar en especies del género Homo, cuyos miembros muestran un dimorfismo sexual todavía menor.

Estos cambios, que debieron tener lugar en diferentes momentos, incluyen un prolongado tiempo de maduración de los recién nacidos que comprende un periodo posterior durante el cual éstos requieren un intenso cuidado por parte de los progenitores, vínculos especiales que llevan a un macho y una hembra a compartir actividades y aparearse, lo que recibe el nombre de emparejamiento y la focalización de la actividad social en un campamento o refugio seguro situado en un lugar especial conocido por miembros del grupo o de la familia.



1.1. - Cuidados paternales




El ser humano, aunque tiene un cerebro grande, requiere, sin embargo, un periodo prolongado de desarrollo posterior al nacimiento y durante su primera infancia ya que su cerebro tarda bastante tiempo en madurar.

Dado que el cerebro del australopitecino no era mucho mayor que el de un chimpancé, algunos científicos piensan que los homínidos primitivos tenían una velocidad de crecimiento más parecida a la de los simios y mucho más rápida que la del hombre moderno.

Esta hipótesis está apoyada por estudios de fósiles de australopitecino en los que se ha analizado el desarrollo de la dentición —buen indicador del desarrollo general del cuerpo.

Además, el cerebro humano va aumentando a medida que el feto se va desarrollando, de forma que la mujer debe dar a luz en una fase temprana del desarrollo del bebé para que su cabeza pueda pasar por su conducto pélvico.

Así, los bebés humanos requieren un largo periodo de cuidados hasta alcanzar una fase de desarrollo a partir de la cual ya reducen la dependencia de sus padres.

Al contrario de lo que ocurre con la mujer moderna, la australopitecina podía dar a luz a un bebé en una fase avanzada de desarrollo porque su cráneo podía pasar perfectamente por su conducto pélvico.

La necesidad de dar a luz en una fase temprana del desarrollo del feto —lo que requiere un periodo posterior prolongado de cuidados al recién nacido— puede haberse iniciado hacia la época del Homo medio con la especie Homo ergaster que tenía un cerebro claramente mayor que el de los australopitecinos y un conducto pélvico estrecho.



1.2. - Emparejamiento




El emparejamiento, normalmente de duración bastante breve, tiene lugar en diferentes especies de primates.

Algunos científicos piensan que en el ser humano se desarrollaron vínculos más prolongados al comenzar a compartir cada vez más los alimentos.

Entre los primates, los humanos presentan un comportamiento diferente a la hora de compartir alimentos. El hombre retrasa la ingestión de los mismos hasta no haber vuelto al punto de reunión de los demás miembros de su grupo social.

Esta forma de repartición puede haber surgido al mismo tiempo que la necesidad de atender durante un tiempo prolongado a los recién nacidos, probablemente hacia la época del Homo ergaster.

El macho, al dedicarse a una única hembra y compartir alimentos con ella, podía aumentar las posibilidades de supervivencia de su prole.




1.3. - El campamento




El ser humano vivió como cazador-recolector durante millones de años.

Los miembros del grupo se iban desplazando por el territorio para recolectar los alimentos en el momento y en el lugar donde se encuentran disponibles.

Hoy día, los pueblos que practican esta forma de subsistencia —tales como el pueblo san en el desierto de Kalahari al sur de África— también establecen campamentos centrales u hogares y dividen el trabajo entre hombres y mujeres. Las mujeres recolectan alimentos vegetales y animales, mientras que el hombre asume la tarea de cazar, a menudo con menos éxito.

Los hombres y las mujeres de la familia juntan sus alimentos para compartirlos en el campamento.

Éste —que también se utiliza como refugio para criar a los hijos y cuidar a los enfermos y a los ancianos— puede haberse desarrollado por primera vez en la época del Homo medio hace unos 1,7 millones de años.

Sin embargo, la primera evidencia de hogares y refugios —comunes a todas los campamentos modernos— data de hace sólo 500.000 años.

Así, puede que hasta una época tardía de la evolución humana no se haya desarrollado una forma moderna de vida social.



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Publicado el 04 febrero 2009 - 01:20






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EVOLUCION HUMANA


XVI.



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2. - Subsistencia



La subsistencia en el ser humano está relacionada con los tipos de alimentos, la tecnología y los métodos para obtenerlos, así como con las formas en las que se organizan los grupos sociales o sociedades para producirlos y distribuirlos.

Durante millones de años el hombre probablemente se alimentaba sobre la marcha, tal y como lo hacen otros primates. La forma de vida asociada a esta estrategia de alimentación se organiza, por lo general, alrededor de grupos sociales pequeños y familiares que se abastecen de diferentes fuentes según la época del año.

La dieta de los homínidos primitivos se parecía probablemente a la de las especies de primates estrechamente relacionadas con ellos. Los grandes simios comen en su mayor parte vegetales.

Muchos primates comen asimismo alimentos animales de fácil obtención, tales como insectos y huevos de aves. Entre los escasos primates que cazan, los chimpancés se abastecen de monos e incluso de pequeñas gacelas. El ser humano probablemente también tenía una dieta basada principalmente en alimentos vegetales. Además, no cabe duda de que comía algunos alimentos animales y puede que también se dedicara de vez en cuando a la caza.

La subsistencia humana comenzó a diferenciarse de la de otros primates con la fabricación y el uso de los primeros utensilios de piedra, lo que permitió que la carne y la médula (el tejido interior, rico en grasas, de los huesos) de grandes mamíferos entrasen a formar parte de su dieta. Así, con la aparición de los utensilios de piedra, la dieta de los primeros homínidos se distanció básicamente de la de los simios.

En los yacimientos arqueológicos más antiguos conocidos, que datan de hace unos 2,5 millones de años, los científicos han encontrado huesos fósiles rotos y machacados de antílopes, cebras y otros animales de tamaño parecido.

Al evolucionar el Homo moderno, pudo comenzar a cazar incluso animales más grandes, como mastodontes y mamuts, ambos mamíferos pertenecientes a la familia de los elefantes. La agricultura y la domesticación de animales surgieron en un pasado más reciente, con el Homo sapiens.



2.1. - Modelos de subsistencia en el Homo antiguo




Los paleoantropólogos han debatido profusamente sobre si los primeros miembros del género humano moderno eran cazadores agresivos, recolectores pacíficos de plantas o carroñeros oportunistas.

En el pasado muchos científicos pensaban que la predación y la alimentación carnívora fueron un factor importante en los comienzos de la evolución humana.

Esta hipótesis de la caza sugería que los primeros homínidos sobrevivieron en África a periodos especialmente áridos gracias a la caza de animales con utensilios primitivos de piedra o hueso.

Los defensores de esta hipótesis pensaban que la caza y la competición con los animales carnívoros habían influido poderosamente en la evolución de la organización y el comportamiento social, la fabricación de utensilios, la anatomía (por ejemplo, la estructura única de la mano humana) y la inteligencia.

A comienzos de la década de 1960, estudios realizados en simios llevaron a poner en duda la hipótesis de la caza.

Los investigadores descubrieron que los chimpancés cooperan en la caza de al menos animales pequeños como los monos. Por lo tanto, la caza no era un elemento totalmente diferenciador entre los homínidos y los simios y, por lo tanto, tal vez la caza por si sola no haya sido un factor determinante en los comienzos de la evolución.

Otros científicos defienden la importancia que tuvo el hecho de compartir alimentos en los comienzos de la vida humana. De acuerdo con esta hipótesis, la cooperación y el compartir dentro de grupos familiares —en lugar de dedicarse a la caza— influyó fuertemente en la evolución humana.

Anteriormente, los científicos pensaban que los yacimientos arqueológicos de hasta 2 millones de años de antigüedad proporcionaban evidencias suficientes como para apoyar la hipótesis del reparto de alimentos.

Algunos de los yacimientos arqueológicos más antiguos eran lugares donde el ser humano había reunido alimentos y utensilios de piedra. Los científicos pensaban que estos yacimientos representaban campamentos con muchas de las características sociales de los de los modernos de cazadores-recolectores, incluido el hecho de compartir los alimentos entre las parejas.

Las críticas a esta teoría surgieron de un estudio más cuidadoso de los huesos de animales procedentes de los primeros yacimientos arqueológicos.

El análisis al microscopio de estos huesos reveló marcas de utensilios humanos y dientes carnívoros, lo que indicaba que en estos lugares habían estado presentes tanto el hombre como los predadores (hienas, gatos y chacales).

Esta evidencia sugiere que lo que los científicos pensaban que eran campamentos donde los humanos compartían alimentos, en realidad eran lugares de transformación de alimentos que el hombre había abandonado a los predadores.

Así, esta evidencia no apoyaba claramente la idea de que los primeros homínidos compartieran los alimentos.

Investigaciones más recientes sugieren una nueva hipótesis sobre la subsistencia humana: los homínidos extraían carne y médula de los huesos procedentes de animales muertos y dedicaba poco tiempo a la caza. De acuerdo con esta teoría carroñera, el ser humano se dedicaba a recoger trozos de carcasas de animales abandonados por los predadores y a continuación utilizaba utensilios de piedra para extraer la médula de los huesos.

La observación de que muchos animales como, por ejemplo, los antílopes, a menudo mueren en la época seca hace que esta teoría sea bastante plausible.

Los primeros fabricantes de utensilios podrían haber gozado de multitud de oportunidades para obtener grasa y carne durante las épocas secas del año. Sin embargo, otros estudios arqueológicos —y una apreciación más exacta de la importancia de la caza entre los chimpancés— sugieren que la hipótesis carroñera resulta demasiado limitada.

Actualmente muchos científicos piensan que los homínidos se dedicaban a recoger animales muertos y además cazaba. La evidencia de marcas de dientes carnívoros en huesos cortados por los primeros fabricantes de utensilios sugiere que al menos la mayor parte de los animales que comía el hombre los recogía ya muertos. Al margen de esto, también se alimentaba de diferentes plantas. Sin embargo, todavía no está claro hasta qué punto el ser humano dependía de la caza, especialmente de la caza de animales menores.



2.2. - El inicio de la caza




Los científicos no están de acuerdo sobre el momento en que el hombre comenzó a cazar de forma regular.

Así, por ejemplo, el descubrimiento de fósiles de elefante junto a utensilios fabricados por el Homo medio llevó a los investigadores a pensar que los miembros de esta especie eran cazadores de caza mayor.

Sin embargo, el descubrimiento de huesos de animales y utensilios en un mismo yacimiento no implica necesariamente que hubiese matado a los animales o comido su carne, ya que éstos pueden morir por diferentes causas o las fuerzas de la naturaleza podrían situar de forma accidental fósiles en las cercanías de utensilios.

Ciertas excavaciones realizadas recientemente en Olorgesailie, Kenia, han demostrado que el Homo erectus cortaba carne de carcasas de elefante pero no revelan si estos hombres eran cazadores accidentales o especializados.

Es casi seguro que el ser humano que vivía fuera de África —especialmente en climas más fríos— necesitaba comer más carne que su coetáneo africano.

El hombre de la Eurasia templada debió tener que aprender a reconocer las plantas que podía comer de forma segura; además, el número de alimentos vegetales disponibles disminuiría de forma importante durante el invierno.

Sin embargo, aunque los científicos han encontrado muy pocos fósiles de plantas comestibles o digeridas en los yacimientos, es probable que los primeros habitantes de Europa y Asia se alimentaran de plantas además de carne.

Entre los yacimientos en los que se ha encontrado una evidencia más clara de que el ser humano se dedicaba a la caza cabe citar Boxgrove, Gran Bretaña, lugar donde hace unos 500.000 años el hombre atrapaba animales de gran tamaño entre un bebedero y el lateral de una roca, para a continuación matarlos.

En el yacimiento de Schöningen, Alemania, de unos 400.000 años de antigüedad, los científicos han encontrado lanzas de madera de extremos afilados especialmente diseñadas para ser lanzadas y que probablemente se utilizaban para cazar grandes animales.

Parece que tanto el Neandertal como otros homínidos primitivos comían los animales disponibles en un determinado lugar o en una determinada época.

Así, por ejemplo, en los yacimientos europeos, el número de huesos de reno (animal de zonas frías) y de ciervo común (animal de zonas cálidas) cambiaba según el clima que hubiera reinado. Para obtener proteínas y grasas animales probablemente el Neandertal también combinaba las actividades de caza con las de rapiña de animales muertos.

Durante al menos los últimos 100.000 años algunos grupos humanos se alimentaron de frutos del mar o de la costa, tales como crustáceos y mamíferos y aves marinas, mientras que otros pescaban en ríos y lagos interiores.

Hace probablemente unos 90.000 a 80.000 años el ser humano en Katanda, actualmente República Democrática del Congo, pescaba grandes barbos utilizando puntas de hueso con barbas, el aparejo de pesca especializada más antiguo conocido.

Las puntas de piedra más antiguas para flechas o lanzas datan de hace unos 50.000 a 40.000 años.

Estos avances tecnológicos, probablemente desarrollados por primera vez por los homínidos modernos, indican una ampliación de los tipos de alimentos disponibles.

Hace unos 40.000 años, el ser humano comenzó a hacer avances aún más significativos en la caza de animales peligrosos y en grandes manadas, así como en la explotación de los recursos marinos.

Participaba en grandes expediciones de caza en las que mataba gran número de renos, bisontes, caballos y oros animales que vivían en aquella época en las amplias sabanas.

En algunas regiones, se especializó en la caza de determinados tipos de animales. La familiaridad que estos humanos tenían con los animales que cazaban quedó reflejada en dibujos y pinturas en las paredes de las cuevas, datadas en unos 32.000 años de antigüedad. Los cazadores utilizaban asimismo los huesos, el marfil y las astas de sus presas para realizar obras de arte y bellos utensilios.

En algunas zonas, tales como las planicies centrales de Estados Unidos en donde antiguamente abundaba un tipo de gran bisonte actualmente extinguido, la caza pudo haber contribuido a la extinción de especies completas.




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Publicado el 10 febrero 2009 - 07:04





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EVOLUCION HUMANA


XVII.



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3.      -  Utensilios



Aunque tal vez la fabricación y la utilización de utensilios no era suficiente para distinguir a los homínidos de sus predecesores simios, en cambio, el ser humano realizó la importante proeza de utilizar una herramienta para fabricar otras y en particular desarrolló una técnica denominada quebrantamiento de piedras que consistía en golpear con precisión una piedra contra otra.

La fabricación de utensilios líticos caracterizó el periodo denominado a veces edad de piedra, que se inició hace al menos unos 2,5 millones de años en África y se prolongó hasta el desarrollo de los utensilios de metal en los últimos 7.000 años (en momentos diferentes según las partes del mundo).

Aunque tal vez los primeros homínidos fabricaran utensilios de piedra hace más de 2,5 millones de años, puede que sus artífices no permanecieran el tiempo suficiente en un mismo lugar como para dejar conjuntos de utensilios que un arqueólogo pudiera descubrir en la actualidad.

La primera forma sencilla de fabricación de utensilios líticos consistía en romper y conformar una roca angular golpeándola con otra roca redonda del tamaño de la palma de la mano, conocida como piedra martillo.

Los utensilios realizados de esta forma reciben el nombre de oldowan por Olduvai Gorge, Tanzania, yacimiento de donde proceden muchos de estos utensilios. Esta tradición se prolongó durante aproximadamente 1 millón de años. Entre los utensilios oldowan se encuentran grandes piedras con un borde cortado y pequeñas y afiladas lascas que podían ser utilizadas para rascar, cortar o partir.

A veces, sus autores utilizaban piedras yunque (rocas lisas encontradas o situadas en el suelo) sobre las cuales golpeaban y abrían frutos duros o nueces. En la actualidad esta técnica es utilizada por los chimpancés.

Los científicos pensaban antes que los fabricantes de utensilios oldowan realizaban de forma intencionada diferentes tipos de herramientas.

Actualmente parece que las diferentes formas eran consecuencia de arrancar lascas de diferentes formas de rocas naturales.

El aprendizaje de las habilidades necesarias para fabricar estos utensilios requería ciertamente dotes de observación aunque no necesariamente una instrucción o el lenguaje.

Así, los utensilios oldowan eran sencillos y sus fabricantes los utilizaban para cortar carcasas de animales, romper huesos para sacar la médula, limpiar pieles y afilar palos para desenterrar raíces y tubérculos comestibles.

Los artífices buscaban las mejores piedras para hacer los utensilios y las transportaban a los lugares de transformación de alimentos. En estos lugares, abrían las carcasas y se comían la carne y la médula, evitando así que cualquier predador les arrebatase la presa. Este comportamiento contrasta con la estrategia de alimentación sobre la marcha que se observa, por lo general, en otros primates.

En la tradición de fabricación de utensilios achelenses, iniciada hace unos 1,7 a 1,5 millones de años, se realizaban piezas cada vez más simétricas, clasificadas por la mayoría de los científicos como hachas de mano y raederas.

Sus artífices, como el Homo erectus, trabajaban con piezas de piedra de tamaño mucho mayor que los fabricantes oldowan. La simetría y el tamaño de los utensilios achelenses posteriores muestran una planificación y un diseño mejores —y tal vez, por tanto, una inteligencia mayor— por parte de sus autores. La tradición achelense se prolongó durante más de 1,35 millones de años.

El siguiente avance importante tuvo lugar hace al menos 200.000 años.


Uno de los métodos de fabricación de esta época, conocido como técnica de levallois, consistía en arrancar con cuidado y de forma exacta pequeñas lascas alrededor de la superficie de una piedra y a continuación golpearla lateralmente para obtener un utensilio preformado, que a continuación podía ser mejorado.

En los últimos 40.000 años el hombre moderno desarrolló las técnicas más avanzadas de fabricación de utensilios de piedra.

El sistema denominado núcleo de hoja prismática consistía en eliminar la parte superior de una piedra dejando una plataforma plana y a continuación arrancar múltiples hojas en los laterales.

Cada hoja tenía una sección transversal triangular, lo que la confería una resistencia excelente. Con estas hojas, como utensilios preformados, el ser humano podía fabricar con gran perfección puntas de lanzas, cuchillos y muchos otros tipos de herramientas. Los utensilios líticos más avanzados presentan asimismo diferencias regionales y coherentes que indican un elevado nivel de diversidad cultural. Ver Arte paleolítico.


4.      - Adaptación medioambiental



Los homínidos experimentaron profundos cambios en su entorno con el transcurso del tiempo.

El polen vegetal y los huesos de animales fosilizados, junto con el análisis químico de suelos y sedimentos, aportan gran información sobre las condiciones medioambientales a las que tenía que adaptarse el ser humano.

Hace unos 8 millones de años los continentes, que se habían ido desplazando lentamente a lo largo de periodos muy largos de tiempo, se situaron definitivamente en las posiciones que ocupan en la actualidad.

Pero, sin embargo, la corteza terrestre ha continuado moviéndose desde entonces y estos movimientos han alterado de forma profunda el paisaje en todo el mundo.

Importantes cambios geológicos han afectado el curso de la evolución humana como, por ejemplo, los del sur de Asia que conformaron la cordillera del Himalaya y la meseta del Tíbet o los de África oriental que conformaron el valle del Rift.

La formación de los principales valles y cadenas montañosas dio lugar a cambios en los patrones de vientos y lluvias. En muchas zonas las épocas secas se hicieron más pronunciadas y en África las condiciones se hicieron, por lo general, más frías y secas.

Hace unos 5 millones de años aumentaron las fluctuaciones en el clima global, siendo en el Plioceno (hace entre 5 y 1,6 millones de años) bastante pronunciadas las fluctuaciones de temperatura.

Durante este tiempo el mundo entró en un periodo de intenso enfriamiento, iniciado hace unos 2,8 millones de años, y que consta de fases más frías conocidas como glaciaciones (épocas en las que se forman los glaciares) y fases más cálidas conocidas como interglaciaciones (épocas durante las cuales se funden los glaciares).

Durante el Plioceno, las glaciaciones y las interglaciaciones duraban unos 40.000 años cada una. Por el contrario, durante el pleistoceno (entre 1,6 millones de años y 10.000 años) se produjeron fluctuaciones de estas fases glaciales mucho mayores y más largas. Así, por ejemplo, desde hace unos 700.000 años estas fluctuaciones se vienen repitiendo aproximadamente cada 100.000 años.

Hace entre 5 y 2 millones de años la mayor parte de África estaba cubierta por una mezcla de hábitats de bosques y praderas.

Hace unos 1,7 millones de años el este de África entró en un periodo prolongado de sequía y al cabo de 1 millón de años grandes partes del paisaje africano se habían convertido en sabana. Por tanto, los primeros australopitecinos y el Homo antiguo vivieron en lugares relativamente boscosos, mientras que el Homo ergaster y el Homo erectus vivieron en zonas de África más abiertas.

Las primeras poblaciones humanas encontraron entornos nuevos y diferentes cuando emigraron fuera de África como, por ejemplo, temperaturas más frías en el Oriente Próximo y bosques de bambú en el Sureste asiático. Hace al menos 1 millón de años las poblaciones se habían trasladado a zonas de climas templados de Europa y Asia, donde sufrieron largos periodos de tiempo muy frío.

Todos estos cambios —cambios profundos de paisaje, patrones cambiantes de lluvias y sequía y fluctuaciones de temperatura— supusieron retos para la supervivencia inmediata y a largo plazo de las primeras poblaciones humanas. Cada una desarrolló diferentes adaptaciones según su entorno, lo que en parte explica la existencia simultánea de varias especies durante gran parte de la evolución.

Algunas de las adaptaciones de los homínidos a los nuevos climas consistieron en cambios en su anatomía. Por ejemplo, un cuerpo alto y delgado como el del Homo ergaster —con una gran superficie de piel expuesta al viento— permite disipar el calor de forma muy eficaz.

Probablemente esta adaptación ayudó a las especies a sobrevivir en los entornos más cálidos y más abiertos de África hace unos 1,7 millones de años. Por el contrario, el cuerpo bajo y ancho del Neandertal permitía conservar bien el calor, ayudándole a sobrevivir durante el periodo glacial en Europa y el oeste de Asia.


El aumento de tamaño y complejidad del cerebro permitió a los homínidos adaptarse cada vez mejor al entorno mediante cambios en su comportamiento cultural.

El mayor aumento del tamaño del cerebro se produjo hace unos 700.000 años, periodo durante el cual el clima y el medio ambiente fluctuaron dramáticamente.

Durante este periodo también evolucionó más rápidamente el comportamiento cultural humano, probablemente como respuesta a la necesidad de hacer frente a entornos imprevistos y cambiantes.

El ser humano siempre se ha adaptado a su entorno ajustando su comportamiento.

Así, por ejemplo, los primeros australopitecinos se desplazaban por los árboles y por el suelo, lo que probablemente les ayudó a sobrevivir a fluctuaciones ambientales con hábitats boscosos y otros más abiertos.

El Homo antiguo se adaptó fabricando utensilios líticos y transportando sus alimentos a lo largo de grandes distancias, aumentando así la variedad y la cantidad de su alimentación. Es posible que una dieta ampliada y flexible ayudase a estos fabricantes de utensilios a sobrevivir a cambios inesperados de su entorno y de los alimentos disponibles.

Cuando las poblaciones de Homo erectus se trasladaron a las regiones templadas de Eurasia tuvieron que enfrentarse a nuevos retos para poder sobrevivir.

Durante las estaciones más frías tenían que emigrar o buscar refugio en, por ejemplo, cuevas.

Algunas de las primeras evidencias definitivas de cavernícolas, datadas en hace unos 800.000 años, se han encontrado en el yacimiento de Atapuerca en el sur de España. Este yacimiento pudo haber sido el hogar de las primeras poblaciones de Homo heidelbergensis. El Homo erectus también utilizó cavernas como refugio.

Los homínidos aprendieron a controlar el fuego y a usarlo para generar calor, preparar alimentos y protegerse de otros animales.

Los restos más antiguos de viviendas conocidos datan de hace unos 450.000 a 300.000 años y pertenecen a yacimientos tales como Bilzingsleben en Alemania, Verteszöllös en Hungría o Zhoukoudian en China.

Los yacimientos africanos datados en unos 1,6 a 1,2 millones de años de antigüedad contienen huesos carbonizados y sedimentos coloreados, pero muchos científicos piensan que esta evidencia es demasiado ambigua y no permite demostrar que el ser humano controlaba el fuego.

Las primeras poblaciones en Europa y Asia también tal vez también se abrigaban con pieles de animales durante los periodos de glaciación. Las agujas de hueso más antiguas conocidas, que indican el desarrollo de la costura y de la indumentaria, datan de hace unos 30.000 a 26.000 años.



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Louis Leakey con un Homo habilis
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En agosto de 1960, el doctor Leakey, paleoantropólogo británico-keniata, descubrió, en la garganta de Olduvai (norte de Tanzania, África) el cráneo que se muestra a la derecha junto al de un chimpancé. Más tarde Leakey lo identificó como perteneciente a un Homo habilis, que había sido capaz de fabricar útiles o herramientas. Hoy, a pesar de que la mayoría de los antropólogos están de acuerdo con que ese especímen en efecto utilizó ciertos instrumentos, no hay acuerdo sobre si el fósil encontrado por Leakey debería llamarse Homo habilis o Australopithecus habilis. Las comparaciones entre el fósil de Leakey y los del género Australopithecus parecen indicar que el Homo habilis ciertamente fue más avanzado. Sin embargo, muchos antropólogos creen que por comparación con los seres humanos actuales, el Homo habilis está lejos de poder ser considerado dentro del género Homo.


UPI/THE BETTMANN ARCHIVE





Cráneo femenino de Homo erectus
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El descubrimiento de útiles o herramientas fosilizadas y esqueletos de grandes mamíferos cerca de los fósiles de Homo erectus (hombre erguido) sugiere que estos ancestros humanos llevaron una existencia más compleja que las especies anteriores. A pesar de que su estructura anatómica se parece a la de los seres humanos actuales, los antropólogos han encontrado que el cerebro humano sufrió muchos cambios durante la evolución de una especie a otra. Los antropólogos piensan que el Homo erectus vivió hace 1,8 y 0,2 millones de años. Este cráneo perteneció a una hembra Homo erectus.


Tom McHugh/Field Museum, Chicago/Photo Researchers, Inc.






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